Al compositor comunista Hans Eisler, amigo y colaborador de Bertold Brecht, le preguntaron en un interrogatorio de la Comisión sobre Actividades Antinorteamericanas (HUAC) si era miembro del Partido Comunista. Respondió a esa compremetedora pregunta: no, no lo soy, los comunistas son héroes y yo un humilde compositor. Poco después fue expulsado de los Estados Unidos […]
Al compositor comunista Hans Eisler, amigo y colaborador de Bertold Brecht, le preguntaron en un interrogatorio de la Comisión sobre Actividades Antinorteamericanas (HUAC) si era miembro del Partido Comunista. Respondió a esa compremetedora pregunta: no, no lo soy, los comunistas son héroes y yo un humilde compositor. Poco después fue expulsado de los Estados Unidos sin que sirvieran de mucho las protestas de algunos de los actores y directores más conocidos de Hollywood. Algo muy parecido ha contestado recientemente a sus jueces un joven belga de origen turco o un joven turco con ciudadanía belga, Bahar Kimyöngür. Acusan a Bahar de ser miembro de la organización revolucionaria armada turca DHKP-C (antes Dev Sol). Prueba de ello: una intervención suya ante el Parlamento Europeo en defensa de los presos de esta organización, la traducción de un texto…, pero sobre todo una incansable actividad de solidaridad y de organización en los medios del exilio económico y político turco en Bélgica. A Bahar se le acusa de haber montado con otros un campo de entrenamiento terrorista en Spa: el campo consistía en un centro de vacaciones para hijos de exilados donde se hacía comida turca, se daban clases de danzas y de folklore etc., había poca actividad política y ninguna actividad armada.
Valiéndose de la legislación antiterrorista europea, Bahar fue detenido en los Países Bajos acusado de ser militante de DHKP-C. Tras una fuerte campaña de solidaridad desde Bélgica, salió absuelto. Según el juez neerlandés, no podía ser juzgado ni condenado por actos que en los Países Bajos no constituyen delito. De regreso a Bélgica sigue hasta hoy la persecución. Sólo su ciudadanía belga le ha librado de ser deportado «discretamente» a Turquía para ser «interrogado» por la brutal policía del régimen militar apenas encubierto que controla aquel país. Después de una auténtica guerra sucia judicial, se enfrentará el 8 de noviembre a un tribunal de Amberes que dictará sentencia firme sobre su caso. Las perspectivas son poco optimistas, pues la base del proceso es un sumario basado en informaciones de los servicios secretos turcos y no comprobadas por las autoridades belgas, las cuales han permitido además al Estado turco ser acusación particular en el proceso. Bahar puede convertirse el día 8 en un preso político exclusivamente por un «delito» de opinión. El paralelismo con la situación que se conoce en el Estado español es pasmoso. El mismo desprecio por el derecho y las garantías judiciales se encuentra en este proceso y en la trama judicial organizada contra la izquierda abertzale. Es indispensable que estas situaciones se conozcan fuera de las fronteras de cada Estado. La represión contra los movimientos de resistencia tiene hoy un alcance europeo e incluso mundial, pero la información sobre sus efectos circula -poco y mal- exclusivamente dentro de cada Estado. Todo esto favorece la criminalización de la resistencia a la vez que impide una respuesta articulada al nivel adecuado.
Para empezar a responder creo sumamente conveniente que se empiece por visitar el sitio del CLEA (Comité por la Libertad de Expresión y Asociación) que ha llevado una incansable campaña de denuncia de la legilación antiterrorista y de apoyo a Bahar y a los demás presos turcos detenidos en Bélgica. La dirección es: http://www.leclea.be/
La experiencia de este comité puede ser útil en otros contextos como el de los presos políticos vascos y la legislación liberticida en el Estado español. Es indispensable coordinar esfuerzos para que una Europa de las resistencias pueda frenar el rodillo «antiterrorista».
Como incitación a participar en este combate por la libertad, traducimos la siguiente carta de Bahar a sus jueces.
Prisión de Nivelles, 1de abril de 2007
Señores Jueces,
No se inquieten; esta vez les ahorraré mis argucias sobre las circunstancias de los actos y palabras por los que he sido condenado a cinco años de prisión firme. Saben tan bien como yo que en este proceso, el ratón ha parido una montaña y ello por la desbordante imaginación de unos magistrados ideológicamente marcados que no se han privado de darnos lecciones sobre lo «políticamente correcto a lo largo de su sentencia.
También saben que el resultado de este proceso se decidió en el marco de encuentros diplomáticos entre Bruselas y Ankara y que, por ejemplo, el éxito fulgurante del banco Fortis en Turquía no es ajeno a ello. Por ese motivo, por respeto también a su rango y su inteligencia me abstendré también de exponer lo que está en juego en este proceso desde el punto de vista económico y financiero y, por lo que se refiere a los argumentos jurídicos confío naturalmente sin reservas en mi abogado.
No obstante desearía llamar su atención sobre la recalificación por parte de los jueces de apelación de mi supuesto papel dentro de la organización DHKP-C, recalificación subjetiva e infundada que ha alargado mi condena de un año haciéndola pasar de cuatro a cinco años de prisión. Creo efectivamente, señores jueces, que no hace falta mucha perspicacia para descubrir que no tengo talante de dirigente y aún menos de líder de una organización como el DHKP-C. Ello supondría que superviso personalmente las actividades de miles de militantes activos en todo el territorio turco, que gestiono a decenas o incluso centenares de combatientes.
Perdónenme, señores jueces, pero no tengo ni la ambición, ni la pretensión, ni la capacidad ni la valentía que se necesitan para ello.
Para ver en mí a un dirigente hay que sufrir una perturbación psiquiátrica grave como la paranoia o tener el coeficiente intelectual de un colibrí o tener una mala intención diabólica. Además, señores jueces, lo digo y lo repito por enésima vez: no soy miembro de ningún partido ni de ningún movimiento clandestino ni incluso legal. Soy un simple soldado sin jefe guiado por su corazón y su conciencia. Sólo soy el servidor de una causa que considero justa entre otras y que siempre me he negado a imponer a nadie. No, señores jueces, no soy un monstruo, ni un inocente, ni un criptoterrorista, ni un ingenuo. Soy un militante antifascista de lo más ordinario con sus convicciones y sus dudas.
Simpatizo con la resistencia de los pueblos contra la tiranía y la opresión y en particular con la lucha social en Turquía. Tengo para ello mis razones: quince de mis amigos han sido asesinados por la policía, el ejército, los escuadrones de la muerte, los Lobos Grises o por la intransigencia y la crueldad de los gobiernos que se han sucedido en estos últimos diez años. La mayoría de ellos tenían menos de 25 años.
Eran seres llenos de valor, ternura, generosidad, humor, sabiduría, sinceridad y candidez. Seres excepcionales, casi irreales que recuerdan a los héroes de los cuentos y las leyendas y de los libros sagrados.
Soñaban con una Turquía nueva, libre, proóspera y respetuosa de sus obrerosn sus agricultores, sus artesanos, sus jubilados, sus estudiantes, sus intelctuales, sus minorías, sus culturas y su medio ambiente.
Yo comparto ese sueño y seguiré adelante en su nombre y en el de todos nuestros fusilados, sea cual sea el resultado de este proceso absurdo.
Sin ánimo de ofenderles, señores jueces, quisiera hacerles saber que aún no ha nacido la justicia que me imponga lo que debo pensar, decir o escribir o que diga a quién tengo que querer o no querer.
Respetuosamente les saluda,
Bahar Kimyongür