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Las desavenencias sobre Medio Oriente dañan el ‘reinicio’ entre EE.UU. y Rusia

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Lo último que hizo el presidente ruso Dmitry Medvédev antes de partir a Francia para asistir a la reunión en la cumbre del G8 en Deauville, fue llamar a Damasco.

A primera vista, se podría pensar que el llamado tenía sentido, ya que Reuters informó de que: «la represión en Siria contra manifestaciones por la democracia» iba a ser una prioridad en la agenda de la cumbre. Pero Medvédev tenía otra intención: quería retomar ostentosamente el hilo de su anterior conversación con su homólogo sirio Bashar al-Asad del 6 de abril.

Según la declaración del Kremlin, Medvédev expresó en esa ocasión el «apoyo [de Moscú] a los planes de la dirigencia siria de realizar las reformas internas anunciadas por el señor Asad a fin de impedir que se deteriorara la situación en el país, evitar víctimas humanas y mantener la paz cívica».

Según informaciones, la cifra de víctimas mortales podría estarse acercando desde entonces a cuatro dígitos y la paz cívica se encuentra en grave desorden. Durante su llamado del martes, sin embargo, Medvédev repitió la «posición de principio [de Moscú] respecto a los eventos en Siria y alrededor» y expresó «la esperanza de que las reformas lanzadas por el señor Asad sean implementadas dinámicamente por la dirigencia siria en un amplio diálogo con el público sirio».

En respuesta, Asad dijo a Medvédev que está «haciendo y seguirá haciendo todo lo que garantice la libre expresión pacífica de la voluntad de los ciudadanos sirios. Al mismo tiempo, la dirigencia siria no tiene la intención de permitir las actividades de grupos radicales y fundamentalistas.»

Recién el jueves pasado el presidente Barack Obama planteó en un tono amenazador una alternativa existencial a Asad: que presida una transición pacífica del poder en Siria o le expulsarán del poder. Obama no dijo exactamente que la suerte de Asad sería la misma que la de Muamar Gadafi de Libia, pero probablemente quería decir algo en ese sentido.

Lo importante es que Medvédev y Asad han hecho un corte de mangas a Obama. No obstante, se prevé que Medvédev tenga una reunión cara a cara con Obama al margen de la reunión del G8 el jueves.

Rebeldes libios en Moscú

Se podría decir que donde las dan las toman. Medvédev sufrió indudablemente un golpe a su prestigio por su decisión de abstenerse durante la votación sobre Libia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, invalidando el consejo de diplomáticos rusos altamente cualificados de que la Resolución 1973 era en extremo defectuosa en muchos sentidos y que estaba abierta a diversas interpretaciones posteriores. En retrospectiva, Medvédev se aventuró sobre la base de garantías presentadas entre bastidores por las potencias occidentales, y se desprestigió.

La comunidad estratégica rusa está consternada ante el hecho de que la «coalición de los dispuestos» bajo la bandera de la OTAN haya intervenido militarmente en Libia y que esté a punto de producir el cambio de régimen. Las protestas de Moscú han sido fríamente ignoradas por las potencias occidentales.

Echando sal en la herida, Francia ha hecho una invitación tras otra a Rusia para que se una a su grupo de contacto («Amigos de Libia») a pesar de que Moscú cuestiona la legitimidad de semejante iniciativa que carece de un mandato de la ONU.

Por ahora, Moscú enfrenta un hecho consumado, y ha tenido que pugnar para ajustarse a las nuevas realidades de que las potencias occidentales impongan un cambio de régimen en Trípoli. Un representante de la oposición libia fue recibido por Lavrov en Moscú el lunes. Después de la reunión, Lavrov reconoció al Consejo Nacional Transitorio de Libia (TNC) como «socio legítimo».

La posición rusa ha sido consistente en el sentido de que «todas las fuerzas políticas y tribus» deberían estar involucradas en futuras negociaciones. Moscú puede estar calculando que está mejor colocada para propugnar un plan de paz y jugar un papel en la próxima transición del poder en Trípoli al tener contactos tanto con el gobierno libio como con la oposición. (Los enviados de Gadafi también visitaron Moscú la semana pasada para conversaciones.)

Sin embargo, el TNC ya ha comenzado a alardear de que Moscú le otorgó su «reconocimiento», lo que debe provocar sonrisas burlonas en las cancillerías occidentales. El portavoz del TNC, Abdel Rahman Shalgham, dijo a los periodistas en Moscú después de su reunión con Lavrov: «Nosotros [el TNC y Rusia] tenemos un entendimiento mutuo sobre el tema del reconocimiento del gobierno transitorio de Bengasi. El hecho de que yo haya sido recibido en Moscú por el ministro de Exteriores ruso habla del papel e importancia del consejo.»

Tiene razón, indudablemente. Shalgham también dijo que la oposición no mantendrá conversaciones con Gadafi.

Rusia saluda la unidad palestina

Evidentemente, Moscú dio un bajo perfil a la visita del funcionario del TNC, aunque también decidió desquitarse con EE.UU. Al mismo tiempo que el hombre del TNC iba al Ministerio de Exteriores en Moscú, Lavrov organizó otra reunión con visitantes árabes -una delegación conjunta palestina de la dirigencia de Fatah, Hamás y otros cinco grupos que llegaron a Moscú durante el fin de semana. A diferencia de la sesión semioficial con Shalgham, Lavrov tuvo una reunión estructurada con los dirigentes palestinos.

Lavrov aprovechó la ocasión para hablar extensamente del reciente pacto de unidad entre Fatah y Hamás que fue mediado por Egipto y firmado en El Cairo este mes. Dijo que el acuerdo tiene «significación histórica» y que Rusia saluda su contenido y apoyaría su implementación.

Rusia ha adoptado una posición sobre la unidad entre Fatah y Hamás diametralmente opuesta a los puntos de vista expresados por Obama. Lavrov dijo que el pacto de El Cairo se hizo «a fin de establecer condiciones favorables» para reanudar las negociaciones con Israel y subrayó que Rusia «contribuyó activamente a los esfuerzos de mediación de Egipto». Mientras tanto, algunos comentaristas rusos no perdieron tiempo para burlarse del discurso sobre Medio Oriente de Obama del jueves pasado.

Un experimentado comentarista moscovita sobre Medio Oriente escribió: «Después de seis meses de Primavera Árabe, Obama finalmente se ha tomado la molestia de presentar la política de su país en el mundo árabe, pero no ha ido más lejos de eso. Su discurso… ni siquiera se aproximó a un Cairo 2. En 2009 dijo a los estudiantes de la Universidad de El Cairo que iba a conmocionar Medio Oriente, hacerse amigo de los árabes y lograr la paz; pero nada de eso ha sucedido.»

A los sherpas del G8 les será difícil fichar a Rusia con respecto a Libia y Siria. Es posible que con respecto al tema palestino Rusia pueda compartir algún terreno común con la opinión europea, que también aprueba en principio la unidad palestina, pero será interesante ver si el G8 puede decidirse a decir algo positivo sobre el acuerdo entre Fatah y Hamás. Por cierto, EE.UU. apoya las fuertes objeciones de Israel al acuerdo.

La conversación de Medvédev con Asad del martes significa una promesa de apoyo al líder sirio así como una advertencia temprana a las potencias occidentales del G8 de que Rusia no vería con buenos ojos cualquier ruido amenazador contra Damasco.

Medvédev ya afirmó una vez -en su conferencia de prensa en Moscú del 17 de mayo- que no permitirá que se apruebe una resolución de la ONU autorizando sanciones contra Siria «incluso si mis amigos me rogaran que lo hiciera». Lo que quería decir es que está dispuesto a ser una minoría de uno en Deauville.

Estos desacuerdos sobre Medio Oriente no suministran una base que contribuya a que Obama y Medvédev tengan una reunión fructífera en Deauville. Parece que Moscú ya ha calculado que la reunión de Medvédev con Obama no va a producir ningún movimiento significativo hacia un progreso en el tema de la defensa de misiles.

Aunque el presidente ruso declaró recientemente que la falta de un acuerdo sobre «un modelo de cooperación en la defensa antimisiles» daría como resultado «el tipo de escenario que nos lanzaría de nuevo a la era de la Guerra Fría», Washington no tiene nada nuevo que ofrecer a Moscú.

La reunión de Deauville será un momento decisivo. Revelará, sí la política de «reinicio» entre EE.UU. y Rusia sigue existiendo o no. Obviamente, las dos partes ya no pueden basarse en el «reinicio». El Tratado de Reducción de Armas Estratégicas no puede pasar a una segunda etapa y resulta difícil romper el impasse en el control de armas involucrando armas nucleares tácticas que es difícil debido a desacuerdos respecto a la defensa de misiles.

Posiblemente, la cooperación entre EE.UU. y Rusia respecto a Irán y Afganistán también ya ha llegado a un nivel óptimo y en todo caso no puede ser por sí sola la locomotora del «reinicio».

Predomina sobre todo esto la creciente percepción en EE.UU. de que la era Medvédev podría llegar a su fin el próximo año, lo que actúa como un elemento disuasivo para basarse en el impulso cooperativo del «reinicio» y para que, en su lugar, simplemente se maneje una cooperación insegura.

En todo caso, en términos inmediatos, la posición de Moscú sobre Medio Oriente -Libia y Siria en particular- avala la retirada del «reinicio».

El embajador M. K. Bhadrakumar fue diplomático de carrera del Servicio Exterior de la India. Ejerció sus funciones en la extinta Unión Soviética, Corea del Sur, Sri Lanka, Alemania, Afganistán, Pakistán, Uzbekistán, Kuwait y Turquía

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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/Central_Asia/ME26Ag01.html

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