Según informaba la pasada semana Leigh Phillipis en www.euobserver.com, los 27 han aumentado el grado de vigilancia del riesgo de estallidos sociales en toda Europa debido a la crisis económica. Los últimos síntomas del malestar social han tenido lugar en Letonia, Lituania, Bulgaria y Grecia (y, fuera de la Unión, en Islandia), pero la UE teme que esos estallidos lleguen en cascada y amenacen la estabilidad de los gobiernos e incluso de la propia Unión.
Los enfrentamientos más fuertes han tenido lugar, hasta ahora, en Letonia, Lituania, Bulgaria y Grecia. Pero en estas últimas semanas aumentan las protestas en El Estado francés o Gran Bretaña, y comienzan a surgir en el Estado español o Alemania, por poner sólo varios ejemplos.
Y los estallidos empiezan a tener ya consecuencias políticas, por ejemplo, en Islandia, donde el primer ministro, el conservador Geir Haarde, anunciaba el día 23 la convocatoria de elecciones anticipadas, y tres días después caía su Gobierno. Aunque Islandia no es miembro de la UE -el debate, como siempre en tiempos de crisis, se ha reabierto ahora-, se trata del primer ejecutivo europeo que cae por la situación económica y financiera. El anuncio se produjo tras una semana de protestas populares contra el Gobierno por su actuación durante la crisis económica, que ha dejado el país al borde de la bancarrota. Los enfrentamientos han sido los más violentos en 50 años. La Policía utilizó sprays con pimienta y gases lacrimógenos contra los más de dos mil ciudadanos que protestaban ante la sede del Parlamento.
Lo ocurrido en Islandia llega tras una serie de revueltas antigubernamentales en Letonia, Lituania y Bulgaria, que siguieron, a su vez, a las que tuvieron lugar durante varios días seguidos en Grecia, donde los sindicatos y los estudiantes pusieron en jaque al Gobierno a finales de diciembre. Las turbulencias financieras ya se habían llevado antes por delante al Gobierno belga, aunque, en este caso, la situación política interna desde hace casi dos años tuvo mucho que ver.
En Francia, han sido los obreros del sector automovilístico -y, puntualmente, del ferrocarril- quienes han protagonizado las movilizaciones, pero a ellos vuelven a sumarse los estudiantes, con sus protestas contra las reformas de Nicolas Sarkozy. Ambos sectores son claves en el Estado francés: de hecho, el lobby universitario es muy potente -y más impredecible que el obrero- y muchos políticos proceden del movimiento estudiantil. Los portavoces de los sindicatos han recordado esta pasada semana lo ocurrido en Grecia para advertir de que las movilizaciones podrían ser cada vez más duras: «También en Francia hay una bomba social a punto de explotar».
La crisis económica y financiera preocupa a las autoridades europeas tanto como las consecuencias que puede tener en el ámbito social. Los funcionarios de la Unión Europea reconocen en privado que la preocupación es muy grande en Bruselas y que todos los estados miembros están adoptando nuevas medidas de control y seguimiento del descontento popular.
De hecho, los embajadores permanentes de los Veintisiete en Bruselas ya han tratado el tema en varias reuniones, y están compartiendo y actualizando constantemente datos e informaciones al respecto. El Consejo Europeo informal de primavera se centrará, previsiblemente, en esta cuestión. Estas mismas fuentes reconocen abiertamente que los 27 no saben cómo enfrentarse a la situación y, de momento, han solicitado más informes a sus respectivos servicios de inteligencia para saber si las revueltas marcan ya una tendencia o son, por el contrario, hechos aislados o dinámicas de oposición internas (en la jerga comunitaria, «manipulación por elementos de la oposición»).
Ante las elecciones europeas de junio, el Partido Popular Europeo ha llegado a acusar al Partido Socialista Europeo de tratar de recuperar su hegemonía en la Cámara Europea utilizando la crisis como base de una campaña de «agitación y propaganda».
Las protestas han provocado, por ejmplo, una reunión de seguridad conjunta entre los gobiernos de Letonia y Lituania, tras los enfrentamientos del día 16 en Riga -26 manifestantes y 14 policías heridos, y 106 detenidos- y Vilnius. Un funcionario lituano reconocía el viernes en Bruselas que su Gobierno está recabando información de estallidos similares en Francia, Estonia y Alemania. Además, Estonia, Letonia, Lituania y Polonia estarían también intercambiando información de forma intensiva al respecto. En Vilnius, en los últimos días han tenido lugar al menos once marchas convocadas por los sindicatos.
Previsiones
El presidente del Fondo Monetario Internacional, Dominique Strauss-Kahn, predijo hace dos semanas en la BBC que la debacle económica causará sin duda un malestar creciente: «Puede ocurrir en cualquier lugar de Europa, y seguramente irá a peor en los próximos meses».
En su opinión, los países con mayor riesgo de estallidos son Hungría, Letonia y Bulgaria -en estos y, en general, en todos los estados centroeuropeos, ya se están preguntando si son políticamente asumibles y tolerables las condiciones impuestas tanto por la propia Unión para la adhesión como por los planes de rescate europeos o internacionales-, pero también Francia y Gran Bretaña. «La situación es muy, muy seria», declaró Strauss-Kahn.
La mayoría de los analistas consideran que, si las previsiones de caída del empleo continúan a este ritmo, el descontento social puede pasar a ser explosivo después del verano, especialmente allí donde el paro está aumentando de forma más rápida, caso, por ejemplo, del Estado español. El descrédito de la clase financiera y política es enorme y eso está teniendo ya consecuencias en la UE. Y es muy posible que las elecciones al Parlamento Europeo de junio marquen otro punto de inflexión en ese progresivo alejamiento de la estructura comunitaria de sus ciudadanos.
Ver el reportaje fotográfico sobre las protestas en Der Spiegel