Finalmente la Comisión Europea ha cedido: la propuesta de metodología para hacer cumplir con los objetivos de reducción de emisiones en los combustibles de transporte -que pretendía la Directiva de Calidad de los Combustibles- cede a las presiones ejercidas por Canadá y EEUU en las negociaciones comerciales que la UE mantiene con sendos países. Se […]
Finalmente la Comisión Europea ha cedido: la propuesta de metodología para hacer cumplir con los objetivos de reducción de emisiones en los combustibles de transporte -que pretendía la Directiva de Calidad de los Combustibles- cede a las presiones ejercidas por Canadá y EEUU en las negociaciones comerciales que la UE mantiene con sendos países. Se evita de este modo que dicha regulación pudiera representar un obstáculo a la entrada de petróleos supercontaminantes en la UE; y se deja vía libre para que el petróleo de arenas bituminosas de Canadá entre libremente en el mercado europeo. Las principales beneficiadas son las grandes petroleras con intereses en este tipo de petróleos, entre las que se encuentra Repsol.
Con más de un año de retraso, la Comisión Europea publicado esta semana por fin la propuesta para contabilizar las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del petróleo que se suministre en la Unión Europea. El asunto no es baladí, ya que dependiendo de la metodología empleada resultaría que determinados petróleos -dependiendo de su procedencia o tipología- emitirían más GEI que otros. Y al final es la metodología elegida la que determinará cómo se cumplirá con el objetivo -incluido en la Directiva de Calidad de los Combustibles (FQD, por sus siglas en ingles)- de reducir para 2020 un 6% las emisiones de los combustibles de transporte respecto a las emisiones medias de 2010. Uno de los pocos objetivos de reducción de GEI en materia de transporte de la UE, que forma parte del paquete de medidas aprobado en 2009 para lograr el objetivo global de reducir en 2020 un 20% las emisiones de GEI respecto a 1990.
Para saber cuántas emisiones se asocian a cada tipo de petróleo, la Comisión Europea encargó un estudio cuyas conclusiones fueron claras: los petróleos no convencionales (llamados así porque su obtención requiere de técnicas más complejas y sofisticadas que la simple extracción mediante la excavación de pozos) requieren de un mayor consumo de energía para su obtención y transporte, lo que se traduce unas mayores emisiones de GEI respecto a los petróleos convencionales: un 23% más en el caso del procedente de las arenas bituminosas, y un 50% más en el caso de los procedentes de esquistos bituminosos. Esto significaba que si la UE aplicaba la metodología distinguiendo por tipología y procedencia de petróleo, y a su vez mantenía el objetivo de reducción del 6%, los petróleos más contaminantes se verían penalizados, y se dificultaría su entrada al mercado europeo. Por esta razón, las petroleras con intereses en los petróleos más contaminantes, entre ellas Repsol, junto con el gobierno de Canadá y EEUU, países que albergan respectivamente las mayores reservas de petróleo de arenas bituminosas y de esquisto, se opusieron frontalmente a la diferenciación por tipología de petróleo y a la penalización de los más contaminantes. Propugnaban, a cambio, un simple valor medio para toda clase de petróleo, independientemente de su tipología.
El ámbito prioritario desde donde ejercer la presión necesaria para lograr que la metodología aprobada fuera acorde a sus intereses, fueron las negociaciones iniciadas con el gobierno de Canadá en 2009, y con EEUU en 2012, para lograr sendos acuerdos de libre comercio. En el caso de Canadá -cuyo acuerdo se encuentra mucho más avanzado- es el CETA, y en el caso de EEUU, el TTIP. En ambos casos, fueron los gobiernos de los respectivos países los que hicieron de correa de transmisión de los intereses de las grandes petroleras, tal y como se demuestra en un estudio publicado hace dos meses.
Y parece que finalmente lo han conseguido: la propuesta publicada por la Comisión Europea no establece diferencias por tipo de petróleo, sino que como referencia se utilizará un valor medio, tal y como pedían las petroleras. De este modo, se hace evidente como la firma de estos acuerdos implican una merma y un retroceso de los compromisos y normativas ambientales, tal y como llevan denunciando desde años decenas de organizaciones civiles a ambos lados del Atlántico.
La renuncia a aplicar una regulación que dificultara la entrada de petróleos supercontaminantes, y tender hacia que los petróleos consumidos en el mercado europeo fueran en 2020 algo más limpios que los consumidos en 2010, pone en entredicho el objetivo de reducción del 6% de GEI de los combustibles comprometido por la UE: al aplicar un valor medio para todo tipo de petróleo no queda claro como se lograra dicho objetivo, al no existir una referencia clara sobre la que evaluar.
De este modo la UE antepone los acuerdos comerciales a sus compromisos climáticos, ya de por sí poco ambiciosos. Las negociaciones por conseguir acuerdos de libre comercio con Canadá y EEUU se han cobrado así su primera víctima en materia de regulación ambiental, sin embargo no será la última. A no ser que la sociedad europea ponga freno a la firma de dichos acuerdos (CETA y TTIP) por parte de las autoridades de la UE, veremos cómo se continúa por la senda de la desregulación ambiental, poniendo en peligro los escasos y poco ambiciosos compromisos ambientales de la UE. Por esta razón Ecologistas en Acción invita a la movilización del mañana, sábado 11, para impedir que estos acuerdos vean la luz.
Mariano González forma parte de Ecologistas en Acción