En la elección al Europarlamento, la derecha fue mayoritaria, seguida por el socialismo; irrumpieron los ultras de derecha e izquierda.
Los electores le estampillaron una soberana bofetada a la democracia francesa y al proyecto de construcción europea: la consulta para elegir a los 751 diputados del Parlamento Europeo terminó en Francia con un resultado histórico para la extrema derecha. El Frente Nacional, movimiento fundado por Jean Marie Le Pen y dirigido por su hija, Marine Le Pen, se convirtió en el primer partido de Francia. Con 25 por ciento de los votos, el FN supera a la derecha de gobierno, la UMP, estancada en 20 por ciento de los votos. El partido del ex presidente Nicolas Sarkozy quedó relegado por la ultraderecha al segundo lugar. A su vez, los socialistas, con un sorprendente 14 por ciento, siguieron su camino cuesta abajo. Los porcentajes de la izquierda francesa son una calamidad. Toda la izquierda francesa reunida apenas totaliza 33 por ciento. Los resultados de las otras extremas derechas europeas son también importantes, pero ninguno iguala al francés. Francia, que es, junto a Alemania, el pilar del proyecto europeo, propulsó una mayoría nacional antieuropea, profundamente anclada en una suerte de nacionalismo utópico y opuesto a casi todo lo que mueve la filosofía política de la Unión Europea desde hace 30 años. «Se ha votado por el retorno a la soberanía nacional y por escapar de la austeridad», dijo Marine Le Pen en sus primeras declaraciones.
Dinamarca avanzó en el mismo surco que Francia. El ultranacionalista y xenófobo Partido Popular Danés obtuvo el 23,1 por ciento y se convirtió también en el primer partido político del país. Los movimientos anti-Europa soy hoy una espina clavada en el pie de las grandes democracias del Viejo Continente. Si en Gran Bretaña, Holanda y Bélgica los ultras quedaron relegados con respecto a las expectativas suscitadas por los sondeos, en Alemania, la canciller Angela Merkel vio surgir otro frente desestabilizante. Su coalición CDU-CSU volvió a ganar (36 por ciento), pero en el horizonte político le aparecieron dos adversarios: uno, restaurado, los socialdemócratas del SPD; el otro, recién creado en marzo de 2013, el partido antieuro Alternativa por Alemania. El SPD conquistó 27 por ciento de los votos y protagonizó así un repunte espectacular frente al 20,9 por ciento que había obtenido en 2009. Pero el dato más notorio es el vertiginoso ascenso del movimiento antieuro Alternativa por Alemania, el cual -en su primera participación a una elección- recogió 6,5 por ciento. Otro invitado al banquete democrático es el partido neonazi alemán NPD. Su escaso 1 por ciento le permite también ingresar al Europarlamento. A diferencia de Francia, la extrema izquierda alemana de Die Linke roza el 8 por ciento contra el 6,1 por ciento de 2009.
La ultraizquierda y la ultraderecha modificaron el tablero europeo. En Austria, el partido de centroderecha ÖVP está a la cabeza de los comicios (27,3 por ciento) delante de los socialdemócratas del SPÖ (24 por ciento); pero la ultraderecha del FPÖ, con el 20,5 por ciento de los votos, registra un resultado sobresaliente comparado con el 12,7 por ciento de 2009. Grecia parece confirmar lo que anticiparon los sondeos. La izquierda radical de Syriza va primera en los recuentos, delante de la derecha de Nueva Democracia (ND) y de los neonazis de Aurora Dorada. Incluso con sus líderes presos, los herederos griegos de Hitler sacaron entre 8 y 10 por ciento de los votos. Toda una hazaña.
La gran lección de estas elecciones parlamentarias europeas salta a los ojos: la socialdemocracia fracasó una vez más en sus intentos de controlar el Parlamento de Estrasburgo, la derecha es mayoritaria al mismo tiempo que los partidos de ultraderecha o ultraizquierda irrumpen con peso en el escenario parlamentario. El ejemplo más excepcional es el de Francia. El ultraderechista Frente Nacional había obtenido 6,4 por ciento de los votos en 2009 contra 25 por ciento de ahora. De marginal pasó a ser el primer partido del país. El Europarlamento sigue bajo el control de la derecha, Partido Popular Europeo (PPE), y de los socialdemócratas (SD), pero les han salido brotes rebeldes de eurofóbicos, euroescépticos y eurofachos repartidos entre las izquierdas radicales y la pujante ultraderecha. La llamada «excepción francesa» es la más dramática por el peso real y simbólico que tiene Francia en la historia moderna europea. En varios países, la extrema derecha superó la barrera del 15 por ciento: Dinamarca (23), Reino Unido (22), Austria (20), Hungría (15 por ciento). Pero es en Francia donde los ultras llegaron más lejos y donde la izquierda perdió muchos niveles de legitimidad. Los ecologistas y la izquierda francesa sufrieron un maremoto. El gobernante PS se quedó con un triste papel de figurante. Su resultado le permite ganar 13 diputados europeos contra casi el doble para el Frente Nacional (entre 23 y 25). Los ecologistas franceses, que habían sacado 16,3 por ciento en 2009, apenas conquistaron ahora 7 por ciento. El Frente de Izquierda de Jean-Luc Mélenchon no pudo sacar provecho del descontento que inspira la política liberal de los socialistas. El FG se quedó a su nivel de 2009, entre 6 y 7 por ciento.
El PS francés volvió a la prehistoria de la gran capitulación electoral de 1994. La derecha, aunque segunda, no conoció un destino mejor. «Todo indica que hay una fractura entre Europa y el pueblo francés», reconoció el ex primer ministro liberal François Fillon. En cuanto al actual jefe del Ejecutivo francés, Manuel Valls excluyó toda idea de renuncia e insistió en que proseguiría con las reformas. El ejemplo francés es un naufragio descomunal. Los dos partidos que gobernaron el país, la derecha de la UMP y ahora los socialistas, rompieron todos los códigos comprensibles y terminaron por crear simplemente un monstruo: la derecha, con sus permanentes incursiones en los terrenos de la extrema derecha, y los socialistas con su giro liberal, tan extranjero a las promesas y a las razones por las cuales la gente votó a François Hollande en 2012.
En términos globales, la composición del Europarlamento se ha modificado sin dar por ello un vuelco: el Partido Popular Europeo lograría 211 escaños (64 menos que el Parlamento saliente) y el Partido Socialista Europeo 193 (dos menos que el Parlamento saliente). En cambio, la izquierda radical pasa de 35 diputados a 47 y los Verdes, según las estimaciones, permanecerían estables con 58 diputados. Entre estas corrientes se instalará ahora la ultraderecha. Todo parece una inasible pesadilla. Europa, la civilización de la cultura, los derechos, las guerras, la paz, un proyecto de unión impresionante… y de pronto, de la mano de la democracia que combaten y combatieron, vuelven los imperiosos pájaros de la destrucción, el odio a los otros y la obsesión por la raza, la pureza y las fronteras.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-247065-2014-05-26.html