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No son Grecia ni España el problema; es Alemania

Fuentes: El Plural

Estamos viendo estos días la gran presión que el establishment europeo -el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo- y la gran mayoría de medios están ejerciendo sobre los países periféricos -Grecia, Portugal, España e Irlanda- para que impongan políticas de austeridad, reduciendo déficits y deuda pública, y bajando salarios, a fin […]

Estamos viendo estos días la gran presión que el establishment europeo -el Consejo Europeo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo- y la gran mayoría de medios están ejerciendo sobre los países periféricos -Grecia, Portugal, España e Irlanda- para que impongan políticas de austeridad, reduciendo déficits y deuda pública, y bajando salarios, a fin de salir de la Gran Recesión que la eurozona está sufriendo. El gran error de esta estrategia de presión es que asume erróneamente que el problema en que se encuentra la Eurozona lo han creado estos países con sus despilfarros y su falta de disciplina fiscal, lo cual es fácil de mostrar que no es cierto. Ni existe un despilfarro de gasto público en aquellos países (todos ellos tienen los gastos y empleos públicos más bajos de la UE-15), ni sus salarios son exuberantes (están muy por debajo del promedio de la UE-15, independientemente del nivel de productividad que tengan).

El gran secreto, ocultado o ignorado por los grandes medios de información y persuasión, es que el problema de la eurozona no está en la periferia sino en el centro, es decir, en Alemania. La economía alemana ha estado en muy baja forma durante varios años. Sus salarios no han aumentado durante los últimos quince años, consecuencia de las medidas antisindicales de bajos salarios, tomadas por los gobiernos de Gerhard Schroeder -incluida la famosa reforma 2010- y de Angela Merkel, facilitadas también por la amplia disponibilidad de trabajadores procedentes de la antigua Alemania del Este y de inmigrantes procedentes del Este de Europa. Durante estos quince últimos años, sus inversiones han sido escasas (menores que en los países periféricos), su crecimiento económico muy lento (mucho más lento que los países periféricos) y su desempleo ha estado creciendo. En realidad, el crecimiento de su productividad ha sido menor que en la mayoría de los países periféricos, excepto España (ver mi artículo «El problema de la Eurozona no está en al periferia sino en el centro«, Sistema Digital, 27.05.10. También en mi blog www.vnavarro.org , sección Economía Política).

El descenso de las rentas del trabajo en Alemania ha creado un problema mayor de falta de demanda, consecuencia de la falta de crecimiento de la masa salarial (que ha disminuido como porcentaje de la renta nacional, consecuencia de que los salarios han crecido menos que la productividad). De ahí que el crecimiento económico alemán se ha basado, no en el aumento de la demanda doméstica sino en el crecimiento de las exportaciones, con la consecuente acumulación de euros (pues dos terceras partes de las exportaciones van a países de la eurozona, que pagan en euros) en la banca alemana.

¿Qué ha hecho la banca alemana con tantos euros? Varias cosas. Una de ellas es prestarlos a los países mediterráneos. El flujo de liquidez (dinero de los bancos alemanes a los españoles, por ejemplo) ha sido enorme. Este flujo ayudó a la banca española a establecer el complejo bancario-inmobiliario-industria de la construcción, un complejo altamente especulativo que creó la burbuja inmobiliaria y que fue el motor de la economía española. Otra cosa que hizo la banca alemana fue comprar la deuda externa a intereses elevados en el caso de los países mediterráneos. La mayoría de la deuda de estos países es propiedad de la banca alemana (y francesa). Y, por si fuera poco, el capital alemán además de lo anterior invirtió directamente en actividades especulativas de tipo inmobiliario en los países periféricos. Parte del destrozo de las costas españolas fue financiado con capital alemán.

Pero todo esto terminó. El colapso de las burbujas inmobiliarias y la crisis de las bancas estadounidense y británica, claramente conectadas con la banca alemana, crearon un gravísimo problema para esta banca. Y ahí está el quid de la cuestión. La gran austeridad que el establishment europeo está pidiendo es para asegurarse que la banca (incluyendo la banca alemana) no pierda sus beneficios. Como bien dijo el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, la supuesta ayuda del Fondo Monetario Internacional y de la Unión Europea a los países periféricos es una ayuda a los bancos del centro (de Alemania y Francia). Se presta dinero a los estados periféricos para que puedan pagar a los bancos centrales. Éste es el gran secreto que los medios de persuasión también ocultan o ignoran. En realidad, todo podría haber ocurrido de una manera distinta si en el conflicto entre Gerhard Schroeder, Canciller de Alemania, y Oskar Lafontaine, Ministro de Economía y Finanzas, hubiera ganado Oskar Lafontaine. Lo que la izquierda -Lafontaine- quería era aumentar la demanda interna, mediante la subida de salarios y el aumento del gasto público. Fue Schroeder, próximo a la banca y al mundo de las exportaciones, quien ganó (causando la salida de Lafontaine del gobierno y del partido socialdemócrata). De haber ganado las izquierdas en Alemania, aquel país habría tenido un crecimiento económico basado en el crecimiento de la demanda interna, ayudando no sólo a las clases populares de Alemania, sino a toda la UE. Tal medida también habría corregido el excesivo saldo negativo de la balanza de pagos que tienen los países periféricos, origen, en parte, de sus problemas. Como bien dijo la Ministra de Economía del gobierno francés, la Sra. Christine Lagarde, «el problema actual es el estancamiento de la demanda en Alemania debido a que los salarios no han crecido. Es importante y urgente que crezcan». No podía haberse dicho mejor.

La banca alemana, sin embargo, se opone rotundamente a que ello ocurra, no sólo en Alemania, sino a nivel de toda Europa. Y el BCE, el FMI y el Banco de España son los portavoces neoliberales más estridentes que se oponen a ello. Lo que desean es que la banca no quede afectada negativamente, pues ha conseguido enormes beneficios a base de crear grandes cantidades de deuda, tanto pública como privada, que ahora, sin embargo, se puede convertir en su gran vulnerabilidad. Nada menos que el secretario del tesoro del gobierno Obama, el Sr. Timothy Geithner, ha pedido que se someta a la banca europea (y muy en especial a la banca de los países del centro de la Eurozona) a una prueba de estrés como la que se realizó en EE.UU. De ahí que lo que los banqueros alemanes (y el BCE) quieren, por encima de todo, es que se les pague a costa de disminuir el gasto público y los salarios de los países, no sólo periféricos sino centrales, incluyéndose su propio país.

La solución alternativa es el aumento muy notable de la demanda (a base de aumentar la masa salarial y el gasto público), permitiendo una inflación moderada y que estimule el crecimiento económico con el cual pagar la deuda, con el establecimiento, además, de bancas públicas que garanticen el crédito. Y a esto la banca dice que ni pensarlo, y todos los grandes medios de persuasión, a pies juntillas, dicen AMÉN. Los cinco rotativos más importantes del país han escrito editoriales apoyando las propuestas del Fondo Monetario Internacional, el centro (junto con el BCE) de la ortodoxia neoliberal hoy en el mundo. Y así nos va.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

http://www.elplural.com/opinion/detail.php?id=47112

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