Fueron establecidas por Estados Unidos y la oligarquía latinoamericana simultáneamente con La Operación Cóndor que dio paso a sangrientas dictaduras que reprimieron a la población civil, vestigio del que nunca se terminará de recuperar el continente. Porque esas guerras sucias no son manuales codificados que se quedaron archivados en las hemerotecas y en las gavetas […]
Fueron establecidas por Estados Unidos y la oligarquía latinoamericana simultáneamente con La Operación Cóndor que dio paso a sangrientas dictaduras que reprimieron a la población civil, vestigio del que nunca se terminará de recuperar el continente. Porque esas guerras sucias no son manuales codificados que se quedaron archivados en las hemerotecas y en las gavetas de Estado. Siguen vigentes, renovadas conforme lo exige la tecnología y el tiempo. Pero es el mismo enfoque, el mismo objetivo: desestabilizar a los gobiernos post-neoliberales que han hecho florecer a sus pueblos porque han impulsado transformaciones sociales y económicas de beneficio para las mayorías. En décadas anteriores fue para cortar de raíz el comunismo y el socialismo.
Se podría decir que el motor principal de estas guerras son los medios de comunicación que manipulan las mentes de las masas. Estos medios han tomado un papel fundamental: televisivo, escrito y hablado, que con la ayuda de las redes sociales se torna pólvora que explota en la enajenación de la muchedumbre que repite de memoria lo que es incapaz de articular y cuestionar por iniciativa propia.
Las bases fundamentales de esas guerras siguen vigentes, el paramilitarismo y el terrorismo están ahí, eso explica las desapariciones forzadas en países como México y Colombia que en los últimos años se cuentan miles. Eso habla de criminalizar a líderes comunitarios, defensores de derechos humanos y defensores del medio ambiente en países de gobiernos de carácter neoliberal. Por esa razón se siguen censurando radios comunitarias y desaparecen y asesinan periodistas disidentes a las políticas de Estado, y que con un profundo sentido de la ética informan con verdades comprobables. Esa guerra sucia que va de la mano con el terrorismo de Estado ha llenado de fosas clandestinas el continente y a insensibilizado a la sociedad.
Bajo esa lluvia de balas, entre en la vena de la Operación Cóndor que ha sacado raíces en el continente nacieron gobiernos post neoliberales, gobiernos progresistas que han sufrido todo tipo de calumnias y de golpes blandos. No es nuevo que sean desprestigiados, lo han vivido desde sus inicios. El panorama de los últimos meses en el continente nos muestra los miles de dólares que ha invertido Estados Unidos y la oligarquía mundial empresarial en la desestabilización de estos gobiernos.
Y cabe reseñar el golpe blando que se le quiso dar a Cristina con el caso Nisman, en el que los medios de comunicación de carácter neoliberal jugaron un papel principal, hicieron uso de todo tipo de artimaña para derrocar a la presidenta, y lograron sin mucho esfuerzo utilizar a las masas que desinformadas imprimen como esponjas todo lo que circula en las redes sociales, principalmente. Por medio de las redes sociales quienes orquestan la guerra sucia hicieron un llamado a las masas que, obedientes y sin refutar salieron con ollas y cacerolas a exigir la renuncia de quien ha enaltecido grandemente al país argentino. Esas masas, claro está, son clase media.
Esas mismas masas votaron por Macri, el cual ganó con un mínimo de diferencia en los votos. La guerra sucia pegó el tiro de gracia y hoy por hoy Argentina ha comenzado a desmoronarse, son millones y millones de dólares los que desaparecen diariamente desde las arcas del gobierno. Ha comenzado la represión a las manifestaciones populares. Los manuales de contra- insurgencia (1979) especifican claramente que se deben combatir los paros, los movimientos populares, las huelgas, las organizaciones estudiantiles,
En Venezuela en las vísperas de las votaciones parlamentarias Estados Unidos por medio de la DEA y los medios afines a las mediatización, lanzaron una bomba de tiempo contra Maduro, y explotó puntual y dio como resultado la mayoría de la derecha en el parlamento. Las guerras sucias son bombas de tiempo, movimientos milimétricos, muy bien estudiados en tiempo y forma; y si la población no está informada, si carece de Memoria Histórica y de dignidad los resultados son devastadores. Esas masas desinformadas son manipulables por indolentes y por su carencia de sentido común y de criterio propio; son marionetas, son aguas revueltas, son el comodín y la escalera, parte de esa estructura que desde un sistema colonial va de estocada en estocada hacia su propio pueblo.
En Brasil para las vísperas de las votaciones en Venezuela nuevamente se lanzó una granada contra Dilma, la acusación fue a nivel mundial desde la derecha internacional; se le acusó de corrupta y Brasil tembló, Estados Unidos se lamía los labios, ya se hacía con Petrobas en sus manos. Ya se hacía destruyendo por completo la Amazonía, ya se hacía exterminando a la infancia de las favelas, mismas a las que Lula y Dilma han brindado un sistema de salud como los nunca soñados en Brasil, gracias a Cuba y el programa Más Médicos. Entonces querían enjuiciarla y darle el golpe de estado tan ansiado e implementar de nuevo el neoliberalismo en la región. No es la primera que le hacen a Dilma y no será la última, las guerras sucias son el ataque constante a los gobiernos progresistas. A la dignidad y a la hermosura de un continente que lleva más de quinientos años resistiendo.
En este momento Estados Unidos no escatima gastos en la mediatización contra Evo, el referendo es una nueva oportunidad para que Bolivia siga en el camino de la reconstrucción con el primer presidente indígena que ha tenido el continente en toda su historia. ¿Qué clase media, oligarquía y poderío empresarial mundial quiere un indígena (inteligente, humano y con arrestos) como presidente? ¿A qué horas se nos escapó?, estará preguntándose constantemente Estados Unidos ya que en este país la voz de los nativos de los pueblos originarios está silenciada. En Latinoamérica los gobiernos de carácter neoliberal también reprimen a los pueblos indígenas. En Guatemala con una tierra arrasada y el Plan de Operaciones Sofía se les quiso exterminar por completo.
En las vísperas del referendo viene con todo la guerra sucia y lo acusan de tráfico de influencias, y sacan a bailar a una ex novia, y la convierten en amante y cargan el nombre y la integridad de ambos del tingo al tango. Y sacan al ruedo a toda la familia de Evo. El NO en Bolivia solo beneficia a la oligarquía nacional e internacional, solo beneficia a Estados Unidos con su Plan Cóndor y su guerra sucia que está renovando constantemente. El NO en Bolivia es un avance hacia el final del progresismo latinoamericano. Es un retroceso, es volver a estar de rodillas ante la explotación, la opresión y el saqueo. En cambio, la continuidad de Evo representa en el país y en la región la plusvalía de un continente que lucha por dignificarse e independizarse de todo despotismo.
La guerra económica que vive Venezuela también es parte de esa guerra sucia. La Operación Cóndor y la guerra sucia tienen innumerables vertientes y camuflajean a la perfección. Hay que estar atentos, hay que atreverse a dudar, a no creer por completo en los que dicen los medios de comunicación. Tener cuidado con el periodismo manipulador que solo busca beneficio a través de la desinformación. La información es maniobrable, se encubre la razón y el objetivo. Medios de comunicación empresariales son fieles a la oligarquía, la oligarquía fiel a la política exterior de Estados Unidos porque ambas sacan ventaja de oprimir y desangrar a los pueblos y la Pachamama.
Que quede claro que los resultados que se están dando en Suramérica, no son porque el pueblo esté cansado de esos gobiernos. No son porque esos gobiernos estén faltando a la integridad. El resultado es el trabajo extraordinario de la guerra sucia en las mentes de la clase media latinoamericana. El resultado es la vergüenza de esos graduados de universidad que son incapaces de discernir, de cuestionar, de dudar. Es la indolencia de una parte de la sociedad que desecha a los pueblos originarios. Es el resultado de una educación a nivel superior que desde una visión colonialista utiliza y extermina todo pensamiento propio. Es la falta de integridad, de conciencia y de humanidad de una clase media latinoamericana que baila al son que le toquen. Es el resultado de la comodidad de no ser ni chicha ni limoná.
En la vida un ser humano no puede ser imparcial ante la injusticia, tiene que tomar bando, tiene que involucrarse, tiene que hacer de su existencia un arte, un arte político para la liberación de los pueblos. De lo contrario seguirán las guerras sucias y las invasiones y será tristemente el patrimonio de apocamiento que heredemos a las generaciones futuras.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.