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Guatemala

Latitud de la flor y el granizo

Fuentes: Rebelión

A Mario Payeras, máximo intelectual de la revolución guatemalteca El análisis y lucha por el ambiente desde la perspectiva marxista no es una nueva bandera de lucha ni mucho menos una moda. Esa lucha siempre estuvo presente en las plataformas de lucha de los grupos revolucionarios guatemaltecos. Uno de los más claros representantes de esta […]

A Mario Payeras, máximo intelectual de la revolución guatemalteca

El análisis y lucha por el ambiente desde la perspectiva marxista no es una nueva bandera de lucha ni mucho menos una moda. Esa lucha siempre estuvo presente en las plataformas de lucha de los grupos revolucionarios guatemaltecos. Uno de los más claros representantes de esta corriente en el seno de la revolución guatemalteca hasta ahora fallida, fue Mario Payeras, un profundo conocedor y amante de los ecosistemas mesoamericanos, quien, como dice el presentador de Latitud de la Flor y el Granizo, «no perdió su capacidad de asombro ante la naturaleza»; y no la podía perder, porque a pesar de la depredación, ésta siempre tuvo secretos sólo develados por el revolucionario. En la naturaleza vivió y casi muere en brazos de ella.

Pero no fue sólo su capacidad de asombro lo que hizo de Payeras un conocedor profundo del ambiente así como un intelectual de talla continental, sino también su profundo amor por la patria que lo vio nacer pero que no lo vio morir. Ese amor patrio se elevó a dimensiones que sólo los poetas y filósofos como él llegan a conocer. Del intenso amor a Guatemala supimos de lugares remotos, donde pareciera no existir más que la vida vegetal y animal.

En consonancia con lo anterior, el amor a la patria se tornó en respeto y lucha por la naturaleza, al extremo que muchas veces Payeras manifestó querer morir en la selva y fusionarse con ella. Su desesperación por la destrucción ambiental lo deprimía crecientemente, y de esa desesperación nació Latitud de la Flor y el Granizo cuya primera parte (Geografía del Polen), además de ser un profundo poema ecológico y una clase magistral de geografía económica, es un grito desgarrador porque el edén ahí pintado empezó a ser destruido en lo más profundo de sus entrañas desde los tiempos de los conquistadores (La Pólvora y el Vapor), y nadie, hasta la fecha lo ha evitado.

La guerra nativa contra los conquistadores fue fundamentalmente una guerra por la tierra y la vida para que no destruyeran al matilisguate milenario y no mataran a la danta o al cochemonte: fue una guerra por la conservación de la dualidad nativos/naturaleza, pero finalmente los conquistadores se convirtieron primero en genocidas y luego en ecocidas, y en mayor grado lo fueron sus descendientes de la Reforma Liberal procapitalista que, para más señas, abrieron las fronteras de Guatemala a los explotadores extranjeros, y tras ellos llegó la tecnología que, paradójicamente, para el ambiente guatemalteco ha sido fatal

Hay que aclarar tan sólo que la producción capitalista no se desarrolló en Guatemala sino hasta en la segunda mitad del siglo XX . Guatemala se vinculó al mercado mundial capitalista por medio de la agroexportación pero las relaciones de producción internas no eran ni por asomo capitalistas.

De todas maneras, terratenientes nacionales y extranjeros posibilitaron el triunfo de lo urbano sobre lo rural y ello provocó alteraciones en la fauna, la flora, el ser humano y la destrucción de ecosistemas nunca antes lastimados. El triunfo de lo urbano trajo consigo la construcción de nuevas ciudades, el aparecimiento de fábricas manufactureras, introducción de tecnología, nuevas construcciones, basura, crecimiento demográfico y la consiguiente exigencia de satisfacción de necesidades nunca satisfechas. Todo lo anterior rompió el esquema ecológico cuidado celosamente por lo nativos.

El capitalismo es esencialmente depredador (El Naranjo Nupcial). Así lo atestigua la llamada «guerra de los 36 años». Para los indígenas que participaron en ella, fue una oportunidad para liberarse del yugo oligarca y también para proteger el renacimiento de la flora y la fauna lo cual permitiría reconstruir los ecosistemas desaparecidos años atrás por manos extrañas. Pero llegó el tiempo de la tierra arrasada y ese fue el principio del fin del hombre y la naturaleza que perdura hasta hoy. ¿Que la guerrilla también tuvo parte de culpa? Por supuesto. A nadie pretendo exculpar.

Pero en fin, sólo el hombre puede hacer que los ecosistemas renazcan, conociendo y respetando las leyes de la naturaleza y alejándose de la misma en virtud de su carácter depredador. Eso del lado subalterno, porque desde la visión capitalista, lo anterior nada vale: lo que importa es la depredación para obtener ganancias fabulosas. Debo aclarar también, con mucho pesar, que en estos tiempos de globalización, la posibilidad del cambio de estructuras socioeconómicas es muy remota. Además, el socialismo (o cualquier otro sistema derivado de él), no garantiza el respeto pleno de la naturaleza ¿Cómo congeniar entonces las necesidades de los hombres con el respeto al ambiente? La naturaleza puede existir sin el hombre pero éste necesita de aquella para poder vivir. Una suerte de solución sería el uso estrictamente racional de los recursos naturales bajo supervisión de las mismas comunidades, únicas que se interesan porque la naturaleza no muera. De las autoridades que detentan el poder, no debemos esperar absolutamente nada. Son marionetas del sistema oligárquico .

Bibliografía

  1. BORISOV E. F., et. al. Diccionario de Economía Política, Ed. Grijalbo, México, 1991, 240 pp.

  1. DARY F., Claudia. El Derecho Internacional Humanitario y el Orden Jurídico Maya, FLACSO-CICR, Guatemala, 1997, 436 pp.

  1. LE Bot, Ivon. La Guerra en Tierras Mayas, Fondo de Cultura Económica, México, 1995, 327 pp.

  1. PAYERAS, Mario. Latitud de la Flor y el Granizo, Instituto Chiapaneco de Cultura, Chiapas, México, 1993, 131 pp.