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Las dos puertas de Europa: Cádiz y Lampedusa

Fuentes: andaluces.es / Público

Mediterráneo occidental y Mediterráneo central. Son las dos rutas marítimas que más preocupa, en temas de inmigración, al Sur de Europa. El Estrecho de Gibraltar y el Canal de Sicilia son los emplazamientos que hacen de Ceuta-Melilla y Lampedusa los enclaves africanos de España e Italia para entrar en Europa. El debate entre seguridad fronteriza […]

Mediterráneo occidental y Mediterráneo central. Son las dos rutas marítimas que más preocupa, en temas de inmigración, al Sur de Europa. El Estrecho de Gibraltar y el Canal de Sicilia son los emplazamientos que hacen de Ceuta-Melilla y Lampedusa los enclaves africanos de España e Italia para entrar en Europa. El debate entre seguridad fronteriza y respeto de los derechos humanos aúna España e Italia. Hechos recientes como las vejaciones del personal privado del Centro de Acogida de Lampedusa, los últimos acontecimientos en Ceuta y la situación carcelaria de los Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE) en España -como el de Tarifa-, sacan los colores a ambos países. Pero los fenómenos migratorios, aun teniendo elementos comunes, poseen sus propias características.

Comencemos por los números. Tomando como referencia la cifra de rescates en 2013, el país transalpino se ha visto involucrado en el salvamento de más de 30.000 personas en el Canal de Sicilia. Sin embargo, las cifras que manejan las autoridades españolas en colaboración con las marroquíes rondan los 2.000 migrantes. «El flujo migratorio que recibimos en Italia a través del Canal de Sicilia es el más importante de la Unión Europea», comenta el teniente de la Marina Militar italiana Umberto Castronovo.

En sendos escenarios hay nacionalidades que, en una lógica de proximidad, predominan sobre otras. Si frente a las vallas de Ceuta y Melilla los ciudadanos de Nigeria, Malí y Ghana son los que esperan entrar en territorio español; en la ruta rumbo a Lampedusa, son los sirios, los somalíes, los libios, los afganos, los palestinos y los eritreos, entre otros, son los que rezan por llegar a tierras italianas. En la pequeña isla siciliana prevalecen las poblaciones de Oriente Próximo, Oriente Medio y el Cuerno de África, mientras que en el Sur de España el fenómeno migratorio es protagonizado por los ciudadanos procedentes del África Subsahariana.

LA PRIMAVERA ÁRABE

Una clara excepción son los marroquíes y los tunecinos dado que, sin tener en cuenta las mejoradas situaciones económicas y políticas de ambos países norteafricanos, Madrid y Roma mantienen, respectivamente, acuerdos con Rabat y Túnez para frenar o, por lo menos, controlar los flujos migratorios. El aumento del número de llegadas de migrantes a Europa en los últimos tres años a través del Mediterráneo central no puede entenderse sin las revueltas de la Primavera Árabe. Se trata de un conjunto de movilizaciones políticas y sociales que, en realidad, ha afectado mucho más a Italia que a España. La cercanía de Libia a las costas de Sicilia ha favorecido que miles de migrantes sigan aprovechando la inestabilidad del país norteafricano tras la muerte de Gadafi -con el que los gobiernos italianos negociaban para ganar un control migratorio a cambio de acuerdos energéticos- para encontrar mejor suerte rumbo a Europa zarpando desde Zuwara, Trípoli y Misrata.

Los flujos de la inmigración española, sin embargo, tienen su principal origen en el subdesarrollo de los países del África Subsahariana, un factor que se produce desde hace décadas, mucho antes de las Primaveras Árabes. Las opciones que tienen estas personas para cruzar el Mare Nostrum también diferencian a Italia y España. La primera pero menos exitosa vía para llegar de forma irregular a la Península Ibérica es a través de Ceuta y Melilla, donde, con el solo hecho de pisar suelo español, obtienen unos derechos que les protege mucho más que estando al otro lado de la valla. La segunda opción, y la más arriesgada, es la de cruzar el Estrecho de Gibraltar en su anchura más ajustada, de 14 kilómetros, para arribar a las costas de Tarifa.

Rumbo a España las travesías se realizan en inestables barcas hinchables con 8-12 personas a bordo. Los trayectos Libia-Lampedusa, sin embargo, se producen «en viejos barcos que deberían estar listos para el desguace, donde sin embargo embarcan una media de 120 personas», como comenta el capitán de la Guardia Costera italiana Luca Sancilio. Tanto en el caso español como sobre todo el transalpino, la mayoría de las «embarcaciones» no llegan ni siquiera a mitad de camino. Por esta razón, Salvamento Marítimo español y la Marina Militar italiana suelen intervenir a diario en el canal internacional y a 70-80 millas al sur de Lampedusa, respectivamente.

Tras una primera permanencia en territorio comunitario, el destino final del migrante que llega a España y del que alcanza Italia no es el mismo. En el primer caso muchos permanecen en la Península Ibérica, especialmente en el sur; mientras que la gran mayoría de los migrantes que llegan a las costas italianas desean obtener el asilo político con el fin de desplazarse a países como Noruega, Suecia, Alemania, Bélgica y Finlandia.

EL PAPEL DE LOS MEDIOS

Los medios de comunicación también son los responsables de una correcta información sobre inmigración. Paradójicamente, la prensa nacional e internacional de sendos países suele centrarse en tragedias como la que ocurrió en Ceuta hace unos días o la que tuvo lugar a un par de millas de las costas de Lampedusa el pasado 3 de octubre, donde el naufragio de un barco con 500 inmigrantes a bordo costó la vida de 366. «Se ha informado de esta tragedia porque el número es muy llamativo», explica el periodista Mauro Buccarello. Y añade: «Pero el número total de las muertes que se seguramente se producen en el Mediterráneo deben de ser escalofriantes. Hasta ahora el número de muertes certificadas en 20 años ha sido 8.000«.

El fenómeno migratorio en España e Italia sigue debatiéndose en clave interna y de seguridad; deja en un segundo plano los desequilibrios económicos, sociales y políticos que originan las diferencias entre el norte y el sur del mundo, donde el Mediterráneo es la frontera entre Europa y África. Este año, si el grado de inestabilidad en Libia y Egipto se mantiene como hasta ahora, se observará un número de llegadas de migrantes parecido al pasado año tanto en Italia como en España, donde por el momento las medidas de prevención se centran en el patrullaje de las fuerzas armadas y los cuerpos de salvamento marítimo. No parece que habrá cambios desde Bruselas que, por ahora, considera el fenómeno migratorio como un problema periférico de la Unión Europea, pero que debe ser gestionado por los diferentes países.

El día a día en Lampedusa, una isla de 20 kilómetros cuadrados, sigue siendo testigo de la llegada de una media de 1.000 personas cada semana al Molo Favaloro. La Marina Militar y la Guardia Costera italiana colaboran las 24 horas en la operación humanitaria Mare Nostrum, destinada a rescatar en las aguas internacionales del Mediterráneo Central a aquellas personas que, en pésimas condiciones, arriesgan sus vidas en el mar con el objetivo de encontrar un mejor futuro. Quién sabe si las civilizaciones anteriores tuvieron que correr los mismos riesgos momentos antes de alcanzar las puertas de Europa.

Fuente: http://www.andalucesdiario.es/ciudadanxs/lampedusa/