Occidente ha sufrido varios atentados de campeonato en varios años, se supone que realizados por integristas islámicos. El integrismo islámico: el enemigo que sustituye al Imperio Moscovita, que antes eran el malo de todas las películas (incluyendo a Rocky), y que justifica la OTAN y otros equivalentes o sucedáneos, para defendernos de los malos malísimos […]
Occidente ha sufrido varios atentados de campeonato en varios años, se supone que realizados por integristas islámicos. El integrismo islámico: el enemigo que sustituye al Imperio Moscovita, que antes eran el malo de todas las películas (incluyendo a Rocky), y que justifica la OTAN y otros equivalentes o sucedáneos, para defendernos de los malos malísimos de turno. Siempre que queden integristas, allí estarán los acebes y «ansares» de turno, preparados para gestionar el cotarro y vender barato criadillas de rojo o de moro.
Nueva York en 2001, Madrid en 2004 y Londres en 2005. Tres masacres miserables, que nos han hecho llorar e indignarnos, esto que quede claro. La muerte de inocentes SIEMPRE es miserable, y no entiendo cómo Alá (si es que está detrás de todo esto) puede estar feliz después de beber tanta sangre de inocentes. Pero, una vez sentado esto, está claro que estas muertes nos afectan más a las fibras sensibles porque las vivimos más de cerca. Todos hemos tomado los trenes de cercanías en Madrid a las 8 de la mañana, para ir a la universidad, por ejemplo. Muchos han visitado NY o Londres, en plan turista, y estas cosas duelen.
Pero donde caen las víctimas, y a lo grande, es en el llamado Tercer Mundo. Entonces, como los vemos por la tele, nos duelen menos. Negritos, asiáticos o moritos con bigote, carne de telediario y de estadística. Ya se sabe: la muerte de una persona es un drama, pero la muerte de un millón de personas es pura estadística. Y para muestra, sirva el caso de Irak, donde la última gracieta ha costado cien muertos, números redondos. El doble de los que reconocen los ingleses, sin ir más lejos, pero no pasa nada, no se preocupen, ni se nos despeina el bigote. Simplemente vemos las imágenes de la masacre en las noticias, entre los incendios del verano, las últimas tonterías de ZP y/o Rajoy (metiéndose el dedo en el ojo el uno al otro para mantener el chiringuito en alto) o de la Iglesia (siempre a lo suyo: que si la clase de religión, que si las subvenciones no se tocan, que si los maricones que no se casen, que estos laicos van a acabar dejando entrar a los moros, etc; ya saben que el que entendía a los moros era «Ansar», claro). Antes de los deportes, nos meten la carnicería del día de Irak, y a correr. Estamos más pensando en Beckham que en los cadáveres iraquíes. Mierda de vida.
Muertos por televisión e Internet. No he visto cadáveres ingleses, pero irakíes destrozados los veo por kilos cada día. Será que son más baratos. Brazos, piernas, sangres, todo eso. Las columnas de periódicos dedican todo su espacio a Londres, y nada queda para el pobre muerto de hambre que iba a comprar leche o el periódico y voló por los aires en cualquier punto del mundo. Ése es estadística, claro. Para desgracias, las nuestras.
Como siempre, no todos somos iguales, ni siquiera en la muerte, que es esa injusticia que nos iguala a tod@s (hombres o mujeres, ricos o pobres, listos o tontos, musulmanes, cristianos o ateos). Como pasa siempre, hay un@s más iguales que otr@s .
MUERTE EN IRAK: PURA ESTADÍSTICA
Antonio José Quesada Sánchez
Occidente ha sufrido varios atentados de campeonato en varios años, se supone que realizados por integristas islámicos. El integrismo islámico: el enemigo que sustituye al Imperio Moscovita, que antes eran el malo de todas las películas (incluyendo a Rocky), y que justifica la OTAN y otros equivalentes o sucedáneos, para defendernos de los malos malísimos de turno. Siempre que queden integristas, allí estarán los acebes y «ansares» de turno, preparados para gestionar el cotarro y vender barato criadillas de rojo o de moro.
Nueva York en 2001, Madrid en 2004 y Londres en 2005. Tres masacres miserables, que nos han hecho llorar e indignarnos, esto que quede claro. La muerte de inocentes SIEMPRE es miserable, y no entiendo cómo Alá (si es que está detrás de todo esto) puede estar feliz después de beber tanta sangre de inocentes. Pero, una vez sentado esto, está claro que estas muertes nos afectan más a las fibras sensibles porque las vivimos más de cerca. Todos hemos tomado los trenes de cercanías en Madrid a las 8 de la mañana, para ir a la universidad, por ejemplo. Muchos han visitado NY o Londres, en plan turista, y estas cosas duelen.
Pero donde caen las víctimas, y a lo grande, es en el llamado Tercer Mundo. Entonces, como los vemos por la tele, nos duelen menos. Negritos, asiáticos o moritos con bigote, carne de telediario y de estadística. Ya se sabe: la muerte de una persona es un drama, pero la muerte de un millón de personas es pura estadística. Y para muestra, sirva el caso de Irak, donde la última gracieta ha costado cien muertos, números redondos. El doble de los que reconocen los ingleses, sin ir más lejos, pero no pasa nada, no se preocupen, ni se nos despeina el bigote. Simplemente vemos las imágenes de la masacre en las noticias, entre los incendios del verano, las últimas tonterías de ZP y/o Rajoy (metiéndose el dedo en el ojo el uno al otro para mantener el chiringuito en alto) o de la Iglesia (siempre a lo suyo: que si la clase de religión, que si las subvenciones no se tocan, que si los maricones que no se casen, que estos laicos van a acabar dejando entrar a los moros, etc; ya saben que el que entendía a los moros era «Ansar», claro). Antes de los deportes, nos meten la carnicería del día de Irak, y a correr. Estamos más pensando en Beckham que en los cadáveres iraquíes. Mierda de vida.
Muertos por televisión e Internet. No he visto cadáveres ingleses, pero irakíes destrozados los veo por kilos cada día. Será que son más baratos. Brazos, piernas, sangres, todo eso. Las columnas de periódicos dedican todo su espacio a Londres, y nada queda para el pobre muerto de hambre que iba a comprar leche o el periódico y voló por los aires en cualquier punto del mundo. Ése es estadística, claro. Para desgracias, las nuestras.
Como siempre, no todos somos iguales, ni siquiera en la muerte, que es esa injusticia que nos iguala a tod@s (hombres o mujeres, ricos o pobres, listos o tontos, musulmanes, cristianos o ateos). Como pasa siempre, hay un@s más iguales que otr@s .
MUERTE EN IRAK: PURA ESTADÍSTICA
Antonio José Quesada Sánchez
Occidente ha sufrido varios atentados de campeonato en varios años, se supone que realizados por integristas islámicos. El integrismo islámico: el enemigo que sustituye al Imperio Moscovita, que antes eran el malo de todas las películas (incluyendo a Rocky), y que justifica la OTAN y otros equivalentes o sucedáneos, para defendernos de los malos malísimos de turno. Siempre que queden integristas, allí estarán los acebes y «ansares» de turno, preparados para gestionar el cotarro y vender barato criadillas de rojo o de moro.
Nueva York en 2001, Madrid en 2004 y Londres en 2005. Tres masacres miserables, que nos han hecho llorar e indignarnos, esto que quede claro. La muerte de inocentes SIEMPRE es miserable, y no entiendo cómo Alá (si es que está detrás de todo esto) puede estar feliz después de beber tanta sangre de inocentes. Pero, una vez sentado esto, está claro que estas muertes nos afectan más a las fibras sensibles porque las vivimos más de cerca. Todos hemos tomado los trenes de cercanías en Madrid a las 8 de la mañana, para ir a la universidad, por ejemplo. Muchos han visitado NY o Londres, en plan turista, y estas cosas duelen.
Pero donde caen las víctimas, y a lo grande, es en el llamado Tercer Mundo. Entonces, como los vemos por la tele, nos duelen menos. Negritos, asiáticos o moritos con bigote, carne de telediario y de estadística. Ya se sabe: la muerte de una persona es un drama, pero la muerte de un millón de personas es pura estadística. Y para muestra, sirva el caso de Irak, donde la última gracieta ha costado cien muertos, números redondos. El doble de los que reconocen los ingleses, sin ir más lejos, pero no pasa nada, no se preocupen, ni se nos despeina el bigote. Simplemente vemos las imágenes de la masacre en las noticias, entre los incendios del verano, las últimas tonterías de ZP y/o Rajoy (metiéndose el dedo en el ojo el uno al otro para mantener el chiringuito en alto) o de la Iglesia (siempre a lo suyo: que si la clase de religión, que si las subvenciones no se tocan, que si los maricones que no se casen, que estos laicos van a acabar dejando entrar a los moros, etc; ya saben que el que entendía a los moros era «Ansar», claro). Antes de los deportes, nos meten la carnicería del día de Irak, y a correr. Estamos más pensando en Beckham que en los cadáveres iraquíes. Mierda de vida.
Muertos por televisión e Internet. No he visto cadáveres ingleses, pero irakíes destrozados los veo por kilos cada día. Será que son más baratos. Brazos, piernas, sangres, todo eso. Las columnas de periódicos dedican todo su espacio a Londres, y nada queda para el pobre muerto de hambre que iba a comprar leche o el periódico y voló por los aires en cualquier punto del mundo. Ése es estadística, claro. Para desgracias, las nuestras.
Como siempre, no todos somos iguales, ni siquiera en la muerte, que es esa injusticia que nos iguala a tod@s (hombres o mujeres, ricos o pobres, listos o tontos, musulmanes, cristianos o ateos). Como pasa siempre, hay un@s más iguales que otr@s .