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Sobre Gazprom y la crisis energética entre Rusia y Bielorrusia

Las consecuencias de la «victoria»

Fuentes: Sovietskaya Rossia

Traducido del ruso para Rebelión por Josafat s. Comín

Dónde pueden conducir los juegos geopolíticos de «Gazprom».

Se está convirtiendo en tradición, que al acercarse el año nuevo, la fuerza más activa en política exterior, acabe siendo «Gazprom». Caldea la situación hasta el límite en la esfera del gas, ya sea con Ucrania o con Bielorrusia, echando por tierra todo lo positivo que se había conseguido conservar en las relaciones entre los pueblos eslavos: rusos, ucranianos y bielorrusos. En pleno apogeo de la fiebre de precios del gas y del petróleo aparecen los Miller y Vaynshtock (1), para conseguir conducir la crisis entre países y pueblos, a su fase más crítica, haciendo que entren en escena los EE.UU. y Europa, movilizando a todos los medios de información y a los rusos que odian la idea de la unión entre los pueblos eslavos.

Intentemos aquí aclarar qué ha pasado con Bielorrusia. Pero primero respondamos a la pregunta: ¿Surgió esta situación de forma casual o ha sido el reflejo lógico de un plan preconcebido?

Recordemos para esto, a los ideólogos de la construcción del imperio global de la oligarquía financiera mundial bajo la marca registrada «Estados Unidos de América», señores Z. Brzezinski y H. Kissinger.

El primero ya anunciaba a principios de los 90 que: «prefiero el caos y la guerra civil en Rusia a la tendencia a la unificación de sus pueblos (ortodoxos)». El segundo, desplegando un «gran tablero de ajedrez» recomendaba insistentemente a Occidente (al gobierno de los EE.UU., en primer lugar) hacer todo lo posible por separar a Ucrania y Bielorrusia de Rusia, para que esta última pase de ser una gran potencia, a convertirse en un país asiático del montón.

Podríamos ignorar a estos ideólogos imperialistas de no ser porque

sus ideas han sentado las bases de la estrategia de los EE.UU. y reflejan las directrices y la cosmovisión de la élite estadounidense, o porque Kissinger visita todos los años el despacho presidencial ruso en el Kremlin de Moscú para dar instrucciones.

En la estrategia de la seguridad nacional de los EE.UU., año tras año se registra una de sus más importantes directrices: no permitir la aparición en ningún lugar, de ningún estado capaz de desafiar a los Estados Unidos, eliminar siquiera el mero recuerdo sobre otros modelos de construcción del estado, que difieran de lo que pregona Harvard.

Por eso se emplearon con especial crueldad en acabar con los restos que quedaban de socialismo en la antigua Yugoslavia, o aplaudieron en Washington los cañonazos contra La «Casa Blanca» (Parlamento ruso) en octubre de 1993. Hoy están liquidando Iraq. En la fila esperan Irán y Siria.

Pero he aquí, que para sorpresa de muchos, aparece Bielorrusia, con Lukashenko a la cabeza, mostrando su independencia y singularidad.

Con su propio curso, despreciando los moldes de desarrollo (en realidad degradación) que propone Harvard, construye un estado social, una sociedad unida, no dividida como ocurre en Rusia en oligarquía y miseria, liderando en el espacio postsoviético y en el europeo oriental, en tiempos de desarrollo de la producción industrial y agrícola, en nivel científico y cultural, en estabilidad política.

Los servicios secretos occidentales a través de «organizaciones no gubernamentales» inyectan enormes sumas de dinero para crear oposición, pero el pueblo en elecciones y referendums, simplemente escupe en todos esos «liberales-matrioshka» artificiales. La paciencia de Washington se está agotando. El Congreso de los EE.UU. incluso aprobó hace más de dos años una ley sobre el cambio (léase derrocamiento) de régimen en Bielorrusia, pero el régimen ese, ahí sigue.

Hace tiempo que los bancos occidentales tienen prohibido conceder créditos a Lukashenko, mientras Bielorrusia acelera sus tiempos de desarrollo, y en cuanto a nivel de vida y producción ha sido la primera (y la única) de las repúblicas postsoviéticas en alcanzar y superar los indicadores de 1990.

En política exterior, Minsk sigue su propio camino sin volver la vista hacia los EE.UU., continúa fiel a los principios de la Carta de las Naciones Unidas y apoya la línea antiamericana del Movimiento de los No Alineados.

En el plano estratégico-militar, Bielorrusia choca con sus 600 Km. de frontera con el espacio OTAN, rompiendo la curvatura oval del yugo antirruso de los mares báltico y negro, lindando de lleno con el grupo de nuestras tropas en Kaliningrado, rodeadas por completo por fuerzas de la OTAN. Las relaciones de la unión con Rusia en la esfera militar, forman un espacio defensivo unificado de los dos estados, en dirección occidental, que repele la presión que ejerce la OTAN sobre las fronteras rusas. Es decir, en este sentido Minsk molesta seriamente a Occidente en la realización de sus «pacíficos» planes de instalación de misiles balísticos.

Analicemos ahora las relaciones ruso-bielorrusas propiamente dichas. Estas deberían basarse en los documentos firmados en los cauces del estado Unificado. Pero estoy absolutamente convencido, que en el Olimpo del poder ruso nadie pretende en serio construir ese supuesto estado «Unificado»(2). Por eso es algo que no tiene siquiera un soporte científico, que determine y desarrolle en la teoría el significado mismo de «Estado Unificado», como precedente en la práctica internacional.

No existe ni la concepción ni la estrategia de la edificación consecuente del «edificio» de ese estado.

Y lo más importante: en todos estos años de «construcción» la Federación Rusa y la República Belarus desarrollan sus sistemas estatales y sus institutos de gobierno, en direcciones completamente distintas, a veces, incluso diametralmente opuestas. Eso concierne al sistema político, a los modelos económicos, a la estructura social ratificados en sus correspondientes actas legislativas y artículos de la Constitución.

¿A qué viene entonces tanto ruido entorno al precedente de «Unión»? El pueblo bielorruso (y el ruso también) creían sinceramente en la seriedad de las intenciones del gobierno de la Federación Rusa. Pero ese mismo gobierno, ha utilizado los lemas de la unificación de los dos pueblos como as en la baraja de la contienda electoral.

Más serias eran las pretensiones de los oligarcas rusos. Claro que no para unificar, sino para deglutir a Bielorrusia, con sus refinerías y su producción tecnológicamente desarrollada, y sobre todo con sus infraestructuras de transporte. Pero en tanto que los hermanos bielorrusos se han mantenido unidos como nación, y no se han convertido en población y electorado (como en Rusia), prefieren seguir teniendo su propio estado y economía. Y no desean entregar sus recursos ni su territorio para que sean saqueados y despedazados. Mucho más después de ver como los ejemplos de Rusia, Ucrania y demás estados «independientes», muestran los frutos de la democracia occidental, del liberalismo y el «libre» mercado.

A pesar de todo, puede que contra la voluntad de los liberales, se lograron alcanzar algunos momentos positivos en el curso de esa «construcción».

En primer lugar en el terreno de la defensa, se han alcanzado resultados integradores serios. En segundo lugar, en las relaciones económicas se ha desarrollado una peculiar estructura de cambio y de precios, cercana a la política interna de precios en ambos estados. Los elementos más desatacados a tener en cuenta son:

-relaciones políticas.

-intereses estratégico-militares mutuos.

-aspiración de los pueblos a convivir en un estado unificado.

Es decir, se ha creado un compromiso en política de precios, beneficioso para ambas partes.

Bielorrusia, por ejemplo, no cobra a los rusos por las instalaciones estratégicas de Rusia en su territorio (nudo de radiolocalización del sistema de defensa antimisiles «Baranovichi», centro de comunicaciones con los submarinos nucleares «Vileyka»). Tampoco exige ningún pago por la información sobre movimientos en el espacio aéreo, ni por la cobertura que ofrecen a las tropas de Kaliningrado, etc. Además toda la producción que exporta a Rusia lo hace a precios bielorrusos, a precios de productor.

Pero cuando Rusia retira de repente uno de los componentes de toda la estructura general de precios, como es el gas, todo el sistema se viene abajo. Algo que ya han señalado los bielorrusos en su respuesta. Si no se detiene este proceso, ambos países pasarán al sistema europeo de precios, y de este modo estaremos abriendo Bielorrusia a Europa al tiempo que cerramos las puertas a las relaciones privilegiadas con Rusia, por cuanto se desmoronarán todos los componentes estructurales de la política de precios interestatal.

Si, en cierta medida «Gazprom» puede empeorar la situación socio-económica en Bielorrusia, puede dañar las posiciones políticas de A. Lukashenko, llegando incluso a forzar su salida de la presidencia.

¿Pero cuales serán las consecuencias de esto para Rusia?

Podemos pronosticar la variante más probable:»revolución naranja», un férreo curso antirruso, ingreso en la OTAN, bases militares de la alianza frente a Smolensk, eliminación de la base de radiolocalización

De «Baranovichi» (como ya sucediera con la de Letonia en Skrunde), la perdida para Rusia de su último aliado. No voy a describir las consecuencias políticas, estratégico-militares, económicas y financieras de la victoria de «Gazprom» en su guerra con Lukashenko, para eso solo hay que mirar a Georgia y Ucrania.

Para concluir, preguntémonos: ¿Por qué «Gazprom» determina hoy la política estatal rusa en las relaciones con nuestro vecino estratégico?

Las causas son variadas, pero destacaremos dos.

La primera. El partido gobernante en Rusia continúa siendo «la quinta columna» proamericana representada por los «liberal-monetaristas».

Mis argumentos: se están poniendo concienzudamente en práctica todas las enseñanzas de la escuela de Harvard en política interior y exterior; todo el bloque energético y socio-económico del gobierno está en manos de la Unión de Fuerzas de la Derecha (SPS por sus siglas en ruso) y sus aliados (los líderes del SPS, Chubais y Kirienko dirigen los principales sectores energéticos, en las relaciones con Bielorrusia se pone en practica el curso de Nemtsov (también líder del SPS).(3)

Lo que sigue no es más que la cadena lógica: en Washington, se desarrolla en base a la concepción de Brzezinski, Kissinger y Cía. la estrategia política en las relaciones con Minsk. La derecha rusa la pone en práctica, mientras «Gazprom» hace las veces de detonador en la tarea de reventar las relaciones entre Rusia y Belarus.

Segunda causa. «La felicitación» del año nuevo (y no es la primera) a Minsk por parte de «Gazprom», confirma la conclusión de que la estrategia de desarrollo de Rusia se construye del siguiente modo: en las estructuras de poder oligárquico se destacan una serie de holdings verticales (extractores de materias primas, energéticos, metalúrgicos, las empresas más competitivas del Complejo Militar Industrial), entorno a ellos se concentra (mediante bancos elegidos) el principal capital financiero, y estos holdings se incrustan en el sistema económico mundial. Ellos son los únicos interesados en la entrada de Rusia en la Organización Mundial de Comercio, para recibir la bendición de la oligarquía internacional y poder seguir gobernando Rusia.

El resto del país, su sector industrial y agropecuario, el pequeño y mediano comercio, la ciencia, la cultura, la educación, se convierte en una «reserva india» para rusos.

Ya circulan hasta chistes: «El presidente de la corporación gaso-petrolera, de transporte, exportaciones y armamentística «Rusia» recibió al presidente de la Federación Rusa, a petición de este último». Podríamos añadir: con el objeto de pedir un poco de dinero para la supervivencia de 130 millones de ciudadanos del país.

«Gazprom» es el primer y más exitoso candidato a ocupar ese puesto. Por eso para aumentar sus activos, necesitan la infraestructura de gaseoductos de Bielorrusia. Por eso es Miller y no Putin, ni Fradkov (4), el que recibe a la delegación bielorrusa o ucraniana, es él, el que determina la política de Rusia, previamente concertada con Washington y con ataques ideológicos e informativos de cobertura de la derecha liberal en la élite gobernante rusa.

El general Leonid Ivashov es vicepresidente de la Academia de Problemas Geopolíticos. Fue jefe del departamento de Asuntos Generales del Ministerio de Defensa de la Unión Soviética, secretario del Consejo de Ministros de Defensa de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), jefe del Departamento de Cooperación Militar del Ministerio de Defensa de la Federación Rusa. El 11 de septiembre de 2001 ocupaba el cargo de jefe del Estado Mayor de las fuerzas armadas rusas. (http://www.voltairenet.org/auteur122841.html?lang=es).

Notas.

  1. Alexei Miller. Presidente de «Gazprom».

Simeon Vaynshtock. Presidente de «Transneft».

2. Estado Unificado. En abril de 1997, Rusia y Bielorrusia firmaron un acuerdo para la creación de un estado Unificado.

3. Anatoli Chubais. Uno de los padres de las privatizaciones a principios de los 90. actualmente director de «Electricas de Rusia».

Serguei Kirienko. Director de la Agencia Federal de Energía Atómica de Rusia. (Rosatom).

Boris Nemtsov. Ideólogo de la derecha rusa, líder de la «SPS». Entre 2005-06 fue consejero del presidente ucraniano Víctor Yuschenko.

4. Mijail Fradkov. Primer ministro ruso.

Texto original: http://www.sovross.ru/2007/09/09_7_1.htm