«Extreme violence has a way of preventing us from seeing the interests it serves.» (La violencia extrema se las arregla para que no veamos los intereses a los que sirve) Naomi Klein 1. Noruega es uno de los últimos países europeos de modelo socialdemócrata que han sobrevivido a la ofensiva neoliberal. El secreto de […]
«Extreme violence has a way of preventing us from seeing the interests it serves.» (La violencia extrema se las arregla para que no veamos los intereses a los que sirve) Naomi Klein
1. Noruega es uno de los últimos países europeos de modelo socialdemócrata que han sobrevivido a la ofensiva neoliberal. El secreto de esta supervivencia está en la renta petrolera, que permite redistribuir riqueza al mismo tiempo que prosigue, como en el resto del planeta, la acumulación financiera en favor de una exigua minoría. Noruega consigue así, gracias a la circunstancia enteramente fortuita que constituyen sus grandes reservas de petróleo, conciliar lo que en el resto del mundo es inconciliable. Aún así este modelo está en crisis. En primer lugar porque la clave de reparto de la renta petrolera no satisface a los representantes del capital financiero que proponen una salida de la socialdemocracia y una «modernización» del país como la que ya se ha conocido en los demás países escandinavos donde impera el modelo neoliberal de la «flexiguridad». Incluso entre las clases populares se acusa cierto cansancio del paternalismo burocrático con el que las burocracias políticas y sindicales de la socialdemocracia han gestionado el Estado del bienestar. Esta combinación de presión oligárquica y desencanto popular se ha traducido ya en recortes considerables del gasto social y en cierta inquietud entre los sectores populares que sufren, a consecuencia de este recorte, un deterioro de su nivel de vida. Entre estos sectores se encuentra una posible base de apoyo para una nueva extrema derecha como la que ya ha conocido éxitos importantes en Suecia, Dinamarca o Finlandia, así como, fuera de la zona escandinava, en los Países Bajos o en Hungría. La función explícita de esta nueva extrema derecha es la de presionar en favor de la liquidación del Estado del bienestar socialdemócrata preconizando inicialmente la supresión de prestaciones sociales a los inmigrantes, pero también a los «vagos» y demás individuos que no viven de un trabajo asalariado. En Noruega, el «efecto petróleo» hace menos justificable este tipo de actuación. Esta es probablemente una de las claves de la particular aplicación de la «Doctrina del shock» que ha tenido lugar en Oslo y en la vecina isla de Utøya .
2. Es necesario entender de dónde sale en esta zona privilegiada de la ya privilegiada Europa esta nueva extrema derecha. En cierto modo, es un efecto colateral de la difícil introducción del neoliberalismo en Escandinavia. El descontento de las clases populares por la reducción de sus derechos sociales requiere para ellas mismas una explicación. Sólo un pequeño sector es capaz de formular esta explicación en términos de lucha de clases por la apropiación de la riqueza; la mayoría es vulnerable a «explicaciones» que corresponden a su «experiencia» inmediata y asocian la reducción de sus derechos a la cada vez mayor presencia de inmigrantes. Los inmigrantes serían así «parásitos» de otras culturas que se aprovechan de la riqueza noruega en detrimento de la propia población del país. El odio de clase se ve, de esta manera, desplazado de los agentes del capital hegemónicamente financiero causantes y beneficiarios de los recortes en el Estado del bienestar, a las comunidades inmigrantes y sobre todo musulmanas que no sólo se benefician de los derechos sociales, sino que también se niegan a «integrarse» y conservan su religión y sus costumbres. Del mismo modo que el antisemitismo -el «socialismo de los idiotas», según Bebel- desvió hacia los judíos el odio de clase del proletariado europeo hacia sus explotadores, hoy el antiislamismo está ejerciendo un papel semejante en el marco del neoliberalismo y la globalización. La orientación del odio hacia los musulmanes y hacia el Islam como religión «oscurantista» y «antifeminista» permite dar a los temas xenófobos y racistas de extrema derecha, así como a las guerras neocoloniales en curso, una orientación «progresista» de defensa del laicismo, de los derechos de la mujeres y de la libertad de orientación sexual. La extrema derecha y las guerras del Imperio se hacen así «ilustradas».
3. El atentado contra la sede del gobierno noruego y la matanza de la isla de Utøya , aparentemente protagonizados por un individuo aislado, no son meros disparates de un loco, pues se inscriben claramente en este contexto social e ideológico. En el larguísimo texto publicado por Breivik en internet,donde expone los motivos de sus atentados y explica en centenares de páginas los aspectos técnicos de su ejecución, destaca la amalgama entre marxismo e islamismo. La idea dominante en el texto de Breivik parece ser que la izquierda socialdemócrata ha vendido Noruega al islamismo y que es necesario resistir a la vez a los «marxistas» y a la nueva «dominación» islámica. De ahí que se titule «2083: A European Declaration of Independence» (2083 -aniversario de la victoria sobre los turcos a las puertas de Viena- Una declaración de independencia europea). Breivik se ve a sí mismo como un combatiente contra el islamismo, pero se trata de un cruzado que defiende no ya la religión sino una «civilización cristiana» que habría dejado un espacio para el laicismo y las libertades individuales. No parece casual que atacase un campamento de verano de las juventudes laboristas noruegas que tenía en su programa debatir sobre el boycott a Israel y rendir homenaje a los combatientes noruegos de las Brigadas Internacionales.
En esa lógica de «guerra cósmica», la posición de Breivik es el reflejo especular de la otra rama de la ideología de la guerra de civilizaciones representada por Al Qaida, para la cual existe una amenaza real representada por los «cruzados» occidentales y los judíos contra la identidad de los países musulmanes. La diferencia es que la justificación de Al Qaida, aun siendo una mistificación, guarda algún contacto con la realidad, pues algunos países musulmanes experimentan una ocupación efectiva por parte de ejércitos occidentales y todos ellos una sumisión política y económica a los intereses de los países capitalistas centrales, mientras que estos últimos países sólo han conocido una inmigración pacífica desde los países musulmanes. No existe, pues, ninguna simetría real, pero esto no impide que se dé una simetría imaginaria, ideológica, que encubre la dominación y la agresión occidentales bajo la retórica de la «guerra de civilizaciones» o de la versión «progre» de esta misma «guerra» que es el «diálogo de civilizaciones».
4. Breivik y las demás personas que colaboran en el sitio http://www.document.no/
5. Hay quien ha querido ver la implicación del Mossad en los atentados de Oslo apoyándose en las proclamaciones filoisraelíes de Breivik. De momento, no hay ninguna prueba de ello. Tampoco parece verosímil. No es además técnicamente necesario ningún apoyo logístico particular para el tipo de atentado -bastante clásico- perpetrado por Breivik: bastaron varias toneladas de fertilizantes, un fusil y una munición expansiva que puede obtenerse en el mercado negro o directamente del ejército o de fuerzas policiales. Buscar la presencia israelí detrás de los atentados es intentar identificar un sujeto «malvado» y ahorrarse un análisis de los determinantes efectivos de estos atentados. Quien intenta, así, desvincular a Israel del conjunto del sistema de dominación denominado «Occidente» considerándolo un sujeto político autónomo o incluso el centro de un lobby judío que determina la política occidental no suele acabar muy lejos de las temáticas ideológicas del «complot judío» cuyo paradigma son los Protocolos de los Sabios de Sión. Además se ve incapacitado para comprender, más que en términos conspirativos la instalación en casi todo el mundo de sociedades basadas a la vez en el control y la segregación según un modelo del que Israel es el paradigma, pero en modo alguno el único promotor. El objetivo de la nueva extrema derecha coincide con el objetivo general del capitalismo globalizado: por un lado, defender la libre circulación de capitales y de mercancías en el marco de la globalización, lo que supone el establecimiento de una serie de mecanismos de control -no de bloqueo- de sus movimientos, y, por otro lado, la creación o el refuerzo de dispositivos de segregación de las poblaciones dentro y fuera de los países del centro capitalista.
La segregación mundial que se manifiesta en la brutal limitación de la circulación de personas impuesta por los Estados del centro a las poblaciones de la periferia, se ve replicada dentro de cada Estado por nuevas formas de segregación de las poblaciones inmigrantes (segregación económica y laboral, segregación social y política, distintas formas de encierro en centros de acogida o incluso penitenciarios). Se reproducen así en las metrópolis viejas formas de segregación colonial, que se pueden además extender a la propia población pobre de la metrópoli. Todas estas características las encontramos en forma modélica en Israel, Estado colonial clásico y, a la vez sociedad de control y vigilancia generalizada postmoderna. De ahí que los más firmes e intransigentes defensores del orden existente vean el el Estado sionista un auténtico modelo.
6. Se ha debatido mucho últimamente sobre las conexiones de Breivik con las fuerzas policiales o militares de su país o de otros países. Ciertamente, hizo falta que alguien en la policía noruega hiciera la vista gorda, o tuviera una distracción, para que Breivik obtuviera la autorización que le permitió adquirir un fusil de asalto. Una vez adquirido, necesitaba también municiones. Las que se emplearon en el atentado fueron balas expansivas, conocidas como balas «Dum Dum». Estas pueden obtenerse en los arsenales de los ejércitos o fabricarse de forma casera mediante la manipulación de otras municiones. De momento no existe ninguna indicación precisa en un sentido ni en otro. Sin embargo, el atentado de Breivik -como muchos de los de Al Qaida- es harto probable es que se haya preparado de manera descentralizada. En la actualidad es posible acceder a los conocimientos en materia de explosivos necesarios para fabricar bombas mediante una simple consulta de Google, es posible incluso utilizar las recetas que describe el propio Breivik en su «manifiesto» ampliamente difundido por la red. Los ingredientes necesarios para ello son también fácilmente accesibles: abonos químicos, aspirina, ácidos…Breivik es probablemente un «terrorista» postmoderno que replica en sus actos las características fundamentales del trabajador postfordista: acceso libre a conocimientos compartidos, inciativa individual, creatividad, ausencia de jerarquías etc. 7. Dentro del contexto ideológico y político del ascenso generalizado de las extremas derechas en Europa y, particularmente en la Europa nórdica, y sobre todo de las políticas racistas en materia de inmigración practicadas por los gobiernos de Europa y las instituciones de la UE, es perfectamente posible que un individuo relativamente aislado pase al acto. No hace falta para ello que lo apoye ningún aparato estatal, aunque tampoco puede afirmarse su completa independencia respecto de temas ideológicos que encuentran su caldo de cultivo en aparatos específicos, en concreto en los policiales. La ideología de la extrema derecha actual tiene muchos ingredientes de la ideología espontánea de la policía, en concreto las ideas de «peligrosidad» intrínseca de determinados grupos sociales, la necesidad de la «prevención» de los efectos de esa peligrosidad mediante medidas de exclusión y segregación etc.. No hace falta así que existan «infiltrados» de la extrema derecha en un aparato policial supuestamente neutro. Más bien hay una expansión de la ideología policial hacia el espacio de las organizaciones y redes políticas de la extrema derecha, una exfiltración, más que una infiltración. Y es que la policía expresa de manera particularmente explícita la doble naturaleza del Estado soberano («hombre y bestia» debía ser el príncipe según Maquiavelo): por un lado un orden jurídico, por otro una violencia que suspende las leyes. Ambos lados no son, sin embargo recíprocamente exteriores: la violencia extrajurídica del Estado, cuya posibilidad permanente se encarna en la policía y el ejército, es una forma permanente del estado de excepción reconocido por el propio ordenamiento jurídico como una posibilidad límite. Existe así un Estado de excepción momentáneo que puede declarar el soberano, al lado de formas permanentes de la excepción soberana encarnadas en aparatos de Estado, como el policial, cuyas finalidades (prevención del delito, matenimiento del orden) son necesariamente imprecisas y no pueden someterse enteramente a ninguna ley. El aspecto bestial del Estado se encuentra así en contacto directo con todas las formas de ilegalidad. Nunca el Estado está más cerca de su gemelo especular mafioso que cuando se presenta a través de sus fuerzas policiales. La definición engelsiana de la policía como «lumpen uniformado» expresa correctamente la posición límite de este aparato de Estado. La extrema derecha como ideología y como organización política nunca está muy lejos de esa «ideología espontánea» de la policía generada por la posición del aparato policial en el conjunto de las estructuras de dominación (unificado -precariamente- en el Estado). La extrema derecha, como la policía expresa un proyecto de restablecimiento del orden, mediante la suspensión del ordenamiento jurídico. Del mismo modo que Israel pudo inspirar a Breivik y sus congéneres sin participación alguna del Mossad en sus crímenes, la policía como referente ideológico también pudo tener una influencia sin realizar ningún acto preciso. La función de la violencia policial en el Estado postfordista también se privatiza, tanto de manera oficial, como por iniciativa de individuos y grupos.