Las últimas encuestas indican un peligro real de que los partidarios del brexit, de que Gran Bretaña abandone la Unión Europea, triunfen en el referéndum que se celebrará este jueves, 23 de junio, pues les dan un 53% de las preferencias. En las casas de apuesta, sin embargo -de datos quizás más fiables que los […]
Las últimas encuestas indican un peligro real de que los partidarios del brexit, de que Gran Bretaña abandone la Unión Europea, triunfen en el referéndum que se celebrará este jueves, 23 de junio, pues les dan un 53% de las preferencias. En las casas de apuesta, sin embargo -de datos quizás más fiables que los de las encuestas-, prevalecía el remain, o sea, el deseo de permanecer adentro. Gane quien gane, en todo caso, será en una Gran Bretaña profundamente dividida. Como dijo el escritor y cineasta Tarik Ali en una entrevista publicada por La Vanguardia, de Barcelona, «cualquiera que sea el resultado de las elecciones nada va a ser igual que antes…»
La dureza del debate quedó expresada de manera dramática en el asesinato de la diputada laborista Jo Cox, cuando hacía campaña por el remain, el pasado jueves 16.
Detenido y llevado ante una juez, el presunto asesino respondió, cuando se le pidió identificarse: «Me llamo muerte a los traidores, libertad para Gran Bretaña».
Divididos
El primer ministro David Cameron, un tory alguna vez euroescéptico, trata ahora de convencer a los suyos de quedarse. Pero no ha podido aplacar la rebelión dentro de su propio partido, donde cerca de 50 diputados anunciaron su apoyo al brexit. Es Boris Johnson, exalcalde de Londres (2008-2016), la cabeza más ruidosa de esa campaña. Y podría sucederle al frente del partido, si Cameron sale muy golpeado de ese referéndum, según los analistas británicos.
Lo mismo pasa con Jeremy Corbin, líder de la oposición laborista, públicamente también partidario del remain, pero poco activo en la campaña. «Creo que Jeremy pensaba que defender la salida habría provocado demasiada división en el propio Partido Laborista…», dijo Ali.
La consulta, sin embargo, no divide solo a los partidos. Divide a los jóvenes -partidarios de permanecer en la UE- de los mayores de 45, donde predomina la posición contraria. Y divide el país geográficamente. En Escocia, Irlanda predomina el remain, al contrario de zonas rurales empobrecidas de Gran Bretaña, donde cala fuerte el argumento de que la migración empuja los salarios a la baja, haciendo mayoría el brexit.
«Sobre todo en el norte», dice Ali, «pero no sólo. En sitios como Northampton (a unos 105 km de Londres) están ya fuertemente contra la UE. Porque ven que sus vidas van a peor… Y si añades a esto la cuestión de la inmigración desde la UE, el apoyo al brexit es enorme».
Muchas opciones
Esa variedad de aspectos incidiendo en la discusión es lo que hace tan difícil agrupar a los defensores del brexit o del remain dentro de un espectro político único.
John Palmer, editor de Europa en el prestigioso The Guardian británico estima que el triunfo del brexit representaría no solo el de la extrema derecha tory sino también el de sus aliados antiinmigrantes del UK Independence Party (UKIP), de Nigel Faragy. Un partido xenófobo que en las elecciones europeas del 2014 obtuvo 24 eurodiputados, más que cualquier otro partido británico. Podría, además, entusiasmar a fuerzas similares de otros países europeos deseosos de terminar con el proyecto unitario.
La inmigración ha enrarecido el debate y los partidarios del brexit explotan el tema reivindicando la necesidad de retomar el control de las fronteras que las políticas europeas han abierto a la migración. En la página de UKIP en Facebook se puede leer: una inmigración de más de 330.000 personas por año. ¡Necesitamos retomar el control!
Cuando a Tarik Ali le dijeron que no debería «ser fácil para la gente de izquierda compartir campaña con el UKIP» contestó: «No lo es. La gente nos dice: ‘Estamos de acuerdo con lo que dices, pero la campaña está liderada por Boris Johnson’. Y no hay respuesta. Pero la campaña en favor de permanecer la lideran David Cameron y George Osborne…», el muy noble y conservador ministro de Economía del actual Gobierno británico.
La izquierda y el remain
En la izquierda, se oyen voces de proponen quedarse y renegociar el Tratado de Lisboa que consolidó, en 2009, las políticas neoliberales en Europa.
«Esa propuesta es sobre lograr un consenso sobre migración y poner fin a la atmósfera de resentimiento y de racismo que el referendo sobre el brexit ha desatado», dijo Paul Mason, escritor y comentarista político. No se trata solo de luchar contra la inmigración y el racismo, sino contra las políticas de austeridad, sobre cómo entender y enfrentar la globalización. La mayor parte de las propuestas de Corbin, recordó Mason, tienen que ver con la reforma del Tratado de Lisboa, a las que se ha opuesto Cameron.
Una posición que comparten otros sectores de la izquierda europea como, por ejemplo, el exministro de Finanzas griego, Yanis Varoufakis, que dimitió de su cargo denunciando la capitulación del líder de Syriza, Alexis Tsipras, ante la presión europea para que se sometiera al plan de austeridad impuesto por Bruselas.
Podemos, la organización que irrumpió en la política española criticando las políticas europeas de austeridad, insiste en esas reformas y en una revisión de la deuda que agobia a los países, sobre todo los del sur de Europa.
Manson, partidario del remain, plantea toda una serie de propuestas para la campaña laborista. Entre ellas reconocer que la gente tiene derecho a estar enojada con los bajos salarios, los empleos precarios y los pésimos servicios. Pero, agrega, la inmigración no es la culpable de eso.
Lo que sugiere es tomar medidas para evitar que el sector privado se aproveche de esa inmigración para contratar mano de obra barata, que se eleve el salario mínimo a diez libras la hora en un año y a 12 en el 2019.
Al final, se pregunta: supongamos que el remain gana por una mayoría muy estrecha. ¿Qué dirá el laborismo a sus electores el día siguiente? ¿Les pedirá que se olviden de sus preocupaciones sobre la migración? Mason sabe que eso no es posible.
Otro debate
Para Thomas Fazi, también escritor y cineasta italiano, el debate sobre brexit o remain no tiene sentido. Volvamos un momento hacia atrás y miremos los problemas de Europa, sugiere: rampante desigualdad, enormes niveles de pobreza y desempleo, precariedad, devastación ambiental. Y nosotros aquí ¡hablando del brexit!, se lamenta.
Le parece irrelevante la discusión. La decisión de cortar los beneficios sociales para los pobres, la salud, la educación, la protección ambiental, mientras se permite a las corporaciones pagar menos impuestos, o no pagarlos del todo, han sido tomadas por el Gobierno británico, no por las instituciones europeas, afirma.
Pero Fazi apoya el brexit. Una vez fuera de la Unión Europea, le parece que quedará en evidencia que el problema son las políticas nacionales. Que mientras permanezca en la UE, el Gobierno podrá argumentar siempre que no hay alternativa para las políticas de austeridad.
Los argumentos de Fazi fueron rebatidos con vehemencia por Jon Bloomfield, investigador del College of Social Sciences de la Universidad de Birmingham. Al contrario de lo que dice, el referéndum sobre del brexit «tiene la mayor importancia», estima Bloomfield. Todas las instituciones económicas relevantes, desde el Banco de Inglaterra hasta el Instituto de Estudios Fiscales de la OCDE o el Fondo Monetario Internacional (FMI) aseguran que habrá un costo económico si dejamos la UE. «Esto es lo que los partidarios del brexit, desesperados, están queriendo ocultar», aseguró.
Criticando los argumentos del brexit, Bloomfield recuerda que la parlamentaria laborista Kate Hoey reivindica la necesidad de devolver al parlamento «el derecho de elaborar nuestras propias leyes», de «retomar el control total de nuestra economía». «Estas proposiciones sugieren que podemos devolver el reloj. En el siglo XXI no hay como hacer que la economía y la industria vuelva a meterse en una caja nacional», enfatiza.
Costos económicos
Los costos económicos del brexit son también tema de intenso debate y principal argumento de lo que analistas europeos llaman la «campaña del miedo».
Diversos estudios señalan que el brexit «tendrá significantes costos económicos para Gran Bretaña, de varios puntos del PIB, principalmente como consecuencia de las barreras comerciales que se aplicarían a los productos británicos, afirma Franz Nauschnigg, jefe de la división de Asuntos Europeos y Organizaciones Financieras Internacionales del Banco Nacional austríaco.
Como recuerda Laura Riestra, del Huffington post, el sector servicios constituye casi el 80% de la economía total de Reino Unido. «Londres es un centro financiero global y el mayor de Europa: alrededor de un tercio de los servicios financieros y de seguros exportados de Reino Unido son enviados a la Unión Europea».
«La normativa de la UE supondría un obstáculo, especialmente para la banca minorista y los operadores del euro, pero el brexit no sería una sentencia de muerte para la industria financiera británica». En todo caso, señala, «Wall Street también está implicado en la campaña del remain: «grandes bancos estadunidenses, que tienen oficinas en Londres, están financiándola, dice, citando a la agencia Afp. Entre ellos el banco de inversiones Goldman Sachs, que «ha donado cientos de miles de libras a ‘Britain Stronger in Europe'» y es «muy probable que JPMorgan Chase, Bank of America y Morgan Stanley sigan su ejemplo».
Los partidarios del brexit reclaman por las contribuciones que deben hacer al presupuesto de la UE. Pero esa contribución, como podemos ver en el gráfico, no es particularmente elevada si se compara con la de los demás miembros.
Michael Roberts, economista británico autor de un estudio de donde extraímos el gráfico anterior, afirma que no es una cuestión de lo que es «mejor para Gran Bretaña», sino lo que es «mejor para el pueblo británico». Hay una diferencia, asegura. Y se pregunta: «¿Sería beneficioso para el gran capital británico salir de la Unión Europea, unos 40 años después de unirse al club?».
La respuesta está también matizada y dependerá de muchos factores. Lo cierto es que cualquier costo económico tendrá que ser negociado. Los tratados vigentes estipulan un plazo de dos años para la negociación de la salida de un país de la UE, plazo que empieza a contar en el momento en que el país anuncia su decisión de retirarse.
Pero el acatamiento del resultado de la consulta británica no es obligatorio para el Gobierno y si bien todos dan por descontado de que un eventual triunfo del brexit será respetado, el Gobierno decidirá en qué momento comunica a las instituciones europeas su decisión de retirarse, iniciándose así el plazo de dos años para unas negociaciones que serían particularmente complejas.
Otras razones
Ante esa realidad, comentaristas europeos llegan a la conclusión de que un eventual triunfo de brexit no se explicaría por razones económicas.
Para Jean Pisani-Ferry, profesor de la Hertie School of Governance de Berlín, el brexit tendrá elevados costos y «si los británicos deciden dejar la UE, esto indicará que los argumentos económicos racionales tienen menos peso que los llamados emocionales».
Lo que le preocupa es que una tal decisión «fortalecerá las fuerzas populistas por todas partes -de Italia a Francia y a los Estados Unidos- en su defensa de políticas aislacionistas que la mayoría de los expertos ven como una sinrazón económica».
Pisani-Ferry es, naturalmente, un decidido partidario del remain, convencido de que el libre comercio es el motor del crecimiento.
Pero el argumento enfrenta también oposiciones. Larry Elliott, editor económico del The Guardian, estima que el brexit «puede ser la mejor respuesta a una eurozona que está muriendo» que es, en sus palabas, «una URSS sin el gulag».
Elliott argumenta que «la implacable política neoliberal» de la Comisión Europea es la causa de la miseria económica de los países como Grecia, Irlanda o Portugal, así como de Finlandia o incluso Alemania». Un argumento con el que Imke Henkel, profesora de periodismo de la University of Lincoln, concuerda. «La política de austeridad neoliberal promovida fuertemente por el Gobierno alemán está destruyendo Grecia y -podría agregar- por esta vía, a Europa». Pero, en su opinión, el brexit «no es la solución para eso».
Es evidente, en todo caso, que el brexit se alimenta de la indignación provocada por el tratamiento dado al Gobierno griego por Alemania y sus socios de la UE, al imponerle las políticas de austeridad con total desprecio por la voluntad de los ciudadanos expresada en las urnas. Las negociaciones con Grecia, que los medios se encargaron de transmitir en directo, la mayor parte de ellos apuntando contra el Gobierno griego de Syriza, dejaron una lección que probablemente no era la esperada. Los ciudadanos europeos saben ahora que, en lo que respeta a políticas económicas y sociales, las decisiones se toman en Bruselas. Su voluntad vale ¡nada!
Sería una ingenuidad pensar que eso no tiene que ver con el euroescepticismo que se expande por Europa, un caballo al que todos tratan de montarse, como lo muestra este referéndum inglés. En todo caso no conviene terminar sin poner atención en la advertencia de Rafael Poch, corresponsal de La Vanguardia en París cuando dice, sobre el último mes de protestas en Francia: «El epicentro del problema no es el brexit. Una eventual salida del Reino Unido de la UE es económicamente irrelevante (hay mucha exageración ahí), pero políticamente debilitaría la influencia de Estados Unidos, del que el Reino Unido ha sido el más solicito servidor en el continente. Solo por eso harán cualquier cosa por evitarla. Pero el verdadero problema está en Francia. Fue Francia, no Inglaterra, la fundadora de lo que se está desmoronando desde 2007. Y es aquí donde se decidirá la verdadera partida».
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