«Es justo que la masa ejerza la soberanía sobre los asuntos más importantes» Aristóteles, Política A finales del siglo pasado, tras la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, el imperialismo norteamericano vio realizados sus sueños. Se convertía así, sin rival, en potencia hegemónica mundial. Surgió entonces como síntesis y […]
«Es justo que la masa ejerza la soberanía
sobre los asuntos más importantes»
Aristóteles, Política
A finales del siglo pasado, tras la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, el imperialismo norteamericano vio realizados sus sueños. Se convertía así, sin rival, en potencia hegemónica mundial. Surgió entonces como síntesis y explicación de esta laica ‘consumación de los tiempos’ la ideología del «fin de la historia». Su principal difusor fue el profesor estadounidense de origen japonés Francis Fukuyama. Según su profecía, iban a desaparecer las contradicciones en el ámbito mundial y comenzaba una nueva era de pensamiento único. Era ineluctable, según él, el triunfo de la economía neoliberal a nivel planetario y como consecuencia de ello las ideologías dejaban de tener sentido. Sólo habría lugar en ese ‘mundo de las ideas’ (llamémosle así) para la economía capitalista en su forma más depurada.
El mundo que ha venido después del libro-guía de este profeta miope apenas se parece a ese final de película de Walt Disney que él dibujaba: transformaciones revolucionarias en América Latina, crisis económica sin precedentes en el corazón mismo del sistema capitalista (es decir, EEUU y Europa), guerras en Iraq y Afganistán, desastres en la industria nuclear, destrucción imparable del medio ambiente… Parece que la historia no ha querido hacer suyas las lecciones de este maestro Ciruela y anda más movida y agitada que en décadas anteriores.
Ahora también sabemos que el señor Fukuyama no era tan neutral y aparentemente científico como se presentaba. Formó parte del núcleo extremista y militarista de los ideólogos neoconservadores (Cheney, Wolfowitz, Rumsfeld) que sembraron los vientos de la guerra. Llegó incluso a pedir por escrito, junto a los siniestros Richard Perle, John Bolton y Robert Kagan, una segunda guerra contra Iraq, ataque que el presidente George W. Bush se encargaría de llevar a la práctica con las desastrosas consecuencias que todavía sufre el gran país árabe y que por desgracia seguirá padeciendo durante generaciones.
La crisis económica comienza a barrer la democracia en Europa
La reciente crisis económica surgida inicialmente en los Estados Unidos de América y contagiada después a Europa está provocando una quiebra en el Estado de bienestar que se había ido construyendo con dificultad en suelo continental tras la II Guerra Mundial. Primero, cayó Islandia; después, Irlanda a la que se consideraba en los últimos años modelo de desarrollo neocapitalista; Grecia conoció más tarde el hundimiento de su economía; Portugal sufrió a continuación las mismas dificultades financieras. Por último, dos grandes países del Sur, España e Italia, eran atacados con furia por los especuladores. No hace falta ser un experto en prognosis para ver en estas sucesivas crisis una maniobra a gran escala contra la economía europea y contra el euro en particular cuyo efecto dominó no parece haber concluido.
¿Cuáles han sido las recetas aplicadas para salir de la crisis? Salvo en el caso de Islandia donde han cogido el toro por los cuernos al negarse a salvar a los bancos que habían provocado la quiebra financiera y al procesar a los principales dirigentes políticos, en los demás países las medidas tomadas han ido en la misma dirección: ayuda masiva a la banca con fondos públicos, congelación de las pensiones, privatización de empresas estatales, reducción del sueldo a los funcionarios, incremento del IVA, disminución severa de las inversiones públicas, desregulación de las relaciones laborales, despido de empleados públicos y reducción de servicios sociales. Las consecuencias, desastrosas para los trabajadores y las capas populares, no se han hecho esperar: aumento del paro, disminución del consumo, estancamiento de la economía y alarmante desprotección de cientos de miles de familias al borde de la pobreza y la marginación. Sirvan de botón de muestra algunas escuetas y dramáticas cifras referidas a España: número de trabajadores en paro, cinco millones; número de parados que no reciben prestación alguna por desempleo, más de un millón y medio; número de hogares que no tienen ningún tipo de ingresos, más de medio millón; el número de personas que sufren pobreza relativa se eleva a casi diez millones, es decir, el 20,8% de la población española.
En Grecia, que ha dado ejemplo de resistencia popular durante este año como otras veces en el pasado, la segunda oleada de medidas antisociales dictadas al unísono por la Unión Europea (UE) y por los grandes bancos alemanes y franceses llevó al primer ministro y dirigente del partido socialista griego (Pasok), Yorgos Papandreu, al anuncio de un referéndum. Las críticas de los políticos y de los medios europeos fueron unánimes. ¿Cómo se le ocurría semejante dislate? Sobre los amenazantes recortes sociales tenían que decidir – según ellos- los políticos y no el pueblo. Como se ve, un ejemplo claro de lo que entienden por «democracia» la casta política y los medios de comunicación oligárquicos.
Pero Papandreu, que aparentaba querer salir del gobierno por la puerta grande, ha acabado saliendo como un tramposo por la puerta de atrás. No habrá referéndum (se trataba de amagar y no dar) sino acuerdo entre las cúpulas del Pasok y del partido de derechas Nueva Democracia para crear un gobierno de unidad presidido por un tecnócrata y cuya única tarea consistirá en imponer al pueblo griego las medidas económicas dictadas por la gran banca y sus intermediarios de la UE. El nuevo primer ministro de consenso entre Yorgos Papandreu y Antonis Samaras de Nueva Democracia es el perfecto tecnócrata al servicio de la gran banca y de las empresas transnacionales. Lucas Papademos tiene, en efecto, un expediente inmejorable en ese sentido: formado en los Estados Unidos, miembro de la atlantista Comisión Trilateral y asiduo del mafioso Club Bilderberg, nunca ha sido elegido, pero sí ha ocupado, entre otros, los cargos de vicepresidente del Banco Central Europeo y de Gobernador del Banco de Grecia. Como buen perro viejo, antes de aceptar el nombramiento exigió a ambos partidos «que se comprometieran por escrito al rescate financiero». El nuevo primer ministro del país que creó la democracia ha hecho toda una declaración de principios antes de tomar posesión: «No soy político». Como muestra de ello, se ha atrevido a incluir en su gobierno (formado por dirigentes del Pasok y de Nueva Democracia) a un ministro del partido de extrema derecha Laos. Sólo quedan fuera del pacto y del reparto de la tarta ministerial los diputados de izquierda del Partido Comunista de Grecia (KKE) y de la Coalición Syriza. Ah, sí: habrá elecciones más tarde, a toro pasado, para distraer al personal.
Una salida política similar a la griega se está produciendo en Italia durante los últimos días. Presionado por los «mercados» y traicionado por algunos diputados de su propio partido, el primer ministro Silvio Berlusconi se ha visto obligado a dimitir para dejar paso a un gobierno tecnocrático que dirigirá probablemente el economista Mario Monti, de perfil profesional muy similar al del griego Papademos y miembro asimismo de la Comisión Trilateral y del Club Bilderberg. Ocupó también el cargo de Comisario de la UE y es asesor internacional del banco estadounidense Goldman Sachs, perteneciendo igualmente al consejo asesor de Coca-Cola. Otro que no ha sido elegido nunca en las urnas. Antes de la salida efectiva de Berlusconi, el Senado y el Parlamento aprobarán las amargas medidas antisociales que imponen los poderes fácticos económicos. El presidente Obama ha perdido el brillo de su retórica y la confianza en el cambio que había generado al comienzo de su mandato, pero no podemos dejar de reconocer el cínico realismo con el que expresó su apoyo a la anunciada cirugía antipopular que con mano firme usará el profesor y banquero Mario Monti: «Italia aplicará un programa agresivo de reformas y recuperará la confianza de los mercados».
En las mesas redondas celebradas en diferentes cadenas televisivas italianas y que he tenido la oportunidad de seguir en directo esta semana, los dirigentes políticos participantes en ellas han expresado su apoyo a una salida urgente de la crisis mediante la aprobación en sede parlamentaria del plan de ajuste exigido por la UE y la posterior formación de un gobierno de gestión. Sólo el exmagistrado y diputado Antonio di Pietro se atrevió a discrepar: se quiere que aprobemos unas medidas que no conocemos, que apoyemos a un gobierno cuya composición ignoramos y que demos nuestra conformidad a una política que no ha sido expuesta. Las medidas que se quieren implantar, concluyó, sólo conducirán a «una macelleria sociale» («una carnicería social»).
Grecia e Italia están sirviendo de laboratorio para un siniestro experimento: la sustitución de la voz del pueblo por el dictado de los banqueros. La mano oculta de los «mercados» está suplantando abiertamente a la política. Los gobernantes han dejado de aparentar un cierto distanciamiento del poder económico para convertirse en simples recaderos a sus órdenes. Si no se corta a tiempo (y todo parece indicar que en nuestra sociedad adormecida por el consumismo falta coherencia intelectual y coraje moral), Europa puede precipitarse al vacío liquidando la política de la propia vida social y dejando que la riqueza nacional se convierta en botín de un puñado de oligarcas sin rostro.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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