Explicamos los orígenes del manifiesto y los procesos que han llevado a su elaboración y difusión, hacemos un breve repaso de la historia de la lucha por las libertades civiles en Europa y, finalmente, exponemos las amenazas principales a dichas libertades en el contexto de la crisis de refugiados y migrantes, de las políticas de […]
Explicamos los orígenes del manifiesto y los procesos que han llevado a su elaboración y difusión, hacemos un breve repaso de la historia de la lucha por las libertades civiles en Europa y, finalmente, exponemos las amenazas principales a dichas libertades en el contexto de la crisis de refugiados y migrantes, de las políticas de austeridad y del aumento de mentalidades y prácticas crecientemente autoritarias.
Cuando hace un mes se presentó en Madrid el ‘Manifiesto por las libertades civiles en España y Europa’, acabábamos de vivir unos días en lo que pasamos del asombro a la indignación por el ‘caso de los titiriteros’: la Audiencia Nacional declaraba la prisión preventiva de dos titiriteros que escenificaron un montaje policial en el que se colocaba una pancarta con el texto «Alka-ETA» para incriminar a un activista. Lo que denunciaba dicha obra se convertía horas más tarde en ejemplo real, cuando los dos actores pasaron a ser los protagonistas del teatro nacional, representación en la que muchos medios de comunicación encarnaron el papel de títeres del poder más conservador y su vulgar, aunque sofisticada, artimaña de presión política sólo a favor de un interés electoral. Estaba en cuestión el derecho democrático a la libertad de expresión. En el orden internacional, la crisis de los refugiados era en ese momento una realidad más que evidente, aunque aún no nos habíamos asomado al problema a través de las imágenes que circulan estos días por nuestras pantallas: el barrizal en el que se ha convertido el campo de refugiados de Idomeni, en la frontera de Grecia con Macedonia, en el que decenas de miles de personas aguardan para poder continuar su travesía a otros países de la Unión Europea.
Elaboración y difusión del manifiesto
El manifiesto por las libertades civiles nace de la preocupación por la creciente restricción de aquellos derechos que resultan fundamentales para toda vida democrática, los derechos civiles. Promueve un blindaje de los mismos, condición imprescindible para la democracia, y focaliza su preocupación por la crisis a todos los niveles en la que se ve inmersa Europa.
La austeridad no ha conducido a la prometida recuperación del crecimiento económico, y se hace palpable el estancamiento, con el aumento de las desigualdades y la concentración de la riqueza en pocas manos. Dice el manifiesto: «ante el creciente descontento interno, muchos países de la Unión han apostado por una política desinhibidamente represiva. Así se observa en la reducción de la tolerancia institucional hacia la protesta, en la construcción recurrente de la figura del ‘enemigo interno’ y en la centralidad de la ‘guerra contra el terror’ como sustituto del principio legítimo del derecho a la seguridad». Y esta actitud afecta de manera directa tanto a la gestión de la crisis de los refugiados como al ejercicio de los derechos de los ciudadanos europeos. Decenas de activistas, académicos y cargos electos, encabezados por el filósofo estadounidense Noam Chomsky, el italiano Toni Negri, el fundador de la New Left Review, Tariq Ali, y la pensadora feminista Silvia Federici firman el manifiesto, que ha conseguido 2500 firmas aproximadamente en la semana de su lanzamiento.
También resulta significativo cómo de alguna manera este manifiesto es un signo más de los tiempos que vivimos por el proceso mediante el cual se ha conformado. Se trata de una iniciativa colaborativa que han promovido un grupo de personas de distinta procedencia, relacionadas en mayor o menor medida con distintos movimientos sociales y el entorno del activismo, de diferentes edades y sensibilidades.
El contacto entre ellos se ha ido tejiendo en las calles, en la participación en dichos movimientos y debates públicos, hace pocos años eran perfectos desconocidos entre ellos. Así, en un par de encuentros, dos almuerzos con sus largas sobremesas en un par de tabernas del centro de la ciudad, la ‘inteligencia colectiva’ se pone al servicio de una preocupación creciente y el grupo se organiza y coordina a través de una de una manera tan racional como sencilla:
Los conocimientos y capacidades de cada uno -dependiendo de sus inquietudes personales, experiencia, etc.- se convierten al ser compartidos y valorados en común en las piezas esenciales para configurar la maquinaria que finalmente da entidad al manifiesto y su plataforma web. Y lo que es más interesante: se pone en marcha al mismo tiempo un proceso de aprendizaje, también abierto y colectivo, mediante el cual el grupo tiene la posibilidad de observar de primera mano el camino que sigue el manifiesto hasta que se encuentra con la sociedad, con los firmantes y lectores. Así se puede investigar de una manera práctica las condiciones -carencias y virtudes- que definen nuestras relaciones a través de las redes sociales y los medios de comunicación, las posibilidades que se abren para el activismo y el debate público en la Red y los retos y dificultades que esto plantea.
¿Clickactivismo?
Hay voces que recelan de que el nuevo activismo a través de Internet -lo llaman sofactivismo o clickactivismo– sea capaz de cambiar las cosas. Algunos autores hablan de una especie de «enjambre digital» que no tiene un alma común ni puede convertirse en una voz, y su uso compulsivo, incluso a veces ingenuo, no permite un debate sereno sobre realidades complejas y una toma de conciencia más profunda. Además, el contexto socio-económico puede provocar reacciones de autodefensa que a veces desembocan en actitudes más extremas, miedosas y poco abiertas al diálogo. Se debilita la cohesión social y se sustituye por redes sociales que se plantean amplias pero a veces resultan superficiales.
Otras voces plantean que aún existe interés hacia lo público y que los medios digitales han permitido desarrollar nuevas formas creativas de activismo, organización y comunicación online, sinérgicas con el aumento de la participación en manifestaciones, las recogidas de firmas en la calle y una creciente actitud crítica hacia los políticos, el sector financiero y la economía capitalista. Por ejemplo, muchos supimos por las redes digitales del asesinato de Berta Cáceres y de la recogida de firmas para exigir una investigación independiente o la convocatoria de manifestaciones.
Sin caer en una visión tecno-utópica y sin olvidar los medios tradicionales y las calles, creemos necesario analizar y aprovechar las posibilidades comunicativas y participativas que ofrece la revolución digital.
Quizá por encima de todo, el 15M, además de ser una de las causas del nuevo ciclo político que nos ocupa, en el que se viene dando una apertura y cierre de distintos espacios de diversa naturaleza, implantó unos modos de relacionarse en la ciudad que habían ido diluyéndose en los años del crecimiento económico, donde la seguridad y bienestar de la clase media no se mostraban ilusorios. Asistimos aún al desarrollo de estas conexiones, donde el diálogo en términos inter- (generacional, racial, nacional…) podría ser no sólo la tabla de salvación de los derechos civiles, sino que supondría una profundización en los mismos, a partir de esta crisis del modelo democrático actual que se apunta desde cada vez más voces y que se recoge en el propio manifiesto. Quizá es el momento de atreverse a dialogar de verdad.
Como desarrollamos a continuación, la historia y presente de Europa puede entenderse, más que como un progreso lineal, como un conjunto de procesos en los que participan fuerzas y contrafuerzas que favorecen o impiden los avances en los derechos sociales y las libertades civiles. El tiempo presente demanda una alianza plural de todas las fuerzas democráticas con conciencia de nuestro pasado y preocupadas por el futuro de Europa, del planeta y de la humanidad.
Una historia de la lucha por las libertades civiles en Europa
Corren tiempos para reafirmar la dignidad humana, con la memoria del pasado como guía para conocer el presente y poder ejercer la libertad en la construcción de un futuro en el que las personas y la naturaleza sean lo más importante. Aprender de los procesos históricos que han permitido mejorar la protección de las libertades civiles en Europa y conocer las contrafuerzas que las han limitado.
La memoria histórica es útil para recordar los resultados positivos del acercamiento intercultural frente al chovinismo y el fanatismo o que la solidaridad hace avanzar las sociedades frente al miedo y el odio.
El avance de las libertades y de la igualdad de género en nuestras sociedades se beneficiaría de un mayor conocimiento y comprensión de la historia de la caza de brujas, no olvidando, por ejemplo, la valentía de Porete en su defensa de la libertad de pensamiento y de expresión. Así, se desarrolla un mayor aprecio por los procesos históricos de los que procedemos y se impulsa un sentido de humanidad común.
La hipocresía de nuestras democracias traicionando sus propios principios recuerda a la doble vara de medir de Calvino cuando empezó a actuar contra el principio de libertad de conciencia sobre el que se había fundamentado. Su discurso no pudo esconder el crimen que perpetró contra Servet. Castellio enunció lo obvio y fue castigado por ello: «Si reflexiono acerca de lo que, en realidad, sea un hereje, no encuentro otro carácter sino que designamos como hereje a aquel que no concuerda con nuestra opinión».
Las palabras de Bruno son útiles para recordar el poder de la libertad de expresión y de la verdad frente a la represión: «Por ventura tembláis más vosotros al anunciar esta sentencia que yo al recibirla». El desprecio por la evidencia y la primacía del poder sigue vigente, pero, ya lo dijo Galileo, «y sin embargo, se mueve».
El liberalismo clásico y la Ilustración nos enseñaron que «nadie me puede obligar a ser feliz a su manera, sino que cada uno tiene derecho a buscar su felicidad por el camino que le parezca bueno, con tal de que al aspirar a semejante fin no perjudique la libertad de los demás», en palabras de Kant. Aprendimos que se aprende a ser libres viviendo en libertad y que la libertad de pensamiento es fundamento del uso emancipador de la libertad de expresión. Conocimos el valor de la movilidad geográfica.
Voltaire explicó que la idea de la libertad de expresión reside en defenderla para las opiniones con las que estamos en desacuerdo. La revolución francesa estableció la libertad académica como principio fundamental del sistema de educación público, que sería eje clave en la difusión de los conocimientos que contribuyen al desarrollo de la humanidad, su libertad, su igualdad y su fraternidad. Pero llegó Bonaparte y orientó la modernización del país y de la educación bajo criterios de control estatal en beneficio de las élites políticas y económicas. En oposición a este modelo, Humboldt impulsó un sistema nacional de educación pública basado en el principio de libertad académica y en la cooperación. Pero pronto Fichte favoreció un sistema educativo estatal basado en el patriotismo prusiano y vinculado a la creación de un Estado-nación autoritario y nacionalista. Los gobiernos absolutistas reprimieron a los ilustrados, acusándoles de Demagogos.
Durante la industrialización se impulsó un gobierno de la aristocracia intelectual al servicio de las minorías propietarias. La clase obrera se opuso a este proyecto, desarrollando la teoría y la práctica de la igualdad y la solidaridad colectiva como medios para la realización de la libertad, la emancipación de los trabajadores y del conjunto de la humanidad: soy libre porque mis pares son libres.
En España, los krausistas y la Segunda República pusieron la libertad académica y de expresión en el centro de un programa cultural para el cambio social, pero estos proyectos fueron abortados por el fascismo. En la Universidad de Salamanca Millán-Astray interrumpió al rector Unamuno exclamando aquello de que «mueran los intelectuales» y «viva la muerte». El «venceréis pero no convenceréis» de Unamuno debe convertirse hoy en un «convenceremos y venceremos». Democratizar la cultura en conexión con la democratización de los sistemas políticos y económicos.
La memoria de los horrores de los fascismos y el consenso social de la posguerra permitieron una mayor protección legal, política, cultural y económica de los derechos y libertades en la época dorada de las democracias europeas. En Estados Unidos las luchas por los derechos civiles impulsaron la democratización de la sociedad y el respeto a la diversidad cultural. Sin embargo, las élites económicas y políticas pronto reaccionaron en los años 70 con proyectos, como el de la Trilateral Commission, para contrarrestar la «oleada democrática» de los años 60. Si el problema era un «exceso de democracia»…, «lo que se necesita es un mayor grado de moderación en la democracia», establecer «límites deseables», mediante un mayor control económico e ideológico de las instituciones culturales. El espionaje masivo y los casos de Assange, Snowden y Manning son algunas muestras contemporáneas de las restricciones autoritarias a la libertad de información.
Amenazas a las libertades civiles en Europa
Hoy, en alarde de cruel indiferencia, Europa abandona a su suerte -a veces, la muerte en el Mediterráneo- a las poblaciones africanas y de Medio Oriente que huyen de atrocidades originadas en aventuras imperiales (Irak, Afganistán, Libia), o auspiciadas por siniestros aliados -Arabia Saudita, Emiratos del Golfo- y por la propia industria armamentística europea, en un derroche de hipocresía y de crueldad que se suponían superadas. Por si no bastase, se castigan gestos de solidaridad con las víctimas, como se vio con los bomberos sevillanos detenidos y juzgados en Atenas, acusados de tráfico de personas mientras realizaban tareas de apoyo a los refugiados.
Las mujeres y las niñas sufren los mayores riesgos de violencia en la crisis europea de los refugiados y de los migrantes. Al mismo tiempo, las políticas de austeridad socavan los derechos de las mujeres y aumentan la amenaza de la violencia de género.
Se hace evidente la acelerada involución europea hacia regímenes cada vez más autoritarios. La propia Francia, otrora espacio de conquista de libertades y derechos, ha devenido laboratorio de un nuevo modelo militarista y represivo. En respuesta a los atentados de Charlie Hebdo el primer despliegue del gobierno (¡socialdemócrata!) fue la activación del sistema Vigipirate, diseñado en 1978, cuyo último perfeccionamiento data de 2015. Los atentados del 13 de noviembre (Bataclán, etc.) llevaron a Hollande a afirmar que se trataba de «un acto de guerra del Estado Islámico», aunque -como es público- los terroristas hayan nacido en Bélgica y en París. La clasificación de amenaza por parte de Estado beligerante conlleva implícita una intencionalidad superlativa en la respuesta. Y así fue: en el plano exterior Francia actuó con violencia bombardeando Raqqa (Siria), donde el Estado Islámico tendría sus bases, escamoteando las críticas sobre haber causado bajas civiles. Apagar el fuego con gasolina parece haber sido la consigna del gobierno Hollande. En el plano interno respondió con el Estado de Emergencia: cierre de escuelas, colegios y universidades, la suspensión general de derechos y garantías y el despliegue del ejército en las calles y severos controles fronterizos.
En formato parecido, aunque en clave más interna actuó Bélgica, al saber que varios de los terroristas eran oriundos de su territorio. Suspendió las celebraciones de Nochevieja y durante varios días Bruselas permaneció paralizada por la acción represiva, que incluyó la suspensión de derechos y garantías. Qué lejanos parecieron aquellos tiempos en que los Estados, ante la amenaza de enemigos declarados intentaban tranquilizar a sus sociedades. Han invertido completamente aquella lógica, adoptando la descrita por Naomi Klein en «La doctrina del shock«: nada más efectivo para una política dirigida a sustraer derechos económicos, sociales y políticos a su población que mantenerla aterrorizada, bajo alegadas amenazas externas. Y convertirse así en el -supuesto- garante de la supervivencia de su estilo de vida.
España no es ajena a esta estrategia de creciente restricción de derechos y libertades. Es punta de lanza. Después del estado de movilización y autoorganización que instalara el 15M y prolongaran las Mareas, plataformas y movimientos sociales, el establishment intenta restituir los consensos para encarar lo que llaman segunda Transición (vale la pena recordar el aserto de que «la segunda vez, será como farsa»). Detrás de esta escenografía de teatralidad redundante, la escalada represiva no cesa. Así lo denotan la promulgación de la Ley Mordaza con tipificación delictiva más propia de una dictadura cerril que de una democracia, la condena a cuatro años de prisión para Alfonso Fernández Ortega -‘Alfon‘ -, los juicios pendientes sobre profusión de activistas que participaran en diferentes manifestaciones populares (Marchas de la Dignidad, okupaciones, etc.), el enjuiciamiento del fotógrafo Raúl Capín, cuyo ‘delito’ es haber registrado la continuada arbitrariedad policial callejera, se hizo evidente la amenaza al derecho de huelga a través del juicio contra 8 trabajadores de Airbus. Entre las últimas víctimas que este vendaval se ha cobrado, los dos titiriteros que en el carnaval de Tetuán osaron escenificar un argumento que cuestionaba el accionar represivo del Estado. Apelando a argumentario harto conocido se les acusa de «enaltecimiento del terrorismo de ETA y Al-Qaeda».
La democracia en Europa también está siendo restringida por la concentración y manipulación mediática y por la mercantilización del sistema universitario. En respuesta, la movilización social ha permitido, por ejemplo, llevar a cabo campañas a favor de una reforma de los medios de comunicación o en defensa de la universidad pública en el Reino Unido. El 15-M y el movimiento Occupy pusieron en práctica el principio de que, en el actual momento histórico, es necesaria la organización y participación ciudadana para revertir el rumbo que han tomado los gobiernos y construir una democracia que asegure la libertad de los ciudadanos de satisfacer sus necesidades básicas y que proteja el ejercicio de sus derechos. Un nuevo ciclo de luchas colectivas a nivel Europeo nos aguarda.
Apoya el Manifiesto
El Manifiesto por las Libertades Civiles en España y Europa es una respuesta colectiva al aumento de la desigualdad social, la violación de los derechos humanos y sociales y los retrocesos en las libertades fundamentales, porque creemos que juntos podemos construir una Europa de los ciudadanos que sea democrática y proteja los derechos de todos.
Puedes leer y apoyar el manifiesto aquí: http://www.porlaslibertadesciviles.org/
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Versión en inglés: https://www.opendemocracy.net/can-europe-make-it/joan-pedro-alberto-azc-rate-lorenzo-pascasio/manifesto-for-civil-liberties
Joan Pedro es profesor asociado de Media and Communication en la Saint Louis University-Madrid Campus. Ha co-editado Talking Back to Globalization: Texts and Practices (Peter Lang, 2016), con Brian Goss y Mary Gould. Joan participa en una variedad de movimientos sociales.
Alberto Azcárate es periodista, escritor y activista social.
Lorenzo Pascasio es estudiante de Comunicación Audiovisual y Periodismo. Trabaja de librero, y de forma freelance en fotografía y diseño gráfico. En el ámbito de la creación, su interés se centra en el cine y sus diferentes facetas. Se relaciona con varios movimientos políticos y sociales.