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Lo que nos jugamos en Europa

Fuentes: El Plural

El dominio liberal en la Unión Europea Las elecciones de este domingo al Parlamento Europeo afectarán, de una manera u otra, a la calidad de vida de las clases populares de todos los países miembros de la Unión Europea, incluyendo España. Y en cambio, no hay conciencia, a nivel de calle, de que esto sea […]


El dominio liberal en la Unión Europea

Las elecciones de este domingo al Parlamento Europeo afectarán, de una manera u otra, a la calidad de vida de las clases populares de todos los países miembros de la Unión Europea, incluyendo España. Y en cambio, no hay conciencia, a nivel de calle, de que esto sea así. Hoy, la Unión Europea configura en gran parte las políticas económicas y sociales que determinan el bienestar de la población de sus estados miembros. La evidencia de esta realidad es abrumadora. En un artículo reciente («¿Qué pasa en la Unión Europea?» Público. 21.05.09) indiqué cómo esta Europa se ha estado construyendo a espaldas de las clases populares, con unos costes económicos y sociales que son fáciles de ver. Los indicadores de calidad de vida y bienestar social de las clases populares se han ido deteriorando en la mayoría de países de la Unión Europea, mientras que los beneficios empresariales y financieros en cada uno de aquellos países han aumentado de una manera exuberante (para mayor detalle de tal deterioro de la situación de la Europa Social, ver Navarro, V. «Como está evolucionando la situación social de la Unión Europea» en la colección dirigida por Josep Borrell «Europa en la Encrucijada». 2007, colgado en mi blog www.vnavarro.org, sección Europa)

Este deterioro ha ocurrido por tres razones. Una es el enorme dominio del pensamiento liberal, y las políticas públicas que ha inspirado, en los gobiernos de los países miembros de la UE, en el Consejo de la UE, en la Comisión Europea y en el Banco Central Europeo. El liberalismo es la ideología de las clases empresariales y financieras y ha dominado la construcción de Europa. La reducción del gasto público; la disminución de la protección social; la desregulación de los mercados de trabajo y la desregulación del comercio y del capital financiero, han sido las constantes que han caracterizado la construcción de la Unión Europea.

La segunda causa ha sido la reproducción de tal pensamiento también en grandes sectores de la socialdemocracia, que ha promovido el socioliberalismo, primo hermano del liberalismo. La Tercera Vía se convirtió en el mayor punto de referencia de los gobiernos socialdemócratas. La Tercera Vía identificó la modernidad del proyecto socialista con la adopción del liberalismo económico. Ser moderno era ser liberal.

Y la tercera causa ha sido la expansión de la UE hacia los países del este de Europa que, inmunizados contra cualquier intervención pública como consecuencia del fracaso de los regimenes comunistas, se convirtieron en incondicionales del otro polo (el modelo liberal), apoyados en este intento por el gobierno federal de EEUU del Sr. Bush y por el gobierno británico laborista del Sr. Blair.

Resultado de estos tres factores es que el dominio de las derechas es casi absoluto en la UE. Hoy, instituciones como el Tribunal Comunitario de la UE, están dictando sentencias que suponen un ataque frontal a los derechos sociales y laborales en la UE. La lista de tales ataques es larga. Desde la directiva de servicios Bolkenstein, a los casos Laval y Buffet, incluyendo la expansión del horario laboral a 65 horas semanales, la Unión Europea ha sido hostil a los intereses de las clases trabajadoras de sus países miembros.

El déficit democrático y el Parlamento Europeo

El único entorno en el que existe un espacio democrático ha sido el Parlamento Europeo, sujeto de las elecciones de este domingo. El poder de este Parlamento es limitado. Y ello no es por casualidad. El enorme déficit democrático de las instituciones europeas responde a un diseño del mundo empresarial y financiero. Ello apareció en la llamada estrategia de Lisboa, aprobada en el año 2000, que tenía como objetivo alcanzar el nivel de competitividad de EEUU, introduciendo reformas liberales que eran muchas de ellas una copia mimética del modelo liberal estadounidense (tal como desregular los mercados laborales y financieros). Pero las élites que diseñaron tal estrategia eran conscientes de que tales medidas eran profundamente impopulares. De ahí que transfirieran el poder de decisión de los estados al nivel de la UE, donde hay una escasísima posibilidad de intervención popular. El único espacio donde tal intervención puede tener lugar es el Parlamento Europeo. En este Parlamento, hay partidos políticos que son los corresponsales europeos de los partidos nacionales. El PP está en el Partido Popular Europeo, el PSOE-PSC está en el Partido Socialista Europeo, IU-ISC está en la Izquierda Europea, y así otros. Hoy el Parlamento Europeo tiene una mayoría conservadora que explica que sólo modifique en parte lo que le llega de arriba (de la Comisión y del Consejo, ambos bajo dominio liberal). Tal Cámara pudo parar la extensión de la semana laboral a 65 horas, pero es más la excepción que la regla.

Está claro, pues, que esta Europa no es la Europa que las clases populares desean. Es urgente que la situación cambie. Y ello no será nada fácil. Pero sería un error que las personas conscientes de esta situación se abstuvieran. El establ¡shment europeo presentará al público la abstención como una muestra más del desinterés de la población y su incapacidad de entender las complejidades de construir Europa. En realidad, la abstención es una muestra más del distanciamiento de las clases populares hacia las instituciones europeas. Pero la abstención reforzará el status quo, que es lo peor que puede ocurrir. De ahí la enorme urgencia de que se vote a las fuerzas reformistas de izquierda que pidan el cambio. Se necesita una izquierda fuerte a la izquierda de la socialdemocracia, y se necesita una socialdemocracia distinta a la que ha dominado el centro-izquierda europeo, que abandone el socioliberalismo y recupere sus valores socialdemócratas, bastante abandonados. De ahí la importancia de este domingo.

Vicenç Navarro Catedrático de Políticas Públicas. Universitat Pompeu Fabra

(www.vnavarro.org)