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Nicaragua

Los afectados por el Nemagón, nuevamente en marcha

Fuentes: Rel-UITA

La primera vez que escuché hablar del drama del Nemagón fue en 1999. Miles de ex trabajadores y trabajadoras del banano afectados por este mortal agrotóxico habían recorrido a pie los 140 kilómetros que separan la ciudad de Chinandega de la capital Managua

Venían a protestar para que la Asamblea Nacional aprobara una ley especial para poder enjuiciar a las transnacionales que habían producido, comercializado y aplicado el producto incriminado. Parecían no tenerle miedo a la muerte, ni a la vergüenza de enseñar sus cuerpos deformes y contar sus tristes historias cargadas de dolor y sufrimiento. Estaban dispuestos a todo para lograr esta ley y permanecieron frente al Parlamento hasta alcanzar su objetivo.

Ese ejemplo de lucha social y de determinación para que se reconocieran sus derechos violados, obligó a las instituciones a poner en la agenda nacional el tema del Nemagón y de los efectos de los agrotóxicos en la salud humana y en el ambiente. Miles de humildes campesinos supieron plantearle a Nicaragua y al mundo entero la necesidad de mirarse al espejo y reflexionar sobre los horrores que el modelo de producción implementado por décadas había engendrado. No se trataba solamente de enjuiciar a las transnacionales, sino de pedir al Estado que reconociera la existencia de una emergencia nacional, que aceptara la vergüenza de su silencio decenal y trabajara para dar respuestas efectivas y definitivas al problema.

La lucha de los ex trabajadores del banano recorrió el mundo. Sus rostros curtidos por el sol, sus miembros retorcidos, sus gritos de enojo frente a la intransigencia de las transnacionales y de las instituciones aparecieron en los medios de comunicación de todos los continentes, junto con esa capacidad de burlarse y reírse del futuro, como forma de exorcizar al ineluctable futuro que los esperaba detrás de la esquina.

Y tuvieron que seguir marchando, frente a las maniobras de políticos cegados por lo que el analista político Ignacio Ramonet llama el «Pensamiento único» y por la trágica costumbre de seguir fielmente las órdenes que provenían desde la potencia del Norte. Regresaron en 2002 para defender la Ley 364 contra las pretensiones de la embajada norteamericana de declararla inconstitucional, y en 2004 para que el Estado se hiciera cargo de esta emergencia nacional.

El terreno situado frente a las instalaciones de la Asamblea Nacional, donde surge el monumento al periodista mártir Pedro Joaquín Chamorro, fue rebautizado «la Ciudadela del Nemagón». La ciudadanía comenzó a acercarse para preguntar, conocer las historias, compartir momentos y comida con las miles de personas acampadas. Managua fue conociendo poco a poco el valor y la obstinación de ese pueblo de occidente, aprendiendo a convivir con sus sueños que, muchas veces, se estrellaban contra el muro del desinterés institucional.

La última marcha fue en 2005 y se le dio el nombre de «Marcha sin retorno». La evolución de su lucha los llevó a unir esfuerzos con otros sectores, como los ex trabajadores azucareros afectados por la Insuficiencia Renal Crónica (IRC) y a pedir apoyo a las organizaciones de la sociedad civil nacional e internacional. Juntos presentaron una larga lista de demandas, que no sólo abarcaban el aspecto social y sanitario de su situación, sino temáticas mucho más amplias, como la reforestación, la prohibición de una larga lista de agrotóxicos, los análisis de las aguas contaminadas de occidente, proyectos productivos, el control de las quemas en los ingenios azucareros, la implementación de un modelo productivo sostenible, entre otros.

Fueron ocho meses de lucha y negociaciones intensas con el gobierno y con la Asamblea Nacional que desembocaron en acuerdos con ambas instituciones, no sin dejar un rastro de muerte y agudización de las enfermedades.

Pero no todo fue positivo. A lo largo de los años, los bananeros se dividieron en muchas fracciones, en un vórtice de donde surgieron asociaciones, organizaciones, bufetes de abogados, líderes sindicales, políticos y seudo líderes populares. La división fue, sin lugar a dudas, uno de los elementos que más afectó y dañó esa lucha.

La Asociación de Trabajadores y ex Trabajadores Afectados por el Nemagón y Fumazone (Asotraexdan), cuyo presidente es Victorino Espinales, siguió protagonizando las marchas y las protestas, decidiendo finalmente abandonar la vía de los juicios en contra de las transnacionales a través de abogados y buscando una negociación directa con la Dole.

Otros grupos, cada quien con sus líderes y abogados nacionales y norteamericanos, se reunieron formando el Grupo de los Ocho y siguieron buscando la vía judicial, renunciando a las protestas y a las marchas. Las instituciones y las mismas transnacionales aprovecharon la confusión para sembrar cizaña y al final, las acusaciones, las denuncias y las ofensas entre los diferentes grupos empañaron aquella lucha inicial, debilitándola y creando desconcierto entre la gente que con entusiasmo había demostrado su apoyo y solidaridad.

La nueva marcha

El pasado 20 de mayo, los bananeros de Asotraexdan decidieron emprender su quinta marcha hacia Managua, esta vez para reclamarle al nuevo gobierno el respeto de los acuerdos firmados por la administración Bolaños en 2005 y denunciando que se les ha suspendido la atención sanitaria prioritaria acordada en estos acuerdos. A las demandas iniciales, los bananeros estarán presentando otros puntos.

Una vez más, ese grupo de afectados marchará con sus bolsos y sus lonas de plástico negro para protegerse de la lluvia que está comenzando a caer copiosa sobre Nicaragua. Según Victorino Espinales, esta es la única forma para que el gobierno los escuche, después de haber enviado tres cartas al presidente Ortega, sin tener respuesta, para que se vuelva a conformar una Comisión Interinstitucional y entablar nuevas negociaciones.

Ha pasado más de un año y medio desde que se fueron, pero muy poco se ha cumplido desde la firma de los acuerdos en mayo del 2005. Ahora los bananeros regresan, pero muchas de la condiciones iniciales han cambiado. Desde la primera marcha en 1999 han muerto casi 1.700 personas (196 desde que regresaron a sus casas en octubre del 2005) y otras 1.600 no podrán participar por el grave estado de salud en que se encuentran. La misma dramática situación se refleja en los otros grupos de bananeros.

En Managua se espera la llegada de unas 1.500 personas, pero al momento de iniciar la marcha se contabilizaban poco más de 300. También se rompió la unidad entre los sectores que protagonizaron la «Marcha sin Retorno». Los cañeros de ANAIRC ya no serán parte de esta nueva protesta por problemas que se generaron entre las organizaciones. Habrá también que ver cual será la reacción de la población, de la sociedad civil y del nuevo gobierno frente a esta nueva e inesperada decisión de regresar a Managua y al intercambio de acusaciones entre los diferentes líderes, dirigentes sindicales y abogados de los diferentes grupos.

La querella, una vez más, podría empañar el verdadero significado de una lucha que ha cruzado las fronteras de Nicaragua y ha sido ejemplo de resistencia en el mundo.