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Estados Unidos prosigue con sus matanzas de civiles afganos

Las bombas masacran a los invitados a una boda: 47 muertos

Fuentes: World Socialist Web Site

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

 En menos de dos semanas, los ataques aéreos estadounidenses han logrado acabar con docenas de civiles afganos, casi un centenar, mientras los combates se intensifican por todo el país y EEUU y sus aliados redoblan sus esfuerzos para acabar con la insurgencia contra la ocupación.

El 15 de julio, el ejército estadounidense admitió haber matado a ocho civiles en la provincia de Farah, en el suroeste del país, cerca de la frontera con Irán. El vicegobernador de la provincia, Mohammad Younus Rasoulim declaró al servicio de noticias AFP que nueve mujeres, dos hombres y un niño habían sido asesinados.

Según un comunicado de la coalición que EEUU lidera, un convoy fue atacado en el distrito de Bakwa (cuyos aproximadamente 80.000 habitantes son de la etnia pastún). «El convoy de la coalición devolvió el fuego y pidió apoyo aéreo contra las posiciones enemigas. Como consecuencia, una casa resultó alcanzada, ocho civiles muertos y otros dos heridos», decía el comunicado. Imposible saber si esa información guarda algún parecido con la verdad.

Según la norma establecida para esos casos, el comunicado del ejército aseguraba: «Las fuerzas de la coalición no seleccionan intencionadamente como objetivo a no combatientes y lamentan profundamente situaciones como ésta, donde hay civiles que mueren y resultan heridos como consecuencia de las acciones y actividades de la insurgencia». La realidad es que actuar contra los civiles es una parte inevitable y necesaria de las operaciones de contra-insurgencia, que tienen por objeto aterrorizar y someter a la población.

El pasado jueves, las fuerzas estadounidenses declararon que habían muerto quince «insurgentes» en el noroeste de Afganistán, en la provincia de Herat, en otro ataque aéreo. La Fuerza de Asistencia y Seguridad Internacional de la OTAN, mediante una declaración, afirmó que no había pruebas de víctimas civiles o daños accidentales como consecuencia de la operación.

Sin embargo, según la BBC: «Los primeros informes de la operación llevada a cabo en la provincia de Herat procedían de ancianos líderes tribales, que afirmaron que muchas personas habían muerto o resultado heridas en un ataque llevada a cabo por EEUU en el distrito de Shindand, que había empezado a medianoche y se había prolongado hasta la media mañana del día siguiente».

«Dijeron también que había muerto un líder tribal muy respetado y que varias casas habían resultado destruidas».

«Al parecer, ha llegado también información, no confirmada, de que se habían producido manifestaciones en el valle de Zerkoh, una zona tribal extremadamente independiente donde las fuerzas estadounidenses se han enfrentado ya con los combatientes locales».

Se habló de que el «dirigente tribal» en cuestión era Hayi Nasrullah Jan, que asistió el pasado año a una ceremonia junto al presidente afgano Hamid Karzai, quien le había hecho llegar sus condolencias tras otro anterior ataque estadounidense en el que también murieron residentes locales. La BBC señala que la muerte de Jan «podría poner contra las cuerdas al Presidente Karzai respecto a los aliados tribales con los que mantiene alianzas».

La peor de las masacres de las última semanas tuvo lugar el 6 de julio, cuando un ataque aéreo estadounidense arrasó una celebración de boda en el distrito de Deh Bala, situado en la provincia oriental de Nangarhar, cercana a la frontera pakistaní, matando a 47 personas, entre ellas 39 mujeres y niños. Otros nueve resultaron heridos. La novia estaba entre los muertos.

Un equipo de nueve miembros nombrados por el régimen de Karzai investigó el ataque una vez que el ejército estadounidense negó con toda arrogancia los informes existentes sobre víctimas civiles.

El portavoz del equipo, Burhanullah Shinwari, vicepresidente del senado afgano y uno de los funcionarios principales del gobierno títere de Karzai, declaró a los medios: «Averiguamos que 47 civiles, en su mayoría mujeres y niños, habían muerto a causa de los ataques aéreos y que otros nueve habían resultado heridos… Todos eran civiles y no tenían vinculación alguna con los talibanes ni con al-Qaida».

Según The Guardian: «Alrededor de diez personas estaban desaparecidas y se creía que estaban aún bajo los escombros, dijo [Shinwari]. Al equipo de investigación se le habían mostrado las ropas ensangrentadas de las mujeres y los niños cuando visitaron el escenario de los hechos».

La novia iba a encontrarse con su futuro marido, como pide la tradición local, en una gran fiesta campesina. Lal Wazir, que ayudó a trasladar a los heridos a un hospital provincial en Jalalabad, dijo a Associated Press: «Se habían detenido en un lugar angosto para descansar. El avión [estadounidense] llegó y bombardeó la zona.

«Había allí reunidas entre 80 y 90 personas. Hemos llevado a seis heridos al hospital y puede que haya más. No está aún muy claro el número total de víctimas».

La investigación gubernamental, escribe AP, halló que los participantes en la fiesta de boda «resultaron alcanzados el domingo en dos ocasiones mientras caminaban junto a la novia desde su pueblo hacia la casa del novio situada en otro pueblo». Shinwari dijo a su grupo, que incluía representantes del ministerio de defensa, el servicio de inteligencia y el parlamento, que se había recogido la información a partir de los testigos allí presentes y de los familiares de las víctimas.

Los miembros de la comisión entregaron 2.000 dólares por cada persona muerta y 1.000 por los heridos. Los muertos fueron todos enterrados en el mismo cementerio, cercano al pueblo donde se perpetró el ataque.

Quedándose notablemente corto, Shinwari comentó: «Si estos hechos continúan, la población se distanciará del gobierno».

El ejército estadounidense rechazó inicialmente las declaraciones de que el ataque aéreo había provocado muertes civiles. Sus brutales comentarios expresan el punto de vista de los ocupantes coloniales, indiferentes al destino de los «nativos».

Un comunicado publicado por el ejército estadounidense declaraba: «La inteligencia había revelado que un amplio grupo de combatientes estaba operando en el distrito de Deh Bala. Las fuerzas de la coalición identificaron a los combatientes en una región montañosa y utilizaron ataques aéreos de precisión para matarles».

El capitán Christian Patterson, oficial de los medios de la coalición, dijo sin rodeos a AFP: «No era una celebración de boda, no había presentes ni mujeres ni niños».

El primer teniente Nathan Perry, un portavoz estadounidense, dijo a una cadena de televisión: «No tenemos información alguna de que haya muertos o heridos no combatientes en ese incidente… Todo eso no es más que la típica propaganda militante».

Perry dijo a otra cadena que el ejército estadounidense había visto repetidamente cómo los combatientes proclamaban falsamente que habían muerto civiles. «Siempre que llevamos a cabo un ataque aéreo, lo primero que hacen es proclamar que «hay civiles muertos cuando el misil alcanza a los extremistas militantes a los que hemos atacado», dijo. «Esta vez, no creemos haber alcanzado a nadie que no sea combatiente».

Cuando se aclararon los hechos sobre la carnicería perpetrada en las celebraciones de la boda, Perry se sintió obligado a cambiar un tanto su tono: «El incidente sobre el ataque aéreo del 6 de julio está siendo aún investigado por las fuerzas de la coalición», dijo el 11 de julio. «Les aseguro que nunca atacamos a civiles, y que nuestras fuerzas ponen extremo cuidado en evitar las víctimas civiles».

Dos días antes, el 4 de julio, los ataques aéreos estadounidenses mataron a 17 civiles en Nuristan, en el noroeste afgano, según otra investigación gubernamental encabezada por el ministro de defensa, el general Mohammad Amin. Y también resultaron heridos muchos más habitantes de la localidad. El gobernador del distrito informó que en el ataque habían muerto 22 civiles. Las víctimas estaban aparentemente tratando de escapar de la zona una vez que se les advirtió que iba a desencadenarse una operación militar.

Un comunicado de la coalición OTAN-EEUU afirmaba que los «militantes habían disparado» contra una base de EEUU y que después «los insurgentes… entraron en dos vehículos y trataron de escapar de donde habían disparado. Fuerzas sobre el terreno llamaron a los helicópteros de ataque de la coalición para que les apoyaran… que entonces destruyeron a los dos vehículos matando a más de una docena de militantes».

La realidad, según se informó, fue que entre los muertos había dos doctores, una enfermera, tres tenderos, tres conductores, un terrateniente, su mujer, su hijo y un nieto de ocho meses.

John Holmes, el Susecretario General para Asuntos Humanitarios y Coordinador de Ayuda de Emergencia de las Naciones Unidas, dijo a los medios que las fuerzas dirigidas por EEUU habían matado al menos a 250 civiles en lo que va de año. Las agencias de ayuda y los funcionarios afganos afirman que las fuerzas de la OTAN-EEUU son responsables de las muertes de 800 civiles desde principios de 2007. Es probable que las cifras reales sean mucho más altas.

La creciente cifra de muertos es un problema político para el régimen de Karzai, que controla ahora menos territorio que los insurgentes y que es profunda y ampliamente despreciado.

AFP citó el comentario de un vecino de 28 años de Kabul tras los hechos del 7 de julio, cuando un suicida-bomba se hizo estallar en el exterior de la embajada de la India que alcanzó a su tienda de fotocopias. «No sé ya qué hacer. Pero no votaré a Karzai en las próximas elecciones. Antes votaría a un perro».

La cámara alta del parlamento afgano, que debe su existencia a las fuerzas estadounidenses, condenó las muertes de civiles en un comunicado de la pasada semana. Declaró: «Ellos [EEUU-OTAN] no deberían actuar como la extinta Unión Soviética lo hizo en Afganistán», refiriéndose a los ataques aéreos. «La OTAN y las tropas de la coalición deberían tomarse muy en serio no causar más hostilidades y persecución de la gente, porque están creando un abismo entre el gobierno y el pueblo». Reuters informa que la cámara alta advertía que si las tropas extranjeras continuaban causando víctimas civiles, «la gente se va a levantar contra nosotros».

Weesa, un periódico gubernamental favorable a Karzai, publicó en pastun, en un editorial del 6 de julio, que el bombardeo de Nuristan sólo podía «considerarse como un crimen. Es deplorable que las tropas extranjeras en Afganistán hayan cometido ese crimen. Por desgracia, esos bombardeos arbitrarios, matanzas brutales y salvajismo sin precedentes se vienen repitiendo demasiado durante los pasados siete años, de forma que ahora es difícil creer que esas fuerzas extranjeras hayan venido a nuestro país para ayudarnos y restaurar la seguridad…»

«¿Por qué la comunidad internacional… se dedica a bombardear nuestro inocente e indefenso pueblo en las zonas rurales? Si esa es la guerra contra el terror, la condenamos. ¿Piensas las fuerzan internacionales que están protegiendo nuestra seguridad y nuestras ciudades perpetrando esos actos?… Deberían comprender que no sólo van a perder a sus amigos, sino que docenas de personas se van a unir crecientemente a las filas del enemigo cada vez que lleven a cabo esos inmisericordes bombardeos».

Esa es la «buena guerra», que tanto apoyan, al alimón, demócratas y republicanos.

Enlace:

www.wsws.org/articles/2008/jul2008/afgh-j18.shtml