Inimitable cuentacuentos de la ficción más ensoñadora (‘La vida y nada más’, ‘Capitán Conan’…), Bertrand Tavernier ha ejercido también de cronista feroz de los problemas del mundo real. Las brigadas antidroga (‘L627’), la guerra colonial (‘La guerra sin nombre’) o la adopción de niños (‘La pequeña Lola’) fueron algunos de sus temas. Y otro: en […]
Inimitable cuentacuentos de la ficción más ensoñadora (‘La vida y nada más’, ‘Capitán Conan’…), Bertrand Tavernier ha ejercido también de cronista feroz de los problemas del mundo real. Las brigadas antidroga (‘L627’), la guerra colonial (‘La guerra sin nombre’) o la adopción de niños (‘La pequeña Lola’) fueron algunos de sus temas. Y otro: en 1998 se fue con su guionista predilecto, su hijo Nils, a vivir tres meses al suburbio de Grands Pêchés, en Montreuil, cerca de París, en respuesta a una carta del entonces ministro de la Integración Social, Eric Raoult, acusando a los intelectuales «de hablar sin haber puesto un pie en las zonas ‘calientes'». Tavernier diseccionó las razones del malestar -germen de la explosión social que hoy vive Francia- en su película ‘Al otro lado del periférico’. Hoy ofrece para EL MUNDO su personal decálogo de las claves del desastre francés.
Los suburbios y la Prensa. «Mi película hablaba de algo que hoy ha vuelto a quedar demostrado: los periodistas y los políticos no se interesan por la vida en los suburbios más que cuando la cosa explota. Cuando rodé ‘Al otro lado del periférico, mucha gente me lo decía: ‘Nunca vienen a vernos cuando las cosas van bien’. Por eso muchos de esos alborotadores exhiben hoy un odio contra los fotógrafos y los informadores que van allí sólo para ver cómo queman coches y luego se van».
Absurda carestía de vida. «La electricidad allí era astronómicamente cara. Y todo era eléctrico, apenas había gas. Era invierno, hacía frío, y las facturas eran increíbles, mucho más caras que la que yo pago en mi casa del centro de París. La gente se quejaba, y a los que no pagaban les expulsaban».
Cierre de escuelas. «El otro problema era la amenaza de cierre de la escuela maternal, que era un lugar de integración y encuentro.Hoy, esa escuela ya está cerrada. En resumen: en vez de ayudar a la gente, los responsables de la Educación Nacional se han dedicado a adoptar medidas puramente contables».
Vándalos con motivo. «No hay vándalo feliz. El que lo hace es porque está jodido, aunque con ello no quiero justificarlo, sólo tomo nota de ello, o sea, que hay motivos para el descontento.Eso sí: hay imbéciles que se refugian tras la insatisfacción social y se dedican a quemar guarderías, algo odioso que da una idea de su inteligencia».
Sin recursos sociales. «Desde el Gobierno Raffarin, la derecha ha ido recortando los presupuestos sociales: se cargaron la policía de proximidad porque era un invento de Jospin, primer ministro de la izquierda. Y recortaron las subvenciones a asociaciones de defensa de la alfabetización de adolescentes. Muchas de ellas han cesado su actividad».
Contra el toque de queda. «El toque de queda es una medida completamente absurda, puesto que afecta a los menores, pero ocurre que hay muchísimos alborotadores e incendiarios de más de 18 años que pueden circular sin problemas; es una medida destinada a epatar al ciudadano, pero que no tendrá eficacia alguna. Cualquier policía te lo dirá: es una decisión absurda. E inaplicable».
El ‘Nintendo’ político. «Tanto la derecha como la izquierda han cometido un grave error en este país en los últimos 20 años: creer que la política es lanzar consignas desde la televisión.Mire usted a Sarkozy: toda su política es hacer declaraciones en televisión; y el drama de la izquierda, lo que es todavía más idiota, es que gasta todas sus energías en responder a la derecha, en lugar de afrontar los hechos en la calle. Conclusión: entre la derecha y la izquierda practican una política virtual que les tiene muy contentos; para ellos, es como un juego, un ‘nintendo de la política'».
Tolerancia cero… ¿cómo? «Desde que empezó el jaleo, Sarkozy no hace más que proclamar la ‘tolerancia cero’. ¡Pero si los alcaldes de suburbios tan problemáticos como La Courneuve, Clichy o Montreuil llevan tres años protestando porque les quitan dotaciones policiales! O sea: la derecha dice que la prioridad es la seguridad, pero cada vez hay menos medios para garantizarla, porque hay menos patrullas y también menos comisarías».
Racismo laboral. «Cualquier chaval de los que viven en estos suburbios lo tiene complicadísimo para encontrar trabajo. En cuanto dice que vive en Clichy, o en Montreuil, y que se llama Tarik o Mohammed, se le cierran las puertas. Hay un racismo laboral insostenible. Muchos de estos críos ya están diciendo que se llaman François en vez de Mohammed, para ver si cuela».
Inercia educativa. «Hay una inercia de la Educación Nacional, institución que desde hace 10 años ha venido demostrando una inmensa hipocresía en las reformas educativas. Por ejemplo, jamás, ¡jamás! han incluido en ellas la mínima referencia al papel que juega la televisión en la formación de los adolescentes y los niños. Hay un bombardeo de imágenes tal que se convierte en una descomunal escuela de irresponsabilidad. Si se permite que la imagen virtual devore a los adolescentes, la vida misma acabará siendo virtual para ellos. Mire lo que pasa hoy: queman coches y edificios igual que ocurre en los videojuegos. Esos críos son expertos en tecnología pero no saben que hubo una Guerra Civil en España. Está ocurriendo lo que Fellini nos avisó un día que iba a ocurrir: estamos construyendo generaciones enteras de cretinos impacientes. Y la impaciencia acaba en disturbio».