Existe un trasfondo de romanticismo en el despertar de un pueblo. Comienzan a elevarse las expectativas al ritmo de una autoestima renovada, se produce una especie de júbilo colectivo por la simple constatación de la fuerza sumada y transformada en movimiento, todo lo cual converge en un nuevo estado de ánimo, una perspectiva de nación […]
Existe un trasfondo de romanticismo en el despertar de un pueblo. Comienzan a elevarse las expectativas al ritmo de una autoestima renovada, se produce una especie de júbilo colectivo por la simple constatación de la fuerza sumada y transformada en movimiento, todo lo cual converge en un nuevo estado de ánimo, una perspectiva de nación totalmente distinta al modelo rechazado por caduco.
Entonces viene de cara a las elecciones un desfile de nuevas personalidades empeñadas a conquistar las viejas posiciones y es cuando el olfato y la intuición de la población votante ha de mantenerse en alerta, porque un pequeño descuido puede dar al traste con los esfuerzos, las propuestas de cambio, la renovación de cuadros políticos y todo lo avanzado gracias a la fuerza de conjunto demostrada en los últimos meses.
Ayer me vino a la mente un hermoso poema de Rubén Darío, Los motivos del lobo, «bestia temerosa, de sangre y de robo, /las fauces de furia, los ojos de mal: /el lobo de Gubbia, el terrible lobo, /rabioso, ha asolado los alrededores; /cruel ha deshecho todos los rebaños; /devoró corderos, devoró pastores, /y son incontables sus muertes y daños…», poema en donde ilustra esa lucha ancestral entre el bien y el mal encarnados ambos en el animal, pero también en la sociedad.
No es solo la naturaleza del lobo, sin embargo, el factor que provoca retrocesos en el deseado ambiente de paz y concordia entre los seres que comparten un territorio. Son los impulsos naturales de las comunidades humanas, en donde ha asentado sus reales la ambición desmedida, la falsía, la intriga y la mentira. Y de esas comunidades, es de donde surgen los rostros de quienes desean alcanzar las alturas del poder político, económico y social, para lo cual ya tuvieron que vender su libertad pero, sobre todo, empeñar su independencia de criterio.
No hay que engañarse, ningún candidato viene libre de compromisos. Y quien quiera alzarse por encima de sus contendientes viene con un enorme bagaje de condiciones y mandatos a los que no podrá sustraerse una vez en el poder. Esa es una de las razones fundamentales para luchar por la transformación profunda y real del sistema, para diseñar uno más acorde a la certeza jurídica, la seguridad democrática y el acceso del pueblo a los niveles de decisión.
El entorno político está poblado por depredadores. Esta es una realidad a la cual se debe prestar mucha atención. Rubén Darío le concedió al lobo motivos irrebatibles para ser como es, pero corresponde a los humanos la tarea de trascender y ser mejores. «Y el gran lobo, humilde: ¡Es duro el invierno, /y es horrible el hambre! En el bosque helado /no hallé qué comer; y busqué el ganado, /y en veces comí ganado y pastor. /¿La sangre? Yo vi más de un cazador /sobre su caballo, llevando el azor /al puño; o correr tras el jabalí, /el oso o el ciervo; y a más de uno vi /mancharse de sangre, herir, torturar, /de las roncas trompas al sordo clamor, /a los animales de Nuestro Señor. /Y no era por hambre, que iban a cazar.»
He de confesar que admiro al lobo. Y a Darío.
Fuente: http://www.prensalibre.com/opinion/los-motivos-del-lobo