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Entrevista a Manolis Glezos, histórico político, escritor y poeta griego y símbolo de la resistencia antinazi.

«No es de izquierdas aquel que recurre a un rescate de la troika para salvar al pueblo»

Fuentes: Público

Manolis Glezos coge una nota y lee en alto: «Querida madre. Hoy voy a ser ejecutado cayendo por el PUEBLO griego». El texto lo escribió otro Glezos, Nikos, hermano de Manolis, cuando supo que iba a ser ejecutado por el régimen nazi que controlaba Grecia en los años 40. El pequeño trozo de papel, escondido […]

Manolis Glezos coge una nota y lee en alto: «Querida madre. Hoy voy a ser ejecutado cayendo por el PUEBLO griego». El texto lo escribió otro Glezos, Nikos, hermano de Manolis, cuando supo que iba a ser ejecutado por el régimen nazi que controlaba Grecia en los años 40. El pequeño trozo de papel, escondido en el forro de un sombrero, fue entregado a la madre de ambos. Manolis no quiere saber qué pone en un borrón al final de la hoja. «Escribe ‘voy’, no me llevan, y presta atención en que escribe ‘pueblo’ en mayúscula. Puede ser por el pueblo español, alemán o de todo el mundo», comenta a Público el histórico político comunista griego y héroe de la resistencia antinazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Glezos, eurodiputado de Syriza durante un año, guarda muy buen recuerdo de los escasos 19 años que pudo compartir con su hermano. Quizás por él sigue presentado batalla y quizás por él escribió gran parte de su obra como escritor y poeta. Manolis fue condenado a muerte tres veces. Al pueblo, ese mismo que aparece en mayúsculas en la nota, le debe seguir con vida ya que se libró de la ejecución gracias a las protestas populares.

El café parece ser la gasolina que hace funcionar a este hombre de casi 100 años (tres tazas en menos de dos horas). «Tú te pones café y a mí me tienes así (le recrimina a su ayudante Giorgos con sorna señalando su tazón vacío)». Aunque ya no peine el frondoso tupé del que hacía gala años atrás, su bigote y, especialmente, sus cejas son una clara imagen de su espíritu rebelde, siempre pendiente de la actualidad.

«Yo fui muy amigo de Marcos Ana, una vez me invitó a su casa en Francia. Allí me dio comida española y cantamos junto con otros europarlamentarios griegos. Luego le volví a ver en una conferencia que dimos los miembros de la resistencia en Milán. Si me pides fechas, no me acuerdo (cierra los ojos, busca en su archivo mental) puede que fuera en 1963. Todo esto que te estoy diciendo pasó hace medio siglo». Y se ríe.

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