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Los tópicos se reproducen en la sucesión política de Corea del Norte

Fuentes: Rebelión

La muerte del dirigente norcoreano Kim Jong-Il y su secesión por parte de su tercer hijo, Kim Jong-Un han vuelto a desatar todo un abanico de tópicos y prejuicios en torno a la realidad del estado asiático. La mayoría de los medios occidentales repiten las mismas incertidumbres y temores que en 1994, cuando murió Kim […]

La muerte del dirigente norcoreano Kim Jong-Il y su secesión por parte de su tercer hijo, Kim Jong-Un han vuelto a desatar todo un abanico de tópicos y prejuicios en torno a la realidad del estado asiático. La mayoría de los medios occidentales repiten las mismas incertidumbres y temores que en 1994, cuando murió Kim Il-Sung, fundador de Corea del Norte, y tuvo que ser sustituido por el ahora fallecido Kim Jong-Il.

Las alertas ante un posible colapso del régimen norcoreano no son nuevas, y al igual que en el pasado nuevamente el paso del tiempo volverá a poner a cada uno en su sitio. La avalancha de noticias especulativas en torno a la nueva situación creada en Corea del Norte puede obedecer a la mala intención premeditada de algunos, o bien al desconocimiento real de la situación de ese estado, o como señalan algunos analistas conocedores del país, «a la suma de ambas».

Ya en 2008 cuando se conoció la enfermedad de Kim Jong-Il algunos anticiparon el cambio de régimen, y volvieron a insistir en la misma línea argumental en 2010, ante lo que esas mismas fuentes calificaron como el «fracaso de la reforma monetaria», y a pesar de todo el sistema norcoreano ha sobrevivido a los peores augurios.

A día de hoy no se dan las condiciones mínimas para que se produzca en Corea del Norte un cambio estructural de peso. No existe una oposición organizada, ni cuantitativamente ni siquiera cualitativamente, y tampoco parece que se hayan producido divisiones internas importantes entre la elite del país. Incluso aquellas noticias que insinúan una falta de experiencia militar del futuro mandatario, lo que podría motivar un mayor recelo entre las poderosas fuerzas militares, no dejan de ser una parte más de ese guión pre-elaborado desde algunas chancillerías occidentales.

La transición de poderes se puso en marcha hace ya un tiempo, probablemente desde que se conoció la gravedad de la enfermedad de Kim Jong-Il, y a día de hoy algunos analistas señalan que podría estar casi finalizada. En estos meses Kim Jong-Un se ha estado rodeando de sus más asiduos y cercanos colaboradores, asegurando la lealtad de esos cargos en la estructura de poder de Corea del Norte, incluyendo puestos en el ejército y en las fuerzas de seguridad. También ha transcendido su colaboración activa en la política con Corea del Sur, así como en la planificación económica.

Además, tras su nombramiento oficial como «futuro sucesor», Kim Jong-Un fue nombrado vicepresidente de la todopoderosa Comisión Militar Central del Partido de los Trabajadores de Corea, así como promocionado a «general de cuatro estrellas». A todo ello se añadiría que en estos últimos meses se ha producido un especie de «co-gobernanza» entre Kim Jong-Un y su padre ahora fallecido. Las amenazas, las dudas y las interpretaciones interesadas son parte del escenario norcoreano desde hace tiempo, pero al igual que en el pasado, en esta ocasión hay un margen muy grande para volver a equivocarse.

Actualmente se puede encontrar en las calles norcoreanas muestras de la propaganda oficial, como los eslóganes y placas que recogen «la bendición de contar con el líder (Kim Il Sung), con el general (Kim Jong-Il) y con el general de cuatro estrellas (Kim Jong-Un)».

Esa sucesión de tópicos es algo consustancial al «acercamiento» occidental a Corea del Norte. Durante mucho tiempo se ha manifestado que en aquél país las cosas no cambian, y eso muestra una vez más, el desconocimiento hacia aquella realidad. La importancia de los lazos familiares y la procedencia de la misma familia ha sido clave en el sistema norcoreano durante mucho tiempo. El llamado sistema «songbun» (origen) con los tres grupos que presentaba (núcleo, vacilante, hostil) ha condicionado buena parte de la vida social y política durante mucho tiempo, sin embargo en los últimos años se ha producido una cierta «relajación» en su aplicación, fruto de las presiones sociales que generaba.

También son evidentes los cambios operados en la economía, con presencia de pequeños mercados donde la gente interactúa a niveles de pequeñas producciones. Pero donde se puede llevar una inesperada sorpresa más de uno es en torno a una presentación arcaica del país. En la actualidad los dirigentes norcoreanos han aceptado el funcionamiento de los citados mercados privados y el desarrollo tecnológico sigue desarrollándose. Como señalaba un dirigente recientemente, se busca «una formación adecuada de capital humano, una base más desarrollada en la industria y en la tecnología, así como recursos financieros suficientes para continuar la revolución digital».

La predicción de que un vacío de poder es inminente en Pyongyang, paso previo al final del actual sistema norcoreano, nuevamente puede resultar erróneo.

Una de las claves para entender con mayor precisión la realidad norcoreana reside en la importancia clave que históricamente se ha otorgado a la llamada «soberanía nacional». Este es el principio que ha venido sustentando el actual sistema. Ya en el pasado se quiso evitar la «dependencia absoluta» a otros estados o modelos (Unión Soviética o China), para evitar que «agentes extranjeros interfieran en la política y en la economía del país».

Junto a ello hay que resaltar la llamada ideología Juche, que muchas veces es incomprendida o mal interpretada en Occidente. Esa ideología es un «enfoque en la soberanía del estado en sus asuntos económicos, políticos y militares». Y es en cierta medida la reacción norcoreana a la intervención y ocupación extranjera en épocas pasadas.

Corea del Norte no se opone a la cooperación económica, pero se niega a quedar en manos de los intereses de estados extranjeros. Por todo ello, las citadas reformas y la actual transición no deben interpretarse como un abandono de los principios del sistema, ni mucho menos el comienzo del fin del mismo.

Las relaciones con Corea del Sur sí que pueden ser claves de cara a configurar un futuro escenario en la península coreana. Tras las manifestaciones de temor y desconcierto de algunos actores surcoreanos, y secundados por otros occidentales, lo cierto es que a los dirigentes de Pyongyang no les interesa un clima abierto de hostilidad. Es cierto que los ataques dialécticos seguirán estando presente en las relaciones entre ambas Coreas, sin embargo la reducción de incidentes armados en la frontera durante este año, en comparación con 2010, muestra ese deseo de evitar provocaciones.

El nuevo panorama político que se ha venido dibujando estos meses en el sur (victoria en las elecciones parciales y en Seúl de un partido de centro-izquierda) anticipa de cara a las próximas elecciones del 2012 una nueva coyuntura, ya que de repetirse esa tendencia, los futuros dirigentes surcoreanos podrían volver a aplicar la política «sunshine», que representa una ayuda hacia sus hermanos del norte pero sin las precondiciones que a día de hoy se dan.

Corea del Norte busca una estabilidad para seguir afrontando sus retos. Sigue buscando un modelo económico que se adecue a la situación actual, al tiempo que necesita mantener la ayuda exterior, sobre todo de China (relación privilegiada), Corea del Sur( reducidas sustancialmente desde las elecciones de 2008) y EEUU (también han descendido desde las pruebas nucleares de 2009). Si bien, esa ayuda debe enmarcarse en la filosofía mencionada, es decir, buscar una diversificación para evitar la dependencia absoluta hacia un único estado extranjero.

En este escenario el nuevo dirigente Kim Jong-Un deberá afrontar diversos retos. Por un lado afronta un 2012 con una celebración clave, el centenario del nacimiento del Gran Líder Kim Il-Sung, así como enfilar la política económica. También deberá hacer frente a las siempre complicadas relaciones con los vecinos del sur, y sobre todo afrontar las presiones en torno al programa nuclear, verdadera baza ante cualquier negociación con otros agentes internacionales, y en este sentido es clara la apuesta por retomar los contactos tanto con EEUU como con el resto de los estados que componen la llamada «negociación a seis».

Finalmente no hay que olvidar que de cumplirse las predicciones más negativas nos encantaríamos ante un escenario que todos los actores desean evitar, ya que un colapso violento del sistema acarrearía un panorama catastrófico para la región, con una hambruna generalizada, oleadas de refugiados y la posibilidad de que las armas nucleares acaben en un mercado negro.

Txente Rekondo. Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.