Unos 100.000 manifestantes marchan en 140 ciudades francesas. «Introducir dosis de racismo en un contexto de crisis es algo que se hizo en los años treinta», advierte el diputado verde Mamère
Los franceses, recién salidos de las vacaciones, lanzaron este sábado la primera advertencia de la calle contra la política de xenofobia y de paranoia policial desatada por Nicolas Sarkozy en pleno verano, en pleno caso Bettencourt y en pleno intento de recortar el sistema público de pensiones. Unas 100.000 personas respondieron a la convocatoria de partidos de izquierda, asociaciones antirracistas y sindicatos, y participaron en las casi 140 manifestaciones organizadas en todo el país, con eslóganes contra «la política abiertamente racista» del Gobierno conservador.
La participación fue alta para una protesta en la que no estaba en juego un derecho social percibido directamente por la cartera del ciudadano, sino principios generales clave como el de «libertad, igualdad y fraternidad». Con sonrisas de oreja a oreja en las grandes París, Marsella y Nantes, y en las minúsculas Auch, Pau y Quimper, decenas de miles de ciudadanos arroparon a gitanos sin papeles que -en ocasiones por primera vez en su vida- repartieron pasquines.
Dos canciones bailables pegaron fuerte en todo el país e inyectaron buen humor. La primera es Les P’tits Papiers, el hermoso alegato de Serge Gainsbourg por la vida y contra la burocracia, que ya empieza a convertirse en el clip oficial de una movilización que no hace más que empezar. La segunda lleva la dedicatoria personal a Sarkozy y a su fiel Brice Hortefeux: el Canto de los partisanos, himno de la Resistencia francesa antinazi en su versión cabaret de banlieue. Fue compuesta por el grupo Zebda hace diez años para Jean-Marie Le Pen y dice: «Esta noche, le toca al enemigo conocer el precio de la sangre y de las lágrimas».
París reunió a unas 25.000 personas (50.000, según los organizadores; 12.000, según la policía), algo que sí corresponde a la media de la ciudad, donde marcharon numerosos artistas célebres. Particularmente impresionantes fueron los cortejos de la Liga de Derechos Humanos (LDH) y del Movimiento contra el Racismo y por la Amistad entre los Pueblos (MRAP), grupos que ya estructuran desde hace meses la desobediencia civil en el interior de la Administración.
Sarkozy tiene razones para inquietarse
Lo sorprendente fue la movilización en las ciudades de provincias: unas 8.000 personas en Marsella, 6.000 en Toulouse (sur), 5.000 en Nantes (oeste), 3.000 en Rennes (oeste) y hasta la minúscula Auch (sur) logró poner a 400 resistentes en la calle.
Con ese nuevo mapa de la opinión pública, Sarkozy tiene razones para inquietarse. El mensaje que esperaba ampliamente consensual e indoloro para su imagen, tomando a romaníes y a jóvenes supuestos delincuentes como cabezas de turco, empieza a politizarse. Como resumió el diputado verde Noël Mamère, «el deber de los ciudadanos es despertar a los franceses. La política de Sarkozy es extremadamente peligrosa porque introducir dosis de racismo en un contexto de crisis es algo que ya se hizo en los años treinta y no queremos que eso vuelva».
En ese plano, la convocatoria logró su objetivo de politizar, de forma unitaria, una cuestión que Sarkozy quería neutra. No obstante, de momento no es más que un pistoletazo de salida, puesto que esa unidad ciudadana, sin precedentes desde las marchas contra Le Pen de mayo de 2002, todavía no logra reunir las tropas de casi dos millones de personas que entonces tomaron París entre las dos vueltas de las presidenciales.
Concierto gigante en París
La próxima cita, clave, será un concierto gigante antirracista el 18 de septiembre en París. Será ahí cuando se verá, vía sondeos, si los franceses reanudan su tradición humanista y por lo tanto retratan definitivamente a Sarkozy como un desalmado.
En términos de alquimia electoral, la situación es más ambigua. Tras la jornada de ayer, a Sarkozy ya no le queda estrictamente ninguna esperanza de conservar su electorado centrista y moderado si persiste en lo que el ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin califica de «deriva derechizante». Su Gobierno y su mayoría están divididos, y por eso el presidente prefiere, desde hace semanas, dejar las diatribas antigitanos para sus segundos espadas, como si él no tuviera nada que ver.
Aunque no logró dividir a la izquierda, Sarkozy sí obtuvo ayer un lote de consolación. Apareció la primera fractura en el PS: un notable del partido, François Rebsamen, senador y alcalde de Dijon, se desmarcó de la manifestación.
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