Diez años después de la cumbre de Zagreb, en la que la UE ofreció perspectivas de adhesión a los países balcánicos, desangrados entonces por los conflictos de los noventa, la crisis global que asola con saña a Occidente amenaza con dejar aquella promesa en el cajón.
Los países de los Balcanes Occidentales asistían ya hace años con preocupación a la creciente apatía de la Unión Europea en torno a su ampliación. Un enfriamiento que se ha acentuado con la crisis global y su efecto dominó en las economías europeas menos sólidas, desde Grecia hasta el Estado español, pasando por Portugal.
Esta inquietud quedó patente ayer en la apertura en la capital bosnia, Sarajevo, de la conferencia ministerial UE-Balcanes.
El presidente serbio, Boris Tadic, llegó a la cumbre con una petición clara. La ampliación no debería interrumpirse «a ningún precio». Si lo hiciera, constituiría «un error enorme, imperdonable y irreparable para la propia UE», advirtió.
No opinan igual muchos países de la UE, que se han tragado las promesas que hicieron a los países balcánicos en la cumbre de Zagreb en el año 2000.
En un intento evidente de lavar su mala conciencia por la corresponsabilidad -por acción u omisión- en las guerras que desangraron la región en los noventa, la UE abrió entonces las esperanzas a una pronta adhesión. Diez años después, esos países se cuentan entre los más empobrecidos que hayan cruzado nunca la puerta de los 27 y son percibidos como una amenaza a la ya tocada -si no hundida- estabilidad financiera de la Unión económica europea.
Croacia espera completar su proceso de adhesión en 2012. Pero Bosnia-Herzegovina, Serbia, Albania, Macedonia y Kosovo siguen lejos.
Cierto es que Bruselas mantiene sobre el papel encendidas las expectativas de esos países para que entren un día al club. Pero lo hacen más para no propiciar la inestabilidad de sus respectivos gobiernos.
No han faltado gestos por parte de estos últimos de cara a propiciar una reconciliación en las relaciones, aún marcadas por el reciente conflictos, con sus vecinos. El Parlamento serbio pidió oficialmente excusas por la masacre de Srbrenica. El presidente croata, Ivo Josipovic, ha hecho lo propio por el papel de su país en la guerra de Bosnia (1992-1995).
Pero los obstáculos siguen ahí. Kosovo sigue sin ser reconocido por cinco miembros de la UE. Bosnia-Herzegovina no puede depositar su candidatura al estar bajo control internacional y sus dirigentes no logran alcanzar un acuerdo sobre los cambios constitucionales exigidos por la UE.
Montenegro y Albania esperan recibir el estatus de candidatos, pero la crisis política albanesa, que dura ya un año, entorpece el proceso.
La candidatura serbia está condicionada a la plena colaboración de Belgrado con el Tribunal Penal -léase entrega del presunto criminal de guerra Ratko Mladic-. Macedonia sigue esperando a que Bruselas abra las negociaciones de adhesión, a las que se opone Grecia por la disputa en torno a su nombre. Y el tiempo pasa…
La Presidencia española hace filigranas pero se ve obligada a admitir a Kosovo en la cumbre
La conferencia ministerial ha sido organizada por la Presidencia de turno de la UE, que este primer semestre recae en el Estado español.
Un estado que es de los pocos de la Unión que sigue negándose a reconocer la independencia de Kosovo. Pese a ello, el nuevo y aún incipiente estado kosovar estuvo perfectamente representado por su Ministerio de Exteriores.
La presidencia española intentó resolver esa flagrante contradicción evitando colocar las banderas de los participantes y evitando así que la kosovar ondeara junto a las del resto de los países balcánicos y las de los Veintisiete.
Pero Madrid fue más allá y, aduciendo que Belgrado podía boicotear la reunión por la presencia de representantes kosovares, decidió utilizar una fórmula protocolaria que excluía la mención de los países invitados y las funciones de los participantes, limitando las referencias a los nombres de los asistentes.
Pero el hecho es que Kosovo participó en la cumbre. Duela a quien duela.