Fanática de Thatcher, Truss tiene un perfil neoliberal con promesas de apertura, libre mercado, Estado chico, reducción de impuestos, línea dura en las negociaciones pos-Brexit y conservadora en temas sociales.
Este martes, cumpliendo con los protocolos monárquicos del Reino Unido, Boris Johnson renunció a su cargo ante la reina Isabel II, que en una breve ceremonia pidió a la nueva primera ministra Liz Truss que forme gobierno, tras ganarle a su contrincante, el excanciller Rishi Sunak, lo que fue una larga e intensa contienda por el liderazgo del Partido Conservador.
Truss es la tercera mujer en ocupar ese cargo, tras recibir el encargo formal por parte de la reina Isabel II en el castillo de escocés de Balmoral, en Escocia, debido a los problemas de movilidad que sufre la anciana reina. Logró seducir a los miembros del Partido Conservador -los únicos que podían votar en la contienda- gracias a la simplicidad de su mensaje: reducir los impuestos, deshacerse de leyes de la Unión Europea, revertir un aumento de las cuotas del seguro nacional y suspender un impuesto a la energía verde.
Es el regreso del neoconservadurismo al Reino Unido. Tuss promete una revolución fiscal y la alianza con los empresarios, con un discurso mucho más ideológico que el de su antecesor Boris Johnson.
¿Qué añoran los conservadores? Bandera y país, un imperio supuestamente benigno, responsable de extender la Revolución Industrial y victorioso ante Napoleón y los fascismos del siglo XX. El Brexit –la sida del Reino Unido de la Unión Europea- es imposible de entender sin la frustración conservadora ante la pérdida de esta identidad histórica, señala Roy William Cobby.
Ni la salida de la Unión Europea ha saciado el deseo nostálgico de un núcleo conservador cada vez más radicalizado. La elección de Liz Truss (como la de sus predecesores) pretende conjurar el pasado y recuperar una época de gloria. Pero el mundo no es un isla.
Europa ¿dónde está?
Fanática de la exprimera ministro Margaret Thatcher, Truss tiene un perfil neoliberal con promesas de apertura, libre mercado, Estado chico, reducción de impuestos, línea dura en las negociaciones pos Brexit (la salida de la Unión Europea) y conservadora en temas sociales. La prioridad de Truss será la crisis del costo de vida en el país.
La decisión del Reino Unido de abandonar la Unión Europea (UE) sigue planteando problemas que no se han resuelto, como el controvertido protocolo norirlandés. Truss, que antes del referendo europeo defendió la permanencia en el bloque, es ahora una de las grandes defensoras de los supuestos beneficios que reporta el Brexit al país y -como canciller- impulsó la legislación que permitiría al país romper de manera unilateral partes del acuerdo de salida firmado con Bruselas.
Ante la determinación de la líder nacionalista y ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon, de celebrar un segundo referéndum de independencia en la región en la fecha propuesta del 19 de octubre de 2023, Truss ya ha avanzado que «nunca jamás» permitirá «que la familia británica se separe».
Arde el Reino y ya no está tan unido
Pero la realidad indica que la situación está que arde en el Reino Unido, que atraviesa un clima de agitación, huelgas y protestas por primera vez en cuatro décadas, en medio de una inflación que puede llegar al 18% anual, aumento descontrolado de tarifas energéticas. La crisis económica y social se suma a la crisis política que el país arrastra desde hace años y a la falta de legitimidad con la que ella misma asume.
Pongamos las cosas en orden. Los 67 millones de habitantes del Reino Unido no tuvieron voz (y mucho menos voto) en la ascensión de Truss, que fue elegida entre los 180.000 miembros del partido conservador, que son 97% blancos, mayores, ricos y varones, y se inclinan hacia la derecha y extrema derecha del arco político británico, cuando las encuestas ya le dan al opositor Partido Laborista una gran ventaja sobre los conservadores luego de la caída de Boris Johnson.
Truss no es popular en las encuestas del público en general y no fue la primera elección de los legisladores de su partido, pero fue la favorita de sus miembros. Y, a pesar de esta falta de legitimidad de origen, Truss anunció que piensa cumplir el tiempo de mandato que le quedaba a Boris Johnson, es decir hasta las próximas elecciones generales que podrían ser recién a principios de 2025.
La principal prioridad de Truss será la crisis del costo de vida del país: los altos precios de los alimentos y energía (las facturas de electricidad y gas de los hogares se triplicarán); temores de apagones este invierno; y la inflación provoca la caída de los salarios en términos reales. La mayoría no logra calentar sus hogares y alimentar a sus familias, mientras que las pequeñas empresas amenazan cerrar ante la falta de apoyo.
Los analistas se preguntan cómo hará para desactivar la ola de huelgas que se han desatado en el país por aumentos de salarios y que afectan a sectores estratégicos como el transporte, el petróleo, la logística, los puertos, el correo y la salud. Johnson ya trató de hacerlo, pero sin éxito.
El amor por Maggie
Parece una copia del triste recuerdo de Margaret Thatcher, la dama de hierro que gobernó el Reino Unido 1979 a 1990 -durante el que ordenó invadir las argentinas Islas Malvinas en el Atlántico Sur- , con fotos subida a un tanque, en un avión de combate, en la Plaza Roja de Moscú con un gorro invitando a hacer frente a Putin. No es casualidad, quiere imponer en el imaginario colectivo de que es la continuación de aquel episodio de la historia.
En su primer discurso tras su victoria palaciega, Truss ya avanzó los que serán los ejes de su programa político: una importante bajada los impuestos, abordar la crisis energética y reparar el sistema público de sanidad, aunque no dijo exactamente cómo. «Hice campaña como conservadora y gobernaré como conservadora. Cumpliré con la bajada de impuestos, con la crisis de la energía (…) y con el NHS (sistema público de sanidad)», anunció y amenazó Truss,
La flamante primera ministra se presenta con la blusa color té anudada al cuello que tantas veces luciera Thatcher. En especial quiere hacer recordar –a los más veteranos que quizá puedan creer en una reencarnación- la blusa que usara Thatcher en una acción televisada de 1979, cuando asumió el gobierno.
Antes de asumir el mando de la Secretaría de Estado para Relaciones Exteriores, Truss aprovechó una visita diplomática a Estonia para tomarse una fotografía sobre un tanque del Ejército británico, similar a la que se tomóThatcher cuando visitó a las tropas alemanas en 1986. Para colmo, cuando Truss tenía siete años, interpretó el papel de Thatcher en su escuela, en un ejercicio didáctico de las elecciones generales.
El gabinete
La formación de su gabinete confirmó casi todos los pronósticos. Truss recurrió a sus aliados más cercanos, en su mayoría procedentes del ala de ultraderecha y destacados defensores del Brexit.
Kwasi Kwarteng y James Cleverly han sido nombrados este martes ministros de Economía y de Exteriores. Como «hombre fuerte» del Gobierno aparece Kwarteng, de origen ghanés, quien deberá enfrentar la grave crisis, mientras Cleverly, oficial de la Armada, tendrá que lidiar con la Unión Europea sobre el protocolo de Irlanda del Norte incluido en el acuerdo del Brexit.
Dos mujeres, Thérèse Coffey y Suella Braverman, estarán al frente de Sanidad e Interior. La primera, vieja amiga de Truss, será también viceprimera ministra y deberá pilotar la reforma del sistema sanitario público, el NHS, mientras, Braverman, que era abogada general del Estado con Johnson y fue una de las más ardientes partidarias del Brexit, tendrá la misión de atajar la llegada de inmigrantes a través del Canal de la Mancha, otra de las obsesiones de Truss.
Cuando miró por la ventana, ante de encender la televisión y revisar tantas urgencia, Truss observó un creciente descontento y movilización en un país donde gobierna el mismo partido desde hace doce años. Donde los abogados están envueltos en huelgas intermitentes e indefinidas, por la rebaja efectiva de sus salarios ante la inflación.
A estas luchas se suman los trabajadores ferroviarios profesores universitarios, profesores de primaria y secundaria, trabajadores postales, y muchos otros paros menores en el sector público y privado. 67 millones de habitantes esperan soluciones.
* Periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)