En días recientes el gobierno de El Salvador, a través del presidente Salvador Sánchez Cerén, lanzó el programa «Jóvenes con todo», una propuesta que busca » promover el desarrollo de habilidades y competencias para mejorar el acceso al mercado laboral y la inserción productiva en las juventudes » i . Dicho programa contempla tres componentes: […]
En días recientes el gobierno de El Salvador, a través del presidente Salvador Sánchez Cerén, lanzó el programa «Jóvenes con todo», una propuesta que busca » promover el desarrollo de habilidades y competencias para mejorar el acceso al mercado laboral y la inserción productiva en las juventudes » i . Dicho programa contempla tres componentes: empleo, empleabilidad y emprendimientos, orientados a la población joven (entre 15 y 29 años) que en la actualidad se encuentran en condición de personas desempleadas, subempleadas, fuera del sistema educativo formal o en transición hacia el mercado laboral; es decir, jóvenes trabajadores que por diversos factores no han tenido las posibilidades de continuar con sus estudios o tampoco integrarse al mercado de trabajo. Este programa pretende beneficiar a unos 100 mil jóvenes en tres años.
Ante este anuncio, se desató un sinnúmero de opiniones en favor y en contra -muchas veces no argumentadas- sobre los fines que el programa pretende alcanzar, destacándose la percepción dominante en los medios de comunicación afines a la burguesía de que esta iniciativa va dirigida para mantener a los «ninis», término que se asume de forma automática como el sector de la población joven que «ni estudia ni trabaja», entendida a la población joven empobrecida y fuertemente utilizada como sinónimo de «jóvenes holgazanes que no quieren hacer nada».
En este marco llama la atención la popularidad que ha adquirido en estos días el término «nini». «Nini» es un concepto que ha sido adaptado del inglés NEET ( Not in Employment, Education or Training ) y que surgió en Gran Bretaña en 1999 (en pleno contexto de la crisis capitalista en los países centrales) y que se aplicaba a jóvenes entre los 16 y 18 años que no estaban estudiando ni trabajando. Este término se adaptó en los países de América Latina para referirse a los jóvenes que «ni estudian ni trabajan» y que hoy se usa en tono despectivo y con un fuerte componente ideológico para culpabilizar a aquellos jóvenes que debido a su edad deberían estar dentro del sistema educativo formal o si no dentro del mercado laboral por lo menos como «ejército» de reserva; es así que en ese sentido se hace creer que la falta de empleo y las pocas posibilidades para continuar estudios son problemas individuales, de falta de ganas; de ahí que «nini» se asocie a la imagen de haragán y no como producto de un sistema económico que requiere una amplia población poco instruida y desempleada para fines de sobre explotación. Condición que es indispensable para que las empresas capitalistas puedan obtener mayores niveles de rentabilidad pues les beneficia contratar fuerza de trabajo en desventaja para competir en el mercado laboral.
Este término aplicado a un sector poblacional, es un término transitorio (con suerte) pues se supone que debe haber las condiciones para que jóvenes puedan estudiar y posterior a su formación ofrecerse como fuerza de trabajo, es así que también se haya popularizado como una categoría estática como si siempre fueran los mismo jóvenes ubicados en permanente estado de inactividad y que además -en nombre de la innovación conceptual- se haya adaptado como en fenómeno reciente (problema generacional) y no como producto de relaciones históricas.
Al igual que la categoría de «juventud» el de «ninis», depende del contexto histórico-social y se cruza con variables como el género, clase social, grupo étnico, generación, entre otros. Existen tres variables para catalogar a una persona como «nini»: 1) ausencia en el sistema escolar; 2) la no participación activa en el mercado laboral y 3) las características sociodemográficas, que son las utilizadas por organismos internacionales como el Banco Mundial ii .
Es por ello que son estas tres variables entrecruzadas las determinantes para ubicar a un «nini»; sin embargo el hecho que esta persona en la actualidad no esté en el sistema educativo formal y que no esté inserto en el mercado laboral, es la variable de las características socio-demográficas la que en realidad predomina en su concepción; por lo tanto se asume que un «nini» es un joven que proviene de la clase trabajadora, desempleado, en condiciones de marginación y pobreza que debería estar estudiando o vendiendo su fuerza de trabajo en el sector capitalista de la economía, que vive en situación de vulnerabilidad social y por lo tanto propenso a convertirse en criminal; y por lo tanto no se puede asumir como «nini» a un joven de origen burgués que, aunque también en la práctica no esté «ni estudiando ni trabajando» es mantenido por las rentas de sus padres empresarios (dueños de medios de producción) y que no necesita ofertarse en el mercado laboral ni vive en situación de vulnerabilidad social. Como diría un amigo: «esta es la parte filosófica de la canción».
Es así que «nini» -como toda categoría- es una construcción social; sin embargo esta «construcción social» responde a intereses de los sectores dominantes de un orden social. Por lo tanto, tiene como fin, perpetuar y reproducir el orden social existente iii . De ahí que las propuestas para reducir la cantidad de «ninis» tengan que ver con la incorporación de estos a las relaciones capitalistas de producción y peor aún a la de generar iniciativas de «emprendedurismo», concepto de por sí engañoso al hacer creer que tener una ventecita de algo los convertiría en empresarios de éxito y no como una medida para perpetuar la subsistencia y que no se busque erradicar las causas socio-económicas que la permiten e incentivan.
Es por ello que «nini» no es una categoría neutra; por el contrario, implica relaciones de poder que subyacen de las relaciones sociales, institucionales e interpersonales, creando así un abismo de desigualdades y categorías tan abstractas como la de «nini» para ocultar todo un entramado de factores que condenan a muchos jóvenes a la deserción escolar y a la miseria económica.
Si bien el programa presentado por el gobierno salvadoreño es apenas una medida paliativa y que no trastoca las causas de fondo en términos estructurales, el solo hecho que contemple la búsqueda de alternativas económicas para miles de jóvenes de la clase trabajadora es de por sí plausible.
No obstante el reto permanente es el de organizarse como juventud con base a una identidad de clase y proyecto común, que exija cambios estructurales para revertir las condiciones que permiten que existan jóvenes sin posibilidad de estudio ni empleo. Así como de asumir que pese a las actuales condiciones materiales de vida no son «ninis», sino jóvenes con potencial para el estudio, el trabajo y sobre todo, para la transformación social.
Notas:
i Más detalles sobre este programa se puede leer en: Perfil de empleo y empleabilidad Joven «Jóvenes con Todo» 2014-2019. Gobierno de El Salvador.
ii Cfr. Banco Mundial. (2016). NINIS en América Latina. 20 millones de jóvenes en busca de oportunidades. Washington D. C.
iii Una lectura detallada sobre las relaciones de producción y los conceptos dominantes leer el artículo de Alberto Quiñonez: Esa tomadura de pelos de los «ninis». Publicado en la revista Rebelión el 21 de junio de 2016. http://rebelion.org/noticia.php?id=212487
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