Michal Bron ha cumplido los 98 años. Es uno de los 25 polacos que acudieron en apoyo de la República española durante la Guerra Civil y que aún están vivos. «Ir a la guerra no me hizo feliz, pero acudí para defender mis ideas», asegura. Dejó en su apartamento del centro de Varsovia a su […]
Michal Bron ha cumplido los 98 años. Es uno de los 25 polacos que acudieron en apoyo de la República española durante la Guerra Civil y que aún están vivos. «Ir a la guerra no me hizo feliz, pero acudí para defender mis ideas», asegura. Dejó en su apartamento del centro de Varsovia a su primera esposa, con un niño casi recién nacido (ambos murieron después en la II Guerra Mundial), para combatir en España. Era junio de 1937. «Me siento orgulloso de lo que hice; no quiero que nadie borre mi pasado», afirma.
El Gobierno conservador polaco no parece estar de acuerdo con esa idea, pues quiere borrar de la memoria nacional cualquier huella del comunismo. La cancillería del presidente Lech Kaczynski, que nunca ha ocultado su objetivo de limpiar todo vestigio del régimen que gobernó Polonia hasta 1989, trabaja en un anteproyecto de ley para suprimir las rentas especiales (complemento a la pensión) que se concedieron a algunos funcionarios del régimen anterior, como policías, militares y combatientes.
El proyecto, aún no aprobado y del que se desconocen los detalles, ha generado una gran incertidumbre y polémica en España, donde el caso ha llegado hasta el Senado. El principal partido en el Gobierno polaco (Ley y Justicia) asegura que los cambios no afectarán a los que combatieron en España, sino a los miembros del aparato del antiguo régimen comunista (y sólo en algunas circunstancias). Sin embargo, Bron teme por el futuro de su pensión.
A la llamada brigada de los Balcanes, la 129-B, perteneció el judío polaco Michal Bron. «Nunca me he arrepentido de haber apoyado al bando que apoyé, a la izquierda», explica desde Uppsala (Suecia) en una entrevista realizada a través del correo electrónico y del teléfono con la ayuda de su hijo, que también se llama Michal Bron, para reconstruir el pasado con el máximo detalle posible.
Toda la familia vive en Suecia desde los años ochenta. El camino recorrido por Bron padre para llegar a su actual hogar en el país nórdico ha sido largo y nada fácil. Reconoce que le cuesta recordar. Que ha transcurrido mucho tiempo. En España, durante la guerra, estuvo durante largo tiempo en Albacete. En febrero de 1939 fue herido y trasladado a Francia, donde permaneció seis semanas hospitalizado en Lyon, y pasó cuatro años en varios campos de internamiento en Francia. «Luego fui deportado al Sáhara y en 1943 viajé a la Unión Soviética para enrolarme en el Ejército polaco», cuenta. Era coronel. Tras la II Guerra Mundial fue nombrado diplomático y trabajó en la Yugoslavia de Josip Broz Tito durante un tiempo. Pero con los años, de regreso en Polonia, se fue distanciando de sus «camaradas», como todavía les llama, y la vida empezó a ser cada vez más difícil.
A comienzos de los años cincuenta, los servicios secretos del régimen proestalinista polaco le encarcelaron durante tres años, incluso en una celda de aislamiento, acusado de estar contaminado de las ideas de Occidente. Era el precio de su estancia en España y Francia. Fue liberado ocho meses después de la muerte de Stalin.
En 1970, su hija se trasladó a Suecia y su hijo hizo lo mismo en 1982. «Mi [segunda] esposa, Helena, y yo aguantábamos en Varsovia, pero me acosaba el Gobierno comunista y no podía visitar a mis hijos, así que nos fuimos también en octubre de 1984», cuenta Bron, que no da más detalles.
Este ex militar, que cobra una pensión (no quiere decir la cantidad) del Estado polaco por haber sido funcionario del Ministerio de Guerra, no sabe con certeza qué pasará ahora con su dinero.
«Ningún ex combatiente de la Guerra Civil española va a ver mermados sus derechos», afirma tajante Arkadiusz Mularczyk, diputado de Ley y Justicia y uno de los responsables de elaborar el controvertido proyecto de ley. Según explica, la ley (está aún en fase de anteproyecto) prevé una reducción de pensiones sólo a los ex funcionarios y ex agentes del aparato político del Estado que hubieran cometido crímenes durante la época comunista.
«La razón de ello es hacer justicia, porque hoy en día los opresores disponen de unas pensiones que varias veces superan las percibidas por los oprimidos, los que, por lo común, las cobran en cuantía mínima», dice. «Se trata de revisarlos para equipararlas a la pensión media», añade.
La ofensiva el Ejecutivo polaco contra las secuelas del antiguo régimen se percibe en las grandes medidas, pero también en los pequeños detalles (como eliminar sus figuras y símbolos). En la tumba del soldado desconocido en Varsovia, en la que están inscritos los nombres de todas las principales batallas libradas por polacos, ya no están los nombres de las célebres batallas del Ebro, Brunete y el Jarama (de las que Michal Bron sabe mucho, porque después de la guerra, con los años, se hizo experto en esa etapa de la historia española). Y a este paso es probable que los nombres relacionados con brigadistas tampoco se salven.
Sea como sea, la imagen de los brigadistas en Polonia no está en su mejor momento. Para el Instituto para la Memoria Nacional, organismo utilizado por Varsovia para limpiar la memoria histórica del país, los brigadistas son unos «traidores», porque su objetivo era construir el comunismo en España. Para el historiador Pawel Machcewicz, según una entrevista reciente con el diario conservador Rzeczpospolita, fueron «soldados de Stalin». Pese a todo, Michal Bron se siente feliz con su vida y con su pasado.