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Francia

Mélenchon, la lucha por la autonomía

Fuentes: Nortes [Imagen: Jean-Luc Mélenchon. Créditos: Twitter Jean-Luc Mélenchon]

El líder de la Francia Insumisa ha tomado una iniciativa valiente: convertir las legislativas en una tercera vuelta, unir a toda la izquierda y conseguir ser primer ministro de la República.


El candidato de la Francia Insumisa dio la sorpresa y a punto estuvo de pasar a la segunda vuelta. Todo habría sido distinto. En la primera se configuraron tres grandes espacios: el liberal de Macron, el populista de derechas de Marine Le Pen y el nacional-popular republicano de Jean Luc Mélenchon. Nada más terminar las elecciones, éste dejó las cosas meridianamente claras: ningún voto para madame Le Pen. Más adelante tomó una iniciativa valiente, convertir las próximas elecciones parlamentarias de junio en una tercera vuelta con dos objetivos claros: organizar desde abajo el nuevo espacio político y conseguir que Mèlenchon sea el primer ministro de la República.

Audacia e imaginación parecen ser las características que la izquierda necesita en Francia para salir de una situación en la que siempre hay que elegir entre lo malo y lo peor. No es fácil, pero merece la pena seguir con detenimiento la experiencia. Si la política es –entre otras cosas- el arte de diferenciarse, el concepto clave es autonomía. Construir un proyecto propio, definir una propuesta con característica específicas, ha sido siempre la cualidad de una izquierda que, por serlo, busca construir un espacio singular a la socialdemocracia. En la Izquierda Unida de Anguita a esto se le llamó alternativa; es decir, una fuerza que busca algo más que una simple alternancia en el marco de un modelo bipartidista férreamente controlado por los grandes grupos de poder económico y mediático. Se hablaba de una izquierda alternativa a las políticas neoliberales y a los modos de ejercerla desde una perspectiva que valorizaba la participación, el trabajo colectivo y el programa.

Mitin de las presidenciales. Fuente: Twitter Jean-Luc Mélenchon

Hay que ir un poco más lejos. La lucha por la autonomía ha sido una de las señas de identidad (si no la principal) de un movimiento obrero organizado que quería ser el sujeto de la transformación social en una perspectiva anticapitalista y con voluntad socialista. Sujeto autónomo frente a la ideología dominante y sus aparatos de hegemonía; sujeto autónomo capaz de definir un proyecto alternativo de sociedad y modo de vida encarnado en las clases populares y teniendo al mundo del trabajo como referente. La lucha por la autonomía no era un acto inaugural y realizado de una vez por todas, sino un esfuerzo permanente. Estas formaciones sociales descansan siempre sobre una desigualdad estructural de poder en la que los dispositivos de control social y de integración política están al servicio los poderes dominantes. Esto explica que, para la izquierda trasformadora y socialista, el debate político-cultural y la formación de cuadros era un elemento fundamental del partido obrero. Los poderes dominantes buscarán siempre mellar la consciencia de clase de los trabajadores, diluir el proyecto socialista y convertir a la fuerza política alternativa en un grupo subalterno más, gestor leal de los intereses comunes de la oligarquía financiara-empresarial dominante y a su servicio.

Este debate no es nada abstracto, máxime cuando la izquierda política y social está desapareciendo en una Europa neoliberal cada vez más dependiente de EEUU y, en estos momentos, en guerra. Cuando Podemos decidió gobernar con el Partido Socialista como objetivo estratégico, el debate de la autonomía del proyecto desapareció. Es más, se tendió a ver como un problema meramente ideológico de una fuerza que le tenía miedo al ejercicio del poder del gobierno, de mojarse para resolver los problemas de la gente. Los que nos opusimos a aquella estrategia intentábamos salir de un debate entre distintos tipos de voluntarismo y buscar unas bases objetivas a partir de las cuales poder deliberar constructivamente. Gobernar o no gobernar nunca fue el problema sino sobre qué bases, sobre qué propuestas, sobre qué correlación real de fuerzas.

“LA PERMANENCIA DE UP EN EL GOBIERNO HA SIGNIFICADO LA NEUTRALIZACIÓN DE LA IZQUIERDA ALTERNATIVA”

¿Qué era Unidas Podemos? Lo que sigue siendo hoy multiplicado y agravado: una coalición parlamentaria electoralmente venida a menos, con una pérdida alarmante de contenido social, poco o nada insertada en los territorios, progresivamente convertida en una forma-partido articulada por los cargos públicos y financiada por los presupuestos generales del Estado. Con una organización así estructurada, con una dirección personalizada y sin un proyecto claro y preciso asumido por la militancia, la cuestión del gobierno se tendría que haber plateado desde parámetros más realistas y teniendo en cuenta lo que éramos como movimiento. Gobernar en clara minoría con tu principal adversario electoral significaba la continuidad del conflicto por la hegemonía en la izquierda en un nuevo contexto mucho más exigente, políticamente más conflictual y con mayor contenido político-cultural. Las experiencias de este tipo de gobiernos para las fuerzas alternativas ha sido siempre el mismo: agotarse en el esfuerzo de oponerse a un partido social liberal arrogante y dominador y, a la vez, diferenciarse para no perder identidad política y base social y electoral.

Mitin de la Unión Popular durante la campaña de las presidenciales. Foto: Twitter de Jean-Luc Mélenchon

No es este el momento para hablar de programa, de gestión del gobierno y de las políticas de un PSOE que se ha convertido en una de las fuerzas más atlantistas de lo que va quedando de la socialdemocracia. Tampoco es el momento de hablar de lo que ha significado para UP el ejercicio de un gobierno férreamente controlado por Pedro Sánchez y la ministra Calviño. El problema es otro y ahora mucho más radical que antes. Me refiero a la autonomía política en un sentido fuerte. Lo diré de forma directa: en los últimos tiempos se está produciendo un proceso de subalternización político-programática y de disolución organizativa de UP que solo se puede calificar de dramático. Baste pensar lo que hubiese hecho y dicho UP si no estuviera en el gobierno sobre temas como la participación de España en la guerra de Ucrania, el acuerdo de Pedro Sánchez con Marruecos, sobre el resultado de las políticas sociales que se han implementado o la entrega a los grandes fondos de inversión de las viviendas en poder del Estado. La permanencia de UP en el gobierno ha significado la neutralización de la izquierda alternativa y dejarle la oposición al PP y a Vox.

En estos días Mélenchon ha contado una anécdota que tiene mucho que ver con lo que estoy comentando. Decía que, en una conversación con un político español amigo, éste le comentaba que España estaba cansada de elecciones, de inestabilidad y que los problemas se acumulaban. El candidato de la Francia Insumisa le dijo que el problema real es que era él que estaba cansado, no el pueblo español. No sé quién era ese político. Tirar la toalla apenas iniciado el camino demostraba pocas convicciones, escasa capacidad política y, bueno es subrayarlo, de sacrificio. Para UP gobernar fue para un atajo, una fuga hacia adelante que pretendía eludir el debate real que no era otro que la desmovilización política y sus causas, las enormes carencias organizativas y la extrema debilidad del ideario y del proyecto.

Fuente: https://www.nortes.me/2022/04/25/melenchon-la-lucha-por-la-autonomia/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.