Un informe revela que 13 de las víctimas se suicidaron. Todos los crímenes quedan impunes
No fueron casos aislados. Tampoco era una campaña de desprestigio en Bélgica contra la Iglesia católica -que, además, estaba al corriente-. La comisión de investigación nombrada por los obispos belgas para aliviar el sufrimiento de las víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes presentó ayer unas conclusiones que han sacudido al país. Un total de 507 casos de abusos han sido documentados a través de testimonios voluntarios y en primera persona que relatan extensamente «sexo anal, oral, vaginal y otras barbaridades» entre la década de 1960 y la de 1980, según el informe de la comisión (pdf), dirigida por el psiquiatra Peter Adriaenssens.
Para 13 de las víctimas, el sufrimiento desembocó en suicidio. Otros seis lo intentaron. La mayoría de «los supervivientes», como los llama Adriaenssens, carga aún con las consecuencias de unos crímenes que quedarán sin castigo, ya que los delitos han prescrito, además de que la mitad de los culpables ha muerto.
El perfil tipo de los abusados era el de un niño de entre 10 y 15 años, pero también aparecen un centenar de niñas -que solían sufrir los abusos más tarde- y víctimas de sólo dos años. A menudo, los abusos se producían en internados o en las residencias de los religiosos. Los chicos no se lo contaban a sus padres «por el enorme poder de los sacerdotes y la libertad de la que gozaban».
El detonante de las denuncias
Los casos recogidos por la comisión se multiplican en torno a dos meses, de abril a junio de este año. La mitad de las denuncias se recibieron en la semana de abril, cuando el obispo de Brujas, Roger Vangheluwe, fue depuesto tras reconocer que había abusado de su sobrino.
«No era una niña, tenía 17 años cuando los abusos comenzaron», recuerda una de las denunciantes. «Confié en él y no lo vi venir. Las caricias se convirtieron en un acto sexual el día 30 de junio», relata. «Me decía que era preferible aprender dulcemente con él. A veces me dejaba hacer, otras no. Entonces se enfadaba», asegura.
«Cuatro años en psicoterapia me han enseñado que todo lo que nos callamos nos mata. Tuve enormes depresiones y una tentativa de suicidio . Desde hace tres semanas me pregunto lo mismo: ‘Tengo derecho a quejarme…?’. No pido nada. Quiero simplemente que ustedes lo sepan», cuenta otro testimonio.
Para Adriaenssens estos casos son sólo un aperitivo. Los trabajos de su grupo de expertos se vieron interrumpidos cuando la Justicia belga requisó en junio todo su material, que incluye cientos de direcciones, nombres y apellidos. De hecho, los testimonios son muchas veces incompletos, se ciñen al norte del país, donde estalló la polémica del obispo de Brujas, y sólo relatan abusos producidos hace más de 20 años. «Todas las escuelas, sobre todo internados, conocieron los abusos en algún momento dado, todos los obispados tuvieron que lidiar con este problema», añade.
Los obispos, escandalizados
La publicación del informe ha escandalizado a los propios obispos, que en la mayoría de los casos se desvinculan de los hechos por su antigüedad, al tiempo que exigen transparencia y la actuación de la Justicia. Sin embargo, los testimonios de las víctimas confirman que, ante los abusos revelados, los obispos responsables miraron para otro lado.
«Consulté con X y me aconsejó hablar con el obispo. ‘Tengo un problema con uno de sus sacerdotes’. Respondió: ‘Deja de mirarlo y te dejará tranquila’. No tuve ni ocasión de explicar mi problema», relata una víctima en el informe, plagado de equis que ocultan el nombre de sacerdotes que nunca pagarán por sus pecados.
Fuente: http://www.publico.es/internacional/336012/iglesia/belga/acusada/violaciones/ninos