Traducido para Rebelión por Alejandro Paredes
La verdad detrás de las elecciones en Alemania, que no ha sido reportada en ños Medios de Comunicación Corporativos, es que la Izquierda ganó.
Si se suman los votos del oficialista Partido Social Demócrata (SPD) del Canciller Gerhard Schroeder, con los de su socio de coalición, el Partido verde, y con los de un nuevo partido izquierdista, el Partido de Izquierda, conformado por el antiguo Partido Comunista de la Alemania del Este y por disidentes del ala más izquierdista del SPD, el resultado alcanza un 52% del voto, lo cual representa una mayoría en el Bundestag, el Parlamento alemán.
Pero Schroeder y el SPD, quienes al igual que Tony Blair y el Partido Laborista Británico, se han alejado definitivamente de sus raíces y tradiciones socialistas, no están dispuestos a llegar a un acuerdo con el Partido de Izquierda, que de esa forma estaría en posición de pedir concesiones de peso (al igual que un importante número de puestos en el gabinete) en temas como dar continuidad al financiamiento de programas sociales, protección de sindicatos, y otros similares que podría generar su participación en el Gobierno.
Ante la ausencia de tal acuerdo con el Partido de Izquierda, Schroeder tendría que llegar a un pacto con el conservador Partido Liberal Demócrata (FDP), lo cual situaría al SPD mucho más a la derecha de lo que incluso sus dirigentes quieren. Además se correría el riesgo de que los Verdes rechazaran formar parte de esa coalición, lo que dejaría al partido oficialista sin la mayoría necesaria para gobernar.
Resumiendo, ante la imposibilidad de vender el alma del partido al FDP (lo cual muy probablemente provocaría aún más defecciones al Partido de Izquierda), la única posibilidad de Schroeder es la de aceptar un rol secundario en la así llamada «Gran Coalición» con la Unión Conservadora (CDU) de su oponente, Angela Merkel, a quien se ha descrito como la Margaret Thatcher alemana, empecinada en arrastrar a Alemania y los alemanes hacia una sociedad estilo Norte Americano, donde los ricos puedan hacer más dinero y los perdedores sean marginados y abandonados a su propia suerte.
La realidad evidenciada en los resultados electorales es que la mayoría de los alemanes no quieren ver como se les involucra en un desastre de tal magnitud. No obstante, esa no es precisamente la imagen que uno se haría cuando lee las noticias en los medios corporativos, quienes daban a Merkel un amplio margen de victoria, haciendo notar en los reportajes pre-electorales que el resultado evidenciaba una necesidad de «reformas» en los sufragantes alemanes.
El mismo Schroeder, y su SPD, también se han llevado una merecida tunda en estas elecciones, pero no precisamente por haber estado persiguiendo un modelo socialista. Fueron las defecciones a la izquierda, encarnado en el nuevo Partido de la Izquierda, las que forzaron al Canciller a adelantar las elecciones, ya que lo dejaron sin la mayoría parlamentaria necesaria para permanecer en el poder.
Aunque en Alemania hay un 11% de desempleados, los alemanes no están pidiendo «Thatcherismo». De hecho, el CDU de Merkel, con 35.2% del voto, mostró uno de sus peores resultados electorales, cosechando apenas 0.9% más de votos y/o 3 asientos en el parlamento que el fracturado y desacreditado SPD de Schroeder.
El recién formado Partido de Izquierda, en su primera incursión electoral, consiguió un 8.7% del voto, rebasando a los verdes. Nada despreciable, especialmente si se tiene en cuenta cuantos simpatizantes se han aguantado las ganas y votaron por el SPD de Schroeder, temiendo que hubiesen sido correctas las encuestas que predecían una victoria inminente de Merkel.
Los grandes conglomerados de medios corporativos parecen reticentes a admitir que un país tan económicamente estable y tan políticamente conservador como Alemania, pueda tener una mayoría que prefiera opciones socialistas o progresistas a los problemas económicos y sociales, rechazando así un candidato tan comprensivo de los puntos de vista y la política exterior norteamericanas como Merkel y su CDU. Sin embargo, ese es exactamente el mensaje que se desprende de las elecciones alemanas.
Sin importar cual sea el resultado de las negociaciones partidistas para formar un nuevo gobierno, queda claro que la mayoría de los alemanes todavía quieren un gobierno que proteja a los trabajadores, a los ancianos y que controle el poder corporativo, con una política exterior independiente de los Estados Unidos.