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Lecciones para Portugal del «no» en Francia y en Holanda

Fuentes: Rebelión

El NO de los pueblos a la Constitución Europea y a lo que ella simboliza fustiga al Viejo Mundo como un tsunami político. A mediados del siglo XIX el miedo del comunismo recorría Europa como un fantasma, al decir de Marx. En este comienzo del siglo XXI otro gran miedo hace estremecer al continente. El […]

El NO de los pueblos a la Constitución Europea y a lo que ella simboliza fustiga al Viejo Mundo como un tsunami político.

A mediados del siglo XIX el miedo del comunismo recorría Europa como un fantasma, al decir de Marx. En este comienzo del siglo XXI otro gran miedo hace estremecer al continente. El engranaje de poder de la Unión Europea teme el despertar de los pueblos.

Habituados a imponer su voluntad a través de gobiernos neoliberales y de los mecanismos comunitarios, los señores de Europa fueron tomados por sorpresa. No esperaban que el pueblo de Francia rechazase la Constitución por ellos concebida para institucionalizar el capitalismo. El NO de los holandeses, que siguió, hizo evidente la ruina del proyecto del gran capital.

En Francia, a pesar de los sondeos, la clase dominante no creía seriamente en la victoria del NO. Más del 80% de los medios defendieron el Sí. Chirac presentó la hipótesis del NO como un Apocalipsis. El diario Le Monde y también Liberation, socialista, admitieron la imposibilidad de un rechazo a la Constitución. En París, el Congreso -Senado y Cámara- aprobó el texto por la aplastante mayoría del 92%. Por toda Europa los Parlamentos hacían apología del mal llamado Tratado Constitucional y votaban por él contundentemente.

En Francia nunca se había asitido a un desfile de gobernantes extranjeros similar. Llegaron de todos los rumbos para anunciar el caos si los franceses no aprobaban el mostrenco de Constitución. Blair, Schroeder, Zapatero, Berlusconi, y dirigentes satélites de países del Este pronunciaron el mismo discurso, con variantes mínimas. En un lenguaje dramático repitieron el discurso del caos, de la angustia, de la tragedia. No faltó siquiera el Presidente Sampaio, cuya oratoria acaciana comienza a traer a la memoria la del almirante Américo Tomas.

Es comprensible que el tsunami francés haya generado pánico en las clases dominantes; el holandés trajo la certeza de que el proyecto comunitario del gran capital recibió un golpe mortal.

Blair ya anuló el referéndum británico temiendo un desastre. En Praga fue tomada idéntica decisión, nada de referendos.

Las explicaciones de los analistas políticos de la burguesía dejan ver desorientación. En la televisión portuguesa algunas mesas redondas que acompañé fueron espectáculos de indigencia mental.

Esconder las causas de la derrota fue la preocupación común de los gobernantes y de sus epígonos.

Todos omitieron que el NO representó la condena de una política comunitaria de destrucción de las conquistas históricas de los trabajadores europeos, política que no respeta fronteras políticas y geográficas. En Francia, el rechazo a la Constitución fue la respuesta de un pueblo adulto a las privatizaciones, al trabajo precario, a las amenazas del aumento de horario laboral, a la transferencia de fábricas hacia otros países, a leyes imaginadas para destruir la seguridad social.

Un coro de lamentaciones surge del patronato francés. Ellos esperaban el Sí de un electorado que creían incapaz de resistir el bombardeo mediático tal como aconteció en España. «La Europa es nuestro destino, no es de derecha ni de izquierda», había proclamado Jean Pierre Raffarin, el primer ministro (ahora ex) de Chirac.

Pero la insurrección de los ciudadanos –la expresión es de Georges Labica–, derrumbó la estrategia de la dictadura de la burguesía. El choque fue tan grande que aún no llegaron a acuerdo en cuanto a las opciones inmediatas.

Escribo antes de la reunión del día 16 en Bruselas, convocada para que los dirigentes de la Unión Europea elaboren una política de respuesta a la derrota que les fue infligida.

Sería una ingenuidad esperar que allí sean tomadas decisiones positivas. Georges Labica, en un lúcido artículo publicado en http://resistir.info, reflexiona sobre el cuadro político resultante de la victoria del NO en su país y manifiesta un optimismo sereno sobre las perspectivas de lucha abierta a los pueblos por ella. Ese intelectual revolucionario francés estará con nosotros en Serpa, el día 24, para ayudarnos a comprender mejor el significado de este gran acontecimiento.

Extraer lecciones útiles para Portugal de lo que pasó en Francia y en Holanda es una tarea prioritaria para las fuerzas progresistas de nuestro país.

¿QUÉ HACER?

El Primer Ministro y los miembros de su gabinete, que han emitido opiniones sobre el tema, se comportan como un grupo de comediantes amateurs en espectáculo de feria estival. Luego que fue conocido el NO francés comenzaron a gritar, con energía, que el referéndum debe ser mantenido, bla bla bla; que aquí es Portugal y que los españoles votaron sabiamente, etc., etc. Pero hay fisuras. El Sr. Freitas do Amaral dice que respetará lo que se decidida, pero teme lo peor y adelanta que, a su entender, la Constitución, ahora, no tiene piernas para andar. La declaración le valió inmediatamente reprimendas del PS.

En los comentarios de esa gente aflora el pánico de la burguesía portuguesa. Los referendos en Francia y Holanda iluminaron la contradicción entre los pueblos y los sistemas de poder que los desgobiernan. La democracia caricaturesca impuesta a través de instituciones concebidas por la burguesía para alcanzar sus objetivos fue súbitamente desenmascarada. El voto popular negó el voto de los parlamentos.

El enorme significado de esa contradicción es, mientras tanto, asimilado solamente por una minoría de las víctimas del engranaje neoliberal. La situación existente es tan paradójica que muchos millones de ciudadanos que rechazan la Constitución Europea no establecen una relación de causa y efecto entre la ideología del sistema, los mecanismos que le sirven y el aumento de las desigualdades, del desempleo, de la exclusión social.

En Portugal la gran mayoría de los electores, confundida por un bombardeo mediático perverso, aún no ha tomado conciencia de que el régimen bajo el cual vive -tal como el existente en los demás países de la Unión Europea- le impide participar en la construcción del futuro. La falsa democracia en la cual vivimos no es representativa. Un sistema de poder montado para servir a la estrategia del gran capital funciona en la práctica como dictadura de clase de fachada democrática.

Aquello que es una realidad para el conjunto de Europa asume una gravedad mayor en Portugal, porque la metamorfosis de la socialdemocracia presenta en el país de Abril facetas particularmente chocantes. Al Partido Socialista Portugués –creado artificialmente en Alemania federal por un puñado de intelectuales portugueses–, le ha faltado desde el principio la clase obrera que permitiera a partidos como el SPD alemán y a los de la socialdemocracia escandinava desarrollar durante muchas décadas políticas formalmente anticapitalistas. En Portugal el 25 de noviembre hizo caer la máscara al PS de Mario Soares. Sus memorias y toda su intervención en el proceso de destrucción de las conquistas de la Revolución de Abril iluminan con nitidez su incompatibilidad con cualquier proyecto socialista.

Pero el veterano dirigente no es la excepción. Contrariamente a lo que el nombre sugiere, el PS es un partido cuyos dirigentes se oponen a cualquier política cuya meta sea el socialismo. Todos sus gobiernos desarrollan políticas orientadas a la recuperación y expansión del capitalismo. En la actualidad el PS actúa como un partido totalmente identificado con la estrategia del gran capital, eufemísticamente autotitulado de neoliberal. Esa evidencia es clara, además, en su programa.

La política por ellos ejecutada cuando gobernaron poco difirió en el campo económico y financiero de la aplicada por el PSD. Definir al PS como un partido de izquierda es, por lo tanto, un absurdo. Niega la realidad. Mientras, todo el sistema mediático presenta al PS como parte de la izquierda. No es inocente esa mentira. Ella contribuye a confundir a millones de ciudadanos. Es un hecho que algunos dirigentes del PS, como Manuel Alegre, cultivan un discurso de izquierda. Pero ese juego se integra en una estrategia mistificadora. Aquello que separa fundamentalmente al PS del PSD es su base social. De ahí la necesidad de un lenguaje diferente. Un porcentaje ponderable del electorado socialista tiene convicciones democráticas y desearía transformaciones estructurales en la sociedad portuguesa que redujeran la desigualdad respondiendo aunque sea mínimamente a los ideales de Abril.

Engañar a esa masa de ciudadanos -el puño erguido, uso de las palabras camarada y socialismo, el rojo en la bandera, etc.- ha sido un objetivo permanente en todas las direcciones del PS.

Una de las lecciones más importantes del NO francés la encontramos precisamente en la lucidez manifestada por millones de electores que consiguieron distanciarse de la posición asumida por las direcciones de los Partidos por los que acostumbran a votar.

Los aparatos ideológicos de la burguesía ejercieron una presión sin precedentes sobre los ciudadanos empujándolos hacia el Sí. El presidente Chirac y sus colegas de otros países se sumaron a los canales de televisión, a los grandes diarios, a las cúpulas partidarias, a las jerarquías de las iglesias, a los artistas famosos, a la patronal, a dirigentes sindicales, a casi la totalidad de los parlamentarios en una campaña frenética, alucinatoria para vender el Sí.

Pero la ofensiva fracasó. El pueblo francés, asumiéndose como sujeto, dijo ¡NO!

Reflexionar sobre la capacidad demostrada por ese pueblo adulto para transformar lo imposible aparente en posible real es, repito, una exigencia de la actualidad portuguesa.

Es incierto aún el mantenimiento del referéndum marcado para la fecha de las elecciones autárquicas. Pero la simple insistencia de Sócrates & Cia Ltda en defensa de la Constitución Europea es esclarecedora de las intenciones del gobierno –con el apoyo firme de toda la derecha-de desarrollar en Portugal una campaña similar a la francesa si el referendo fuera adelante.

Estamos así ante una situación que abre a nuestro pueblo una oportunidad excepcional de seguir el ejemplo del francés (y del holandés), alterando, con su participación, el rumbo de la historia.

Cabe señalar que en Francia, Jospin, el ex primer ministro del PS, fue uno de los defensores más esforzados del Sí, actitud que acompañó a la tomada por la dirección de su partido.

El llamado no fue escuchado. La gran mayoría del electorado socialista votó NO.

Contribuir a distanciar en Portugal a los electores socialistas de las orientaciones capituladoras de sus dirigentes será una tarea prioritaria en la fase de intensas luchas sociales y políticas que se inicia. Es tiempo de que los portugueses comprendan que todo continuará igual no importa que la mayoría (y el gobierno) sea del PS o del PSD

El combate al referéndum es complementario del combate en el frente de las autarquías.

La crisis profunda que el país enfrenta, agravada por una cascada de medidas reaccionarias que niegan compromisos asumidos hace pocos meses, facilita el desmontaje de los mecanismos del engranaje perverso de la dictadura de la burguesía con fachada democrática.

Creer que la Asamblea de la República, siendo instrumento del sistema de poder, puede, en el presente contexto, desempeñar cualquier papel relevante en transformaciones estructurales positivas de la sociedad portuguesa es una ingenuidad peligrosa. El Parlamento es hoy una pieza del engranaje cuya tarea, en la perspectiva de la clase dominante, consiste en servir a la estrategia del gran capital. La reducción de las desigualdades, del desempleo, la lucha contra la injusticia social son objetivos incompatibles con ese proyecto, con la lógica del neoliberalismo globalizado.

En São Bento van a proseguir las escaramuzas verbales entre el PS y el PSD y el CDS. Ellas hacen parte de la caricatura de la democracia que la burguesía nos impone.

El Partido Comunista Portugués (PCP), como único partido de izquierda de tradición revolucionaria, es la excepción. Pero el funcionamiento de los mecanismos del sistema le impide influir, por la vía parlamentaria, en el rumbo de la historia.

Solamente la lucha del pueblo, en las fábricas, en los sindicatos, en las escuelas, en lo puertos, en los servicios puede romper el círculo vicioso instalado por la dictadura de la burguesía de fachada democrática.

El NO francés sopla en estos días por Europa como un vendaval de esperanza.

Aquello parecía imposible. ¡Pero ocurrió!

En Portugal también pueden producirse situaciones que meses atrás serían inimaginables.

Dos certezas:

1. La lucha contra el referéndum conduce al desenmascaramiento del gobierno de derecha del Sr. Sócrates y de su política de sumisión al imperialismo. Puede y debe funcionar como factor de unidad popular.

2. La próxima campaña de las autarquías abre las grandes alamedas al pueblo portugués para que reasuma, con una participación diferente, el papel de sujeto de la historia.

Traducción: Pável Blanco Cabrera.