El autor hace un recuento de los tantos intentos de Estados Unidos y Gran Bretaña por destruir gobiernos que representaron un modelo de desarrollo izquierdista a las políticas pro-corporativas impulsadas en Londres y en Washington, y que ofrecieron perspectivas positivas para los millones de pobres del mundo en desarrollo.
El Reino Unido ha planeado o ejecutado alrededor de 40 intentos para destituir gobiernos extranjeros en 27 países desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que incluyen a las agencias de inteligencia, intervenciones militares encubiertas y abiertas, y asesinatos, expresó Declassified UK.
Probablemente el golpe de Estado más conocido organizado por la inteligencia británica desde 1945 fue el derrocamiento del gobierno democráticamente elegido de Irán en 1953 —una operación planificada junto con la CIA—. Pero el Reino Unido ha estado implicado en al menos otros 41 intentos de derrocamiento desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Estos van desde acciones dirigidas por agencias de inteligencia hasta procedimientos tutelados por militares, tanto abiertos como encubiertos, y algunas han tenido éxito desde el punto de Whitehall, mientras otras no cumplieron sus objetivos.
Muchas permanecen poco conocidas mientras que otras están envueltas en el secreto, con muy pocos detalles que han surgido.
De hecho, el año 1953 fue ajetreado para los planificadores de Whitehall ya que, además de derrocar a Mohammad Mossadeq en Irán, enviaron una cañonera para derrocar el gobierno elegido democráticamente en la Guayana Británica, dirigido por el popular nacionalista Cheddi Jagan.
Al mismo tiempo promovían operaciones de propaganda antigubernamental en Guatemala. Esa campaña británica preparó el terreno para el derrocamiento de otro gobierno nacionalista y electo popularmente: el de Jacobo Arbenz en 1954, ideado por la CIA.
Y como si esto no fuera suficiente, los operativos ocultos del Reino Unido también estaban ocupados en ese momento planificando la destitución y el asesinato del presidente egipcio Gamal Abdel Nasser, en diferentes esquemas, luego de que este asumiera el poder en una revolución nacionalista en 1952.
La asunción de Nasser desafió la posición de Gran Bretaña en el Medio Oriente y la estabilidad de las monarquías conservadoras y represivas —muchas de ellas de naturaleza casi medieval— que Whitehall, entonces y ahora, estaba apuntalando, especialmente en la región del Golfo.
De hecho fueron estas fuerzas nacionalistas las que se constituyeron como los enemigos principales del Reino Unido en el denominado «tercer mundo» después de 1945, incluso cuando los más conspicuos periodistas y académicos escribieron sin cesar sobre la amenaza soviética y la Guerra Fría.
Planificación incansable
Durante la década de los 1950, los planes de cambio de régimen británico fueron persistentes, con más operaciones conocidas elaboradas para promover levantamientos contra los gobiernos nacionalistas en Siria en 1956 y 1957, ninguna de las cuales se implementó por completo.
Sin embargo, una actividad puesta en práctica fue la guerra encubierta instigada por Estados Unidos en Indonesia con la intención de estimular una insurreción contra el presiente Sukarno, comenzando en las innumerables islas exteriores del país. Sigue siendo una de las operaciones disimuladas menos conocidas del Reino Unido; eventualmente fracasó.
De todos modos Sukarno fue derrocado una década después en una de las peores masacres del siglo XX, promulgada por el ejército indonesio bajo el mando del general Suharto. Los archivos desclasificados muestran que el Reino Unido respaldó las matanzas de comunistas, izquierdistas y aldeanos en 1965 y 1966, que acabaron con la vida de cientos de miles de personas.
El Reino Unido llevó a cabo experimentos mediáticos para contrarrestar a Sukarno y entregó mensajes cifrados a los generales en los que les aseguraba su aquiescencia en su ascenso al poder. Suharto gobernó Indonesia —usualmente recurriendo a la brutalidad pura— por tres décadas.
¿Gobernando el mundo?
A lo largo de la década de 1960 hubo poca disminución en la creencia de los funcionarios de Whitehall sobre que podían poner en el poder a quienes quisieran, al menos en ciertos países.
La evidencia sugiere que en 1961 participaron en el asesinato de Patricio Lumumba, el primer líder del Congo elegido democráticamente, quien fue objeto de una feroz campaña por parte del MI6 y la CIA para derrocarlo, antes de que fuera capturado y torturado.
Las maquinaciones mediáticas del notorio Departamento de Investigación de Información del Ministerio de Relaciones Exteriores —una unidad de propaganda establecida en 1948— también ayudaron a derrocar a João Goulart de Brasil en 1964. Su ambicioso programa de reforma agraria y la extensión del voto hacia las poblaciones analfabetas de Brasil enfurecieron a la élite política, militar y empresarial del país, y a la CIA, que eventualmente ayudó a destituirlo.
A estas alturas, Gran Bretaña estaba asegurándose de que Cheddi Jagan —que había regresado después de ser destituido diez años antes— no pudiera consolidar su poder en la Guayana Británica, ya que los funcionarios manipularon el sistema en un golpe constitucional para garantizar que no fuera elegido nuevamente.
La mitad de la década de 1960 también fue una era de golpes en los Estados donde ejercía influencia el Reino Unido en la región del Golfo.
En 1964 los funcionarios militares británicos con base en Arabia Saudita, quienes asesoraban a la Guardia Nacional Saudita, ayudaron al príncipe Faisal a destituir a su hermano mayor: el rey Saud. El año siguiente, los británicos patrocinaron la destitución del gobernante de Sarja, Saqr bin Sultan al-Qasimi, en favor de otro: Khalid bin Mohammed Al Kasimi.
Luego, el año siguiente, realizaron un ejercicio similar en otro emirato, Abu Dabi, reemplazando nuevamente a su gobernante con su hermano, Zayed bin Sultan Al Nayhan, el padre del actual presidente de los Emiratos Árabes Unidos.
En 1970 se produjo un golpe en otro Estado títere británico estrechamente controlado (Omán), que fue organizado por funcionarios británicos. Puso en el poder al sultán Qabus, quien gobernó con mano dura por más de 50 años hasta su muerte en 2020.
Asesinar a Gaddafi y a algunos otros
Casi tan pronto como Muammar Gaddafi tomó el poder a raíz de un golpe militar en Libia en 1969, conducente a la nacionalización de las actividades petroleras británicas, Gran Bretaña trató de destituirlo. Primero vino un levantamiento y un golpe planificados en 1970 y 1971, los cuales, sin embargo, no fueron llevados a cabo.
Más de una década después, el Reino Unido ofreció sus bases aéreas a los aviones de combate estadounidenses que realizaban bombardeos en Trípoli, la capital de Libia, que tenían como objetivo el complejo de Gaddafi, acción que mató a unas pocas docenas de personas, pero no a él.
Gran Bretaña lo intentó de nuevo 10 años después, en 1966, cuando el MI6 financió secretamente a los militares islamistas para que asesinaran a Gaddafi en la ciudad de Sirte, una operación que nuevamente mató a los transeúntes pero no al gobernante libio.
En 2011 Gran Bretaña lo atrapó mediante la perpetración de una gran campaña aérea, con apoyo encubierto a los militares islamistas en el terreno, para finalmente derrocar a su gobierno, y Gaddafi fue asesinado en octubre de ese año.
Sin embargo se cree que no solo Gaddafi, Nasser y Lumumba fueron asesinados, según la evidencia que ha surgido. El exfuncionario del MI6, Richard Tomlinson, alegó que el MI6 trazó planes para matar al líder yugoslavo Slobodan Milosevic en 1992.
Después está Uganda. En 1969 se afirmó que el Reino Unido planeó el asesinato del presidente Milton Obote, a quien Gran Bretaña confrontó debido a sus políticas económicas nacionalistas y su oposición a la segregación racial en Sudáfrica.
A mediados de la década de 1970 el primer ministro, Harold Wilson, propuso asesinar al homicida Idi Amin, el sucesor de Obote. A finales de esta década el secretario de Relaciones Exteriores, David Owen, dijo que también había propuesto asesinar a Amin, quien eventualmente pasó el resto de sus días en el exilio en Arabia Saudita.
Más golpes
A lo largo de décadas invertidas en liquidar a Gaddafi y otros, Gran Bretaña instigó operaciones para destituir gobiernos, sobre la mayoría de las cuales ha surgido poca información y que siguen siendo turbias.
Si bien África, Asia y Latinoamérica fueron el tablero de ajedrez principal para los planificadores británicos, Europa no estuvo fuera de la agenda. En 1976, la evidencia apunta a la participación británica en un complot golpista para derrocar al gobierno en Italia, en un momento en que parecía que el Partido Comunista Italiano (PCI) podría ganar o influir en el siguiente gobierno.
Los informes también sugieren que el MI6 estuvo involucrado en dos golpes de Estado en Azerbaiján en 1992 y 1993 para promover los intereses petroleros británicos —específicamente los de BP— en el país. Se conocen pocos detalles sobre estos episodios. Se retiró uno de los últimos informes de los medios que detallaban las perpetraciones, presumiblemente por el impacto de un DSMA-Notice —solicitud oficial a los editores de noticias para que no publiquen artículos sobre temas específicos por razones de seguridad nacional— del gobierno, y poco ha surgido desde entonces.
En la última década los operativos clandestinos del Reino Unido se han mantenido activos en el intento de derrocar gobiernos. Bashar Al Assad en Siria ha sido el objetivo de un desarrollo británico de años de duración para entrenar y respaldar a la oposición armada, y para promover los medios y acciones de ayuda al cambio de régimen.
En Latinoamérica, Declassified reveló que el embajador británico apoyó el golpe de Estado de la derecha contra el presidente Evo Morales en 2019, y que los intereses del Reino Unido en asegurar el acceso al litio tuvieron un papel clave.
En Venezuela el Reino Unido, junto con varios otros países occidentales, reconoció un gobierno alternativo al de Nicolás Maduro en 2019, y promovió a Juan Guaidó como el “presidente interino”. Gran Bretaña también ha promovido recientemente los proyectos de medios y ONG para respaldar a la oposición venezolana.
Este se ha sumado a la lista de actividades fallidas de cambio de régimen del Reino Unido ya que a principios de 2023 Guaidó se vio obligado a renunciar cuando el congreso de Venezuela disolvió su “gobierno”.
Dar la bienvenida a los derrocamientos
Esta lista de golpes y derrocamientos es emergente; sin duda, en el futuro aparecerán más ejemplos y detalles. Lo que el catálogo no incluye son aquellos golpes a los que el Reino Unido dio la bienvenida pero no tuvo participación directa, hasta donde se sabe.
Por ejemplo, los archivos desclasificados muestran la fuerte acogida por parte del gobierno británico al sangriento golpe de Estado liderado por el general Augusto Pinochet que derrocó a Salvador Allende, elegido democráticamente en Chile en 1973.
Los funcionarios británicos también brindaron un fuerte apoyo a Idi Amin cuando tomó el poder en Uganda en 1971, y es posible que participaran en su ascenso después de mucho tiempo queriendo derrocar a su predecesor, Obote.
En la década siguiente, el gobierno de Margaret Thatcher apoyó firmemente la invasión de Estados Unidos a Panamá en 1989, con la intención de derrocar a Manuel Noriega. También respaldó —al principio de mala gana— públicamente la intervención de Washington en Granada en 1983, que destituyó al gobierno de Maurice Bishop, quien posteriormente fue ejecutado.
Maligno, benigno
Algunas de las intervenciones británicas han sido contra fuerzas represivas y malignas.
Saddam Hussein de Irak, otro objetivo británico constante en los 1990, era un monstruo. Pero empezó a serlo en la década de los 1980 cuando el Reino Unido armó e intercambió con él para luchar en contra del Irán del ayatolá Jomeini en la guerra Irán-Irak.
Gaddafi de Libia actuó en ocasiones contra principios democráticos, pero su gobierno —que trajo desarrollo a muchos en Libia— puede parecer positivo en comparación con el terrorismo, la anarquía y la guerra en curso después de la intervención británica en 2011.
Pero muchas intervenciones británicas se han dirigido específicamente a las fuerzas populares progresistas para destituirlas deliberadamente a favor de los gobiernos que promueven los intereses económicos británicos y occidentales.
La democracia naciente de Mossadeq fue derrocada en beneficio de la Anglo-Iranian Oil Corporation, una precursora de BP. El gobierno de Cheddi Jagan fue reemplazado porque sus políticas económicas —que beneficiaban a los pobres de Guyana— amenazaban los intereses británicos del azúcar y la bauxita.
Lumumba, Arbenz y Goulart fueron otros que presentaron un modelo de desarrollo izquierdista, como alternativa a las políticas pro-corporativas impulsadas en Londres y en Washington, que ofrecían perspectivas positivas para los millones de pobres del mundo en desarrollo.
Fue en gran parte por esta razón que se convirtieron en víctimas del poder británico y estadounidense.