Traducido para Rebelión por Caty R.
Mientras el Parlamento se prepara para ratificar la «enmienda ADN» en una ley sobre la inmigración que presagia el fin del reagrupamiento familiar y el desmantelamiento del derecho de asilo, la información según la cual el ministerio del Interior utilizará «drones» (aviones espías teledirigidos, NdT) para vigilar los suburbios, refuerza el sentimiento de guerra civil larvada. El proyecto denominado «Elsa», engin léger pour la surveillance aérienne (aparato ligero para la vigilancia aérea) se presentó la semana pasada en la «Feria Milipol», dedicada a la seguridad interna. El artefacto es un avión de un metro de ancho y sesenta centímetros de largo equipado con una cámara.
Este aparato formará parte del equipo de la policía nacional para vigilar a distancia los barrios populares y las manifestaciones. Los drones ya se han utilizado en Israel para misiones de control y también para acciones militares. Su generalización en Francia será una etapa más en la estigmatización de una parte de la población, en el momento en que reaparece, en edición rústica, el clásico de Louis Chevalier: Classes laborieuses et classes dangereuses (Clases laboriosas y clases peligrosas). En realidad, se trata más de crear un clima de desconfianza hacia los habitantes de los suburbios que de buscar la reducción de una violencia real.
La metáfora es obvia: las ciudades deben estar rodeadas de muros virtuales bajo control aéreo permanente. La sensación de vivir en territorios ocupados militarmente, en una especie de colonización, ya está interiorizada por numerosos jóvenes procedentes de la inmigración desde las revueltas de noviembre de 2005 durante las cuales se instauró la ley de estado de emergencia, aplicada por primera vez desde la guerra de Argelia. Ese sentimiento puede salir fortalecido por la obscena exhibición de esta «tecnología futurista» que dejará el 1984 de Orwell a la altura de los cuentos de la Condesa de Ségur.
Los discursos repetitivos sobre las «Kärcher» (1), la identidad francesa, la «colonización positiva», las características de la raza negra, las redadas incluso en escuelas, las enmiendas relativas al ADN y la exclusión de los «sin papeles» de los albergues de guardia, forman parte de la misma y única lógica que no ha dejado de atacar desde hace meses para buscar chivos expiatorios y estigmatizar y «racializar» la cuestión social.
Esta lógica de guerra colonial conduce a tragedias como la de la muerte de Chunlan Zhang Liu, un chino sin papeles que se arrojó por una ventana el 21 de septiembre para huir de un control de la policía. Anteriormente, en dos meses, otros cuatro extranjeros también se lanzaron por las ventanas, lo que demuestra el miedo que se ha apoderado de los hogares de miles de familias que no se atreven a salir, viajar, ir al trabajo, acudir a la escuela… un escarnio de los derechos fundamentales.
Los drones en los suburbios sólo son un dispositivo más del sistema de vigilancia generalizada que se va instalando día tras día. En su obra Surveiller et punir (Vigilar y castigar), con respecto a la cárcel, Michel Foucalt describía lo que calificó como «panoptismo» (2), un sistema en el que el guardia, aislado en su torre, vigila a sus prisioneros sin ser visto. El efecto principal del «panóptico» es que crea en las personas un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento mecánico del poder; hace que la vigilancia produzca efectos permanentes incluso aunque su acción sea discontinua, que la perfección del poder tienda a hacer innecesaria la continuidad de su ejercicio. Foucault continúa: «una auténtica dependencia real nace mecánicamente de una relación de ficción, de tal forma que no es necesario recurrir a la fuerza para obligar a los condenados a la buena conducta, al loco a la calma, al obrero al trabajo, al estudiante a la dedicación…». El drone es la aplicación modernizada del panóptico a toda la ciudad, es un sistema de vigilancia disciplinaria generalizada con la misión de encasillar, controlar y dominar a las personas.
La sociedad de vigilancia de los drones y el «biopoder» instaurado por el ADN están transformando la democracia y diseñando la sociedad del futuro. ¿Aceptaremos sin rebelarnos ese «mundo feliz» en el que una parte de la sociedad vivirá, con el miedo en el cuerpo, confinada en un apartheid silenciado? ¿La sociedad se dejará secuestrar por un Estado autoritario dominado por un superpoder monárquico imperante en un espacio donde cada individuo continuamente es identificado, fichado, examinado, registrado a sus espaldas, donde hasta sus menores movimientos son observados por miles de cámaras de videovigilancia? Es necesario luchar contra este totalitarismo de guante blanco porque es la negación de los valores que, de la Revolución francesa a la Resistencia, pasando por 1848, la Comuna o Mayo del 68, han forjado la singular identidad nacional en la que me reconozco y que se sustenta en los tres principios grabados en los frontones de la alcaldía de Bègles y de los 36.000 ayuntamientos de Francia: «Liberté, Egalité, Fraternité».
Hago un llamamiento a los alcaldes cuyas ciudadanías se van a convertir en objetos de esta sospecha generalizada para que exijan el respeto a nuestros principios declarando sus ciudades «zonas libres de vigilancia aérea». Los drones no surcarán el cielo de mi municipio.
Notas de traducción:
(1) Limpiadoras industriales a presión a las que se refirió Nicolas Sarkozy, ministro del Interior de Francia en la época de los disturbios de 2005, como metáfora de la «limpieza» que pretendía llevar a cabo en los barrios de inmigrantes.
(2) http://www.avizora.com/
Texto original en francés: http://www.liberation.fr/
Noel Mamère es el alcalde de Bègles y diputado de Gironde (Francia) por el Partido de Los Verdes.