Cuando uno llega a los 25 años, normalmente da pie para la reflexión y la introspección de lo que ha realizado, y tiende a asumir algunos retos y metas a futuro. Y es ese paso que quiero dar a raíz de cumplirse el cuarto de siglo de un hecho histórico que marcó en gran parte […]
Cuando uno llega a los 25 años, normalmente da pie para la reflexión y la introspección de lo que ha realizado, y tiende a asumir algunos retos y metas a futuro. Y es ese paso que quiero dar a raíz de cumplirse el cuarto de siglo de un hecho histórico que marcó en gran parte la historia de América Latina, como fue la llamada «Revolución Popular Sandinista».
El momento cúspide del hecho fue cuando un 19 de Julio de 1979, en Nicaragua, se cambió un gobierno de corte dictatorial, que por décadas había mantenido al país en un abismo de pobreza social, encabezado por la familia Somoza. Este grupo familiar se enriqueció escalando en su influencia militar y explotando a su nombre todos los bienes que podía tener el país centroamericano. Esta revolución social, fue liderada por un grupo armado, que contaba con un amplio apoyo popular y también con el beneplácito de diversos grupos socioeconómicos, e incluso con amplios sectores del empresariado eclipsado por el gobierno saliente.
Estos eran los sandinistas, mencionados en los ámbitos políticos y conversaciones clandestinas de los años ochenta, herederos de las hazañas de un guerrillero nicaragüense llamado Agusto C. Sandino, quien en la década del 30, junto con su «pequeño ejercito loco», en palabras de nuestra poetisa Gabriela Mistral, mientras liberales y conservadores de su país hacían tratados con Norteamérica, lucho contra la intervención de los marines americanos que ocupaban su territorio.
Si bien éste era en su mayoría un grupo guerrillero, en sus filas se podía encontrar un buen número de profesionales, intelectuales, escritores y el apoyo de un buen sector de la iglesia católica local, lo que permitió poder empezar a gobernar el país en medio de las cenizas que había quedado; es que entre otras cosas al huir los somozas y compañía se habían llevado su riqueza personal, dejando literalmente vacías las arcas de la empobrecida nación centroamericana.
La Revolución Sandinista se caracterizó por tres principios fundamentales, que se trataron de mantener con las dificultades de los años venideros, éstos eran la no-alineación, economía mixta y el pluralismo político. La primera, por sus propias necesidades socioeconómicas y el bloqueo que le fue impuesto por su principal e histórico socio comercial, como era Estados Unidos, bajo la política del recién fallecido Reagan, tuvo que quebrar para buscar el sustento en la economía del llamado bloque soviético.
La política de economía mixta, en que las empresas productivas funcionaban bajo la supervisión del estado, pero con administración privada, en un principio bien recibida, tuvo en el devenir de los años de la revolución como detractores a sectores del empresariado que no vieron desarrollado su capital a los limites imaginados de riqueza propia o porque no podían desarrollar su proceso productivo por la falta de insumos extranjeros, o maquinaria tecnológica para la producción, dándose en muchos casos una lucha de poder interminable por las empresas productivas, que sustentaban al gobierno sandinista.
Por otro lado el principio dirigido hacia el pluralismo político, terminó desafiando su propio sistema, por un lado la línea dura del socialismo criticaba y rechazaba la permisividad y libertades otorgadas a diferentes movimientos y partidos políticos a expresar abiertamente su desacuerdo con el proceso revolucionario, no teniendo una mano realmente dura sobre los opositores como muchos querían que existiera, por otro lado esta misma apertura llevó a crear un bloque opositor que por el deterioro del sistema, la situación de guerra que se vivió y el bloqueo económico impuesto, se viera ganador dentro del segundo proceso democrático de elecciones realizadas dentro del periodo del sandinismo en febrero de 1990.
Pero los principios que rigieron la revolución sandinista, lograron alcanzar metas nunca antes soñadas en el istmo centroamericano, una de las primeras grandes tareas fue la Cruzada Nacional de Alfabetización, donde se dio una participación masiva y voluntaria para llevar los principios básicos de lectura a una población que tenia mas del 50% de analfabetismo, llegando a reducir la tasa de analfabetismo a un cercano 12%. Se dieron procesos innovativos en la formulación de políticas de Reforma Agraria, dándose una distribución y retorno de miles de hectáreas a los pequeños productores. Y así mismo se redujeron a más de la mitad todas aquellas enfermedades de alto índice de riesgo mortal para la población, sólo por citar algunas de las políticas sociales dirigidas a retribuir una justicia social que nunca se tuvo.
Todo este proceso tuvo un eje común, que fue la alta participación de los jóvenes desde su inicio. Fue en su oportunidad un alto número de jóvenes los que se levantaron en un movimiento guerrillero en contra de la dictadura somocista, así mismo fue un motor importante la participación juvenil en la alfabetización de la población, así como estaban presentes en los procesos que movilizaban a jornadas productivas agrícolas, encaminadas a ser un soporte productivo del país y de gran importancia fue el compromiso de la población juvenil en el conflicto bélico que se vivió en los ochenta.
Conflicto bélico que fue motor de las consecuencias del deterioro económico y social del país, en que no sólo fue una guerra de movimientos contrarrevolucionarios o de opositores al sandinismo, sino que fue una organización bélica abiertamente financiada por los intereses de Estados Unidos, sino basta darse el tiempo de revisar las enmiendas aprobadas por el gobierno de Reagan para su financiamiento y todo el encubrimiento de la operación Irán-Contras. Es así que un proceso que primariamente se dio voluntariamente entre la juventud, tuvo que convertirse en una ley de obligatoriedad de Servicio Militar, para poder contar con la fuerza activa para enfrentar el conflicto, proceso donde los jóvenes fueron partícipes en los combates y en el proceso de paz que se inicio mucho antes del año 90, fueron muchos de estos jóvenes protagonistas de la defensa de sus convicciones y de la muerte por ellas.
Es que no sólo fue una lucha militar la que se vivió en esos años, muchas veces la historia no reconoce el camino buscado de diálogo, que siempre estuvo presente dentro del sandinismo, con los grupos que se encontraban en la resistencia armada. Con un gran respaldo de varias naciones latinoamericanas es que se dan los encuentros de Esquipulas, Manzanillo, Contadora o Sapoá, por mencionar los principales, donde se lograron acuerdos, en especial este último realizado en el año 88, que conllevaban al término del conflicto.
Me gustaría destacar un punto fundamental ya mencionado con anterioridad, que mucho de lo que movió los años de la revolución sandinista fueron las convicciones y la creencia en los ideales que fundamentaron el proceso, esto es comprobable en la mínima diferencia porcentual de votos eleccionarios con que fue derrotado el gobierno sandinista, y fue este reconocimiento al modelo, de donde provino su gran fortaleza moral y valórica en el momento de defenderse en tribunas internacionales y en las zonas bélicas, y en especial en el momento posterior a su derrota de reinvidicar los objetivos y los beneficios alcanzados con el gobierno revolucionario.
Sí, el proceso reconocido de experimental, pragmático e incluso de innovativo por diversos ojos observadores y participantes, también tuvo sus falencias y sus errores. La visión sesgada de muchos de imponer un sistema único a un pueblo claramente multicultural, llevó a su propia división y fractura de procesos nacionales, e incluso a la peligrosa obligatoriedad y la coerción de políticas de poder, transformando las ambiciones populares en ambiciones personales, cegándose la ambición de una nación por la ambición de ostentar el poder.
Minutos después de conocer el resultado electoral frente al comando electoral sandinista, para algunos, la rabia del llanto tendía a confundir y a recriminarse por las muertes en combate de tantos que defendieron esa revolución, hoy en día esas vidas hacen reflexionar sobre la importancia que tuvo para América Latina este proceso donde los sueños eran válidos.
El sandinismo dentro de sus orígenes en el pensamiento y accionar de Sandino, tiene raíces integradoras y latinoamericanistas de unión, de una búsqueda de identidad nacional y de rechazo a políticas externas, así como de valorización de la riqueza social y cultural de los pueblos. Los movimientos sociales de América Latina se posesionaron en muchos momentos de la causa nicaragüense y la hicieron propia, adaptándola a su realidad. Muchos movimientos sociales latinoamericanos mantuvieron encendida las esperanzas y sus ojos puestos en lo que podía suceder en Nicaragua, y eso también avivó las luchas propias contra las dictaduras militares y los gobiernos conservadores de derecha que dominaban en la región.
La experiencia vivida en Nicaragua, es un capítulo de la historia latinoamericana que no debemos cerrar, porque fue un proceso fundamental en la época de la efervescencia de los movimientos populares en la década de los ochenta, que no debe de ser ignorado por las organizaciones sociales y latinoamericanistas de nuestro territorio iniciado el siglo XXI.
Si bien es cierto, que los años ochenta se caracterizaron por la mayor brecha existente entre los grandes bloques ideológicos y políticos, así como su desmantelamiento, también hoy contamos con un bloque globalizado, que se enfrenta con las realidades nacionales y sobre todo locales. Las características que tomó el proceso revolucionario nicaragüense, en sus principios básicos, fueron de acuerdo a su propia historia y realidad nacional. Éste es un enfoque a tener en cuenta por los movimientos locales de hoy en Latinoamérica.
Uno de los errores, reconocidos en la autoflagelación de muchos dirigentes de la Revolución Popular Sandinista, fue el dogmatismo y el caciquismo en que terminaron diferentes sectores dentro del sandinismo. Por un lado se tildaba de contrarrevolucionarias a las críticas al sistema, sin importar su índole constructiva, reformista o destructiva de ésta; por otro el otorgamiento a algunos personajes de la revolución de un liderazgo mesiánico, que llevó al rompimiento y destrucción del sandinismo como movimiento y partido político.
El desmembramiento de lo que fuera uno de los movimientos más representativos de Latinoamérica, sirve para reflexionar sobre cómo la lucha de poderes dentro de una organización, conlleva a su propia decadencia, ejemplo claro de lo que pasa hoy en día en el Frente Sandinista, que se encuentra divido en sin número de partidos políticos y movimientos sociales, que se han distanciado de sus principios y de sus raíces históricas e ideológicas; fractura que debe servir de meditación sobre la importancia de actuar bajo signos de unidad y cohesión para enfrentar los fenómenos sociales en que como latinoamericanos nos vemos envueltos día a día.
Esta experiencia de 25 años de vida nos deja una enseñanza basada en la búsqueda de una ideología fundada en los principios del sandinismo, la cual se aparta de los errores que se dieron dentro del gobierno sandinista y su cúpula partidaria, aquellos principios que nos hablaban de procesos de solidaridad humana y de justicia social como base de desarrollo de una sociedad.
En recuerdo de Álvaro, Yuri, «Chapo», «Baquita», Gustavo y otros que hoy están presentes