Una situación absurda: poco antes de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea tuvo lugar una conferencia internacional a mediados de junio en las cercanías de Berlín, cuyo objetivo era «impulsar el desarrollo de Cuba para más libertad política y mayor democracia», La Habana solamente recibió elogios al principio. […]
Una situación absurda: poco antes de la Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea tuvo lugar una conferencia internacional a mediados de junio en las cercanías de Berlín, cuyo objetivo era «impulsar el desarrollo de Cuba para más libertad política y mayor democracia», La Habana solamente recibió elogios al principio. El gobierno socialista habría logrado integrar políticamente y socialmente a todos los niveles de la población, se dijo en la reunión que había organizado la «Academia Evangélica» en la capital alemana. Se dijo además que los jóvenes estarían incluidos en las distintas organizaciones de masa cubanas y que había que reconocer el crecimiento de la economía. Sin embargo, el hecho más importante era que «la situación política se mantendría estable después de Fidel Castro».
Por supuesto, los que se reunieron en Schwanenwerder, Berlín, bajo el lema «¿Cuba Libre?», no eran amigos del socialismo cubano. Aunque casi la totalidad de los participantes al congreso rechazaron la política agresiva de Washington, para los protestantes también se trataba de «Reformas» políticas. La población cubana, según los participantes que se encontraban en la lejana Alemania, «anhela (…) más libertades y la mejoría de su situación económica».
Proceso de Helsinki para Cuba
Por supuesto, los Estados Unidos de América tampoco salieron airosos. Los religiosos, investigadores y periodistas estuvieron de acuerdo en que la política exterior de Washington es «culpable de la situación política en Cuba». También se rechazaron los intentos más recientes de los anticomunistas europeos y de sus socios estadounidenses de estereotipar un cambio de régimen en Cuba como en Europa Oriental después de 1989/90. Las situaciones serían muy diferentes, expresó Hinnerk Berlekamp, periodista del periódico Berliner Zeitung. Además, el mismo Banco Mundial ha comprendido entretanto que los procesos de transformación en los países ex-socialistas de Europa son calificados de negativos en su mayoría. Entonces, estos procesos solamente sirven de ejemplo a aquellos que se dejaron o se dejan llevar por razones ideológicas.
La conferencia de la «Academia Evangélica» fue el punto culminante de una serie de reuniones sobre Cuba que se organizaron en Alemania mientras que Berlín ocupó la presidencia del Consejo Europeo. Algunas semanas antes, la fundación democratacristiana Konrad-Adenauer había invitado a participar en diálogos sobre Cuba. El año anterior, la así llamada Sociedad Internacional para los Derechos Humanos (IGFM, por sus siglas en alemán), una organización conservadora de derecha, se reunió con enemigos de Castro de Europa y de los Estados Unidos de América. Sin embargo, contrario a los enemigos de derecha de Cuba, los cuales mantienen estrechos contactos con los postfranquistas del Partido del Pueblo de España y con contrarrevolucionarios en los Estados Unidos de América, los participantes del último congreso buscaban un camino independiente. Su posición sobre la Cuba socialista es más realista, la estrategia del cambio de sistema más pérfida.
Entonces no fue un milagro que en la convención política de los evangélicos se hablara del concepto de «cambio mediante el acercamiento», el cual fue desarrollado por el ex-canciller federal Willy Brandt contra la RDA. Durante el congreso que se efectúo en las cercanías de Berlín se dijo que, en colaboración con la Iglesia cubana, se buscaría el «diálogo» y se «fortalecería la sociedad civil». Bernd Wulffen, el ex-embajador de Alemania en la Habana fue quién tradujo políticamente los imprecisos conceptos expresados durante la conferencia que duró tres días. El ex-diplomático, quién se sigue ocupando de Cuba aún después de su retiro, dijo que Occidente debería lograr un proceso Helsinki para Cuba. También dijo que se podría imaginar en Alemania una comisión de elder statesmen (viejos estadistas de mucha experiencia), la cual podría dirigir un mecanismo como éste. También la Iglesia podría asumir un «papel como mediadora».
Una base permanente en Cuba
Con la comparación de Wulffen quedó claro el objetivo de esta, por el momento, última conferencia sobre Cuba en Alemania, puesto que con el proceso Helsinki, el Occidente había logrado por primera vez a mediados de los años sesenta una palanca para destruir el bloque socialista desde adentro. O como publicó un periódico burgués de Alemania: el proceso Helsinki posibilitó «aquellas grietas muy finas en el sistema (…), las cuales condujeron más tarde a la apertura del dique de la libertad». Al comienzo este objetivo se logró mediante un acercamiento. El principio de no intervención en los asuntos internos quedó plasmado por primera vez en el acta final de la conferencia del 1ro de agosto de 1975. Como compensación, los gobiernos socialistas se comprometieron a hacer concesiones en los asuntos de derechos humanos. Con la apertura negociada se habían sentado las bases para el trabajo de numerosos grupos antigubernamentales, los cuales, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, establecieron una base permanente para el Occidente en el interior del bloque socialista. El movimiento por los derechos civiles en la RDA es un ejemplo, el grupo «Carta 77» en la Checoslovaquia es otro.
No es casualidad que también los ministros de relaciones exteriores de la Unión Europea le hayan propuesto un diálogo a Cuba poco antes de la Cumbre de la Unión Europea, y que declararan al mismo tiempo: «La Unión Europea mantendrá el diálogo con la sociedad civil cubana y seguirá concediendo apoyo práctico a todas las partes de la sociedad para el camino hacia un cambio pacífico en Cuba». El gobierno alemán, compuesto por una coalición de socialdemócratas y democratacristianos, ya había hecho publicidad en las semanas anteriores para un «diálogo constructivo (…) con las autoridades cubanas y todas las fuerzas sociales importantes de Cuba en documentos parlamentarios». Según este gobierno, esta también sería la posición de los demás Estados miembros de la Unión Europea.
Respuesta a la presión estadounidense
Sin embargo, aún cuando la oposición al socialismo cubano es un consenso básico en la política de la Unión Europea, la posición no es homogénea. Si exceptuamos el camino atípico de España, Europa está profundamente dividida en el tema Cuba. Durante un congreso anterior sobre Cuba en Berlín, el anticomunista y ministro del exterior checo en funciones, Karel Schwarzenberg, había descrito acertadamente ambos grupos. España, Italia, Portugal y Francia abogarían por la política de «transición moderada» en Cuba, la cual critica Schwarzenberg. Por otra parte se encontrarían los aliados de los Estados Unidos de América: Gran Bretaña, los Países Bajos, Suecia y Europa Oriental.
En la práctica, sobre todo la derecha conservadora de Europa Oriental se ha dejado llevar por la política estadounidense en años pasados.
El «Comité Internacional para la Democracia en Cuba» con sede en Praga, es solamente la parte visible de una red financiada y dirigida desde los Estados Unidos de América. A pesar de que en la antigua Europa Occidental se comparten los objetivos de la política para Cuba de esta alianza, se observa con cuidado esta influencia, ya que los nuevos aliados de los Estados Unidos al este del río Oder son a la vez los caballos troyanos en el corazón de la Unión Europea. La división se hizo evidente por primera vez durante la disputa entre algunos países europeos y Washington por la agresión a Irak a inicios de 2003. La influencia estadounidense también se manifiesta en la política para los Balcanes y en el debate sobre la fabricación de un escudo antimisil estadounidense en Europa.
Con una nueva política hacia Cuba, las fuerzas líderes de la «vieja Europa», quieren volver a tomar la iniciativa. También en Gran Bretaña se está criticando el servilismo del gobierno. Ya en febrero, el ex-ministro del exterior de Londres, Brian Wilson, había salido al paso en el periódico liberal The Guardian a la opinión errónea de que Cuba estaba a las puertas de un cambio político. El socialdemócrata, el cual también había abogado por «sanciones más inteligentes» contra Irak en el 2001, escribió que el gobierno de Inglaterra debía restablecer las «relaciones respetuosas» y ratificar que, «un cambio de régimen no se puede forzar con intervenciones desde afuera».
Así como los participantes de la conferencia más reciente en Berlín, también Wilson podría celebrar un cambio de gobierno en los Estados Unidos de América. Los Contras conciliadores de Europa esperan encontrar en los demócratas un socio para su nueva política hacia Cuba. La nueva oferta de diálogo al gobierno cubano debe mantener abierta esta opción. «La Unión Europea le tiende la mano a Cuba», se pudo leer en varios diarios europeos al referirse al documento de los ministros de relaciones exteriores. La pregunta es: ¿Qué tiene escondido Bruselas en la otra mano?
Colaboración: Markus Klawitter (Berlín), Sander Zequeira (Bogotá)
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