Parece que esta vez la rebelión se ha extendido hasta a sus más leales seguidores y, con ello, sus planes de permanencia e, incluso, la tentación de presentarse una vez mas a las elecciones generales, se le han ido de las manos al primer ministro británico. Sus aliados apuntan a que Blair abandonará el liderazgo […]
Parece que esta vez la rebelión se ha extendido hasta a sus más leales seguidores y, con ello, sus planes de permanencia e, incluso, la tentación de presentarse una vez mas a las elecciones generales, se le han ido de las manos al primer ministro británico.
Sus aliados apuntan a que Blair abandonará el liderazgo laborista y el puesto de primer ministro británico en menos de un año, algunos apuntan a la fecha del 31 de mayo y otros a la del 27 de julio. Sin embargo, la negativa de Blair a clarificar la fecha de su marcha ya le ha costado la dimisión de siete miembros de su gobierno. Tom Watson, secretario de estado de Defensa, y seis secretarios parlamentarios Khalid Mahmood, Wayne David, Ian Lucas, Mark Tami, Chris Mole y David Wright son parte de los 17 diputados laboristas considerados como fieles al actual primer ministro que firmaron y le enviaron una carta pidiéndole que abandone el cargo para poner fin a las especulaciones que tanto están dañando al Partido Laborista.
Se especula con que otro grupo de diputados, que entraron en el parlamento a raíz de las elecciones del pasado año, están elaborando otra carta pidiéndole a Blair que abandone su posición como líder laborista y primer ministro inmediatamente. 49 diputados laboristas han firmado una declaración expresando su satisfacción con la idea de un calendario de doce meses para el relevo de Blair. La última voz que se ha sumado al motín es la de la ministra para la Exclusión Social, Hilary Armstrong, que aseguró que Blair habrá abandonado su cargo para cuando se celebre la conferencia del partido el próximo año.
En una airada reacción a la carta y a la acción de Watson y los otros firmantes, Blair afirmó que su intención había sido la de despedir a Watson, ya que la filtración de la carta a la prensa había sido «desleal, descortés y erróneo».
Sin embargo, la creciente oposición a Blair en las filas de sus leales darán alas a los opositores de Blair dentro del partido, que intentarán acelerar su marcha en este momento en el que el líder laborista se encuentra más desprotegido, y ello a pesar de que el primer ministro británico desestimó la idea de presentar el calendario de su marcha durante la Conferencia del Partido Laborista, que tiene lugar a finales de este mes.
Desde los sindicatos, aliados tradicionales del laborismo, también se ha advertido a Blair que no es buena idea seguir el ejemplo de la conservadora Margaret Thatcher, que abandonó entre lágrimas Downing Street, la residencia del primer ministro británico, a consecuencia de la rebelión en las filas de su partido y los ministros de su gobierno. Así lo ha señalado Tony Woodley, responsable del sindicato TGWU, que le pidió a Blair que permita a quien vaya a tomar su relevo en el laborismo que pueda preparar con tiempo las próximas elecciones.
El razonamiento de Woodley ha encontrado eco en un artículo publicado por el que fuera ministro del interior, Charles Clarke, en la revista New Statesman.
Clarke, que abandonó el gobierno a principios de año, apuntó a que el laborismo debe «enfrentarse a sus demonios» y aceptar que las políticas del gobierno han causado la desconfianza entre miembros del gobierno y el público. Y Clarke apunta que el problema puede encontrarse no tanto en el fondo como en la forma.
Para Clarke, uno de los aliados de Blair en reformas controvertidas tales como la introducción de la tarjeta de identidad o la nueva legislación «antiterrorista», los problemas son la falta de consulta del gobierno con los gobiernos locales; el descontento de la clase empresarial, que apoyó al laborismo en 1997, por sus política económica; la ruptura con el sector más «verde» por la falta de compromiso con temas medioambientales; la debacle que dentro del laborismo ha producido la reforma constitucional y la introducción de legislaciones que limitan las libertades civiles; y la participación británica en las guerras contra Afganistán e Iraq, así como su apoyo a la política estadounidense en Oriente Próximo.
Todos estos son temas que volverán a estar presentes en la conferencia laborista que, tal y como ocurrió el pasado año, volverá a estar dominada por las especulaciones sobre el futuro de Blair. Muchos creen que el líder laborista cometió un error al anunciar su intención de abandonar el cargo antes de las próximas elecciones. Otros creen que el problema está en la incertidumbre, en la falta de un plan y una fecha, lo cual ha incrementado la lucha interna en el partido y ha abierto una importante grieta en la relación entre Blair y su tesorero y supuesto sucesor Gordon Brown.
Muchos creen que Blair ha dejado pasar la oportunidad de irse cuando aún se encontraba a la cabeza de las encuesta de opinión, y que ello ha beneficiado a los conservadores, que con su nuevo líder, David Cameron, amenazan claramente la mayoría laborista.