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Uruguay

Mercedes Vigil y sus amoríos ideológicos

Fuentes: Rebelión

https://revistafuturos.noblogs.org/

Mercedes Vigil ha presentado una carta al presidente del Uruguay, Luis Lacalle Pou, a nombre del Ateneo de Montevideo auspiciando la salida de la cárcel (Domingo Arena) a unas decenas de militares y/o policías procesados por crímenes abusivos, y por ello atroces, cometidos durante “la era militar” uruguaya inaugurada en febrero de 1973.

Mercedes Vigil es, o se siente, una emisaria divina.

Su trabajo novelado, LOS SOCIOS DE DIOS [1] revela con sinceridad o descaro los comportamientos del MOSSAD, que Vigil, significativamente, califica como “socios de dios”, y me permito citar un parrafito hacia el final, que da toda una estampa del estilo de trabajo de dicha agencia secreta, que Vigil parece manejar con solvencia. Recapitula quien parece ser un fogueadísimo agente, de atractivo sin par:

Trabajé encubierto tres años en el sur de Irán. Actuaba en Zahedán bajo la identidad de Brian Carpenter, agente de la CIA y con suficiente dinero como para contratar a los irascibles Soldados de Dios. Fueron muy útiles para sacar del medio a individuos molestos y sembrar el terror entre nuestros enemigos.”

Y agrega: “Tú sabes bien que las operaciones de falsa bandera no son nuevas y que utilizamos la confianza de nuestros aliados para alcanzar fines propios.”

Una novela que, aclara la autora, ha violentado su carácter de “novela histórica” porque ha prescindido de “exceso de información”. Las redes del universo de las acciones no oficiales de organismos de seguridad oficial parecen, en cambio, abundar en el relato.

Y es que Vigil nos acerca mucho más a una mística que a una racionalidad. Y siempre, a una estética (porque doña Mercedes siempre alhaja hollywoodescamente a sus personajes con “pintas” fuera de serie; atractivos ejemplares humanos). Los personajes del universo vigiliano aluden, nos dice,  a los miembros de la seguridad israelí que se sienten mandatados, como lo expresa el título del alegato de Vigil.

A lo largo del relato se desplegaría el modus operandi de la organización de la seguridad, israelí, y la autora tiene a bien introducirnos en sus procedimientos, estilo y hasta vocabulario. El personaje del que extraje la cita es un kidon, y así se llaman integrantes del Kidon, precisamente, un sector superespecializado en asesinatos dentro de Metsada, que es el área del Mossad dedicada a secuestros. Vigil nos ilustra incluso sobre vocabulario, jerga mossadiana… que parece serle sumamente familiar, también sobre la enorme expansión que esa área de la sociedad israelí parece tener.

Aplicando el vocabulario que Vigil ilustra,  tendríamos que, por ejemplo, Jack Ruby, aquel dueño de garitos, empresario de la noche texana era un kidon. Peculiar kidon, ya que una vez preso por haber matado a quemarropa a Lee Harvey Oswald, denunciará a los gritos que lo querían matar a él… que murió prestamente en prisión.

Entonces, podemos empezar a entender más claramente los últimos pasos, uruguayos, de Mercedes Vigil: quiere así rescatar de la cárcel, del olvido, de la pena, a los “libres” del tiempo de la dictadura, que eran lo que más se parecería en nuestro país al oficio securitario  gozado por los socios de dios que ella modélicamente ha erigido.

Entiendo claramente que si ese personal secreto, especializado en violar la ley para reafirmarla, en Uruguay, a causa de la regresión democrática ha caído en dificultades (en realidad, muy menores; la mayoría no ha “pagado” ni con un día de cárcel y quienes sí lo han hecho, lo han hecho en una especialmente acondicionada para atenuar los efectos de la reclusión, con comodidad y seguridad ajenas a las cárceles comunes y corrientes del país para uruguayos. Y con suficientes demoras judiciales como para que se pueda hablar de décadas de impunidad.

De cualquier modo, “los socios” −no sabemos si en nuestro país lo son de dios o de alguna otra entidad transnacional−, han sufrido aquí un llamado a rendir cuentas que en Israel, por ejemplo (y en muchos otros países) están muy lejos de tener que rendir.

Esa desigualdad de trato es lo que hiere la sensibilidad de Mercedes Vigil.

Y no sólo la de Mercedes Vigil. El autor de La trinchera de Occidente,[2] Julio María Sanguinetti, ha salido de inmediato a validar tal planteo, considerando que se trata de una medida “humanitaria”.

Asimismo, como no podía ser de otra manera, ante tamaña medida de lo que se denomina respeto a la ancianidad, el presidente vigente, Luis Lacalle Pou, también salió a sumarse al coro (o corito) de quienes quieren aliviar todavía un poco más ese asunto de penas por atrocidades cometidas hace ya mucho tiempo.

Y por eso ha salido doña Vigil, no ya a desfacer entuertos, como el Quijote, sino a blandir la ignorancia ante delitos, atroces, habidos.


[1] Editorial Planeta, Montevideo, 2013.

[2]  Sanguinetti titula su “recorrida histórica” sobre Israel con la consigna que utilizara Theodor Herzl en su obra fundadora del sionismo “moderno”, El estado judío (1896), donde Herzl “explica” al gobierno de Su Majestad (en ese momento, el principal poder colonial planetario) que una Palestina judía sería la mejor arma “contra  el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie.”; en síntesis, una trinchera de Occidente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.