Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
El conjunto de nuestros medios de comunicación, el gobierno y prácticamente la mayoría de la clase política celebraron la gran manifestación «Je suis Charlie» [de París] como símbolo de una «unidad nacional», la cual se presenta como necesaria frente a la amenaza «terrorista». También se escenificó como un ejemplo de unidad internacional contra este mismo «terrorismo». Las pocas voces discordantes que llamaban a interesarse por las causas, los retos y las consecuencias previsibles de esta conminación a la unanimidad emotiva han sido reducidas a un apoyo a los «terroristas» en un razonamiento binario martilleado a lo largo de todo el día: si no eres Charlie, apoyas los atentados. Las semillas sembrados por esta «unidad nacional» empiezan a dar sus frutos amargos y envenenados. Ha llegado el momento de hacer un primer balance.
Una legitimación reforzada de las guerras
Todas las potencias de la OTAN así como sus aliados estaban representados en la manifestación «Je suis Charlie» del 11 de enero de 2015. Comprender la significación y la función de esta foto de familia supone tener en cuenta el contexto mundial y sus relaciones de fuerza.
Desde hace varias décadas se multiplican las guerras imperialistas por el petróleo, por los minerales estratégicos y el debilitamiento de las potencias emergentes. Las aventuras militares, guerras de saqueo cuyo único objetivo es el sobrebeneficio, no se pueden presentar como tales. Para desplegarse sin resistencia tienen que maquillarse de «guerras justas»: contra el obscurantismo y el terrorismo, por la emancipación de las mujeres, por la defensa de una minoría oprimida, contra el genocidio, etc. La islamofobia es uno de los ingredientes ideológicos difundidos al menos desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 para preparar un «aroma ideológico inmediato (1)» favorable a la guerra.
La negrofobia (2) es otro ingrediente que corresponde a los nuevos descubrimientos de petróleo, gas y minerales que se han multiplicado en los últimos años en África y se suman a los yacimientos ya conocidos de este continente apodado «el escándalo geológico (3)».
Francia está particularmente implicada en todas las agresiones imperialistas de estos últimos años. Desde Afganistán a Siria pasando por Iraq, desde Malí a la República Centroafricana pasando por Libia parece que el ejército francés no se quiere perder ninguna guerra de agresión. Ahí es tanto más fuerte la presión ideológica islamófoba y negrófoba cuanto que es importante la necesidad de legitimar las intervenciones militares en estos países africanos y/o «musulmanes».
La propia página web de la Dirección de la Información Legal y Administrativa ofrece los siguientes datos cuantitativos: en los últimos cincuenta años Francia ha intervenido militarmente unas cuarenta veces en territorio africano y una veintena de veces entre 1981 y 1995 bajo los dos septenios de François Mitterrand. Algunas de estas operaciones no duraron más que unos días, otras dieron lugar a despliegues mucho más largos (operaciones Manta y Epervier en Chad, por ejemplo). (4)
Mapa: intervenciones militares francesas en África de 1960 a 2013 (Fuente, stadistiques-mondiales.com)
A estas cifras que solo conciernen a África hay que añadir Líbano (1983), Iraq (1990), Bosnia (1992), Kosovo (1999), Afganistán (2001), Siria (2014), etc. Las intervenciones militares francesas en el extranjero se inscriben en una estrategia global de la OTAN. Esta estrategia se define en un documento titulado «Concepto estratégico». La última versión de este concepto en 2010 comprende la capacidad de intervenir en varios terrenos simultáneamente, la inclusión de la Europa del Este en las zonas que hay que vigilar, la posibilidad de una guerra nuclear «limitada» y el «reparto del fardo estratégico»: «El propio espíritu del nuevo concepto estratégico de la OTAN es conminar en cierto modo a los europeos a definir la naturaleza y magnitud de las obligaciones que están dispuestos a asumir en su marco (5)».
La multiplicación de las intervenciones militares europeas en general y francesas en particular se inscribe en el marco de la nueva estrategia de la OTAN.
Pero la secuencia histórica que vivimos a escala mundial también es la de los obstáculos a que Estados Unidos tome el control del mundo. Sin duda estos obstáculos son de muy diferentes naturalezas, pero convergen en poner en dificultades el «nuevo orden mundial» que «Occidente» trata de imponer al resto del mundo e incluso a sus pueblos. Las agresiones militares y los chantajes de guerra o de sanciones económicas avasallan en todas partes. En América del Sur el ALBA experimenta nuevas solidaridades y coherencia regional que permiten aflojar el cerco del sistema capitalista mundial. Por medio de sus posturas en la ONU Rusia y China frenan los intentos de dar una legitimidad internacional a las agresiones militares. Las guerras emprendidas muestran cada vez más claramente su único resultado: el caos.
En este contexto, la instrumentalización de la emoción por medio del discurso de «la unidad nacional» en el ámbito interno y de la «guerra mundial contra el terrorismo» en el externo tienen un objetivo doble: por una parte anunciar nuevas guerras imperialistas y, por otra, legitimarlas a ojos de los pueblos y del pueblo francés en particular. Se trata de volver a movilizar y de volver a unir un campo, de darle legitimidad popular, de unirlo para nuevas guerras.
Así fue como el pasado 13 de enero la Asamblea Nacional aprobó por 488 votos a 1 prolongar los ataques aéreos franceses en Iraq. Ese mismo día el Senado votó en el mismo sentido por 327 votos y 19 abstenciones. El primer fruto amargo de la unidad nacional es la guerra. Ayer como hoy, en 1914 o en 2015, la sagrada Unión sigue teniendo el mismo gusto amargo.
Rehabilitar a unos aliados asesinos
Pero la gran instrumentalización de la emoción también ha dado pie a reforzar los vínculos con los «amigos de Occidente» y a rehabilitar a aquellos cuyos crímenes los habían desacreditado a ojos de la opinión pública. Citamos a continuación dos ejemplos que desmienten los discursos de una movilización por la libertad de expresión y contra el terrorismo.
El Estado de Israel estuvo representado por tres ministros: el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, el ministro de Asuntos Exteriores Avigdor Lieberman y el ministro de Economía Naftali Bennett. Después de las masacres de palestinos por un terrorismo de Estado, esta presencia les parece una provocación a las decenas de miles de manifestantes franceses que habían expresado su apoyo al pueblo palestino en manifestaciones casi diarias. «La presencia de estos ministros es un insulto a todos los valores que pretenden adjudicarse los organizadores de la manifestación, un atraco a mano armada que es importante denunciar (6)», resume el periodista Alain Gresh.
¿Hay que recordar todavía que durante los bombardeos israelíes sobre Gaza fueron asesinados 17 periodistas? Recordemos también la expulsión de Israel del periodista francés Maximilien Le Roy cuando acudía a un festival de cómics debido a sus dibujos considerados propalestinos: «Para concluir me explicaron que si yo podía criticar a Israel en mi territorio, ya no tenía derecho a hacerlo en el suyo. Desde el primer momento sabía que me iban a expulsar, pero no me esperaba una prohibición de viajar al país durante diez años. Me trataron como si fuera un terrorista (7)».
La «democrática» Arabia Saudí también era Charlie el pasado 11 de enero por medio de la presencia en la manifestación de su ministro de Asuntos Exteriores Nizar al-Madani. Dos días antes, el bloguero saudí Raïf Badawi recibía sus 50 primeros latigazos. En efecto, fue condenado a 10 años de cárcel y a 1.000 latigazos (50 cada viernes) por haber criticado a los dirigentes religiosos del reino. Los aliados del nuevo orden son demasiado importantes para salvaguardarlo. Pueden seguir pisoteando sin temor alguno la libertad de expresión y financiando grupos que desestabilizan a los Estados vecinos y encubren su agresión con el nombre del Islam. Estos dos ejemplos son suficientes para desenmascarar la hipocresía en materia de libertad de expresión. Esta solo se defiende cuando sirve a los intereses de los dominantes y se olvida en cuanto los pone en tela de juicio.
La rehabilitación de los asesinos y de quienes financian la muerte es el segundo fruto envenenado de la unión sagrada que ha tratado de construir la instrumentalización estatal de la emoción.
El miedo
Abordemos ahora los efectos de «la unidad nacional» en el territorio francés. El primero es evidente: la instauración de un clima de miedo portador de todos los peligros. La cobertura mediática bajo la forma de una «información jadeante, sumaria y no verificada» basada en el «principio de una amnesia reincidente (8)» establece las bases de un clima que provoca ansiedad.
Refuerza este clima la imposición del vocabulario de guerra (del «Sí, estamos en guerra (9)» de [el primer ministro francés] Valls al «Se ha declarado la guerra a Francia» de Sarkozy) (10) en las tomas de posturas políticas de las que los periodistas, los expertos y cronistas diversos toman el relevo.
El despliegue de 10.000 soldados con gran profusión de publicidad mediática arraiga la idea de un peligro permanente y omnipresente. La tesis del ministro de Defensa de una ausencia de frontera entre el terreno exterior de operación y el terreno interior remata la escalada verbal guerrera que produce de un miedo social generalizado:
«Es una verdadera operación interna. Hay en marcha operaciones exteriores que continúan y esta es una operación interna que va a movilizar a 10.000 hombres, es decir, prácticamente los mismos que actualmente movilizan nuestras operaciones exteriores (11)».
«Ahora bien, ¿qué produce el discurso de guerra que nuestros políticos no han dudado en utilizar con tanta fuerza?: una declaración de guerra desencadena un discurso simplificado amigo-enemigo (enemigo del exterior y enemigo del interior), la amenaza engendra miedo, el miedo odio, el odio empuja a la acción preventiva. Se estrecha la solidaridad: unión y exclusión (12)».
Por consiguiente, no es extraño que el discurso de guerra desemboque lógicamente en la multiplicación de los actos islamófobos que rápidamente se han contabilizado por decenas en unos días. «En quince días se han censado unos 116 actos antimusulmanes (13)», evalúa el diario Libération. Por supuesto, la cifra real es mucho más importante. En efecto, no se han señalado muchos actos en el actual contexto deletéreo. Por lo tanto, no es de extrañar que un clima de miedo se apodere de las poblaciones surgidas de la inmigración. Este miedo no es irracional sino que se explica por medio de la multitud de pequeños actos de agresividad sufridos cotidianamente y que se añaden a las agresiones abiertas que hemos señalado antes: palabras racistas, silencio y atmósfera tensa en los transportes en común, etc.
A las mujeres que llevan velo les afecta todavía más este miedo que todo lo invade. Antes del 15 de enero, en una jornada de trabajo con un grupo de mujeres magrebíes y negras de Blanc-Mesnil*, nosotros mismos nos quedamos estupefactos por la cantidad de testimonios de agresiones verbales y de comportamiento de rechazo que exponían estas treinta mujeres. Si las reacciones son diversas, una parte importante de ellas están ya cargadas de consecuencias: «Ya solo salgo de casa o casi para hacer las compras», «por primera vez pienso en quitarme el velo, porque tengo miedo», «no dejo salir a mi hija, tengo miedo por ella», etc.
En el origen de este aumento de los actos islamófobos y del miedo que suscita hay varias temáticas recurrentes de los medios de comunicación y de los discursos políticos. En una Francia que desde hace casi dos décadas ya conocía un ascenso regular de la islamofobia es irresponsable multiplicar las declaraciones: sobre el islam y «su relación o no con el terrorismo», sobre «la menor presencia de algunos en las manifestaciones de «Je suis Charlie»», sobre «el supuesto silencio de determinadas poblaciones respecto a los atentados», etc.
El importante aumento de la violencia islamófoba directa o indirecta es el tercer fruto podrido de la instrumentalización política y mediática de la emoción.
La humillación
Este miedo se acompaña a menudo de un sentimiento de humillación, es decir, de «la percepción de un desfase entre el lugar reivindicado en nombre de la calidad de igual y el lugar al que se es rebajado (14)». La humillación como una degradación del ser humano que atenta a su dignidad está cargado de consecuencias. El término árabe «hoggra» se utiliza cotidianamente en las conversaciones familiares y amistosas. También lo encontramos con frecuencia en las reuniones que mantuvimos esa semana con diferentes colectivos de los barrios populares. Esta es la definición que dábamos de él ya en 2000 para restituir la experiencia vivida de muchos jóvenes de las clases populares: «Este término empleado por los jóvenes expresa una mezcla de negación de la realidad vivida, una impresión de ser despreciado y degradado voluntariamente, y una discriminación vivida como permanente (15)».
¿Exageramos?
¿Humillación cuando se piensa en quitarse un pañuelo solo por el miedo suscitado por la rápida multiplicación de actos islamófobos?
¿Humillación cuando se recibe una conminación permanente a «desmarcarse de los atentados»?
¿Humillación cuando un alumno es excluido de una clase porque no quiere ser Charlie?
¿Humillación cuando incluso se niegan a escuchar las razones que aduce este alumno para justificar su opinión?
¿Humillación cuando te quitan el pañuelo en medio de la calle ante la indiferencia de los transeúntes?
Por supuesto, siempre habrá quien afirme que hay victimización. Por supuesto, unos «expertos» podrán debatir en todas las emisoras para presentar estas humillaciones como anodinas y secundarias. Evidentemente, otros cronistas verán en ello el signo de una paranoia sin base objetiva alguna. No obstante, cuando un sentimiento subjetivo es tan compartido merece al menos una interrogación crítica, es decir, justo lo contrario de lo que propone nuestra ministra de Educación, la cual considera «insoportable» las reacciones de una parte de los alumnos ante la conminación estatal a emocionarse: «Incluso ahí donde no ha habido incidentes, ha habido demasiados cuestionamientos por parte de los alumnos. Todos hemos oído los «Sí, apoyo Charlie, pero», los «dobles raseros», los «¿por qué defender la libertad de expresión aquí y no ahí?». Estas preguntas nos resultan insoportables, sobre todo cuando se escuchan en la escuela, que se encarga de transmitir valores» (16).
Y nosotros que creíamos que la escuela enseñaba a nuestros hijos el debate contradictorio, el pensamiento crítico, la argumentación y el libre arbitrio. No, la respuesta se orienta más a la represión que a la refutación, al silencio impuesto más que a la argumentación, a la exclusión más que al debate contradictorio. Expresando explícitamente el sobreentendido de esta lógica represiva la periodista Nathalie Saint-Cricq declara en France 2: «Hay que localizar y tratar a aquellos que no son Charlie (17)».
Pero, entonces, ¿a qué llevan el miedo, la humillación y la negación de la palabra? En primer lugar, a una violencia contra uno mismo y a continuación, tarde o temprano, a una externalización de esta violencia. Todos estos silencios sobre este tratamiento de las conductas de los alumnos refuerzan los sentimientos de aislamiento y de injusticia, sobre los que pueden emerger unas conductas nihilistas que van desde la destrucción de uno mismo o de los propios familiares a las revueltas colectivas de los barrios pasando por una ínfima mayoría que bascula hacia los atentados.
La creación de las condiciones de un aumento de las conductas nihilistas es otro fruto peligroso del contexto actual.
Una represión «histerizada»
Tomamos prestado el término «histerizado» del Sindicato de la Magistratura, el cual hace el siguiente balance de las dos últimas semanas:
«Así es como desde hace varios días se suceden los procedimientos rápidos en los que se ha examinado y juzgado el contexto, y muy poco las circunstancias de los hechos, muy poco al hombre, denunciado por haber hecho apología del terrorismo. No por haber organizado una manifestación de apoyo a los autores del atentado, elaborado y difundido a gran escala unas argumentaciones, haber participado en las redes, sino por los gritos vociferados, lanzados en un momento de embriaguez o de arrebato: de hecho, unas formas tristemente actualizadas del ultraje. Llueven fuertes condenas combinadas con encarcelamientos tras pasar ante el juez. Esta es la desastrosa justicia producida por el recurso a la comparecencia inmediata que la ley del 13 de noviembre de 2014 ha convertido en una nueva arma de la lucha contra el terrorismo. Como si la justicia penal, convertida en la válvula de escape de la condena moral, pudiera ahorrarse un discernimiento más que nunca necesario en estos tiempos turbulentos. Como si algunos de sus actores hubieran olvidado brutalmente que se debe dictar con perspectiva, basándose en investigaciones profundas y absteniéndose de las amalgamas (que se hacen incluso en esta circular, la cual engloba violencias urbanas y apología del terrorismo) y, sobre todo, de las reacciones histerizadas que la deslegitiman y con ella a la sociedad» (18).
Las cifras oficiales de la administración central del ministerio de Justicia comunicadas el 20 de enero nos ofrecen la siguiente información: 251 procedimientos judiciales desde el 7 de enero, de los cuales 117 son por «apología del terrorismo, 77 juicios rápidos, 39 condenas de las cuales 28 a penas de prisión firme y de estas 20 con orden de ingreso en prisión tras pasar por el juez, otras 22 órdenes de comparecencia ante el tribunal correccional (19).
El Sindicato de la Magistratura habla con razón de la deriva de una «justicia de la urgencia». El único resultado posible de estas prácticas es habituarnos, aclimatarnos, acostumbrarnos a un retroceso de las libertades democráticas con el pretexto de garantizar nuestra seguridad.
Se nos anuncian ya nuevas leyes adoptadas en nombre de nuestra seguridad cuando el otoño pasado ya se había adoptado una ley de «lucha contra el terrorismo». Así, desde 1986 son ya 14 las leyes con el objetivo protegernos que se han aprobado. Volveremos sobre ello ulteriormente, pero ya podemos probar otro fruto amargo de la unidad nacional: la creación de las condiciones de un consentimiento mayoritario al cuestionamiento de las libertades democráticas.
Lo que hará retroceder al «terrorismo» no es la guerra imperialista, el miedo, la humillación, la represión histerizada y el cuestionamiento de los derechos democráticos.
Las medidas anunciadas por el gobierno [francés] no atacan ninguna de las causas estructurales de la emergencia de posturas nihilistas en nuestra sociedad: las desigualdades sociales generalizadas, las discriminaciones racistas sistémicas, la islamofobia humillante, los controles policiales por el color de la piel, las guerras por el petróleo y los minerales estratégicos. Sin embargo, la única solución seria que existe es atacar las causas reales porque sin justicia nunca puede haber paz.
Notas:
1. Gramsci propuso el concepto de aroma ideológico inmediato en sus Cuadernos de la cárcel en el seno de su enfoque de la ideología. Véase en nuestro Dictionnaire des dominations de sexe, de race, de classe, Syllepse, París, 2012, pp. 46-49.
2. Bajo la forma de una presentación esencialista de las culturas africanas como marcadas por la no historicidad, el tribalismo, el etnicismo y una «cultura de la violencia».
3. Hubert Deschamps, L’héritage de Léopold, dans Jean Ganiage et Hubert Deschamps, L’Afrique au XXe siècle, Syrey, París, 1966, p. 453.
4. http://www.vie-publique.fr/chronolo…, consultado el 18/01/2015 a las 18:40 h.
5. Zaki Laïdi, Le Monde selon Obama, Stock, París, 2010.
6. Alain Gresh, «D’étranges défenseurs de la liberté de la presse à la manifestation pour » Charlie Hebdo «», Les blogs du diplo, http://blog.mondediplo.net/2015-01-…, consultado el 18/01/2015 a las 20:48 h.
7. «Maximilien Le Roy, dessinateur, interdit de séjour en Israël, Interview de Lucie Servin», L’Humanité, 28 de octubre de 2014.
8. Jean François Tétu, Les médias et le temps, figures, techniques, mémoires, énonciation, en Les Cahiers du journalisme, n° 7, junio de 2000, p. 84.
9. Manuel Valls a la asamblea nacional el 13 de enero de 2015.
10. Le Figaro, 9 de enero de 2015.
11. Ministro de Defensa [francés] Jean-Yves Le Drian, declaración de 12 de enero de 2015.
12. Yves Ternon, Guerres et génocides au XXe siècle, Odile Jacob, París, 2007, p. 315.
13. Libération, 19 de enero de 2015.
* Blanc-Mesnil es un municipio del noroeste del extrarradio de París. (N. de la t.)
14. Dominique Vidal, Sentiment, moralité et relation d’enquête. Un regard sur les femmes domestiques, en Vincent Caradec y Danilo Martuccelli (dir.), Matériaux pour une sociologie de l’individu : perspectives et débats, Septentrion, Lille, 2004, p. 216.
15. Said Bouamama, Le sentiment de » Hoggra » : discrimination, négation du sujet et violence, en Les classes et quartiers populaires, Editions du Cygne, París, 2009, p. 51.
16. Najat Vallaud Belkacem [ministra francesa de Educación], 14 de enero de 2015, citado en Médiapart del 20 de enero.
17. https://www.youtube.com/watch?v=qc0…, consultado el 21 de enero a las 22:00 h.
18. Comunicado del Sindicato de la Magistratura, 20 de enero de 2015, http://www.syndicat-magistrature.or…, consultado el 21 de enero a las 23:20 h.
19. Comunicado de AFP.
Fuente: http://www.michelcollon.info/Les-premiers-fruits-amers-de-l.html?lang=fr