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Las causas de la derrota de la guerrilla peruana de la década del sesenta

Fuentes: Rebelión

La lucha guerrillera organizada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en el Perú en la década de sesenta del siglo pasado sufrió de deficiencias y errores que difieren en nivel e importancia. Un análisis de las causas de las derrotas sufridas por estas organizaciones no puede limitarse […]

La lucha guerrillera organizada por el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) en el Perú en la década de sesenta del siglo pasado sufrió de deficiencias y errores que difieren en nivel e importancia. Un análisis de las causas de las derrotas sufridas por estas organizaciones no puede limitarse a los errores cometidos durante la lucha guerrillera misma. Aunque estos fueron en última instancia decisivos para el resultado práctico directo la derrota militar, sin embargo, un análisis de este tipo no desarrolla ninguna comprensión acerca del origen de los errores.

La derrota que sufrieron el MIR y el ELN está directamente relacionada con sus concepciones políticas. La fuerza del oponente ha contribuido solo indirectamente a la derrota. Al comienzo de la lucha, el ejército y la policía siempre están más fuertes que los guerrilleros. La debilidad de los factores subjetivos es precisamente una de las razones para iniciar una guerrilla.

Se ha argumentado que la falta de armas adecuadas ha contribuido a la derrota del MIR. 1 Además, se dice que el asma y las úlceras del líder del MIR, Luis de la Puente, causaron, indirectamente, que la guerrilla en el departamento de Cuzco se convirtiera en estática y por lo tanto fue fácil de localizar y de eliminar. 2 Aunque todas estas cosas, de una manera u otra, han contribuido a la derrota, no fueron esenciales. Si la guerrilla hubiera tenido excelentes armas y la guerrilla en el Cuzco hubiera sido más móvil, también habrían sufrida una derrota. Las causas principales de la derrota se encuentran en el terreno político, en vez del campo militar.

En este artículo se presenta un análisis de las causas de la derrota del MIR y del ELN desde las concepciones revolucionarias y guerrilleras que estaban vigentes en la década de sesenta. El artículo está estructurado en diez secciones. En la primera sección definimos lo que es una situación revolucionaria según Lenin. En las secciones dos y tres presentamos las posiciones de Che Guevara y Fidel Castro en torno a las condiciones para un proceso revolucionario y más específicamente para una guerra de guerrillas. Estas posiciones fueron fundamentales para el MIR y el ELN y difieren marcadamente de la posición «clásica» de los partidos comunistas que siguieron el «receto» de Lenin. En las secciones cuatro y cinco embarcamos en el análisis de las condiciones objetivas y subjetivas en el Perú para un proceso revolucionario tomando como punto de partido la posición de Lenin. Secciones seis, siete y ocho están dedicadas al análisis de la práctica revolucionaria del MIR y del ELN y esbozamos los principales errores en relación con sus propias «concepciones» guerrilleras y de otras como las de Mao Tse Tung y del general Vo Nguyen Giap. Este artículo cierra con algunas observaciones finales y la bibliografía usada.

1. Definición de una situación revolucionaria

El movimiento revolucionario se ha guiado, generalmente, por la definición de Lenin acerca de una situación revolucionaria. Después de que el Che, al comienzo de la década del sesenta, publicó su trabajo La guerra de guerrillas , la discusión acerca de cómo hacer una revolución dio un giro que tuvo, sobre todo, un impacto significativo en los revolucionarios de América Latina. El Che (Guevara, 1977a: 33) escribió que «no siempre hay que esperar a que se den todas las condiciones para la revolución; el foco insurreccional puede crearlas». Este planteamiento fue dirigido, entre otros, a ellos «que se sientan a esperar a que, en una forma mecánica, se den todas las condiciones objetivas y subjetivas necesarias, sin preocuparse de acelerarlas» (Guevara, 1977a: 33).

En su trabajo «La bancarrota de la II Internacional», Lenin (1970: 310) describe una situación revolucionaria de la siguiente manera: «Para un marxista es indiscutible que una revolución es imposible sin una situación revolucionaria, aunque no toda situación revolucionaria conduce a la revolución. ¿Cuáles son, en términos generales, los síntomas distintivos de una situación revolucionaria? Estamos seguros de no equivocarnos cuando señalamos los siguientes tres síntomas principales: 1) cuando es imposible para las clases gobernantes mantener su dominación sin ningún cambio; cuando hay una crisis, en una u otra forma, entre las «clases altas», una crisis en la política de la clase dominante que abre una hendidura por la que irrumpen el descontento y la indignación de las clases oprimidas. Para que estalle la revolución no basta, por lo general, que «los de abajo no quieran» vivir como antes, sino que también es necesario que «los de arriba no puedan vivir» como hasta entonces; 2) cuando los sufrimientos y las necesidades de las clases oprimidas se han hecho más agudos que habitualmente; 3) cuando, como consecuencia de las causas mencionadas, hay una considerable intensificación de la actividad de las masas, las cuales en tiempos «pacíficos» se dejan expoliar sin quejas, pero que en tiempos agitadas son compelidas, tanto por todas las circunstancias de la crisis como por las mismas «clases altas», a la acción histórica independiente. Sin estos cambios objetivos, que son independientes de la voluntad, no solo de determinados grupos y partidos sino también de la voluntad de determinadas clases, una revolución es, por regla general, imposible. El conjunto de estos cambios objetivos es precisamente lo que se llama situación revolucionaria». Para que una situación revolucionaria pueda llevarse a una revolución, a las condiciones objetivas tienen que juntarse las condiciones subjetivas; es decir, «la habilidad de la clase revolucionaria para realizar acciones revolucionarias de masas suficientemente fuertes como para destruir (o dislocar) el viejo gobierno, que jamás, ni siquiera en las épocas de crisis «caerá» si no se lo «hace caer»».

2. Las condiciones para un proceso revolucionario: una interpretación cubana

Dentro del movimiento revolucionario no hay duda que solo cuando las condiciones objetivas y subjetivas forman una unidad, una revolución es posible. Dado que las condiciones objetivas se dan por hecho; son imposibles de mover directamente mediante la acción humana, solo indirectamente a través de, por ejemplo, la propaganda y la lucha, solo un «desplazamiento» de las condiciones subjetivas pueden (aceleradamente) unir ambas.

Los revolucionarios latinoamericanos, entre ellos Fidel Castro y el Che Guevara, estaban convencidos de que las condiciones objetivas para la revolución en América Latina estaban ampliamente dadas. Este punto de vista fue solo parcialmente basado en la descripción de Lenin. En la definición usada por los revolucionarios latinoamericanos acerca de las condiciones objetivas falta «una crisis en la política de la clase dominante» que provoque que las «capas altas» ya no puedan vivir más como hacían anteriormente, y tampoco se refiere a «una intensificación considerable […] de la actividad de las masas» .

Fidel Castro (1966a: s.p.) decía en un discurso en La Habana, el 26 julio de 1966, lo siguiente: » Esta cuestión de lo objetivo y lo subjetivo se refiere, lo primero, a las condiciones sociales y materiales de las masas, es decir, sistema de explotación feudal de la tierra, de explotación inhumana de los trabajadores, miseria, hambre, subdesarrollo económico, en fin, todos esos factores que producen desesperación, que producen por sí mismos un estado de miseria y de descontento en las masas. Esos son los llamados factores objetivos: masas explotadas de campesinos, de obreros, intelectuales descontentos, estudiantes, en fin. Yo no diría intelectuales descontentos, pero sí intelectuales oprimidos. Y los factores subjetivos son los que se refieren al grado de conciencia que el pueblo tenga. Son los que se refieren al grado de desarrollo de las organizaciones del pueblo […].»

La falta de las condiciones subjetivas no significaba para aquellos que no estaban a favor de la lucha guerrillera que las condiciones subjetivas confluyeran en el tiempo automáticamente con las condiciones objetivas. Para ellos era también una cuestión fundamental de cómo las fuerzas revolucionarias podrían contribuir a «juntarlas». Los partidos comunistas orientados a la antigua Unión Soviética, por ejemplo, tenían la opinión que primero se debería acumular fuerzas el partido debía ser organizado, las masas organizadas y equipadas con una conciencia revolucionaria, antes de que se pudiera iniciar la rebelión (armada).

El desarrollo de la conciencia revolucionaria entre las masas el desarrollo de las condiciones subjetivas para la revolución, según los partidarios de la lucha guerrillera, podría ser estimulado, precisamente, por la lucha guerrillera misma. Che Guevara (1962: s.p.) decía, el 25 mayo de 1962, lo siguiente: «Todos sabemos que se necesitan, para que haya una revolución, condiciones objetivas y subjetivas, y se necesita que el gobierno objeto de la revolución esté sufriendo embates fuertes y haya perdido su capacidad de reacción. Las condiciones objetivas están dadas en toda América, no hay país de América donde no estén en este momento dadas al máximo, las condiciones subjetivas sin embargo, no han madurado en todos los países con igual intensidad. Nosotros demostramos que en las condiciones especiales de Cuba, las condiciones subjetivas iban madurando al calor de la lucha armada, que la lucha armada era un catalizador que agudizaba las luchas, que llevaba hasta el paroxismo estas luchas y que iba haciendo nacer una conciencia. Condiciones subjetivas nosotros las llamamos a la conciencia, la necesidad de un cambio en una situación social dada y a la certeza de la posibilidad de ese cambio. La necesidad de un cambio la conocen muy bien las masas de toda América, la posibilidad de un cambio, la posibilidad de tomar el poder es algo que no siempre se conoce, los pueblos no siempre conocen su fuerza. Y la lucha armada en Cuba fue desarrollando esa fe del pueblo en su poder, hasta convertirlo en una certeza de la victoria y hasta hacer que esa fe nos hiciera lanzar contra las armas del enemigo, derrotar su superioridad de fuego, la superioridad de sus armas modernas, atacarlo a veces en condiciones de uno a diez, y destruirlo en todos sus focos hasta lograr el triunfo.» El 10 de agosto de 1967, Fidel Castro (1967: 162) decía lo siguiente en su discurso de cierre de la primera conferencia de la Organización Latinoamericana de Solidaridad ( OLAS): » No hay mejor maestro de las masas que la misma revolución, no hay mejor motor de las revoluciones que la lucha de clases, la lucha de las masas contra sus explotadores. Y fue la propia revolución, el propio proceso revolucionario quien fue creando la conciencia revolucionaria. Y eso de creer que la conciencia tiene que venir primero y la lucha después es un error. ¡La lucha tiene que venir primero e inevitablemente detrás de la lucha vendrá con ímpetu creciente la conciencia revolucionaria! […] Y esa masa, esa masa, fue adquiriendo conciencia en el proceso revolucionario, esa masa fue adquiriendo la cultura revolucionaria y la conciencia revolucionaria a través del proceso. Porque las masas lo que sentían era la opresión, lo que sufrían eran las necesidades, y tenían, todo lo más, una conciencia vaga de que algo andaba mal, una conciencia vaga de que era explotada, de que era preterida, de que era humillada. El revolucionario tiene que actuar con ese sentimiento de las masas, con ese sentido que tiene de la explotación que sufre, de las necesidades que padece. Y el verdadero revolucionario no espera que esos llamados factores subjetivos se den de una manera cabal.»

3. Las condiciones para una guerra de guerrillas: Che Guevara y Fidel Castro

Los líderes cubanos no se han referido, en forma directa, a las «condiciones de Lenin», cuando determinaron si se debe o no organizar la lucha guerrillera. En su trabajo Guerra de guerrillas de 1960, el Che (Guevara, 1977a: 34, 71) escribió lo siguiente: «Donde un gobierno haya subido al poder por alguna forma de consulta popular, fraudulenta o no, y se mantenga al menos una apariencia de legalidad constitucional, el brote guerrillero es imposible de producir por no haberse agotado las posibilidades de la lucha cívica. […] Ya habíamos identificado al guerrillero como un hombre que hace suya el ansia de liberación del pueblo y, agotados los medios pacíficos de lograrla, inicia la lucha, se convierte en la vanguardia armada de la población combatiente.» El año anterior, Alberto Bayo (2005: 19) respondió, entre otras cosas, a la primera pregunta en su libro Ciento cincuenta preguntas a un guerrillero, lo siguiente: «Quien inicia un levantamiento contra la voluntad de los masas o contra un régimen popular fracasará.» El 13 de marzo de 1966, Fidel Castro (1966b: s.p.) decía: » Creíamos que mientras en un país existan determinadas libertades, determinadas instituciones constitucionales, determinados derechos; creemos que cuando en un país todas las vías no están cerradas como ocurre en la inmensa mayoría de los pueblos de América Latina la lucha armada revolucionaria no se pone a la orden del día.»

Che Guevara, Alberto Bayo y Fidel Castro no son claros en explicar bajo qué condiciones es posible llevar a cabo una lucha guerrillera de manera exitosa. Aunque en realidad, el Che creía que bajo un gobierno civil democrático una lucha guerrillera no puede lograr sus objetivos «por no haberse agotado las posibilidades de la lucha cívica», él escribe también que cuando «agotados los medios pacíficos de lograrla» la lucha puede desatarse.

Es muy posible que bajo un gobierno democrático sea posible que se agoten los medios pacíficos. La clase dominante no necesita falsificar las elecciones porque puede impedir, de modo alguno, que las propuestas de la izquierda lleguen a la población.

En 1965, aún había formas para luchar pacíficamente en el Perú. Y aunque el Gobierno de Fernando Belaúnde (1963-1968) era «un enemigo del pueblo» como finalmente cualquier otro gobierno en un sistema capitalista, no fue considerado como tal por los oprimidos, tampoco cuando la resistencia campesina fue duramente reprimida. El nivel de la lucha de clases, dijo Fidel Castro, determina si se debe iniciar la lucha guerrillera o no. En el Perú de 1965, la situación no era madura para comenzarla.

En 1963, el Che (Guevara, 1977b: 209) señaló en «Guerra de guerrillas: un método» que de hecho, también bajo un gobierno llamado democrático, la lucha guerrillera puede y debe hacerse. No se debía admitir, escribió, que se utilizaría la palabra democracia «en forma apologética para representar la dictadura de las clases explotadoras». Solamente luchar «por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar por retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las clases sociales dominantes: es, en todo caso, luchar por el establecimiento de unos grilletes que tengan en su punta una bola menos pesada para el presidiario. En estas condiciones de conflicto, la oligarquía rompe sus propios contratos, su propia apariencia de «democracia» y ataca al pueblo, aunque siempre trate de utilizar los métodos de la superestructura que ha formado para la opresión. Se vuelve a plantear en ese momento el dilema: ¿Qué hacer? Nosotros contestamos: La violencia no es patrimonio de los explotadores, la pueden usar los explotados y, más aún, la deben usar en su momento.»

La diferencia entre el concepto del Che, en 1960 y 1963, parece a primera vista enorme. Cuando se revisan estas citas y obras más detalladamente, cabe concluir que ese no es el caso. Ambos textos tienen objetivos diferentes y no han sido escritos bajo las mismas condiciones políticas nacionales e internacionales. En 1960 el Che propagó la guerra de guerrillas y en 1963 la lucha de clases revolucionaria.

4. El Perú: las condiciones objetivas para la revolución

El MIR fue de la opinión de que las condiciones objetivas para la revolución existían. En el documento «Nuestra Posición» se lee, incluso, que eran más favorables que en Cuba (MIR, 1973: 5). Una descripción precisa de las condiciones objetivas no fue proporcionada por la organización. No obstante, se puede deducir que el MIR, así como otras organizaciones guerrilleras en América Latina, se refería a la situación socioeconómica de la mayoría de la población y el sistema político. La guerra de guerrillas contribuiría al » perfeccionamiento» de las condiciones subjetivas, todavía no maduradas completamente, dijo Luis de la Puente (1973: 8). Según el ex-Mirista Gonzalo Fernández, se pensó que debido a la pobreza en el país, que era peor que en Cuba, la guerrilla triunfaría   «no en dos años, pero sí en uno» . 3

La clase dominante peruana no sufrió, ni antes ni durante los «años guerrilleros», una crisis de existencia. La primera condición objetiva de Lenin para considerar una situación como revolucionaria no existió. Aunque Fernando Belaúnde del partido Acción Popular (AP), Víctor Raúl Haya de la Torre de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) y Manuel Odría de la Unión Nacional Odriista UNO) representaban diferentes grupos de capitales y como consecuencia tenían posiciones políticas diferentes, la unidad política fue lo que finalmente dominó. Llama la atención, por lo tanto, la facilidad con que el Gobierno pudo obtener el préstamo de bonos para financiar la guerra contra la guerrilla.

La no existencia de una crisis dentro de la clase dominante se expresa, paradójicamente, en la elección de Fernando Belaúnde como presidente. Los grandes terratenientes y las instituciones financieras, en la década del sesenta considerados por la izquierda como la oligarquía, se dieron cuenta de que la estructura de la sociedad había cambiado y que se estaba cociendo un gran descontento entre la población, sobre todo entre el campesinado. El imperialismo, visto en el contexto de la Revolución Cubana, estaba consciente de que las clases dominantes latinoamericanas necesitaban «renovarse» y que era necesario que el pueblo no se «alienara» del orden capitalista. La elección de Fernando Belaúnde mostró que la oligarquía estaba dispuesta a compartir el poder con grupos sociales emergentes con el objetivo de no poner en peligro el sistema en conjunto. Las propuestas de la reforma agraria no estaban destinadas a ser implementadas, sino para demostrar a los campesinos que el orden democrático capitalista fue capaz de defender sus intereses. Posteriormente, estas propuestas fueron burocratizadas y convertidas en «papel».

Se puede defender la tesis que el Gobierno de Fernando Belaúnde no era muy estable, refiriéndose a la gran cantidad de cambios de gabinete. Sin embargo, inmediatamente después de su ascenso a la presidencia, las elecciones municipales fueron reintroducidas y ganadas por la alianza AP con la Democracia Cristiana (DC) tanto en 1963 como en 1966. Entonces, mientras las elecciones presidenciales de 1963 resultaron en una mayoría en el Parlamento por APRA-UNO, las elecciones que se llevaron a cabo, directamente después, fueron ganadas por el Gobierno de Fernando Belaúnde.

Los militares han jugado un papel importante en garantizar la estabilidad política dentro de la clase dominante peruana. La última vez que, en forma tradicional, se encontraron por largo tiempo en la escena política, fue en el período 1948-1956 cuando el general Manuel Odría era presidente. El golpe de estado en julio 1962 debió facilitar la elección de Fernando Belaúnde y mostrar a las diversas fracciones de la clase dominante qué rumbo político preferían tomar las fuerzas armadas. El anuncio, inmediatamente después del golpe de estado, que dentro de un año se celebraría elecciones y que la democracia burguesa sería restaurada, indica que los militares tenían la confianza de que, en lugar de una lucha de fracciones, la unidad dentro de la clase dominante prevalecería.

El Ejército, la Fuerza Aérea, la Marina, la Guardia Civil (GC), la Guardia Republicana (GR) y la Policía de Investigaciones del Perú (PIP), estaban preparados para una guerra de guerrillas. Después de que se evidenció que la policía no estaba en capacidades de luchar con éxito contra la guerrilla, se dieron plenos poderes al ejército para dirigir la lucha contra los guerrilleros. Además, apoyados por el APRA y la UNO, recursos financieros fueron destinados para este objetivo.

La segunda condición objetiva para considerar una situación como revolucionaria, es que la situación de la clase oprimida tendría que haber sido empeorada enormemente. Las condiciones socioeconómicas de la clase obrera y los campesinos no se deterioraron drásticamente ni antes ni durante «los años guerrilleros». Incluso, cabría decir que su situación mejoró. Por supuesto, todavía había un pequeño grupo de terratenientes que poseía la mayor parte de las tierras, pero la propuesta de hacer una reforma agraria en la provincia de La Convención y el distrito de Lares en abril de 1962 (Gobierno de Manuel Prado), la reforma agraria en marzo de 1963 del Gobierno militar en la provincia de La Convención y las propuestas de reforma agraria de Fernando Belaúnde, no pueden ser consideradas otra cosa que mejoras en una situación generalmente miserable.

La deplorable situación socioeconómica en el campo causó la migración a las ciudades. Aunque la vida allá no fue mucho mejor que en el campo, sin duda no fue peor. Había más oportunidades de encontrar un trabajo, por ejemplo debido al auge de la exportación de harina de pescado. Para las personas que se trasladaron a las ciudades de la costa, sus ingresos incluso subieron.

El Gobierno de Manuel Prado (1956-1962) tuvo más problemas económicos que los gabinetes de Fernando Belaúnde. La economía se contrajo en un 0.7% en 1958 y en 1959 el crecimiento fue solo 1.6%. Esto tuvo como consecuencia que se congelaran los salarios y que los subsidios alimentarios fueran eliminados. En los años siguientes, el crecimiento no solo se retomó al nivel de antes de 1958 sino que aumentó.

Fernando Belaúnde solo debía enfrentar graves problemas económicos en la fase final de su gobierno. Antes y durante los «años guerrilleros» la economía iba viento en popa. Aunque el aumento del gasto público no fue compensado con un aumento proporcional de los ingresos del Gobierno, ese fue un problema que no se quería tratar al momento, tal vez en el futuro. Sin lugar a dudas, la población no ha «sufrido» por el aumento de las inversiones públicas en carreteras, viviendas y riego, tampoco por el crecimiento del salario de los docentes y el aumento en número de profesores de primaria y secundaria. En resumen, en el período 1963-1965 la situación de las clases oprimidas no se deterioró drásticamente en comparación con los años anteriores.

Cuando en 1963 las guerrillas del ELN hacían su primer intento para organizar la lucha guerrillera, las circunstancias eran mejores que en 1965. La tercera condición objetiva de Lenin para determinar si existe una situación revolucionaria, tiene que ver con un cambio subjetivo causado por circunstancias objetivas: un aumento en la actividad política de las masas como resultado de una crisis económica y política.

En el Perú no hubo una crisis política ni económica en el período desde la Revolución Cubana. A pesar de estas «favorables» condiciones objetivas, desde 1958 hasta los primeros meses de 1964 hubo un importante resurgimiento de la lucha de masas.

Durante el Gobierno de Manuel Prado, el número de huelgas aumentó y en cuatro años se duplicaron. En promedio se produjo en 1962 más de una huelga por día y el número de sindicatos reconocidos por el Gobierno se incrementó más del 100%. Además, en este periodo los campesinos comenzaron a demandar reformas agrarias y la sindicalización tomó vuelo. Los sindicatos campesinos se triplicaron.

El auge de la lucha de masas podría haber agudizado los conflictos internos dentro de la clase dominante, si no fuera por el hecho de que los militares se lo impidieron con un golpe de estado. Luego, la oposición izquierdista legal fue detenida por varios meses y sus organizaciones prohibidas para participar en las elecciones presidenciales de junio de 1963. En diciembre de 1962, la vanguardia de la resistencia campesina en el departamento de Cuzco debía enfrentar una mayor represión por parte de la junta militar (1962-1963). Además se tomó medidas para despolitizar la lucha campesina implementando una pequeña reforma agraria en La Convención.

La juramentación de Fernando Belaúnde en junio de 1963 como presidente del Perú, contribuyó a reanudar la lucha de las masas. Los campesinos adelantaron la reforma agraria propuesta por el nuevo presidente durante la campaña electoral, ocupando la tierra. Los cientos de tomas de tierras que tuvieron lugar en todo el país, en enero de 1964, junto con el gran número de huelgas en estos años, podrían haber ayudado a acercarse a una situación revolucionaria. Aunque el sector de agricultura era macroeconómicamente menos importante que el sector secundario y terciario, en 1961 todavía la mayoría de la población económica activa trabajaba en la agricultura y la mayoría de la población vivía en las zonas rurales.

El campesinado era una masa que se movía en todo el país. Si esta masa hubiera establecido conexiones políticas y organizativas con los trabajadores en huelga, pudo haber sembrado una cizaña entre las diferentes fracciones de la clase dominante exigiendo reformas agrarias radicales. La falta de organizaciones revolucionarias capaces de unir la resistencia de los campesinos y de los obreros, de traducir sus demandas políticamente y convertirlas en acciones concretas y revolucionarias, la hizo imposible y, por tanto, el Gobierno tenía el campo libre para reprimir la resistencia campesina. Además, la llegada de Fernando Belaúnde al poder trajo un cierto grado de euforia entre la población que dificultaba la práctica política de las organizaciones revolucionarias. Existía la idea de que se implementarían cambios fundamentales en el país: Fernando Belaúnde fue elegido con el apoyo de los comunistas, era visto como progresista y antiimperialista y había prometido nacionalizar la petrolera norteamericana International Petroleum Company.

5. El Perú: las condiciones subjetivas para la revolución

Una situación revolucionaria se transforma en revolución por el acto consciente de la clase revolucionaria y sus aliados. En base a la experiencia acumulada de lucha y bajo la dirección de la vanguardia, es decir de acuerdo con Lenin los trabajadores organizados con conciencia de clase y políticamente activos, inician las acciones en cooperación con campesinos y sectores de la pequeña burguesía (por ejemplo intelectuales) que deberían derribar el régimen. La vanguardia debe ser capaz de hacerlo e involucrar a las masas en estas acciones.

Las condiciones subjetivas pueden dividirse en tres elementos interrelacionados: (i) las experiencias de la lucha de la masa; (ii) el nivel de la conciencia de clase entre las masas; y, (iii) la existencia de una vanguardia organizada. En el Perú se había adquirido muchas experiencias importantes en la lucha del campesinado y durante las huelgas en las ciudades, existían diversas organizaciones políticas de izquierda que lucharon entre sí por la hegemonía y hubo un bajo nivel de conciencia de clase. En otras palabras, solo por una parte se había reunido las condiciones subjetivas.

La lucha de la clase obrera en las ciudades no superó su carácter economicista causado, en parte, por la influencia del APRA y del Partido Comunista Peruano (PCP) moscovita en el movimiento obrero. La lucha campesina se estancó al nivel de una lucha de intereses porque las organizaciones que lideraron este combate fueron, en general, sindicatos. El Frente de izquierda revolucionario (FIR), organización de orientación trotskista, que tenía una influencia importante en el Cuzco sobre la lucha campesina, creía que la dirección debía estar en manos de los sindicatos campesinos. La izquierda tenía poca influencia en las denominadas ocupaciones de tierras por las comunidades. Aunque las acciones de las comunidades fueron muy fuertes, como por ejemplo contra la Cerro de Pasco Corporation en el departamento Cerro de Pasco, sin embargo, los campesinos que pertenecían a las comunidades estaban más lejos de una conciencia de clase que los campesinos que se organizaban en sindicatos.

Las experiencias de lucha que se fue acumulando después de la Revolución Cubana no sufrieron ningún cambio cualitativo. La lucha no fue llevada a un nivel superior. La milicia creada por los campesinos del sindicato de Chaupimayo en la provincia de La Convención en el departamento de Cuzco y que fue dirigida por Hugo Blanco, líder del FIR, fue una excepción y mostró que solo desde el «exterior», por organizaciones de izquierda o revolucionarias, se puede elevar el nivel político de la lucha.

En el período de la reactivación de la lucha de clases, la izquierda, aparte de los trotskistas del FIR en La Convención y en el distrito de Lares, también en el departamento de Cuzco, donde se llevó a cabo grandes tomas de tierras, no estaba presente en forma organizada. Una de las razones fue que el APRA y el PCP dominaron el movimiento sindical y, además, la izquierda fue a menudo objeto de represión por lo cual una construcción organizada, sólida y estable de sus organizaciones fue impedida. Asimismo, la izquierda estaba tremendamente dividida y eso fue agravado por la división dentro del Partido Comunista en partidarios de Moscú y de Beijing. Todo eso hacía imposible de levantar un Frente Único.

La conciencia de clase de las masas está relacionada con el nivel político de la lucha de clases y las actividades de la vanguardia revolucionaria. Las masas peruanas tuvieron un bajo nivel de conciencia de clase. La lucha guerrillera del MIR y del ELN duró muy poco para que el proceso planteado por el Che Guevara y Fidel Castro pudiera iniciarse; es decir, para que la guerrilla pudiera elevar la conciencia de clase de las masas. Las condiciones subjetivas no fueron, a diferencia de lo que esperaba el líder guerrillero del MIR Guillermo Lobatón, creadas en la lucha. Igualmente, no todas las fuerzas heroicas de las masas, como el MIR pensaba que iba a suceder, fueron desencadenadas para que no fueran necesarias de utilizar » mezquinos recursos» para crear las condiciones revolucionarias.

6. La organización de la lucha guerrillera

El MIR y el ELN fueron organizados para luchar, pero no para mantener el combate por largo tiempo. Los guerrilleros pensaron que durante la lucha se crearía el partido de la revolución peruana, que sería una auténtica vanguardia de las masas. Una vez formulado este objetivo, los guerrilleros se olvidaron de desarrollar, durante sus preparaciones guerrilleras, las estructuras y procesos que podrían facilitar la fundación de este partido; en otras palabras, de ninguna manera la unidad de las fuerzas revolucionarias que ambas organizaciones defendieron pudo concretizarse realmente. La idea del ELN, expresada por el ex-dirigente de esta agrupación guerrillera Héctor Béjar (1968: 6) en su artículo «La lección de los errores», que las medidas represivas después del comienzo de la lucha guerrillera uniría a toda la izquierda, nunca fue una posibilidad real porque establecer contactos era prácticamente imposible.

La decisión del MIR para enviar todos sus cuadros al campo significó que la organización urbana fuera decapitada. En realidad, no había nadie en las ciudades que pudiera hacer propaganda y llevar a cabo otras actividades en apoyo a la guerrilla en el campo. En la capital del departamento de Junín, Huancayo, no se había quedado nadie después del inicio de la guerrilla por el frente del MIR denominado Túpac Amaru (Béjar, 1968: 6). 4 Las conexiones entre la guerrilla en el campo y los militantes en las ciudades eran muy frágiles y el trabajo político o sindical en el movimiento obrero que se concentró en las ciudades fue muy poco (Teoría y Práctica, 1975: 28). El no tener un interés real en el trabajo político y militar en las ciudades, tuvo como consecuencia que el ejército y la policía pudieron concentrarse completamente en la guerrilla que estaba en el campo.

En los pueblos que rodearon la «zona guerrillera» del MIR, con excepción de Mesa Pelada (provincia de La Convención, departamento del Cuzco) donde el MIR tuvo su cuartel general y hasta octubre de 1964 también por una parte en la provincia Ayabaca del departamento de Piura donde trabajó el frente guerrillero Manco Cápac, los militantes no fueron organizados, por ejemplo, en milicias que pudieran cuidar las conexiones logísticas. En Junín sí había una red de contactos, pero no fue profundamente arraigada. La coordinación entre los diversos frentes guerrilleros, y entre las principales ciudades y la guerrilla, desde luego no fue posible; una de las razones para el comienzo «descoordinado» de la guerrilla del MIR (MIR, 1980: x).

Los guerrilleros del MIR y del ELN preferían concentrar sus fuerzas en el campo. Los campesinos formaron la base del futuro ejército revolucionario y el campo era el eslabón más débil de la llamada «dominación oligárquica», dijo Héctor Béjar en Las guerrillas de 1965: balance y perspectiva . El ejército y la policía no tuvieron muchos problemas para aislar a la guerrilla por la separación auto impuesta entre la ciudad y el campo. Además, el aislamiento del campo conllevó que también la ciudad fuera aislada.

La corta duración de la guerrilla no fue el resultado de una «mala» preparación. Si las experiencias de la Revolución Cubana realmente hubieran sido asimiladas, los guerrilleros habrían entendido que tenían que recurrir, en gran parte, al apoyo de la ciudad, sobre todo al comienzo de la lucha, aunque el grupo llevara una existencia de nómada. Durante la guerrilla en Cuba, los grupos en las ciudades apoyaron a los combatientes en el campo con sus propias acciones urbanas. En contraste, el MIR comenzó solo después del asesinato del líder del MIR en octubre del 1965, Luis de la Puente, con acciones guerrilleras en Lima.

7. La zona guerrillera

La guerrilla lucha por ganar la conciencia de la población. Sin su apoyo, la revolución no es posible. Por eso, bajo ninguna circunstancia el ejército guerrillero debe aislarse del pueblo. Abraham Guillén, teórico español de la guerrilla urbana, escribió que la guerra revolucionaria nunca se gana por las armas, sino por lograr el apoyo político de la población (Hodges, 1973: 250). Por lo tanto, la guerrilla debe levantarse donde hay personas. Aunque el ELN, según el ex-guerrillero Horacio Juárez, trabajaba en un área difícil de penetrar, sin embargo, había pocas personas. 5 Las haciendas estaban lejos del mundo habitado y no hubo carreteras. Un área ideal para esconderse y excelente para aislar y cerrar porque estaba rodeada de ríos. El ejército solo debía instalar puestos de guardia en los puentes y nadie más podía entrar o salir. 6 En Mesa Pelada (dimensión: 600 km²) y en áreas adyacentes, también vivía poca gente (Mercado, 1967: 116-117). En el departamento de Junín donde actúo el frente guerrillero Túpac Amaru, dijo el ex-Mirista Antonio Meza, los guerrilleros estaban muy lejos de las zonas campesinas (Cristóbal, 1989: 20). 

La guerrilla no defiende un territorio. El general vietnamita, Vo Nguyen Giap (1971: 108), escribió: «Es necesario plantearse el aniquilamiento de las fuerzas vivas del enemigo como objetivo principal del combate, y jamás, para la defensa o la ocupación de un territorio, desgastar las nuestras». En las primeras etapas de la lucha, los guerrilleros deben estar extremadamente flexibles y no deben, bajo ninguna circunstancia, aferrarse a un área específica porque pueden ser localizados y liquidados fácilmente.

La construcción de la zona de seguridad debe ser rechazada al comienzo de la lucha guerrillera. Solo después de un período relativamente largo de lucha, cuando la guerrilla se ha convertido en una autoridad real en la zona, se puede considerar instalar zonas de seguridad. Mao Tse Tung, sin embargo, escribió en su Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas contra el Japón lo siguiente: «¿Qué son, entonces, las bases de apoyo de la guerra de guerrillas? Son las bases estratégicas sobre las cuales se apoyan las fuerzas guerrilleras para cumplir sus tareas estratégicas y lograr el objetivo tanto de conservar y aumentar sus fuerzas como de aniquilar y arrojar al enemigo. Sin tales bases estratégicas, no habría nada en que apoyarse para ejecutar cualquiera de nuestras tareas estratégicas y alcanzar el objetivo de la guerra. Es cierto que operar sin retaguardia es una característica de la guerra de guerrillas detrás de las líneas enemigas, pues las fuerzas guerrilleras están separadas de la retaguardia general del país. Pero la guerra de guerrillas no podría durar mucho ni desarrollarse sin bases de apoyo; estas bases constituyen precisamente su retaguardia» (Tse Tung: 1967: 183).

No está claro si Guillermo Lobatón y Luis de la Puente pensaron lo mismo. En Junín, la zona de seguridad estaba justo al lado de la zona donde se libraron los combates. En la provincia de La Convención, solo después del inicio de la guerrilla en el centro del país, se empezó a buscar una zona donde se pudiera hacer las acciones armadas. En la práctica, los combates se llevaron a cabo en las mismas zonas de seguridad, consideradas impenetrables por el MIR. La guerrilla del MIR, principalmente en el departamento de Cuzco, fue localizada, las vías de escape controladas y gradualmente liquidada. En vez de que el ejército y la policía no pudieran entrar la zona, fueron los guerrilleros los que no podían salir del área.

8. La lucha guerrillera

Los guerrilleros del ELN y del MIR han cometidos algunos errores importantes en el terreno de la guerrilla misma que contribuyeron, a su vez, a la derrota sufrida. El primer error fue que permanecieron demasiado tiempo en la zona donde habían llevado a cabo sus acciones y lo que permitió al ejército localizarlos rápidamente.

El ELN no salió directamente de su «zona de acción» después de haber atacado a la hacienda Chapi en el departamento de Ayacucho en septiembre de 1965. El área estaba rodeada por ríos y, por tanto, era fácil de encerrar a la guerrilla. El cerco fue cada vez más estrecho y en un momento determinado chocaron con una patrulla del ejército. 7

Los guerrilleros del MIR fueron relativamente fáciles de localizar. No solo Luis de la Puente había, antes del inicio de la guerrilla, anunciado públicamente dónde los revolucionarios tenían sus bases, sino también sus actividades preparatorias habían llamado la atención de la policía. El área cubierta por la guerrilla no era de gran dimensión, tanto en el centro como en el sur del país, que se hacía imposible un cerco del ejército, que además se movía, entre otros, con helicópteros.

El hecho de que la ubicación de los guerrilleros fue conocida rápidamente, hizo que, en lugar de que el ejército fuera hostigado, fueron los Miristas los que recibieron los ataques en los momentos más inoportunos. El segundo error fue que finalmente el ejército determinó el tiempo y el terreno del combate.

El tercer error fue que la guerrilla tenía un carácter predominantemente estático. El hecho de que el MIR consideró que el ejército y la policía no pudieron entrar en su zona de seguridad, una concepción que especialmente en el departamento de Cuzco echó raíces, contribuyó mucho a esta deficiencia elemental.

El MIR fue de la opinión que, organizando varios frentes guerrilleros, ubicados muy lejos uno a otro, el ejército y la policía se debilitarían porque deberían distribuir sus unidades de contraguerrilla. Sin embargo, fue la guerrilla que se debilitó. Justamente en la primera fase de la lucha, la guerrilla todavía es muy débil y no debe dividirse. El cuarto error era que los guerrilleros habían subestimado al ejército y sobrestimado a sí mismos. A esto se puede agregar como quinto error, que por falta de coordinación entre los frentes guerrilleros del MIR, la lucha comenzó antes de que todos los frentes estuvieran listos. En el norte del país, recientemente los dos frentes guerrilleros (de las provincias de Ayabaca y de Jaén) se habían fusionado y en el sur Pachacútec, el nombre del frente guerrillero en Cuzco, aún no estaba listo logística y militarmente.

La guerrilla Túpac Amaru ha apuntado, tal vez, muy rápido a una confrontación que solo podría perder. Los guerrilleros no eran suficientemente fuertes para poder combatir al ejército en una confrontación frontal. La guerrilla cambió de ser un instrumento para el desarrollo político en una unidad exclusivamente de combate. En el comienzo de la lucha, el propósito de la guerrilla es demostrar al pueblo que la lucha es posible, indicar el camino de la lucha, hacerle consciente de su propia fuerza y demostrar que el enemigo es vulnerable. El sexto error fue el ataque en Yahuarina en el departamento de Junin a finales de junio de 1965 a una unidad de la GC. El gran número de agentes que cayeron en la emboscada «obligó» al Gobierno de Fernando Belaúnde a destacar al ejército. Aunque en todo momento el Estado habría utilizado a los militares para la lucha contra los guerrilleros, hubiera sido más sensato que Túpac Amaru no haya «provocado» la temprana participación del ejército en el teatro de combate. Un mes después de Yahuarina la guerrilla fue condenado a un repliego permanente.

9. Observaciones finales sobre la guerrilla en el Perú

La razón principal por no haber desarrollado un análisis profundo de la sociedad y, posiblemente también, porque no construyeron una organización fuerte, era, según los Miristas, porque no tuvieron mucho tiempo y tenían que darse prisa, ya que de lo contrario podrían ser superados por la historia. El ex-Mirista Gonzalo Fernández señala: «El tiempo fue tan corto, que ya no teníamos tiempo suficiente como para aviatar un partido estrictamente marxista-leninista; entonces fuimos, algo así, como un movimiento de izquierda revolucionario.» 8 Mario Antonio Malpica, ex-miembro del APRA Rebelde, el percusor del MIR, dice: «No había alcanzado el tiempo para formar una ideología y programa más sólido.» 9

El ELN padecía del mismo problema que el MIR. No solo no tenían tiempo para hacer un análisis de la sociedad, tampoco tuvieron prioridad alguna. Héctor Béjar (1990: 368) escribe que «la experiencia misma de la izquierda guerrillera no se reflejó, o alcanzó a reflejarse, en posiciones teóricas más elaboradas que recogiesen los cambios de aquellos años, debido a que la preocupación fundamental era estratégica y militar». En una entrevista con la poeta peruana Rosina Valcárcel (1989: 51) decía también: «Si bien es cierto que la revolución ya no era para nosotros calco ni copia, en la medida que el modelo soviético ya no primaba en nosotros y tampoco el modelo chino y ningún otro modelo, también es cierto que para nosotros no tenía importancia en esa época el análisis de lo concreto de una realidad nacional, para nosotros eso estaba en segundo plano y de alguna forma ello fue también una de las causas de la derrota». Julio Dagnino (Valcárcel, 1989: 53), ex-dirigente del ELN, dice: «No teníamos ni el tiempo ni tampoco, en ese momento, la capacidad política para hacerlo reformular las ideas políticas de la izquierda, porque nuestra formación en esa época tenía grandes vacíos, nuestro desconocimiento del país era muy grande […] para nosotros lo que había que lograr primero era un grupo militar guerrillero y después había que hacer todo.»

Las condiciones objetivas y subjetivas no estaban presentes. Tampoco hubo condiciones para una guerra de guerrillas. Los guerrilleros no estaban conscientes de eso, o no les dieron importancia porque la práctica no fue basada en un análisis profundo y completo de la sociedad.

10. Bibliografía

Bayo, A. (2005), 150 questions for a guerrilla , Boulder, Colorado, Paladin Press.

Béjar, H. (1968), «La lección de los errores», Suplemento de Punto Final (Santiago de Chile), Año 2, Nº 53, pp. 6-8.

Castro, F. (1966a). Discurso pronunciado en la conmemoración del XIII aniversario del asalto al Cuartel Moncada, en La Habana, Plaza de la Revolución, el 26 de julio de 1966 ,   La Habana, Departamento de versiones taquigráficas del gobierno revolucionario, s.p.

Castro F. (1966b), Discurso pronunciado en la conmemoración del IX aniversario del asalto al palacio presidencial, celebrada en la escalinata de la Universidad de La Habana, el 13 de marzo de 1966 , La Habana, Departamento de versiones taquigráficas del gobierno revolucionario, s.p.

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Cristóbal, J. (1989), «Antonio Meza Bravo. El combate por la vida», Cambio (Lima), Año 4, Nº 65, pp. 18-20.

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Guevara, E. (1977b), «Guerra de guerrillas: un método», en Ernesto Che Guevara. Escritos y discursos 1 , La Habana, Editorial de Ciencias Sociales.

Hodges, D.C. (ed.) (1973), Philosophy of the urban guerrilla. The revolutionary writings of Abraham Guillén , New York, Morron Books.

Lenin, V.I. (1970), «Bancarrota de la II Internacional» en V.I Lenin Obras Completas, Tomo XXII, Buenos Aires, Editorial Cartago.

Mercado, Rogger (1967), Las guerrillas del Perú. El MIR: de la prédica ideológica a la acción armada , Lima, Fondo de Cultura Popular.

MIR (1980), Obras de Luis de la Puente Uceda , Lima, Voz Rebelde.

MIR (1973), «Nuestra posición», El Mirista, órgano interno del MIR (Lima), documento 6, pp. 1-10.

Puente, de la, L (1973), «La revolución en el Perú», El Mirista, órgano Interno del MIR (Lima), documento 7.

Teoría y Práctica; Revista Teórico del MIR (1975), El MIR y la revolución socialista , Nº 1.

Tse Tung, M. (1967): «Problemas estratégicos de la guerra de guerrillas contra el Japón», en Mao Tse Tung, Selección de Escritos Militares , Pekín, Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1967.

Valcárcel, R. (1989), Como una espada en el aire. De Heraud a Verástegui: una poética de optimismo y frustraciones , Lima (mimeógrafo).

Entrevistas

APRA REBELDE

  • Mario Antonio Malpica, 14 de abril del 2005.

Ejército de Liberación Nacional (ELN)

  • Béjar, Héctor, 4 de agosto del 2008.

  • Elías, Alaín, 13 de junio del 2003.

  • Juárez, Horacio, 20 de septiembre del 2008.

  • Pacheco, Antonio, 28 de junio del 2008.

Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR)

  • Aranda, Arturo, 13 de septiembre del 2007.

  • Cristóbal, Juan, 8 de abril del 2004.

  • Fernández, Gonzalo, 28 de marzo del 2004, 17 abril del 2004, 8 y 9 de mayo del 2004.

  • Gadea, Ricardo, 1 de mayo del 2003, 6 de marzo del 2004.

  • Morillo, Carlos, 21 de septiembre del 2006.

  • Portocarrero, Elio, 25 de noviembre del 2007.

  • Rueda, Enrique, 28 de julio del 2008.

  • Velásquez, Luis, 29 de diciembre del 2006.

Notas

1 Entrevista con Ricardo Gadea, 6 de marzo del 2004; Entrevista con Gonzalo Fernández, 9 de mayo del 2004; Entrevista con Enrique Rueda, 28 de julio del 2008.

2 Entrevista con Juan Cristóbal, 8 de abril del 2003; Entrevista con Ricardo Gadea, 1 de mayo del 2003; Entrevista con Gonzalo Fernández, 8 de mayo del 2004; Entrevista con Carlos Morillo, 21 de septiembre del 2006; Entrevista con Luis Velásquez, 29 de diciembre del 2006; Entrevista con Elio Portocarrero, 25 de noviembre del 2007.

3 Entrevista con Gonzalo Fernández, 17 de abril del 2004 y 9 de mayo del 2004.

4 Entrevista con Arturo Aranda, 13 de septiembre del 2007.

5 Entrevista con Horacio Juárez, 20 de septiembre del 2008.

6 Entrevista con Antonio Pacheco, 28 de junio del 2008.

7 Entrevista con Alaín Elías, 13 de junio del 2003; Entrevista con Héctor Béjar, 4 de agosto del 2008.

8 Entrevista con Gonzalo Fernández, 28 de marzo del 2004.

9 Entrevista con Mario Antonio Malpica, 14 de abril del 2005.

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