Traducción para www.sinpermiso.info: Ramona Sedeño
Un requisito de la democracia es la pluralidad de opiniones. Después de 1989 en Polonia sólo hay una corriente ideológica, la católica. La situación ha empeorado incluso respecto de la imperante entre 1956 y 1989, pues entonces había al menos dos corrientes ideológicas.
Los marxistas tenían el apoyo del estado, mientras que los grupos católicos, reconocidos legalmente, podían expresar su punto de vista en libros. El Estado autorizó entonces la institución de la Universidad Católica de Lublin y abrió en 1954 en Varsovia una Academia católica.
Las actividades de ambas corrientes llevaron a apasionados debates políticos y filosóficos en el seno de la sociedad, que también encontraban eco en la prensa.
En los años 1956-59, tras el período estalinista, la situación de las mujeres polacas mejoró visiblemente. Por fin se tomó a las mujeres en serio, y sus exigencias de emancipación llevaron a que cualquier profesión estuviera abierta a las mujeres. La conductora de tractores se convirtió en símbolo de ese pasado reciente.
Los años dorados
La necesidad de dar a las mujeres la libertad y la posibilidad de planificar la propia vida trajo consigo la construcción de un gran número de guarderías y jardines de infancia. El objetivo era posibilitar a las mujeres una actividad profesional. De entonces data la ley que posibilitaba la interrupción del embarazo por motivos sociales.
Las mujeres obtuvieron, en igualdad de condiciones que los hombres, acceso a la instrucción. Se crearon escuelas en las zonas rurales. Si instituyó un sinnúmero de becas, a fin de que la mujer que lo deseara pudiera estudiar, estando el entero sistema educativo libre y gratuitamente abierto a ella. Las mujeres salieron entonces del horizonte de sus cuatro paredes y pudieron sentirse equiparadas a los hombres. Las más osadas, se lanzaron a la vida política, movidas por la pasión de la acción social. Ni que decir tiene que su irrupción en la vida pública chocó con la resistencia de los hombres. Pero, paulatinamente, las mujeres llegaron a alcanzar posiciones de relieve: trabajaron como asesoras, vicedirectoras, directoras de escuela y aun viceministras.
La vida política estaba entonces llena de debates ideológicos. Pseudovalores como la riqueza material no tenían el mismo peso que hoy.
La democracia
En 1989 se introdujo en Polonia «la democracia». Walesa prometió mejorar el socialismo. Ninguna trabajadora, ningún trabajador de los que entonces hacían huelga podría haberse figurado jamás que iba a reintroducirse el capitalismo y que la mayoría de la población caería en la pobreza. Después de 1989 se vio en Polonia un fenómeno antes desconocido: el desempleo. En cuanto se abrieron las fronteras polacas a las grandes corporaciones empresariales occidentales, la industria polaca quedó destruida.
Las transformaciones estructurales en la economía se han revelado particularmente negativas para las mujeres. El desempleo femenino subió de manera especialmente notable. Cuando alguien ofrece hoy empleo a una mujer, le ofrece para el mismo puesto menos salario y peores condiciones de trabajo que a un hombre. Sólo mujeres muy jóvenes consiguen hoy fácilmente trabajo. Puestos de empleada de banco o de secretaria.
Las guarderías y los jardines de infancia fueron cerrados, y las mujeres, de nuevo encapsulados en un único papel: el de ama de casa. A menudo se oye la opinión, tan acorde a la ideología de la Iglesia católica, de que le destino de la mujer es la maternidad y el cuidado de la familia. Pero los bajos salarios percibidos por los propios hombres no les permiten alimentar una familia. La escasez de puestos de trabajo trae consigo la prostitución ilegal, los locales de la cual reciben en la Polonia actual el nombre de «agencias de contactos» o «salones de masaje». La miseria que impera hoy en el grueso de los hogares impide el acceso de las mujeres a la instrucción, porque la educación no puede conseguirse ya hoy, a diferencia de lo que pasaba en los tiempos de la República Popular, sin medios financieros privados.
La emigración masiva al extranjero en busca de trabajo ya ha comenzado. Entre quienes abandonan Polonia, las mujeres constituyen una buena parte.
La ideología católica bendice esas dificultades económicas. El predominio de una única visión del mundo lleva a una profunda alienación. Bajo la influencia de la Iglesia, pero también de las revistas femeninas y de los medios de comunicación de masas, la madre polaca se ha entronizado como ideal al que hay que aspirar. Eso lleva a graves complejos de inferioridad a mujeres solteras o sin hijos, puesto que son presentadas por la Iglesia como un antimodelo. Las mujeres lesbianas se hallan en una situación aún más dramática, porque la Iglesia persuade a la sociedad de que la homosexualidad es una enfermedad, una enormidad.
La Iglesia se ha negado a la introducción de asignaturas de educación sexual en las escuelas; sólo unos pocos tienen acceso a medios preventivos; los abortos ilegales crecen, y entre las mujeres pobres se llega incluso al infanticidio. La ayuda pública, penetrada por el modelo patriarcal, ligada al stress del paro masculino, lleva a una creciente violencia doméstica contra las mujeres y los niños.
No hay lugar para la emancipación
No hay espacio para que prosperen lugares de emancipación que permitan escapar a esa alienación. Los libros escolares de texto reproducen la opinión doctrinal de la Iglesia católica y la televisión estatal censura todo lo que se aparta de esa opinión. Todas las cadenas privadas de televisión son abiertamente católicas. Radio Maryja y la emisora Trwam propagan no sólo la intolerancia frente todo lo que se desvíe del catolicismo, sino también el antisemitismo abierto y las simpatías por los neofascistas polacos.
A la izquierda no le ha preocupado eso, y ni siquiera cuando estuvo en el poder se esforzó por inculcar en los medios de comunicación de titularidad pública el respecto por la pluralidad de opiniones. La izquierda en el gobierno ni siquiera supo usar su poder para garantizar la posibilidad de una interrupción del embarazo por motivos sociales o personales, porque deseaba el apoyo de la Iglesia.
Lo que se dio fue un truque tácito: un pacto mantenido en silencio entre el anterior gobierno [de izquierda] y la Iglesia, conforme al cual la Iglesia habría de convencer a la sociedad de votar a favor de la entrada en la Unión Europea a cambio de que no se aprobara ley alguna que fuera en contra de la doctrina católica. Con lo que la Iglesia, inveterada enemiga de la emancipación femenina, ha terminado convirtiéndose en una potencia económica y en la única fuerza política con la que todas las demás fuerzas están obligadas a entenderse.
La consciencia de las mujeres polacas está hoy embutida de los valores que propaga la Iglesia católica y de las supersticiones a esos valores ligadas. La publicidad de productos de lujo, de vestidos, automóviles y cosméticos contribuye también lo suyo, y despierta el malhadado deseo de enriquecerse a cualquier precio. La sensibilidad para los valores sociales se ha perdido entre quienes son responsables de la educación de las generaciones jóvenes.
El clima social empuja a las mujeres a la pasividad. Muchas mujeres a duras penas si consiguen luchar por la supervivencia. Sólo una ínfima parte se compromete políticamente. Muy pocas mujeres participan en las elecciones parlamentarias, lo que explica que el Parlamento esté de todo punto dominado por los hombres. Incluso la izquierda parlamentaria discrimina a las mujeres en sus filas: les ofrecen los peores lugares en las listas de candidatura, y no tienen acceso alguno a los cargos altos de partido. En el gobierno sólo hay una mujer. [De aquí que la candidatura de la redactora de este informe a la presidencia de Polonia fuera algo nuevo y de todo punto especial.]
* Maria Szyszkowska, veterana luchadora feminista y socialista polaca, fue candidata a la presidencia de la República en las elecciones polacas del año pasado.