Un problema, que no un fantasma, recorre Europa. El auge de organizaciones y movimientos sociales de carácter xenófobos, racistas y aun fascistoides en numerosos países europeos, debería levantar las alarmas de todos los demócratas en Europa. Se impone un cierre de filas en defensa de los valores democráticos. La defensa de los valores de libertad, […]
Un problema, que no un fantasma, recorre Europa.
El auge de organizaciones y movimientos sociales de carácter xenófobos, racistas y aun fascistoides en numerosos países europeos, debería levantar las alarmas de todos los demócratas en Europa.
Se impone un cierre de filas en defensa de los valores democráticos.
La defensa de los valores de libertad, igualdad, fraternidad, que están en el origen y son la base que impulsó la revolución francesa son, hoy todavía, más una aspiración que una realidad universal.
Aunque puede decirse que en los más de 200 años transcurridos desde su proclamación el mundo ha cambiado profundamente, en general para bien, con avances y también retrocesos, conseguir estos valores en la práctica está muy lejos de la realidad y requiere esfuerzos todavía titánicos.
La reciente cumbre de la UE y en concreto el discurso de Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, pone de manifiesto que en Europa, y muy especialmente en los órganos directivos de la UE, estos valores están lejos de sus objetivos.
El discurso de Juncker, un personaje con una trayectoria profesional de entrega y defensa de los intereses de las oligarquías europeas y las multinacionales, propuso, como remedio al avance de las ideas y organizaciones xenófobas, racistas, antinmigrantes, que se están expresando en varios países europeos, unas medidas defensivas ante la extrema derecha, que, en realidad, cargan el problema sobre los propios emigrantes y sus países de origen:
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Reforzar las fronteras de la UE con 10.000 nuevos policías antiinmigrantes adicionales a los actuales, como cuerpo armado específico y autónomo de los Estados, para impedir su entrada en los países europeos.
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Acelerar la devolución, el retorno, de los inmigrantes sin permiso de residencia.
Resumiendo: sellado de fronteras y expulsión inmediata de los inmigrantes.
Juncker propuso también crear una «nueva alianza» con África que ayude a «canalizar las inversiones hacia este continente y fomente la creación de empleo», con una meta de 10 millones de nuevos puestos de trabajo en cinco años, hablando de una inversión de 44.000 millones de €.
Desde mi punto de vista, esto es una falacia, una cortina de humo para soslayar el problema, no es ningún compromiso real, constatable y verificable, en contenidos y en plazos. Por otra parte, ya se han formulado objetivos bienintencionados en ocasiones anteriores, sin ninguna medida práctica para su ejecución, ni resultado alguno.
Es evidente que Europa no puede absorber una corriente migratoria ilimitada, pero no es menos cierto que pueden adoptarse, conjuntamente con los Estados africanos, medidas de promoción económica y empleo en estos países que pueden hacer innecesario el flujo migratorio.
Se intenta crear una imagen de invasión de Europa por los inmigrantes, sobre todo africanos, para crear un estado de ánimo de rechazo y cierre de filas de los europeos con sus gobernantes. Estado de ánimo que es aprovechado y manipulado y engrandecido por los partidos xenófobos de rechazo a los inmigrantes y ocultación de los verdaderos problemas de los trabajadores y la población europea.
En realidad, el problema no es, ni mucho menos, tan grave como pretenden. En 2014, la población europea era de 500 millones. De ellos, unos 33 millones no eran autóctonos de países europeos, el 7% de la población. En 2017 llegaron a Europa 171.635 emigrantes, un 53% menos que en el año 2016.
Ante la política que están llevando a cabo los órganos de dirección de la UE, la población europea adopta una posición cada vez más crítica, como mínimo escéptica, hacia el papel de la UE, de sus políticas, estructuras y funcionamiento.
Cada vez más, la UE es vista como una estructura burocrática al servicio del gran capital, las multinacionales, las finanzas…
En realidad, para los trabajadores europeos, el problema realmente grave no son tanto los inmigrantes que intentan entrar en Europa en busca de trabajo, sino las oligarquías europeas, sus grandes consorcios industriales y bancarios, sus políticas antisociales, con restricciones salariales y de derechos laborales, las restricciones en servicios sociales, las privatizaciones de servicios públicos…Todo ello gestionado por una casta política, que contribuye y forma parte principal DE toda la estructura de la UE con sus granes salarios y prebendas, viajes en primera, jubilaciones de lujo…Y, especialmente, su sometimiento al imperio EEUU, a sus grandes empresas y consorcios. Véase el TTIP y todo lo que comporta. ¿Cómo es posible que los representantes políticos elegidos democráticamente por los ciudadanos europeos acepten negociar y acordar medidas industriales y económicas, con resultados previsibles de recorte de políticas sociales y restricciones democráticas, con el gran patrón, los EEUU, en secreto y sin dar cuentas públicas de sus contenidos y sin someter a la aprobación pública y democrática de los ciudadanos europeos?
En lugar de la Europa de los consorcios industriales y bancarios gestionados por una élite burocrático/política, la información, la transparencia y la participación democrática de los ciudadanos europeos, y el rendimiento de cuentas, son una necesidad de primer orden.
Una Europa dominada por el tándem franco-alemán, sobre todo Alemania, con sus imposiciones y sus beneficios astronómicos, como el caso sangrante de Grecia, con la apropiación alemana de gran parte de sus riquezas públicas: aeropuertos, autopistas…
Llegados a este punto, debe decirse que Europa tiene una responsabilidad principal en los problemas y dificultades de los habitantes de los países de África, que están en el origen de las migraciones masivas, y que es de donde proceden la mayoría de los inmigrantes.
Europa colonizó, durante dos siglos, desde inicios del siglo IXX, prácticamente todos los países africanos, de norte a sur. Durante todos estos años, los Estados europeos han explotado a sangre y fuego los recursos naturales y la mano de obra de estos pueblos, sin ninguna reserva ni compasión.
Veamos una breve relación para hacernos una idea cabal:
Inglaterra: Sudáfrica, Egipto, Nigeria, Sierra Leona, Rodesia, Kenia.
Francia: Argelia, Marruecos, Túnez, Madagascar. Habría que añadir también, aunque no esté directamente en África, dados los acontecimientos actuales, a Siria.
Alemania: Camerún, Tanzania, Namibia
Bélgica: Congo. Aquí es obligado referir la gran masacre de 10 millones de personas que los belgas realizaron en el país. La mitad de la población autóctona. Como consecuencia de la política criminal del rey Leopoldo II de Bélgica.
Portugal: Angola, Guinea portuguesa.
España: Río de Oro (Sahara español).
Esta no es una relación exhaustiva, pero sí suficiente para hacerse cargo de las gravísimas responsabilidades europeas en lo que sucede en África y a los africanos en los últimos 200 años.
El reconocimiento de las responsabilidades de los países europeos en el expolio durante dos siglos de toda África y sus riquezas naturales es un primer paso necesario para, a continuación, ofrecer a los países africanos un compromiso de diseño y financiación de estructuras productivas y formación de todo tipo a sus ciudadanos, que garantice su autonomía y su desarrollo.
De esta manera será como los africanos no se verán obligados a emigrar a Europa, con el riesgo de sus vidas y a la aventura, sin ninguna perspectiva de futuro para ellos y sus familias.
Debe tenerse muy en cuenta, además de la comunidad de intereses de clase entre los trabajadores europeos y los de África, que este continente, con una cincuentena de países, tendrá un papel determinante en el mundo y en el futuro de la humanidad.
Ahora, los tres países africanos con mayor población; Nigeria, Congo y Etiopía, suman 396 millones de habitantes; en 2030 serán 524, igual que toda Europa.
Datos del dossier de La Vanguardia, número 69. Julio/septiembre 2018.
En el año 2100 habrá 12 países de África que tendrán más de 100 millones de habitantes cada uno, con Nigeria a la cabeza con 794 millones, seguida de Congo con 379 millones y Etiopía con 250 millones.
En este año, el total de habitantes de estos doce países, del total de 50 africanos, será de 3.017 millones. El 27% de la población mundial, de 11.200 millones previstos.
Los trabajadores europeos somos los primeros interesados en que se acabe la situación de miseria y degradación de los países africanos, convertidos ahora algunos de ellos, además, en auténticos vertederos de la chatarra industrial y doméstica de los países europeos.
La lucha sindical de los trabajadores y la de los partidos de izquierda europeos debe asumir esta realidad y plantear a sus gobiernos la exigencia de soluciones, mediante acuerdos e inversiones y consolidación democrática de estos países.
Esta es la actitud que, en mi opinión, corresponde defender por parte de la izquierda europea, que, a la vez, debe ser intransigente contra las actitudes xenófobas, antinmigrantes.
La historia nos demuestra que las actitudes xenófobas y racistas dan paso al autoritarismo, y éste, al fascismo.
La reacción irracional, de sentimientos, para hacer frente a problemas que tienen un origen de clase y que solo pueden resolverse en este ámbito, lleva a la imposición y al fascismo, como ya sufrimos en la Europa de la primera mitad del siglo XX.
Que esta es la vía de avance y que, además, es posible, lo demuestra la reciente reunión en Pekín, a principios de este mes de septiembre, de 50 jefes de Estado de países de África, casi todos los países representados, con el gobierno chino, con su presidente Xi Jimping a la cabeza.
Los países africanos demuestran sentirse cómodos y compensados en los acuerdos con China, que llevan ya lustros poniéndose en práctica, y que propone ahora una inversión de 60.000 millones de euros, con bajos intereses y una colaboración técnica de soporte al desarrollo, sin imponer las condiciones draconianas habituales por parte de los países europeos y EEUU.
Europa debería sentirse moralmente obligada a participar activamente en el proceso de desarrollo de los países africanos después de la implacable explotación a la que ya me he referido.
Una iniciativa que redundaría en beneficio de la UE y los Estados africanos sería un acuerdo como el acordado con China, en los mismos términos y condiciones, aunque fuera solo de los 44.000 millones de € que anunció Juncker.
Actuemos para que la solidaridad y el apoyo de los trabajadores europeos exigiendo el compromiso y la participación europea en el desarrollo de África, y estos acuerdos afro-chinos lleven a una situación más humana en todos los sentidos a los africanos, que haga innecesaria su emigración forzada a los países europeos, evitando la explotación y los malos tratos a los que son sometidos por los gobiernos de los países de Europa, de la UE.
Luchemos para que la libertad, la igualdad y la fraternidad entre todos los pueblos sea un hecho
Fuente: http://revistatreball.cat/libertad-igualdad-fraternidad/