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La vuelta de Cameron al Gobierno no es una buena noticia para la paz en Oriente Medio

Fuentes: Middle East Monitor

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza.

Las elecciones generales mas reñidas de los últimos años en Reino Unido han dado como resultado una inesperada victoria a David Cameron y al Partido Conservador. Con las predicciones de un Parlamento sin mayoría absoluta basado en el temor de Westminster a una invasión de tartán con la llegada de los diputados del Partido Nacional Escocés (SNP), el resultado de un sistema de mayoría simple claramente fracasado probablemente intensificará los llamamientos a favor de una reforma electoral. A todos los efectos millones de votos a partidos minoritarios fueron desperdiciados. Sin embargo, este no es el único aspecto negativo de las elecciones. En general, es una mala noticia para la paz en Oriente Medio, y los primeros en notar los efectos serán los 2 millones de ciudadanos británicos musulmanes.

Lejos de sus declaraciones poselectorales en las que afirmó querer «gobernar para todo el Reino Unido» -una referencia clara al triunfo del SNP al norte de la frontera-, la trayectoria en el cargo de David Cameron sugiere que el próximo mandato del Gobierno dirigido por los tories será posiblemente el que más divida. Los recortes en los servicios públicos y la bajada de impuestos a los sectores más ricos de la sociedad han afectado gravemente a la mayoría de los británicos; las amenazas a la Ley de Derechos Humanos indican que los más necesitados no obtendrán la ayuda que merecen. El suyo no es de ningún modo un conservadurismo One-nation, y si una semana es mucho tiempo en política, en este momento los próximos cinco años parecen una eternidad.

A pesar de las manifestaciones oficiales sosteniendo lo contrario, los musulmanes de Gran Bretaña interpretan la política anti-terrorista de su gobierno como dirigida directamente contra ellos. Cameron ha encontrado en la secretaria del Interior, Teresa May, su alma gemela ideológica, demasiado dispuesta a ignorar el consejo de los expertos y aplicar una desacreditada política preventiva para frenar la «radicalización» y el «extremismo». Como único árbitro del significado real de dichos términos, el Gobierno se ha asegurado mano libre para arremeter contra cualquiera que tenga opiniones políticas opuestas a las suyas, sobre todo respecto de los acontecimientos en Oriente Medio. En lugar de unir a la población británica, la yuxtaposición que realizan los tories de las creencias y prácticas religiosas conservadoras de los musulmanes y el «extremismo» ha sembrado el miedo y la sospecha entre la gente corriente que busca construir su vida en paz y armonía con sus vecinos. Los ciudadanos británicos musulmanes son vistos en estos momentos como una «quinta columna» dentro de la sociedad, una visión alimentada por los medios de derechas y contraria a los supuestos «valores británicos» promovidos por el Gobierno. El desacuerdo político y religioso han estado en el corazón de la identidad británica durante siglos, pero este hecho parece haber sido obviado por la derecha; la comprensión de la historia es frágil.

Por lo tanto, los grupos comunitarios, las mezquitas, lar organizaciones y los individuos musulmanes se han convertido en víctimas del fervor anti-musulmán, anti-islamista y pro-israelí del Gobierno de Cameron. Durante la campaña electoral el primer ministro planteó la cuestión palestina-israelí únicamente en circunscripciones con comunidades judías importantes; esto puso de manifiesto que su Gobierno solo abordará seriamente los aspectos pro-Israel del conflicto, y que las únicas personas con un interés válido en Palestina-Israel son los británicos judíos. No es coincidencia que David Cameron haya sido descrito como el «primer ministro británico más pro-Israel que haya existido jamás», más incluso que Margaret Thatcher y Winston Churchill; su apoyo va más allá del terreno electoral y las donaciones de campaña.

Poco después de ser elegido primer ministro en 2010, Cameron dijo: «Gaza no puede ser y no debe permitirse que siga siendo un campo de concentración». Esas declaraciones dieron esperanzas a muchos activistas pro-Palestina, que vieron en él a un político que traería algo de justicia a los palestinos y pondría freno a los excesos de Israel. Poco sabían que aquello era todo lo lejos que iba a llegar su compasión por la gente asediada por Israel en la Franja de Gaza; ni siquiera su crítica sobre algunos aspectos de la campaña de bombardeos de Israel el año pasado, en la que murieron más de 2.000 personas, sobre todo civiles, estuvo acompañada de algún tipo de acción política o de otro tipo, como sanciones o el fin de las exportaciones de armas a Israel, las cuales han continuado. Justo el mes pasado intentó justificar la ofensiva israelí como «legítima defensa». Ahora ha trascendido que los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel recibieron la orden de disparar a todo lo que se moviera, incluyendo civiles, tanto si eran una amenaza como si no.

Eso no le ha hecho cambiar. Por lo que a él se refiere, Israel tiene derecho a defenderse contra los «cohetes de Hamas»; su seguridad es lo más importante, por encima del derecho internacional y las convenciones que otorgan a los pueblos bajo ocupación militar el derecho de resistir por todos los medios posibles, y ningún derecho al ocupante de «legítima defensa» contra dicha resistencia. Para el primer ministro – en realidad, para todo el lobby pro-Israel – eso no es más que la incómoda letra pequeña legal. Ellos afirman que Israel es «la única democracia» en Oriente Medio, ignorando el hecho de que Hamas fue elegido en unas elecciones democráticas, justas y libres, un resultado que el Reino Unido y Occidente no aceptaron, sin duda presionados por el lobby.

El Gobierno británico con David Cameron a la cabeza ha vuelto a mostrar su desprecio por la democracia respaldando el golpe militar contra Mohamed Morsi, el primer presidente elegido libremente en Egipto en 2013. Cameron y sus ministros han hecho la vista gorda ante las violaciones de los derechos humanos por parte del régimen liderado por Abdelfatah Al-Sisi en estos dos últimos dos años. Ahora que Israel tiene su propio Gobierno de coalición de extrema derecha pergeñado por Benjamin Netanyahu, horroriza pensar qué nuevos excesos le permitirán cometer. El ministro de Defensa israelí ha confirmado que Israel «bombardeará civiles» de producirse futuras hostilidades, mientras que la nueva «ministra de Justicia» ha declarado que hay que matar a las madres palestinas para que no puedan criar más «pequeñas serpientes». Aunque David Cameron pueda manifestar haber estado muy ocupado con su reelección como para comentar esas declaraciones, eso no le ha impedido garantizar los «derechos» israelíes a las audiencias judías en el norte del Londres. Los palestinos pueden decir adiós a cualquier esperanza de alcanzar una posible «solución de dos estados»; las ya moribundas «negociaciones de paz» no llegarán a ninguna parte. Lo más probable es que el Gobierno británico no les ofrezca ninguna ayuda práctica más allá de la económica que ha recibido la corrupta Autoridad Palestina de Ramallah.

Esto es vergonzoso porque Gran Bretaña tiene una responsabilidad moral y -algunos dirán- legal en la creación de Israel en Palestina, y en la subsiguiente limpieza étnica de la población nativa palestina; tenemos el deber de hacer algo para ayudarlos. El Gobierno seguramente debería hacer algo más que sostener un Estado israelí canalla con apoyo político, económico y militar, y a una Autoridad Palestina con el equivalente al pago de las pensiones de sus funcionarios. Inmediatamente después de las elecciones y con un Gobierno en Westminster dirigido por ideólogos neoconservadores que respalda plenamente a la extrema derecha israelí, hay pocos motivos para ser optimistas en cuanto a ver paz y justicia en los enquistados campamentos de refugiados palestinos en un futuro cercano. La elecciones generales de 2015 pueden haber provocado algunos shocks, pero al menos en este aspecto no debería haber sorpresas. ¿O sí?

El primer ministro David Cameron podría utilizar este aniversario del 8 de mayo para unir a los británicos contra el auge de la extrema derecha. Hoy recordamos que los ciudadanos británicos de todo el Reino Unido y los países de la Commonwealth, entre ellos muchos musulmanes, lucharon contra el fascismo en Europa y lo vencieron. Hay cierta ironía en que 70 años después estemos en esa misma pendiente resbaladiza empujados por los neoconservadores en lugar del nazismo. El Sr. Cameron puede parar el deslizamiento; puede ser un verdadero amigo de Israel y explicarle dónde se está equivocando; puede ser un verdadero amigo del derecho internacional y las convenciones que se establecieron al final de la Segunda Guerra Mundial implementándolos; puede ser un verdadero amigo de todos los ciudadanos de este país luchando por la justicia social. Puede hacer todas estas cosas, o puede no hacer nada y dejar que una ideología perniciosa le dicte por dónde tiene que ir y cómo gobernar el Reino Unido. Ha recibido un mandato claro de los electores, ahora depende de él. Esperamos que elija sabiamente.

Ibrahim Hewitt es director de Interpal (www.interpal.org), el Fondo Palestino de Socorro y Desarrollo.

Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/resources/commentary-and-analysis/18502-cameron-back-in-no-10-looks-like-bad-news-for-middle-east-peace