El lunes 15 de abril de 2019 quedará en la historia como el día en que Notre Dame de París fue devastada por las llamas. En el momento de escribir estas líneas el incendio parece controlado y solo algunos focos residuales siguen contenidos por las y los bomberos, temiendo riesgos de rebrote. En realidad habrá […]
El lunes 15 de abril de 2019 quedará en la historia como el día en que Notre Dame de París fue devastada por las llamas. En el momento de escribir estas líneas el incendio parece controlado y solo algunos focos residuales siguen contenidos por las y los bomberos, temiendo riesgos de rebrote. En realidad habrá que esperar varios días o semanas para conocer la extensión de las pérdidas y los daños causados por el incendio, el hundimiento del armazón de la cubierta y de la aguja así como las consecuencias de los centenares de miles de litros de agua lanzados para apagar las llamas sobre las estructuras y las obras de arte que no han podido ser evacuadas.
Las causas del incendio siguen siendo aún desconocidas aunque un inicio accidental proveniente de los espacios ocupados por los trabajos de renovación parece hoy la pista privilegiada por las autoridades y profesionales. Solo la investigación permitirá aclarar esto en los hechos, pero podemos afirmar ya que las responsabilidades no hay que buscarles ni señalarlas en eventuales errores individuales… sino claramente del lado de una política global y de una suma de responsabilidades colectivas en la cúspide de las cuales se encuentra la del Estado, responsable de la seguridad del sitio y director de los trabajos en curso.
¿Qué consecuencias?
Las primeras informaciones entregadas por los bomberos indican que «el conjunto de la cubierta está siniestrada, el conjunto del armazón está destruido, una parte de la bóveda se ha hundido» por la caída de la aguja cuyas impresionantes imágenes son mostradas en la portada de todos los periódicos. Esta aguja, así como una parte del techo y del armazón de la cubierta databan de los trabajos efectuados en el siglo XIX por Viollet-le-Duc. El resto del armazón hundido databa del siglo XIII, reconstruido con vigas de madera provenientes de la primera construcción en el siglo XII, y había sido llamado por su importancia y tamaño «la selva». Al desplomarse, la aguja ha hundido una parte de la bóveda de piedra de la catedral pero no parece (a día de hoy) haber puesto en peligro la estructura general. Numerosas reliquias, obras de arte y objetos habrán sido afectados por el fuego, la ceniza y el agua y una parte de los plomos de las vidrieras ha sido también afectada de forma más o menos importante. El gran órgano que acababa de ser restaurado parecería haber sufrido también daños importantes.
Las primeras reacciones
Muchos parisinos y parisinas se han reunido, en medio de una gran emoción, al pie de la catedral… Pero las reacciones políticas bastante menos sinceras y espontáneas no han tardado tampoco en multiplicarse. Macron el primero, sin duda feliz por haber podido evitar su prevista intervención televisiva (para anunciar las medidas que planteaba para atajar la crisis social de las y los chalecos amarillos y otros movimientos sociales, ndt) para pasar a jugar el papel de «salvador» del patrimonio, de la Nación y de su unidad reencontrada (¡sic!). Tras él y sobre el mismo tema, todos los racistas, fascistas y nacionalistas patentados se han ido sucediendo con rapidez para hablarnos del corazón de la herencia cristiana de la nación (¡y de la civilización!) atacada. Algunos avanzan ya por el terreno del complotismo islamófobo más craso…
¿Se podía prever o evitar algo así?
Al margen de los hechos precisos que la investigación permitirá quizás determinar, una catástrofe de tal amplitud solo puede ser fruto de una cadena colectiva de responsabilidades. Este accidente pone a la luz dos problemas estructurales y señala la responsabilidad directa del Estado: de una parte, la política de los sucesivos gobiernos de desinversión en la salvaguarda y mantenimiento del patrimonio (igual que en el conjunto de los servicios públicos). De otra, la insuficiencia de las normas de seguridad en los trabajos patrimoniales (lo mismo que ocurre en el conjunto de los trabajos de los edificios públicos). «Lo que ha pasado tenía que pasar. La falta de un real mantenimiento y de una atención cotidiana a un edificio de una importancia mayúscula es la causa de esta catástrofe. No se trata de buscar responsables, la responsabilidad es completamente colectiva porque es el monumento más colectivo del país», explicaba J.M Léniaud (presidente del consejo científico del Instituto Nacional del Patrimonio). Desinversión financiera y falta de personal. El estado de los edificios patrimoniales es muy a menudo deplorable, las necesidades en políticas de conservación, restauración y renovación son inmensas. Las y los profesionales de la conservación/restauración, así como el conjunto del personal y de las y los agentes que trabajan en este tipo de edificios públicos, dan testimonio de ello y no dejan de lanzar alertas que se quedan en letra muerta. Los accidentes, humanos y materiales, son desgraciadamente moneda corriente.
Hacer pagar a las y los más pobres
Según el presidente Macron, «esta catedral la reconstruiremos entre todos y todas». Precisemos de paso, por un lado, que no será él quien la reconstruya (como tampoco fue construida en su época por el obispo Maurice de Sully sino por las y los miles de trabajadores, obreros y artesanos, que se han sucedido a lo largo de los siglos). De otra parte, que para ello sería preciso que el Estado invirtiera en su reconstrucción… lo que no parece que sea la idea. Macron, al contrario, ya ha anunciado este martes 16 de abril el lanzamiento de una «suscripción nacional» para financiar la restauración… En 2017 fue necesario que una fundación privada encontrara la financiación (privada) y acordara con la diócesis el lanzamiento de los trabajos de renovación que estaban en curso, en particular en la aguja y la techumbre. Esta última no había sido restaurada desde los años 1930… El conjunto del patrimonio nacional es hoy víctima de ese desinterés del Estado. Pero en el punto opuesto de esos intereses de dinero, la población, incluyendo sus componentes más populares, se ha sentido a menudo ligada al patrimonio público y a los monumentos culturales e históricos… particularmente Notre Dame, hecha célebre por Victor Hugo como el corazón viviente más popular de París. La ocasión perfecta para el gobierno de hacer aprobar la financiación de su restauración sobre las espaldas de una colecta nacional (!). La maniobra es hábil, pues permite ocultar su propia responsabilidad en el incendio, y la gente, sinceramente conmovida, se dispone ya a donar. ¡Pero es al Estado a quien corresponde pagar! ¡Nuestros impuestos deberían servir ya para financiar los servicios públicos, incluyendo el de la cultura y el de un patrimonio accesible para todas y todos! En lugar de desaparecer en exenciones fiscales para las mayores empresas…
Sin embargo, hay dinero
Este drama es sobre todo la ocasión de recordar que la financiación de la cultura y del patrimonio es de lejos uno de los mejores nichos fiscales que las y los capitalistas pueden encontrar. Matando dos pájaros de un tiro, adornan su imagen, a veces puesta muy en cuestión, mediante «generosos» donativos, y gozan al mismo tiempo de las exenciones fiscales más ventajosas de toda la (sin embargo) amplia gama ofrecida por los sucesivos gobiernos. Las y los mecenas se agolpan: 200 millones para LVMH y la familia Arnault (Bernard Arnault es propietario del grupo de artículos de lujo LVMH, es el hombre más rico de Francia y primero de la Unión Europea ndt), 100 millones de Pinault (François-Henri Pinault es considerado uno de los hombres más ricos del mundo, con una fortuna familiar estimada el 18 de agosto de 2018 de 30 500 millones de dólares ndt) que casi parecen poca cosa, 100 millones Total y, la guinda del pastel, Vinci (un grupo industrial francés ndt) propone un «mecenazgo de competencia» y hacer una alianza de constructores (¿Bouygues, etc?) para trabajar «gratuitamente» en la reconstrucción de la catedral. El mercado del arte y las inversiones en materia de patrimonio gozan ya de una fiscalidad particularmente ventajosa, pero entre quienes hacían «llamamientos a la ayuda» había sin embargo muchos que pedían aún menos impuestos para «salvar» Notre Dame e incitar a las donaciones… En primera fila de éstos, el primero de los servidores y símbolo de los lazos consanguíneos entre la Cultura en el gobierno y los regalos a los más ricos: J-J Aillagon. Quien hoy demanda la clasificación de la catedral como «tesoro nacional» a fin de que los donativos gocen de una desgravación fiscal del 90%, fue sucesivamente ministro de Cultura, director del museo personal de Pinault y luego director del castillo de Versalles… Un llamamiento, por tanto, probablemente desinteresado…
Las decisiones en materia de cultura y de patrimonio son decisiones de sociedad
Evidentemente, tenemos más que dudas sobre la voluntad y los medios que va a desbloquear el Estado para la reconstrucción. Sobre el conjunto de los trabajos de los grandes monumentos nacionales (a fortiori de los de menor posteridad), éste ha optado sistemáticamente por las soluciones «menos costosas» pero también las menos deontológicas y respetuosas de los materiales y construcciones originales. No podemos a partir de ahí sino interrogarnos sobre la reconstrucción que se perfila… Jean Michel Liénaud sostiene que «para Notre Dame, será lo mismo. No volveremos a ver ni la aguja ni el armazón de la cubierta. Sin embargo, el desafío del Segundo Imperio fue reconstruir en 1860 la aguja que había sido desmontada un poco antes de la Revolución porque amenazaba ruina. Fue una verdadera proeza neomedieval. Esta vez soy pesimista».
No equivocarse en las prioridades
No se pueden sino comprender las reacciones de las y los que señalan el desprecio y el silencio de las autoridades y de las grandes empresas, sin embargo todas hoy en primera línea, cuando en noviembre pasado 8 personas encontraban la muerte en el hundimiento de su insalubre inmueble y centenares de otras personas se encontraban evacuadas de sus casas de alquiler sin soluciones de realojamiento, en Marsella. La actual exposición de donativos nos prueba que cuando están en juego sus intereses (esencialmente simbólicos y financieros) las empresas pueden encontrar el dinero y desbloquear sumas considerables en muy poco tiempo. Lo mismo ocurre con el gobierno, cuando decide ofrecerles regalos… En esta balanza, la vida de las clases populares solo cuenta si va acompañada de una línea de exención fiscal. Lo que está en juego es evidentemente incomparable.
¿Qué interés tiene financiar viejas piedras?
Hay quien se interroga a menudo sobre la pertinencia de invertir tales sumas de dinero en la cultura o en la preservación del patrimonio (cada vez menos dinero público por otra parte…), igual que a veces ocurre también en el caso de la investigación científica abstracta. Pero sería un error oponer cualquier necesidad social a tales inversiones. El dinero no falta, a poco que se le vaya a buscar donde está. El patrimonio forma parte de una propiedad colectiva inestimable. Su valoración y su accesibilidad a todas y todos tiene que ver con el desarrollo de las y los individuos y de nuestras sociedades.
Escribir una historia diferente
Notre Dame, como otros monumentos, forma parte de nuestra historia y de nuestro inconsciente colectivo. Es importante negarse a dejar lo que simboliza en manos de nacionalistas de todo pelaje. A través de los tiempos, ha simbolizado ciertamente las relaciones de poder entre la iglesia católica y el poder estatal. Pero es también un símbolo deslumbrante de la evolución de la arquitectura religiosa. En fin, es también un monumento secular de la historia de París, y Victor Hugo a través de su obra epónima la había ligado a lo que París tenía de más vivo, bullicioso y popular. Durante la Revolución francesa, y luego durante la Comuna de París, fue utilizada como lugar de actividades colectivas y de reuniones políticas, mientras la Marsellesa y otros cantos revolucionarios resonaban en los tubos de los grandes órganos. Es también un reto de reapropiación cultural y colectiva de nuestra clase social.
Esta vez no había afortunadamente vidas humanas directamente en juego frente a los intereses financieros, pero hemos perdido uno de nuestros bienes patrimoniales colectivos más preciosos… Una vez más sacrificado por este gobierno y los precedentes como consecuencia de sus incendiarios recortes presupuestarios…
Fuente original: https://npa2009.org/
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur, https://vientosur.info/