Los refugiados en Europa, parece ser que es un asunto que poco interesa a quienes tienen que dar una inminente solución a las miles de vidas humanas, mientras pierden sus vidas en las aguas del Mar Egeo. Una inmigración, cuyo desplazamiento continental se debe en mayor parte a conflictos bélicos, y que Occidente debería reconocer […]
Los refugiados en Europa, parece ser que es un asunto que poco interesa a quienes tienen que dar una inminente solución a las miles de vidas humanas, mientras pierden sus vidas en las aguas del Mar Egeo. Una inmigración, cuyo desplazamiento continental se debe en mayor parte a conflictos bélicos, y que Occidente debería reconocer su complicidad por el que este éxodo de vidas humanas abandona sus lugares de orígenes para adentrarse en un nuevo espacio, que por su proximidad y pacífica convivencia, el destino se llama Europa.
La lucha contra el estado islámico yihadista, ha supuesto que los gobiernos de los Estados Unidos y Rusia, apoyados por gobiernos europeos, hayan sido elementos estratégicos en un amplio despliegue militar, principalmente por aire; donde los ataques aéreos han destruido a más población civil que yihadistas. Pero tampoco parece importar mucho los daños colaterales, cuando ni siquiera se cuenta con la ayuda humanitaria para los desplazados que abandonan Siria y cruzan el Mar Egeo desde Turquía hasta llegar a Grecia. En el caso de las Islas de Lesbos, son los voluntarios quienes están prestando la ayuda a los refugiados; seres humanos que atraviesan un mar de algo menos de 10 km en embarcaciones neumáticas y en unas condiciones muy peligrosas para la vida de sus tripulantes. Los medios con los que cuenta los voluntarios para la ayuda de refugiados, son donaciones, colaboraciones o aportaciones de particulares; motivo que les hace cada vez más contar con más medios y poder así salvar y ayudar a más vidas humanas.
Pero la travesía no sólo es la única barrera que tienen que sufrir los refugiados, pues a ello se le suma los trapicheos que tienen que pagar a las mafias para tener un «sitio» en la embarcación, también las violaciones que padecen como seres humanos antes, durante, y para los que lleguen a Europa, les espera los brotes de racismo, xenofobia, humillaciones, etc. Y es que ni siquiera los niños se escapan de esta oleada de violencia, pues muchos niños/as han desaparecidos por otras mafias (y todavía no hay datos oficiales por parte de las autoridades europeas sobre este asunto), que aprovechan la llegada de estos refugiados para robarle a sus hijos/as. Según dice una organización de ayuda humanitaria que está actualmente trabajando en la zona: «no se puede dar una cifra aproximada de cuántas personas han muerto tras los ataques en Siria, de cuantos seres humanos han perdido la vida en las aguas egeas, de los cuerpos que no se han encontrado cuando la embarcación se hundió, de los niños desaparecidos a consecuencia de las mafias que cooperan en Europa. Es una situación que parece que no tiene nada que ver con la Unión Europea. Los días siguen pasando, la gente siguen llegando y nosotros seguimos aquí. Por suerte, cada vez son más las personas que se están dando cuenta de esta tragedia humana y estamos todos trabajando».
Y mientras los dirigentes políticos europeos posponen en reaccionan, o no hacen nada para ayudar a la población civil siria que huye de una guerra geoestratégica, la situación en la Isla de Lesbos, y otros puntos terrestres, seguirá siendo tomada por los voluntarios, vecinos y otros interesados que están haciendo una labor puramente humanitaria.
Se podría hablar incluso de un fracaso por parte de las políticas europeas, donde una vez más, no se están tomando las medidas a tiempo para evitar que miles de vidas humanas tengan un final trágico después de abandonar su tierra, dejar atrás su historia, cambiar sus vidas para siempre, y lamentarse por sus compatriotas que no han podido acompañarles por no tener la misma suerte de los que hasta ahora, si han podido pisar el continente europeo.
Andrés López es antropólogo.
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