Un acalorado debate generó la decisión parlamentaria que dispuso que los maestros de Educación Básica pasaran a ser automáticamente nombrados luego de 3 años de contrato. Para unos, la decisión fue legítima por cuanto reconocía el derecho del maestro a contar con un puesto fijo de trabajo.
Para otros implicó el fin de la “meritocracia” y la ratificación de la mediocridad en la Educación Pública. Este debate elude el tema de fondo. Este se refiere a la calidad de la Educación Pública y al aporte con el que el docente debe contribuir a ella.
Cuando un estudiante de medicina culmina sus estudios, es nombrado como médico en un centro de salud. No se le exige un examen previo para eso. Tampoco se le evalúa periódicamente para comprobar su eficiencia.
Ya se sabe que es médico, y eso basta. ¿Por qué no ocurre eso con el maestro? Lo legítimo sería que el profesor, al terminar su carrera sea nombrado –y no contratado- en una Escuela Pública y debiera bastar su condición de docente para que no requiera evaluaciones periódicas, sino más bien cursos de perfeccionamiento.
Lo que ocurre es que se eluden dos temas: todos saben que la formación profesional de los maestros deja mucho que desear porque al Estado no le importa la calidad de los profesores, dado que enseñan tan solo en el sector estatal de la educación donde se educan los niños pobres.
Considerar a priori que los docentes están mal preparados, pasa por admitir primero que el culpable es el Estado. El otro tema es que, de modo general, se considera al Magisterio una profesión devaluada, inferior a las otras. De acuerdo a este criterio un Maestro de Escuela no tiene el nivel profesional de un médico graduado.
Es claro que éste, es el asunto de fondo. Estamos lejos de lo que un tiempo se llamaba El Estado Docente Democrático y Laico. En él, la educación era función pública. Hoy ocurre que se ha convertido en Negocio Privado. Ahora, la educación no es un Derecho si no un Servicio, que debe ser remunerado como una manera de acumular fortunas. En el Perú de nuestros tiempos, una Universidad Privada o un colegio del mismo signo, constituyen una fuente de riqueza. Existen clamorosas pruebas de ello.
Estamos también lejos del Maestro considerado un “Dómine empecatado y déspota”, al que aludiera Otto Rulhe. Ahora, el docente es más bien el pueblerino empeñado en servir a su comunidad modestamente, que percibe una retribución pequeña, pero carga con la responsabilidad del comportamiento social de sus alumnos. Ese docente tiene, un su más alta proyección figuras como el uruguayo Jesualdo o los peruanos Encinas o Peñaloza.
Cuando Jesualdo, el Maestro de Canteras de Riachuelo en Colonia, Uruguay, quiso afirmar su escuela, fue acusado de comunista y subrogado. Cuando Encinas se empeñó en crear la “Escuela Nueva”, sufrió similares represalias. Cuando Peñaloza convirtió a La Cantuta en un verdadero centro de formación de maestros, ella fue destruida y él mismo despedido.
Cuando en La Cantuta en los años 50’s y 60’s se formaron docentes imbuidos por la Doctrina Peñaloza, estos reunieron altas condiciones de calidad y prestancia. Por eso fueron hostilizados y perseguidos. Para la Clase Dominante lo atinado era recurrir a la creación de Institutos Pedagógicos Privados que repartieran títulos a granel. Surgieron así maestros formados en ciclos dictados de lunes a jueves, o de viernes a domingo; preparados en turnos de mañana, tarde o noche; formados con clases presenciales, virtuales o por correspondencia. Así, cayó el Magisterio y se denigró la Educación Pública.
Y eso se hizo por imposición de la Clase Dominante, con la anuencia de la sociedad y la iniciativa de los gobiernos de turno. Como resultado de esta política, el Perú pasó a tener la peor educación de América Latina. La Escuela Pública quedó descalificada; y el docente, degradado. Ese es el tema de fondo que nadie quiere discutir y que se oculta tras la estéril campaña destinada a denigrar a los maestros considerándolos poco menos que analfabetos.
Si los niños de nuestro país tienen una mala educación, ella es producto de la política oficial. Y si el maestro, no está preparado, eso es resultado de la misma. Los niños y los maestros son las víctimas de un proceso educativo dominado por el mercantilismo.
Por eso resulta curioso que algunos “Comunicadores Sociales” y otros “Expertos en Políticas Educativas”, clamen al cielo maldiciendo a los “Maestros Incapaces” y alcen voces por “sus niños”. Por lo demás, es claro que “sus niños” no estudian en la Escuela Pública sino en colegios privados. Si algo debe hacerse es emprender una gran campaña y una orquestada ofensiva por recuperar el nivel académico y pedagógico de la Educación Estatal.
La Organización Sindical de los Maestros tiene, no solo el deber de luchar por mejores salarios y condiciones de vida para los docentes, si no también combatir por una Educación Pública que responda a los verdaderos intereses nacionales.
Al aproximarse el Día del Maestro, y al rendir homenaje a las figuras más destacadas de la educación peruana –José Antonio Encinas y Walter Peñaloza, entre otros- hay que reivindicar también el verdadero papel del docente en la construcción de una auténtica y legítima visión del Perú.
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