Recomiendo:
0

México: Los intelectuales de la contrainsurgencia

Fuentes: La Jornada

Entre las reacciones en contra del EZLN, a partir de sus comunicados y la «alerta roja», destacan las declaraciones de Federico Reyes Heroles, quien asumió la posición de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) de vincular a los zapatistas con el narcotráfico. Según él, los comunicados del subcomandante Marcos son una «cortina de humo» […]

Entre las reacciones en contra del EZLN, a partir de sus comunicados y la «alerta roja», destacan las declaraciones de Federico Reyes Heroles, quien asumió la posición de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) de vincular a los zapatistas con el narcotráfico. Según él, los comunicados del subcomandante Marcos son una «cortina de humo» para encubrir el hallazgo de plantíos de mariguana cerca de los territorios en rebeldía.

Partidario de la contrarreforma salinista al artículo 27 constitucional, renuente a reconocer derechos específicos a los pueblos indígenas, asesor y defensor de Ernesto Zedillo (responsable del crimen de Acteal), el ahora coordinador de Transparencia Mexicana e intelectual cercano de precandidatos priístas a la Presidencia de la República reclama al vocero zapatista que «curiosamente reaparece en momentos electorales»; lo tilda de «cacique sin fuerza real» y pone en duda su vocación democrática, ya que «Marcos siempre ha despreciado la vía electoral».

Reyes Heroles exalta las obras sociales que el Estado mexicano ha realizado en Chiapas durante los tres últimos sexenios y la «estrategia» de construir «escuelas, hospitales y carreteras». Afirma, además, que «gran cantidad de indígenas que apoyaban este movimiento (EZLN) por la falta de condiciones y marginalidad, ahora se han alejado de él».

Lo más singular de lo expresado por el politólogo es la crítica al gobierno de Vicente Fox por ser «condescendiente con el movimiento zapatista». También se pronuncia por que el «ejército mantenga el control», llegando incluso a utilizar un nosotros muy significativo cuando con vehemencia sostiene: «creo que hay que mantener las posiciones (militares), echarnos para enfrente, digo. ¡Qué pueden hacer! Cualquier acción que toque a la población civil va a obligar a las autoridades a meter al ejército».

Este es un caso paradigmático de pensadores que se ponen del lado de la solución militar, posición que seguramente muchos de los dirigentes partidistas, empresariales y jefes militares aprueban en privado y ocultan en público por motivos «tácticos» o interés electoral.

El subterfugio de asociar narcotráfico con guerrilla, de inspiración estadunidense, utilizado ya por los asesores de inteligencia de Salinas para atacar al EZLN, es insostenible. Todos los grupos parlamentarios del Congreso de la Unión que han integrado la Comisión de Concordia y Pacificación (Cocopa) nunca han tenido a la mano documento alguno que pruebe dicha relación y, una y otra vez, la Cocopa respectiva, incluyendo la actual, han desvinculado al EZLN del tráfico de estupefacientes.

En un reciente recorrido por los caracoles zapatistas del Grupo Paz con Democracia, los miembros de las juntas de buen gobierno informaron que casos excepcionales de delincuencia organizada han sido turnados a las autoridades federales y estatales para su inmediata atención.

Si alguna vez Reyes Heroles y sus similares hicieran un viaje por tierra (no en helicópteros del gobierno del estado, el Centro de Inteligencia y Seguridad Nacional o inteligencia militar) a la zona denominada de «conflicto», se podrían percatar del grado de concentración de efectivos militares, una vigilancia de 24 horas al día de la sección segunda (con sus orejas en las comunidades), la acción de paramilitares, retenes, guarniciones, grandes cuarteles, los convoyes mixtos pasando cotidianamente por todos los caminos que confluyen a los caracoles y por las nuevas carreteras abiertas con fines contrainsurgentes que rodean, penetran, irrumpen en el territorio rebelde. Con toda esa maquinaria de control y vigilancia castrense, ¿se puede ocultar el sembradío de mariguana por campesinos de filiación zapatista? ¿No se han puesto a pensar estos analistas en otra hipótesis, múltiples veces probada en otros territorios de la geografía nacional: la vinculación ejército-narcotráfico?

¿Cuánto conocimiento tendrán las bases de sustentación académica de la contrainsurgencia sobre el movimiento indígena y el campo mexicano? ¿Será cierto que los zapatistas ya no cuentan con los pueblos indígenas de México? O será que en Foxilandia, después de estos años de auge y prosperidad, con la revolución verde en el campo que ha conseguido por fin detener el éxodo campesino y ha hecho recobrar nuestra suficiencia alimentaria; con las escuelas y los hospitales recién inaugurados en las más apartadas rancherías; con el reconocimiento logrado de los derechos indígenas basado en la propuesta de Cocopa y tras el éxito rotundo del Plan Puebla-Panamá, que ha erradicado la pobreza de la región, ¿tendría el EZLN algún soporte solidario de los indígenas como el demostrado durante la marcha Color de la Tierra?

Soliviantar la acción de las fuerzas armadas en momentos en que abundan las denuncias sobre la militarización de varios estados del país, y muy pronto de algunas zonas del Distrito Federal, es altamente preocupante. En especial, cuando se ha demostrado el fracaso en la lucha contra el narcotráfico, también militarizada, y en el control del ejército sobre muchos de los aparatos policiacos estatales por la vía de soldados con licencia y el uso de la Policía Federal Preventiva, intervenida igualmente por elementos castrenses.

La reciente firma, sin consultar al Congreso de la Unión y mucho menos a los ciudadanos, de un acuerdo con Estados Unidos y Canadá en materia de seguridad y control interior, que viola la Constitución y somete a todos los mexicanos a la política imperialista de «lucha contra el terrorismo», es el contexto en que voceros de la contrainsurgencia critican al zapatismo y portan con entusiasmo la camiseta verde olivo.