El Bicentenario de las luchas por nuestra primera independencia, su estudio, interpretación y divulgación, con una visión de proceso, de su trascendencia e importancia, en el contexto de más de doscientos años de luchas y realizaciones compartidas, constituye una tarea de importancia científica, cultural, ideológica y política. Nuestra pertenencia a un proyecto de emancipación y […]
El Bicentenario de las luchas por nuestra primera independencia, su estudio, interpretación y divulgación, con una visión de proceso, de su trascendencia e importancia, en el contexto de más de doscientos años de luchas y realizaciones compartidas, constituye una tarea de importancia científica, cultural, ideológica y política. Nuestra pertenencia a un proyecto de emancipación y unidad latinoamericana, incluye el rescate del patrimonio cultural, la memoria, riqueza y experiencia histórica, que una y otra vez nos han querido arrebatar.
El Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO) aprobó en el 2008, la creación del Grupo de Trabajo «El Bicentenario Latinoamericano: Dos Siglos de Revoluciones a la Luz del Presente», con el propósito de problematizar en torno al nudo temático de las revoluciones y la historia que llega hasta nuestros días.
Resultado de la labor del colectivo de cientistas sociales que coordinan las compañeras argentinas Beatriz Rajland y María Celia Cotarelo, ha sido la publicación del libro «La Revolución en el Bicentenario. Reflexiones sobre emancipación, clases y grupos subalternos» (CLASO Libros, Buenos Aires, 2009) en el que participan otros 20 autores de universidades e institutos de investigación de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, México, Paraguay y Gran Bretaña.
En la Reunión del Grupo de Trabajo realizada en La Habana los días 16-18 de noviembre del pasado año, se debatió ampliamente sobre los presupuestos teóricos y el contenido del próximo libro, y se constituyó una comisión que ha trabajado por consulta el documento que recién se pone en circulación:
EL Grupo de Trabajo de CLACSO: «El Bicentenario y los Procesos Revolucionarios en América Latina», ha aprobado una declaración delineada en su reunión plenaria de noviembre de 2009, realizada en La Habana, Cuba:
Entendemos que es necesario un pronunciamiento sobre el Bicentenario, que salga de la mera efemérides, y se posicione acerca del interrogante sobre el significado del Bicentenario hoy.
Ponemos a consideración de todas y todos quienes se sientan identificados con lo planteado y quieran suscribirla y pensar y actuar en consecuencia, la siguiente
DECLARACIÓN
El Bicentenario nos plantea desafíos intelectuales y políticos y una toma de posición implica situarse en el campo de la lucha ideológica.
Plantear un enfoque sobre el Bicentenario y sostenerlo, supone dar cuenta del pasado, de las situaciones presentes y de las alternativas para América Latina y el Caribe.
Nos pronunciamos desde una posición crítica y reflexiva sobre las visiones conservadoras, oficiales y colonizadoras.
Acordamos que la construcción de una historia desde abajo, proyectiva, científica, descolonizada y contrahegemónica constituye una tarea imprescindible.
Lo dicho, implica reclamar «otra historia»: la historia de las clases, grupos, sexos, etnias, religiones y culturas, todas ellas, presencias que han sido borradas del proyecto de las clases dominantes y de sus dispositivos legitimadores. De la experiencia de los sectores explotados y oprimidos queremos alimentar una historia de resistencia y autonomía, alimento de la imaginación de un mundo diferente.
Destacamos -justamente-, los procesos revolucionarios en tanto vectores de interpretación de los itinerarios históricos de las clases dominadas, explotadas y oprimidas, que nos lleven hacia el análisis de: ¿Cuál es el proyecto político emancipador, hoy? ¿Cuál es el proceso de cambio que plantea la necesidad de pensar el Bicentenario?
Queremos terminar con la mitología elaborada por la oligarquía y la burguesía, sobre los procesos independentistas del siglo XIX, para justificar la explotación.
Nuestra América se construyó desde la exclusión y el desafío es el de revertir esa situación de modo de construir finalmente, después de 200 años, una sociedad de inclusión que derribe los obstáculos para su integración y proyecte una unidad latinoamericana y caribeña fundada en la emancipación y en el antiimperialismo que erradique todas las formas de explotación y de dominación colonial y neocolonial.
Consideramos que la urgente discusión sobre el Estado es uno de los temas fundamentales de las experiencias democrático-populares en nuestro subcontinente hoy.
Entendemos al Estado, como una instancia de lucha de hegemonías, como espacio potencial de luchas profundas orientadas a una transformación favorable a los intereses de las clases populares.
Nuestra América es una tierra de mezclas, hibridaciones y mestizajes, con sus inevitables contradicciones, en las que aspiramos a captar las promesas democráticas de la multiplicidad y la pluriculturalidad. Debemos encarar una lucha por la memoria social, crítica del pasado pero anhelante de porvenir.
En esa revisión, se impone la apertura de un nuevo y profundo debate. El Bicentenario no debe quedar anclado -como los sectores dominantes pretenden- en la temática de las independencias al punto tal de que las revoluciones del temprano siglo XIX hayan sido denominadas «revoluciones de la independencia». En ese debate -que ya ha comenzado- debemos preguntarnos, cuál ha sido el legado emancipatorio de ese ciclo de revoluciones y cómo se las entiende en el nexo con el ciclo propio del siglo XX y con las luchas que se han venido desarrollando en lo transcurrido de este siglo.
Hoy, cuando la noción de revolución ya no está en el museo de antigüedades sino que ingresa otra vez a la palestra, proponemos repensar su sentido para tornarlo operativo para la política. Es preciso hacerlo al punto de reconsiderar su relación con la reforma o su temporalidad, sus «sujetos históricos» y su alcance geográfico.
Como el presente y los proyectos para construir el futuro, la comprensión del pasado es un territorio de disputa, porque en ello se va gestando el modelo de dominación y el de las resistencias del futuro. Asumiendo su carácter antagónico nos interesa estimular la preocupación por el Bicentenario que ponga en diálogo productivo las tradiciones emancipatorias continentales, rescate las historias olvidadas y negadas, repiense las estructuras y grandes tendencias, capte las resistencias y proyecciones revolucionarias que poblaron, no sin contradicciones, un tiempo pretérito nutriente de la vocación de una nueva Nuestra América que sea definitivamente nuestra.
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