Hoy, 6 de noviembre, a las 7´25 se han editado en el digital del Süddeutschezeitung de modo premeditado tres artículos por varios periodistas alemanes sobre Luxemburgo y la evasión de impuestos. ¿Luxemburgo: un país acogedor o un paraíso fiscal? Por la tarde del mismo día aparecía en El País un artículo firmado por Lucía Abellán […]
Hoy, 6 de noviembre, a las 7´25 se han editado en el digital del Süddeutschezeitung de modo premeditado tres artículos por varios periodistas alemanes sobre Luxemburgo y la evasión de impuestos. ¿Luxemburgo: un país acogedor o un paraíso fiscal? Por la tarde del mismo día aparecía en El País un artículo firmado por Lucía Abellán e Ignacio Fariza y titulado «Bruselas investigará si los acuerdos fiscales de Luxemburgo son legales», fruto del acuerdo de ICIJ
Por lo visto Marius Kohl, hombre de 61 años, jubilado el pasado año y muy conocido en ciertos ámbitos del Gran Ducado, era apodado «Mr. Ruling», mister resolución. Dirigió el departamento de impuestos y tributos de «Sociétés 6», enclavado en un edificio herrumbroso de cuatro pisos en un cruce de dos carreteras de dirección única, no lejos de la estación del tren. «Mr. Ruling» es alguien a quien se le conoce bien en el Gran Ducado, tanto en política como en el ámbito del asesoramiento y la consulta. En su amplio despacho con ventanal a la calle recibía a los expertos de la sociedad asesora Procewaterhouse-Coopers (PwC), como prueban los cientos de documentos fiscales, hasta hace un tiempo secretos, entregados al International Consorcium of Investigative Journalists (ICIJ)
Las autoridades luxemburguesas son benevolentes. Y un gran ejército de asesores sagaces e ingeniosos está preparado para rebajar la carga impositiva a multinacionales mediante montajes y estructuras fiscales discutibles, no raramente por debajo del 1%. Los de PwC sabían que con Marius Kohl encontrarían el modo. En una presentación interna a clientes los asesores de PwC describen a Luxemburgo como un lugar con «autoridades flexibles», «fácilmente contactables» y «dispuestas al diálogo». La encarnación de aquellas autoridades era Marius Kohl.
Los asesores de PwC presentaban a Marius Kohl, en nombre de sus clientes, los planes y montajes de las multinacionales -entre ellas Ikea, Pepsi, Eon, Deutsche Bank, Amazon…- con la esperanza de encontrar acogida. Y casi nadie quedaba defraudado; tras dos o tres encuentros personales se le entregaba una solicitud por escrito, a la que Marius Kohl a menudo respondía positivamente incluso en el mismo día. Pueden ser miles las solicitudes que Marius Kohl despachó a lo largo de sus 22 años de servicio, «épocas hasta 54 por día».
El fraude fiscal que sólo esta «evasión de impuestos» ha causado en los países vecinos es gigantesco. De los documentos onvestigados por primera vez, secretos hasta hoy pero ya conocidos, sorprende la gran cooperación -¿debería decirse con más propiedad complicidad?- entre las autoridades de Luxemburgo, encarnadas en Marius Kohl, y las grandes multinacionales. El descubrimiento de esos pactos fiscales secretos debe resultar en estos momentos especialmente desagradable para Jean-Claude Juncker, actual Comisario jefe de la Unión Europea, «se enfrenta a la incómoda situación de investigar las posibles irregularidades de un marco fiscal bendecido por el nuevo jefe del Ejecutivo comunitario, Jean-Claude Juncker. Bruselas ha anunciado esta mañana que actuará si los acuerdos fiscales que Luxemburgo firmó con centenares de empresas europeas para aliviar su factura fiscal infringen la normativa europea, que impide las ayudas de Estado cuando distorsionan la competencia« [1] y a quien precisamente se le considera el co-arquitecto del sistema fiscal luxemburgués. En estos momentos debe averiguar y comprobar la amarga queja de la Unión Europea contra Luxemburgo, debe examinar, por ejemplo, si el tratamiento fiscal de Amazon y su filial Fiat encaja dentro de las ayudas estatales no permitidas. Y también desagradable porque los agentes han expuesto a la luz lo que Luxemburgo se venía negando durante tiempo: a entregar a la Unión Europea los documentos necesarios para la clarificación. Lo que los luxemburgueses denominan a su base comercial y de negocios concurso o competitividad fiscal los políticos de la Unión Europea denominan deslealtad intolerable: el país de hecho se estaría aprovechando de torpedear la política fiscal de los países vecinos y de ese modo conseguir transacciones para el sector financiero luxemburgués. Y si Suiza provoca dolor de cabeza todavía hiere más que esto lo haga un país fundador de la Unión Europea.
Para muchas empresas importantes, más si son multinacionales, y para algunos individuos evadir impuestos se ha convertido en deporte nacional. Y resulta difícil que Juncker pueda hacerse el tonto, silbar al viento y librarse de su responsabilidad ante el largo runrún de paraíso fiscal, que se viene gestando en su país luego de 20 largos años de haber sido no solo primer ministro sino también ministro de Finanzas de su país. En su mandato el pequeño Luxemburgo se convirtió el la gran potencia financiera internacional. Todavía en 1980 apenas jugaba papel alguno el sector financiero y hoy día Luxemburgo, tras USA, pasa por ser el mayor centro financiero del mundo, donde se viene administrando alrededor de tres billones de euros. Y esto se debe a la legislación fiscal extremadamente beneficiosa, es decir a las instituciones y a su prolongado brazo de Marius Kohl, actuando desde aquel despacho amplio en un cruce de calles de Luxemburgo.
Las casi 28000 páginas de documentos confidenciales han sido examinados a lo largo de seis largos meses de trabajo por un equipo internacional de más de 80 periodistas de 26 países, coordinado por el International Consortium of Investigative Journalists. Hoy hay más de 500 pactos fiscales al descubierto: el pilón de actas de Luxemburgo. El ICIJ quedó en publicar el 6 de noviembre de 2014 los casi 550 documentos fiscales pactados entre el 2002 y el 2010, en donde aparecen a la luz las tretas y trucos empleados, hasta ahora secretos y amparados por el secreto fiscal de Luxemburgo, por sobre todo las multinacionales, fundando filiales de trasvase en el Gran Ducado aun cuando sus verdaderos negocios se asentaban en otros países, para luego trasvasar sus ganancias a Luxemburgo enmascarándolas como réditos.
¿Por qué Luxemburgo es un país mágico, de ensueño? «La estructura luxemburguesa es un camino para evadir entradas fiscales, es igual de dónde procedan», dice Stephen E. Shay, profesor en materia de impuestos internacionales en la universidad americana de Harward y antes experto fiscal en el ministerio de Economía de USA: «Luxemburgo es como un país mágico». Atrae a todo bicho viviente. En los documentos se encuentran junto a las mencionadas multinacionales docenas de otros grandes actores internacionales, la mayoría de ellos de USA: Ketchup-Pionier Heinz, Distribuidor-Apple i Tunes, Procter & Gamble, British American Tobacco, la inglesa Burberry, la belga Stella Artois… No hay fronteras ni límites, da igual que se traten de sociedades financieras, de multinacionales de la industria o de la farmacia, el tema fiscal y la evasión de impuestos lleva a todos a Luxemburgo.
Los documentos muestran también que no sólo se aprovechan los inversores privados del entorno, también la Caja de Pensiones de Canadá y el Fondo de Pensiones Nacional de Corea del Sur han creado empresas en el Gran Ducado para aprovecharse fiscalmente de sus negocios inmobiliarios, al igual que AIG, la multinacional aseguradora de USA controlada por el estado.
El tesoro documental lo conforman principalmente los denominados Advance Tax Agreements de casi 350 empresas, elaborados por los asesores de PrincewaterhouseCoopers, y con ello la constatación de un tratamiento especial fiscal. Hay empresas luxemburguesas relacionadas con el Deutsche Bank. Los documentos testifican cómo la multinacional financiera creó durante años estructuras complicadas, evitando de ese modo satisfacer a las arcas del estado en media Europa cientos de millones de dólares por sus negocios inmobiliarios. Por otra parte el Deutsche Bank actuó también como prestador de servicios y ayudó por ejemplo a una empresa finesa a desviar a Luxemburgo.
Todos estos montajes se pueden describir perfectamente porque los asesores PwC exponen detalladamente a la autoridad fiscal luxemburguesa los planes de la respectiva multinacional. Librándose al final de pagar impuestos por licencias, dividendos, intereses o rentas de capital. Dice uno de los periodistas del Süddeutschzeitung, «hasta resulta placentero el leer en los papeles cómo los impuestos regulares empresariales, que en Luxemburgo son de alrededor un 29%, tras el juego de prestidigitación de la gente del PwC se desmoronan hasta casi desaparecer». De algo así le oí un día quejarse pública y amargamente en una conferencia a la actual diputada foral de Hacienda de Gipuzkoa, Helena Franco. ¡Eso sí, todo muy legal! Se crean sociedades filiales, se desvían pagarés y se transforman dividendos en intereses de la noche a la mañana y como tales libres de impuestos. ¡Todo en regla, cuestión de interpretación! A Juncker se le ha pedido repetidamente que responda a preguntas precisas relacionadas con la evasión de impuestos via Luxemburgo, ya fuera personalmente, por escrito o vía telefónica. Y sigue sin contestar a la pregunta de en qué medida conocía él la práctica desenfadada de Marius Kohl. Una vez más: la actuación de «Mr. Ruling» en el Gran Ducado no era ningún misterio y su papel le debiera resulta familiar al exministro de financias de Luxemburgo, Jeannot Krecké, lo mismo que al sucesor de Juncker como primer ministro, Xavier Bettel. Tampoco debió ser para Jean-Claude Juncker. El mismo Kohl aclaró dialogando con periodistas del Wall Street Journal que jamás le puso pegas o le cuestionó ninguno de sus superiores del ministerio de Finanzas: «Jamás recibí presión de arriba, jamás tuve problema alguno con Juncker».
Es cierto, parece que nunca antes hubo tanta unanimidad entre los grandes estados europeos para proceder en contra del dumping fiscal. Pero también es cosa cierta que, a la vista de los papeles, podríamos hallarnos ante la demostración de la sumisión y el servicio colaborador del gobierno de un país y de sus estructuras en pro del lucro de multinacionales y de la evasión consentida de impuestos, cargando cada vez más el peso del mantenimiento del estado sobre las espaldas de los ciudadanos más indefensos, más honrados y menos «listillos». Y eso clama al cielo. Y en el estado español estamos hasta el moño de prácticas corruptas, de mordidas, de amnistías fiscales, de corrupción y colaboración… Y sería el colmo que también el comisario jefe de la Unión Europea fuera un colaborador en la evasión de impuestos.
Lo malo es que aunque fuera el colmo pudiera ser verdad.
Nota
[1] El Pais, Lucía Abellán e Ignacio Fariza, Bruselas investigará si los acuerdos fiscales de Luxemburgo son legales
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