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Bruno Guigue, Israel y la libertad de expresión en Francia

La vergüenza

Fuentes: Oumma.com

Traducido por Caty R.


Es un escándalo. El ministerio de Asuntos Exteriores francés ha destituido a Bruno Guigue de sus funciones de subprefecto tras la publicación de un artículo que denunciaba los abusos de Israel. Oficialmente se le acusa de incumplimiento del «deber de reserva». «Incluso si quisiera publicar una obra sobre los jarrones Ming, debería informar, es la norma» afirmó sin inmutarse el prefecto de Charente-Maritime, Jacques Reiller, en las columnas de Le Monde. En la misma línea está la ministra del Interior, Michelle Alliot-Marie, que también considera que Guigue faltó a su deber de reserva, mientras que el portavoz del ministerio, preguntado por I-Tele, asegura que «no hay cuestión de fondo».

¿Nos toman por imbéciles?

¿Quién puede creer, ni siquiera un momento, que las duras críticas expresadas contra Israel en dicho artículo no son la causa de la destitución?

Recordemos que inmediatamente después de la publicación del texto en este sitio aparecieron reacciones que denunciaban su contenido. Dichas reacciones emanan de las mismas personas que promovieron la campaña de linchamiento mediático contra Charles Enderlin, el periodista a quien se acusó de difundir por las cadenas de televisión las terribles imágenes de la masacre del pequeño Mohamed AL Durah por el ejército israelí.

Conscientes de que aquel horrible vídeo iba a asestar un golpe mortal a la imagen de un ejército que, por otra parte, ya está condenado por crímenes de guerra, los militantes, encarnizados defensores del Estado hebreo, emprendieron una campaña abominable para destruir a Charles Enderlin. Y, hoy también, los protagonistas de aquella campaña son quienes denuncian las supuestas infracciones de Bruno Guigue en cuanto al deber de reserva. Los mismos, por otra parte, que la emprendieron contra Edgar Morin, también víctima de un chantaje por antisemitismo, tras muchas otras personalidades (Daniel Mermet, Pascal Boniface, etcétera).

¿Cómo no pensar que se trata de un nuevo episodio de la guerra ideológica que se libra contra todos los que rechazan a Israel?

Veamos, pues, qué hay en las observaciones de Bruno Guigue que pudo provocar la ira de sus detractores. Guigue nos recuerda las siniestras «proezas» militares de Israel: civiles diezmados a golpes de misiles y, sólo durante el verano del 82 (invasión de Líbano), el cómputo macabro de un número de víctimas 10 veces superior al de la terrible tragedia del 11-S. ¿No es una simple estadística?

La alusión al III Reich, seguramente es el extracto más virulento. Pero, ¿qué dice Bruno Guigue? ¿Pretende que el régimen nazi es el equivalente exacto del actual gobierno de Israel? Realmente no. Citando las observaciones de los feroces partidarios del Estado de Israel, que precisamente actúan como muy imprudentes recordatorios de la historia, Guigue precisa que «analogía por analogía», es dudoso que las comparaciones expresadas puedan ser útiles al Estado hebreo.

Es necesario recordar aquí la increíble entrevista concedida al diario israelí Haaretz en la que un comandante del ejército israelí (FDI) en los territorios palestinos declaraba ignominiosamente que cuando el objetivo fuera «un campo de refugiados densamente poblado o la kasbah de Nablús y la misión del comandante sea realizar la operación con el menor número posible de bajas en ambos lados, deberá analizar y tener en cuenta las lecciones de batallas anteriores incluidas, por sorprendente que pueda parecer, las operaciones del ejército alemán en el gueto de Varsovia».

El movimiento pacifista israelí Coalición de Mujeres para una Paz Justa, comentó así estas observaciones odiosas: «si se puede comparar un campo palestino con el gueto de Varsovia, ¿a qué se debe comparar, entonces, al ejército que lo ataca?».

¿Es necesario también recordar las abominables y más recientes declaraciónes -en plenas matanzas en Gaza en las que se masacraron decenas de mujeres y niños- del viceministro de Defensa israelí, Matan Vilnai, que como respuesta a los «lanzamientos de Qassam» prometía a los palestinos «un Holocausto mayor»?

¿Quién es, por lo tanto, el responsable de estas comparaciones? ¿Quién se inspira en los crímenes más odiosos la historia? ¿Cómo se puede, finalmente, permanecer impasible ante semejantes abyecciones?

Volvamos, pues, al famoso deber de reserva que se exige a Bruno Guigue. En primer lugar hay que recordar que se expresaba como especialista en cuestiones políticas y no en su calidad de subprefecto. Por otra parte, es exacto que la legislación francesa somete la libertad de expresión de los funcionarios a ciertas limitaciones en nombre del deber de reserva; no obstante, dichas limitaciones deben ajustarse al artículo 10.2 de la Comisión Europea de Derechos Humanos, en particular a los artículos que disponen que la injerencia así cometida debe perseguir objetivos legítimos (la seguridad nacional, la integridad territorial o la seguridad pública, la defensa del orden y la prevención del crimen, la protección de la salud o la moral, la protección de la reputación o los derechos de otros) y debe justificarse por consideraciones democráticas. Consideramos que aquí no se da en absoluto el caso de injerencia. Más aún, en realidad las valientes observaciones de Bruno Guigue, que se inscriben en la lucha contra los grandes crímenes perpetrados contra un pueblo desarmado y que permanecen impunes, se sitúan en la línea de una determinada tradición francesa de defensa de los derechos humanos. En este sentido Bruno Guigue rinde honores, ampliamente, a su función.

Finalmente recordemos también una escandalosa declaración que ha pasado casi inadvertida. En sus manifestaciones de condena del atentado de la yeshiva Merkaz Harav de Jerusalén, en nombre de los 111 parlamentarios del grupo de amistad Francia-Israel, el 11 de marzo pasado Claude Goasguen, diputado del UMP de París, denunció las agresiones de un « pueblo salvaje de horribles terroristas». Pero con respecto a la masacre, perpetrada poco después, de decenas civiles, mujeres y niños de este «pueblo salvaje de terroristas», Goasguen no encontró nada que repetir. Y sus declaraciones apenas causaron sensación.

Hay que señalar que los diputados que no son altos funcionarios no están sometidos al deber de reserva. Y por lo que se ve, tampoco están sometidos al deber de decencia.

Para terminar, queremos citar aquí la observación del periodista británico Robert Fisk, que cubre la actualidad de Oriente Próximo desde hace decenios, y que ya denunciaba hace algunos años la impunidad de la que goza Israel, poniéndola en la cuenta de una cobardía intolerable:

«El miedo a que nos acusen de ‘antisemitas’ nos obliga a cerrar los ojos ante maniobras inadmisibles en Oriente Próximo», denunciaba. Y se preguntaba: «¿Qué habría pasado si hubiéramos apoyado el régimen del apartheid en Sudáfrica contra la población negra mayoritaria? (…)

¿Y si hubiéramos descrito a los niños negros asesinados por la policía como víctimas de ‘actos de sacrificio’ de sus propios padres? (…) Hay que recordar, además, que los escuadrones de la muerte sudafricanos no utilizaban ni ametralladoras helitransportadas ni misiles… Desde la segunda Guerra Mundial, raramente un pueblo ha sido tan vilipendiado como el pueblo palestino. Raramente también se ha disculpado a un pueblo tan a menudo y se han consentido hasta tal punto sus caprichos como a los israelíes. Las embajadas de Israel de todo el mundo se dedican a dar la lata a los editores para inculcarles la lección: no deben calificar al Primer Ministro israelí de «halcón», ya que eso «infringiría la cortesía». Y los publicistas, que tengan mucho cuidado para no salirse del redil por lo que les pudiera pasar (…)

Nuestra cobardía, nuestra negativa a decir la verdad, nuestro miedo a ser acusados de «antisemitismo» -una de las injurias más graves que se le pueden hacer a un periodista- sólo contribuyen a que se sigan perpetrando atrocidades en Oriente Próximo y al mismo tiempo, cerrando los ojos, a que se perpetúen sin decir nada. Sería bueno mirar de frente estos ‘remakes’ de la época del apartheid y recordar los tiempos en que los hombres todavía tenían un poco de decencia…»

Bruno Guigue, sin ninguna duda, es un hombre decente. Por eso molesta.

Original en francés: http://oumma.com/La-honte,2683

Caty R. pertenece a los colectivos de Rebelión, Cubadebate y Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y la fuente.