Existe una postura bastante extendido en los medios de información de mayor difusión de España que divide a los países gobernados por partidos de centroizquierda o izquierda en Latinoamérica entre gobiernos «populistas» de izquierda, tales como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador o Argentina, y gobiernos socialdemócratas, tales como los de Brasil, Chile (hasta hace poco […]
Existe una postura bastante extendido en los medios de información de mayor difusión de España que divide a los países gobernados por partidos de centroizquierda o izquierda en Latinoamérica entre gobiernos «populistas» de izquierda, tales como los de Venezuela, Bolivia, Ecuador o Argentina, y gobiernos socialdemócratas, tales como los de Brasil, Chile (hasta hace poco bajo la presidencia de Michelle Bachelet) o Uruguay. Casos representativos de articulistas que reproducen esta división son muchos. Por regla general se refieren explícitamente al primer grupo de países como la izquierda populista y escasamente democrática, y al segundo grupo como la izquierda responsable, democrática y sensible a las necesidades de su población.
A esta diferencia de presentación de estos dos grupos de países se le ha añadido otra diferencia; a los primeros -los «populistas»- se les ha definido ahora como ineficientes e ineficaces, incapaces de reducir la pobreza y reducir las desigualdades en sus países, mientras que a los segundos -los «socialdemócratas»- se les considera exitosos en su intento de reducir la pobreza.
Tales divisiones y categorizaciones, sin embargo, son artificiales y negadas por los datos existentes, raramente presentados en la mayoría de medios. Veamos los datos. El primer dato que merece resaltarse es el notable cambio político ocurrido en las últimas dos décadas en la mayoría de países de Latinoamérica. Alrededor de los años noventa, los gobiernos conservadores y neoliberales fueron sustituidos por gobiernos de centroizquierda e izquierda. En 1998 fue elegido Hugo Chávez en Venezuela: en 2002 fue Lula da Silva el que salió elegido en Brasil. En 2003, fue elegido Néstor Kirchner en Argentina, en 2005 Tabaré Vázquez en Uruguay, y Evo Morales en Bolivia, y Rafael Correa en Ecuador en 2006, y Fernando Lugo en Paraguay en 2008. Eliminando esta falsa dicotomía entre «buenos» y «malos», el hecho es que todos ellos están comprometidos con desarrollar políticas redistributivas. Y los datos señalan que en su mayoría tales gobiernos consiguieron reducir las desigualdades y la pobreza en sus países. En todos ellos las desigualdades en el periodo 2007-2009 fueros menos acentuadas que en el periodo 2001-2003 (ver figura nº 1 en Juan A. Montecino «Decreasing Inequality Under Latinamerica’s «Socialdemocratic» and «Populist» government: is the difference real?», CEPR, Washington DC, Oct 2011)
Muchos autores, entre los que destacan Jorge Castañeda y Mario Vargas Llosa han negado, sin embargo, que tal reducción de las desigualdades se debiera, en el caso de los gobiernos populistas de izquierda, a las políticas redistributivas de sus gobiernos. Una postura parecida la han tomado McLeod y Lusting en su artículo «Inequality and Poverty under Latin America’s New Left Regimes» en Tulane Economic Working Paper Series. (Working paper 1117) que ha sido ampliamente distribuido, cuando no promocionado, por fuerzas conservadoras y/o neoliberales en América Latina y en Europa. Su argumento es que la reducción de las desigualdades y de la pobreza en estos países se debió primordialmente a las condiciones favorables del comercio exterior en América Latina y al abundante flujo de inversiones de capital en aquel periodo. Según ellos, tal disminución de las desigualdades y de la pobreza no se puede en absoluto atribuir a las políticas redistributivas de tales gobiernos. Sí, en cambio, tales políticas podrían explicar las reducciones en los países «socialdemócratas», es decir en los «buenos» gobiernos. En clara y predecible costumbre, el estudio de McLeod y Lusting tenía un gran apartado estadístico y matemático que parecía mostrar, sin ninguna duda, que los gobiernos de Brasil, Uruguay y Chile habían sido eficaces en su intento de redistribuir la riqueza, y en cambio los populistas, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina, habían fracasado en su intento. Y, naturalmente y predeciblemente los medios españoles de mayor difusión se apresuraron a difundir tal estudio.
El investigador Juan A. Montecino, del prestigioso Center for Economic and Policy Research de Washington DC, en el estudio citado anteriormente, muestra los errores de tal estudio. En primer lugar analiza los años de gobierno de cada opción política gobernante, analizando su efecto acumulativo. El impacto de las políticas públicas no es inmediato y hay que estudiar la evolución de las desigualdades analizando el impacto de las políticas redistributivas en ellas, hecho que McLeod y Lusting no habían hecho. Pero incluso más importante que esta nota correctiva era la fuente de los datos que ellos utilizaron, el Socio-Economic Data Base for Latin-America and the Caribbean (SEDLAC). Tal fuente de información sobre la distribución de la renta no corrige el notable subregistro de la información sobre la renta familiar. Puesto que este subregistro es más acentuado en las rentas superiores que en el resto de la población, ello determinará un sesgo en las encuestas realizadas a la población. De ahí que Juan A. Montecino utilizara otra fuente de datos más leíble, la Economic Commission for Latin America and the Caribbean (ECLAC) que sí corrige este subregistro.
Pues bien, realizando estas necesarias correcciones resulta que los países llamados «populistas» de izquierda redujeron las desigualdades de una manera más acentuada que los países llamados «socialdemócratas». Aunque, tal como señalé anteriormente, todos estos países (tanto los «malos» como los «buenos») redujeron las desigualdades (éstas fueron menores en el periodo 2007-2009 que en el periodo 2001-2003), estas reducciones fueron más acentuadas en Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina que en Brasil, Chile o Uruguay. Resulta, después de todo, que las políticas redistributivas de los «malos» fueron más eficaces en disminuir la pobreza y las desigualdades que la de los «buenos». Esto no lo leerá en la prensa de mayor difusión. Pero lo puede leer en www.cepr.net.
Vicenç Navarro. Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra
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